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FENACO



Mostrando entradas con la etiqueta Desde la nostalgia [Juan Navarro Comino]. Mostrar todas las entradas
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11 abr 2018

  • 11.4.18
Como decía Joan Maragall, uno de los padres de la poesía modernista catalana, “la sardana és la dansa més bella de totes les danses que es fan i es desfan”. Se trata de un baile popular que es símbolo de Cataluña y que, curiosamente, fue modernizado por un jiennense de Alcalá La Real, José María Ventura Casas, Pep Ventura, que compuso muchísimas sardanas, entre las que destacó Per tu ploru, dedicada a su esposa fallecida.



La sardana es la danza nacional de Cataluña y se baila en todas las festividades. Sin embargo, este año, para sorpresa de muchos, ha pasado inadvertida en Pueblo Nuevo, el barrio más popular de Manresa, en el cual pasé parte de mi infancia y de mi juventud, hasta que contraje matrimonio con mi esposa.

En este barrio siempre tienen lugar las mejores fiestas populares de Manresa. Cada año, coincidiendo con la festividad de San José, se celebraban muchos actos populares, entre los que destacaba la gran Ballada de Sardanes, un concurso al que acudían collas de toda Cataluña y en el que se entregaban muy buenos premios.

Sin embargo, este año me ha sorprendido saber por Radio Manresa que en la fiesta del Pueblo Nuevo no habría sardanas, ya que se le ha olvidado a los independentistas, que están metidos de lleno en esta batalla absurda que no van a ganar por mucho que se empeñen.

Y ahora recuerdo que cada año se nombraba en este barrio una Comisión de Fiestas encargada de montar el programa. Mis hermanos mayores participaron varias veces pero, en una ocasión, votaron a mi hermano mayor, Salvador, que impulsó unas de las mejores fiestas que se recordaban. Por ello, le propusieron seguir varios años al frente de la Comisión.

¡Qué curioso! Un andaluz de Montilla organizando la fiesta mayor de San José del Barrio de Pueblo Nuevo de Manresa. Claro que, por aquellos años, no había tanto separatismo ni se nombraba la independencia. Todo era más tranquilo y la convivencia era mejor que ahora. Y es que esta gente ha separado familias y amigos. Pero hay que conformarse hasta que cambie la cosa. Esperemos que sea pronto.

JUAN NAVARRO COMINO
ILUSTRACIÓN: PEP SANZ

8 mar 2018

  • 8.3.18
Durante mi larga vida laboral estuve al frente de equipos de operarios en los que había algunas mujeres. Y, en honor a la verdad, debo decir que siempre demostraron ser responsables, eficaces y cumplidoras con las tareas que se les encomendaban. Por eso chirría que, a estas alturas de siglo XXI, siga habiendo trabajadoras que perciben un salario inferior al de los hombres pese a realizar las mismas labores.



Aparte de la brecha salarial, el gran reto que tenemos como sociedad es el de la erradicación de la violencia hacia las mujeres. ¿Cómo puede haber hombres capaces de maltratar y asesinar a sus parejas que, en muchos casos además, son las madres de sus hijos?

¿Es que estos individuos no se paran a pensar en el daño que causan? Parece que se rigen por el pensamiento prehistórico que propugna el “para mí o para nadie más”. Abusan de ellas, les dan palizas, las humillan… ¡No podemos permitir tanta barbarie!

Pienso que la sociedad en su conjunto tendría que dotarse de herramientas eficaces para frenar esta violencia hacia las mujeres. Yo, como católico, pido a Dios que no haya ninguna víctima más por violencia machista. Es una lacra con la que tenemos que acabar.

JUAN NAVARRO

28 feb 2018

  • 28.2.18
En Cataluña estamos esperando a que el señor Puigdemont deje de hacer comedia de una vez y permita formar Gobierno. Y si se considera tan listo, que venga a España y se someta a la acción de la Justicia, que es lo que cabría esperar de cualquier responsable político con un mínimo de decencia.



La situación no se circunscribe solo al terreno político. Y me explico: hace unos días acompañé al ambulatorio a mi nieta mayor, que tiene 16 años. Al solicitar la cita, el celador nos dijo, de manera muy arrogante, que no podrían atenderla ya que todos los médicos estaban con la gripe. Ante mi indignación, el celador nos invitó a dirigirnos a otro centro de salud situado a unos cinco kilómetros de donde residimos. Y se quedó tan pancho.

A mí me ocurrió algo parecido hace unas semanas: tenía revisión médica para febrero y unos días antes de la consulta con el especialista me envían una carta aplazando la visita a mediados del mes de marzo. Como ya se demoraba el control más de dos meses, decidí llamar a Atención al Paciente y me indican que si no me viene bien la nueva fecha, ya debo esperar hasta el mes de septiembre porque están faltos de personal.

¿Y saben qué les digo? Que no hace tantos años, la sanidad en Cataluña funcionaba divinamente pero, ahora, los políticos solo se preocupan de cuestiones que no sirven para resolver el día a día de los ciudadanos.

Por eso les pediría que dejen al margen al señor Puigdemont, que siga en su retiro de Bélgica, y que formen Gobierno, ya que, por poco que hagan las cosas, se comenzarán a arreglar un poco muchos de los problemas que constituyen la realidad palpable de esta tierra y que, la verdad, me da mucha pena.

JUAN NAVARRO COMINO

17 ene 2018

  • 17.1.18
Los hombres suelen comentar de vez en cuando que las mujeres son “de lágrima fácil” o que “lloran por nada”. También se suele decir que el llanto solo es propio de ellas y que nosotros no lloramos porque nos creemos más fuertes. Pero no es así. Tal vez, si los hombres lloráramos en alguna ocasión, seríamos más condescendientes.



Para mí, la mujer es el mejor ser que creó Dios Nuestro Señor. Y pienso que es una realidad palpable. Prueba de ello, la parábola que paso a compartir con ustedes.

Un día, un niño preguntó a su madre: “Mamá, ¿por qué lloras?”, a lo que ella respondió: “Porque soy mujer, hijo”. Ante aquella respuesta, el pequeño reconoció que no llegaba a comprender lo que quería decir y ella le cogió por los hombros dulcemente y le comentó: “¡Nunca llegarás a entenderlo!”.

Pasados unos días, el chico le preguntó a su padre: “¿Por qué llora mamá?”, a lo que su progenitor respondió: “Todas las mujeres son de lágrima fácil y lloran muchas veces sin razón”.

Después de unos años, el chico hizo la misma pregunta a Dios: “¿Por qué lloran las mujeres con tanta facilidad?”, a lo que Nuestro Señor respondió: “Cuando hice a la mujer, debía de ser muy especial. La hice con unas espaldas suficientemente fuertes para soportar el peso del mundo pero, a la vez, tiernas y confortables”.

“Le concedí el poder de dar vida y de aceptar el rechazo de los hijos. Le di poder para continuar luchando cuando todos abandonan. Y de cuidar a su familia a pesar del cansancio o la enfermedad. Le di la sensibilidad para amar a sus hijos con un amor incondicional, aun cuando éstos la hayan herido duramente”.

“Le di fuerza para soportar a su marido a pesar de sus defectos, que no son pocos, finalmente le di lágrimas para llorar cuando ella sintiera esa necesidad. Como puedes ver, hijo, la belleza de una mujer no está en su manera de vestir, ni tampoco de cómo se maquilla su cara, ni de cómo se arregla su cabello: la belleza de la mujer reside en sus ojos, los cuales son la puerta de entrada a su corazón; la puerta donde reside el amor”.

“Es por ese motivo que, a menudo, y a través de esas lágrimas, podamos ver su corazón y, de paso, aumentar su autoestima. Has de saber, hijo, que todas las mujeres son bellas, son las que te han hecho sonreír cuando tú más lo necesitabas; las que te han hecho ver el lado bueno de las cosas cuando tú solamente veías lo peor”.

Dios hizo para el hombre un trono y para la mujer, un altar. El trono exalta; el altar, santifica. El hombre es un templo; la mujer, un sagrario. Ante el templo nos descubrimos y ante el sagrario, nos arrodillamos.

JUAN NAVARRO COMINO

14 dic 2017

  • 14.12.17
Las Navidades suelen ser unas fiestas muy familiares y muy acogedoras. Pero ¿es así para todo el mundo? Si nos paramos a pensarlo con algo de calma, nos daremos cuenta de que no. Hay muchas personas, familias enteras a veces, que lo pasan muy mal, con muchas necesidades durante todo el año, tantas que casi ni les llega para poder comer tres veces al día.



Pero ¿a quién le importa eso? Mucha gente se preocupa, es verdad, pero no así otros a los que ni siquiera se les estremece el corazón cuando ven por televisión los anuncios de algunas ONG, donde aparecen escenas de niños mal nutridos y pasando hambre verdaderamente. Calamidades que a cualquier persona con algo de corazón le ponen la piel de gallina pero que, sin embargo, en otros individuos despiertan comentarios del tipo: “vaya hombre, siempre tienen que poner esto a la hora de la comida”.

A estos sujetos así yo les preguntaría si les gustaría ver a sus hijos o a sus nietos en esa situación. Creo que no serían capaces ni de contestar. Por eso pido desde esta columna que ayudemos de alguna manera a esta pobre gente. Seguro que, de esta forma, más de uno tendrá algo que echarse a la boca en estos días. Feliz Navidad.

JUAN NAVARRO COMINO
FOTOGRAFÍA: UNICEF

30 nov 2017

  • 30.11.17
Desde hace varias semanas tenemos una calma rara en Cataluña, aunque aún se vive algún que otro altibajo. Ahora los partidos se afanan en componer sus listas electorales. Una situación muy distinta a la de hace unos meses, esperemos que para bien, y que de esta forma se acabe con tanta inquietud que nos han causado algunos con toda la mala uva que se pueda permitir.



Ahora hay quienes se retractan de lo dicho para poder salir de la cárcel. Algo que, aunque no sea de nuestro agrado, es posible. Así funciona la política. Lo que hoy es blanco inmaculado, mañana, por conveniencias, será negro como el carbón.

¿Y qué tenemos que hacer ahora la mayoría silenciosa? Pues nada más, y nada menos, que salir a votar en masa el día 21 de diciembre, cada uno al partido que más le guste, pero votar para que cambie esta situación.

Soy de la opinión de que si la mayoría silenciosa salimos a votar esto cambiará y comenzará una nueva Legislatura que, esperemos, sea para bien y que Cataluña, aunque al principio cueste, vuelva a ser la envidia de Europa como en años anteriores.

Si en el pasado fuimos capaces de levantar esta tierra entre todos, ahora hay que hacer lo mismo para recuperar todo lo perdido por culpa de cuatro antisistemas que no han trabajado en su vida por Cataluña y que no sienten por ella el cariño que le tenemos la gran mayoría de residentes en esta bendita tierra.

JUAN NAVARRO

16 nov 2017

  • 16.11.17
Los hombres, individualmente o en grupo, desean relacionarse con sus semejantes, entrar en contacto con distintas personas o ambientes. Esa es una de sus principales ambiciones. Algunos creen que es una necesidad y otros, un deber. Yo, por mi parte, creo que las dos cosas a la vez.



Es una necesidad, tal vez, porque el hombre no puede vivir aislado. El hombre siente necesidad de hablar, de contarse cosas, de que le compadezcan, de que a la vez le animen y le conduzcan. Con simples gestos como estrechar la mano, dar un golpecito en la espalda, tomar unas copas, hablar y discutir con el resto, hay quien piensa que está enormemente relacionado y que, como conoce a muchísimas personas, tiene cientos de amigos. Se equivocan.

El hombre está solo entre la multitud de esas relaciones, a menos que tenga los ojos y el corazón abiertos de par en par para ver y acoger a sus semejantes. De esta forma, yo conocí a mi amigo, un hombre fuerte y sociable, que se distingue en cualquier grupo y que es un ejemplo perfecto de caballerosidad y bondad.

Sin embargo, todo su ser reacciona con severidad ante la injusticia, la hipocresía o la irreverencia. Parece entender a la gente y es particularmente considerado con los pobres, los solitarios, los enfermos, los abandonados e, incluso, con los de mala reputación. A decir verdad, parece ver algo de bueno en cada persona.

Realmente es amigo de muchas personas, cuyos sentimientos hacia él son como los míos, porque sus vidas han sido transformadas por su amistad. Esta es la explicación de cuantas cosas buenas hay en mi vida.

Este amigo es tan amado como odiado: millones de personas rehúsan su amistad. ¿Podrá ser que en verdad no comprendan quién es? Seguramente por eso, los hombres le mataron. Él no había hecho ningún mal: su única ofensa fue ser la verdad, la pureza y el amor encarnados.

Cuando pienso en este amigo surge en mí el deseo de que cada persona sobre la faz de la tierra lo conozca. Él no te impondrá su amistad, pero si tú lo aceptas como el más caro de tus amigos, te acompañará hasta el fin de tus días. Él hará que tu vida sea una aventura espiritual gracias a su compañerismo transformador. Te hará feliz, valiente, y victorioso; cambiará tu vacío por satisfacción; el temor por valor; la debilidad por poder; el dolor por gozo; el tumulto por paz y la muerte por vida. Yo quisiera que conocieras a mi amigo, que no es otro que Jesucristo.

JUAN NAVARRO COMINO

2 nov 2017

  • 2.11.17
Estoy un poco deprimido. La mesa donde yo me pongo a escribir está situada delante de una ventana que da a mi tejado y a todos los tejados de la calle, y a un horizonte perdido lleno de arboleda. Por ese horizonte, en cuanto llega la primavera, se acercan las golondrinas a cuidar de los muchos nidos que tienen en las cornisas de las casas vecinas y en la mía, generando una algarabía muy bonita que amaina cuando aprieta el sol y vuelve con el atardecer.



Sin embargo, ahora no escucho a las golondrinas y sus crías desde mi ventana. Se han marchado en su viaje a África y no volverán hasta la próxima primavera. Desde hace dos semanas se siente en los tejados algún gorrión o alguna tórtola llamando la atención del macho, pero cuando comience el frio, que aquí aprieta bien, se acabó el chirriar de los pajarillos.

La verdad es que eso me pone triste, por eso procuro ponerme música para distraerme mientras escribo, pero no es lo mismo. Más aún ante la impotencia y el dolor que muchos sentimos por todo lo que está ocurriendo en Cataluña en los últimos tiempos. Se tendría que haber actuado antes y ahora no sabemos cómo va a terminar todo.

Por el bien de todos los catalanes, y por aquellos que llevamos toda la vida que viviendo en Cataluña –y quiera Dios que por muchos años más–, esperemos que los antisistema no se carguen esta bendita tierra, que nos lo ha dado todo, por no querer razonar.

Por eso solo me queda esperar que Dios reparta suerte y pase lo mejor posible para todos, incluidos los antisistema, para que el problema tan grave que vivimos en Cataluña se solucione. Mientras tanto, seguiré esperando que vuelvan las golondrinas la próxima primavera con su alegría pura y sana.

JUAN NAVARRO COMINO

22 sept 2017

  • 22.9.17
Algunos hombres son capaces de llevar a cabo en una hora el trabajo para el que otros, por falta de concentración, necesitan cuatro. Algunos resuelven un problema y lo superan en algunos minutos; otros, sin embargo, tropiezan durante días y días. Algunos exponen con claridad un tema, lo escriben pormenorizadamente y lo explican en pocos minutos; otros apenas consiguen salir airosos.



Todo ello se debe, entre otras razones, a que hay quien sabe concentrarse y entregarse de lleno a la tarea, y quienes son unos distraídos crónicos, incapaces de ordenar y de dirigir sus potencias indisciplinadas. El hombre solo es eficaz cuando se sabe concentrar.

La lupa es capaz de causar un incendio porque sabe recoger la luz y el calor del sol, y los hace converger en un solo punto. Si sabes aunar tus fuerzas y emplearlas a fondo en el momento preciso, no necesitarás mucho para conseguir tu propósito: te bastará concentración para conseguirlo.

Aquel que tiene fe, encuentra el éxito en el sitio donde muchos fracasan. Sé paciente con todo el mundo pero, sobre todo, contigo mismo. En esta vida todo da vueltas: no hagas lo que no quieras que te hagan a ti y recuerda que más vale sonrisa triste que la tristeza de no verte sonreír.

Eres una persona y el ser humano es el único animal que puede hablar para calmar al airado y animar al abatido; estimular al cobarde y decirle "te amo". Te puedes mover, no eres un árbol amarrado a una pequeña porción de tierra. Puedes pasear correr, bailar y hacer deporte. Tienes en tu cuerpo 500 músculos, 200 huesos y 7.000 nervios sincronizados para obedecerte y llevarte donde tú quieras.

El árbol vive absorbiendo elementos minerales, los asimila siguiendo un plan natural y los eleva a un estado superior: la vida vegetativa. El animal vive utilizando elementos minerales, integrando la vida vegetativa, coordinando las energías inferiores según el plan ordenador y las eleva a un nivel superior: la vida animal. El hombre vive utilizando las propiedades de la vida vegetativa animal, pero las subordina y las trasforma, a través de la razón y la libertad, en vida humana.

Si quieres ser hombre has de dominar y ordenar tus instintos y sensaciones para ayudar a tu espíritu. Escoge entre humanizarte con la primacía del espíritu y la conciencia o animalizarte con las primicias del instinto.

JUAN NAVARRO COMINO

24 ago 2017

  • 24.8.17
Reposa, come, bebe y diviértete: esta consigna del hombre rico de la popular parábola evangélica no es nueva. Ha sido el ideal de no poca gente a lo largo de la historia, pero hoy es vivida a gran escala y sobre una presión social tan fuerte que es difícil crear un estilo de vida más sobrio y más sano.



Hace tiempo que la sociedad moderna ha institucionalizado el consumo: casi seguro todo se orienta a disfrutar de productos, de servicios y de experiencias siempre nuevas. La consigna del bienestar es clara: “diviértete”.

Eso que nos ofrecen a través de la publicidad es juventud, elegancia, seguridad, poder, bienestar, felicidad… La vida la tenemos que alimentar en el consumo.

Otro factor decisivo en el funcionamiento de la sociedad actual es la moda. Siempre ha habido en la historia de los pueblos corrientes de gustos fluctuantes, de modo que el que se mueve en el imperio de la moda se ha convertido en guía principal de la sociedad moderna.

Ya no son las religiones ni las ideologías las que orientan el comportamiento de la mayoría: la publicidad y la seducción de la moda están sustituyendo a la Iglesia, la familia y la escuela. Es la moda la que nos enseña a vivir, a satisfacer las “necesidades artificiales” del momento.

Otra cosa que marca el estilo de vida moderna es la seducción de los sentidos y el hecho de mirar por nuestro cuerpo: la línea, el peso, el gimnasio y las revisiones; se tienen que aprender terapias y remedios nuevos, se han de seguir de cerca los consejos de los médicos y los consejos culinarios.

Tenemos que aprender a sentirnos bien con nosotros mismos y también con los demás; hemos de aprender a movernos de manera hábil en el campo del sexo; conocer todas las maneras de pasarlo bien y de acumular experiencias nuevas.

Sería un error “satanizar” esta sociedad que ofrece tantas posibilidades para cuidar las diversas dimensiones del ser humano y para desenvolver una vida integral e integradora.

Pero no sería menos equivocado dejarnos arrastrar frívolamente por cualquier moda o reclamo, reduciendo la existencia a un puro bienestar material. La parábola evangélica nos invita a descubrir la insensatez que se puede esconder en este planteamiento de la vida.

Para acertar en la vida no basta con pasárselo bien, ya que el ser humano no es nada más que un animal afanado en el placer y el bienestar. Ha estado también trabajando el espíritu para conocer la amistad, para experimentar el misterio trascendente, para agradecer la vida, para vivir la solidaridad…

Es inútil quejarnos de la sociedad actual: Lo importante es actuar de manera inteligente. El hombre no podrá jamás perfeccionarse ni lograr el éxito del mundo si no encuentra a Jesucristo.

JUAN NAVARRO COMINO

11 ago 2017

  • 11.8.17
Soy andaluz pero me he criado en Cataluña, esa bendita tierra a la que emigramos allá por los años cincuenta. Aquí lo hemos hecho todo: estudiamos, trabajamos, conocimos a nuestras esposas, nos casamos, tuvimos hijos... y ahora nos han venido los nietos. ¿Qué más tenemos que demostrar a estos radicales? Queremos seguir siendo españoles y catalanes. Que no nos hagan comulgar con ruedas de molino.



Cuando viajo a mi tierra, la localidad cordobesa de Montilla, me siento montillano por los cuatro costados. No me siento extraño. Eso sí, echo en falta una parte de mi corazón que está en esta tierra, la catalana, que me ha tratado tan bien y que no la quiero perder.

Yo les preguntaría a estos radicales qué han hecho ellos verdaderamente por esta tierra. ¡La levantamos y la llevamos a todo su esplendor con nuestro esfuerzo y con el esfuerzo de los catalanes de aquella época! ¿Dónde estaban ellos cuando en nuestra juventud corríamos por la calles de Manresa con los grises detrás por defender el Estatuto de Autonomía? ¿Dónde estaban entonces los antisistema?

Que lo digan ahora, que dejen de saltarse las leyes como les da la gana, y que nos dejen tranquilos. Que se vayan con su sistema a otro sitio porque a Cataluña la están hundiendo. No entiendo cómo el Gobierno central no ha metido mano en un tema que se ha enquistado. ¡Y de qué manera! Esta gente no puede hacer lo que le venga en gana aunque tengan mayoría en el Parlamento catalán: eso no les da pie a saltarse las leyes.

Por la juventud y por el paro no hacen nada, todo les da igual. Hacer un conservatorio de música en la catedral de Barcelona y derribar el monumento Colon, eso sí que lo han propuesto; y quererse cargar el turismo, reventando las ruedas de las bicicletas de alquiler. Con eso se sienten realizados.

Lo que tendrían que hacer es sentarse y recuperar el Estatuto de Autonomía que entre todos se cargaron y arreglar las deficiencias que actualmente hay en Cataluña. Y, desde mi modesta opinión, les digo que mi familia y yo queremos seguir siendo españoles y catalanes.

JUAN NAVARRO COMINO

21 jul 2017

  • 21.7.17
A mi edad solo me queda vivir del recuerdo de mis años joviales. Para nada nos sentíamos cohibidos, ni cortados: íbamos de aventura en aventura, no como ahora, que todo son contratiempos. Cuando no te duele la espalda, te duele la cabeza y con el problema de que, cada día que pasa, notamos que nos faltan más fuerzas. Pero no tenemos que tirar la tolla ni reunirnos para quejarnos de nuestros males.



Yo tengo un amigo, Manolo, que me comenta muy a menudo lo mismo: "Juan, cuando yo era joven me meaba en la corbata y ahora me meo en los zapatos. Y eso me pone triste: no lo sé admitir". Yo le digo que los años no pasan en balde y ahora nos toca esta edad pero, eso sí, hay que vivirla con espíritu joven.

Tenemos que ser fuertes e intentar ser como antes, al menos de espíritu, no hundirnos, tener fe y valor en querer sentirnos jóvenes, aunque no los seamos. Hay que recordar aquellos años que fueron extraordinarios en todos los aspectos: podíamos con todo, no nos rendíamos ante nada, luchábamos por todo como, por ejemplo, un trabajo digno. Entonces había donde escoger trabajo y si no te encontrabas a gusto en una empresa, te buscabas otro y a seguir luchando.

Intentábamos ponernos al día en todos los adelantos de la tecnología y, a base de estudiar por las noches, salíamos adelante. Nos sentíamos orgullosos al ponerlo en práctica después. Recuerdo con nostalgia cuando me puse por primera vez delante de un torno de control numérico. Por aquel entonces, los programas se hacían a mano y empleábamos trigonometría. A trancas y barrancas, se conseguía.

Desde entonces ha llovido mucho y han pasado 32 años o más. La cosa, según mis noticias, ha avanzado mucho, pero no dejo de añorar aquello y de ser, tal vez en Manresa, uno de los pioneros de los controles numéricos. En fin, esto me anima a mantener ese espíritu joven, como en aquellos años.

JUAN NAVARRO COMINO

3 mar 2017

  • 3.3.17
Esta mañana, mientras paseaba por el puerto, me encontré con un señor, ya mayor, que estaba observando el horizonte. Al verlo algo triste, me dirigí a él y al mirarlo tan de cerca, me preguntó si quería algo. En ese momento me di cuenta de que tenía ganas de hablar: pude notarlo en la expresión de su cara. Por eso no dudé en preguntarle si deseaba que hablásemos.



–Como quieras, hablemos –apuntó el señor.

–¿Cuántos años tiene usted?

–Pues unos pocos, ya no me acuerdo. Tal vez te triplique la edad. He tenido una vida muy ajetreada y la he vivido intensamente en todos los frentes.

–¿Por qué no me la explica? –me atreví a preguntarle.

–Si no tiene mucha importancia, pero te la voy a contar un poco. Yo de niño, con catorce años, me quedé huérfano y sin hermanos. Los vecinos, buena gente, me querían ingresar en un internado pero yo, en cuanto me di cuenta, me fui. Yo vivía aquí en Barcelona y me dirigí una mañana al puerto. Había muchos barcos cargando mercancías, llenando sus bodegas, y se me ocurrió una idea.

Así que, después de observar uno muy grande, le pregunté a un marino hacia dónde se dirigía  y me aseguró que daría la vuelta al mundo cargando y descargando durante dos años, viajando por Canarias, Puerto Rico... Yo pensé que pondría esconderme hasta que el barco zarpase de Canarias y, una vez estuviera en aguas internacionales, me presentaría al capitán.

El señor me explicó que esperó a la mañana siguiente para, con un poco de suerte, entrar en el barco como polizón.

–Esperé a que oscureciese y tuve suerte. Se quedó una noche cerrada y oscura y, a las dos de la mañana, cuando todo el mundo dormía, con una bolsa me colgué en las escalerillas y ascendí hasta la popa. Una vez allí, me introduje en un bote salvavidas y esperé.

Lo que me ocurrió es que, al tercer día de estar escondido, tenía un hambre de narices. Por la noche me acerqué a la cocina buscando comida y me aprovisioné para unos días. Una vez que el barco partió de Canarias, me presenté al capitán y le expliqué que me había quedado huérfano.

Le rogué que no me denunciara, que trabajaría para él y que no le causaría ningún problema, pero que me permitiese continuar en el barco, pues mis vecinos querían ingresarme en un internado, y por eso había huído.

El anciano me contó que el capitán aceptó acogerlo en el barco con la única condición de que volvería a embarcar después de cada una de las paradas previstas. Además, le haría un contrato, pues ya tenía los catorce años cumplidos. El capitán le acompañó hasta el contramaestre, Antoine, quien sería el encargado de emplearlo en la sala de máquinas como engrasador.

–Me lo pasaba bien –recordó el señor–. Antoine era un tipo extraordinario y me cogió mucho cariño. He conocido muchos países y mujeres extraordinarias. El contramaestre me llevó por primera vez a un prostíbulo en Haití, con unas mujeres bellísimas. Yo tendría unos 16 años. Y así, de puerto en puerto y de club en club, nunca más abandoné el barco: era mi casa y todos me querían.

Yo me encontraba feliz pero llegó la hora de la jubilación y la frustración. Aquí me tienes, me busqué una residencia que me podía pagar, pues ahorré algún dinero y, con la pensión, voy tirando. Eso sí, más solo que un perro vagabundo.

El señor siguió hablando mientras yo le escuchaba atentamente.

–Por las mañanas me vengo al puerto, nostalgia de mi vida de marinero, pero una vez entro en la residencia me encuentro muy solo y encajonado. En los prostíbulos ya no encuentro distracción, ni atracción. Y me está muy bien empleado, porque fui muy egoísta.

Me tendría que haber casado y haber formado una familia, y ahora no estaría tan solo. Pero mi juventud me la pasaba de prostíbulo en prostíbulo. Conozco todos los burdeles de todos los puertos. Con Antoine me lo pasaba de fabula y no pensé ni por un momento en la vejez.

Y aquí me tienes, solo como la una por mi mala cabeza. Pero chico, esto es la vida. Yo la quise así y estas son ahora las consecuencias tristes para mí –me aseguró el señor, que no dudó en darme un consejo–. Ordena tu vida, cásate o bien busca una compañera, pero no quieras ser un lobo solitario como yo, que cuando llegues a la vejez te encontrarás solo y sin nadie que te quiera.

Le agradecí su consejo y decidí que era momento de marcharme. Mientras, él se quedó observando el mar con nostalgia de lobo marino.

JUAN NAVARRO COMINO

23 dic 2016

  • 23.12.16
"Reposa, come, bebe y diviértete". Esta consigna del hombre rico de la parábola evangélica no es nueva. Ha sido el ideal de no poca gente a lo largo de la historia, pero hoy es vivida a gran escala y con una presión social tan fuerte que es difícil crear un estilo de vida más sobrio y más sano.



Hace tiempo que la sociedad moderna ha institucionalizado el consumo; casi todo se orienta a disfrutar de productos, de servicios y de experiencias siempre nuevas. La consigna del bienestar es clara: diviértete. Eso que nos ofrecen a través de la publicidad es juventud, elegancia, seguridad, poder, bienestar y felicidad. La vida la tenemos que alimentar con el consumo.

Otro factor decisivo en el funcionamiento de la sociedad actual es la moda. Siempre ha habido en la historia de los pueblos corrientes muchos gustos fluctuantes. Es el que se mueve en el imperio de la moda quien se ha convertido en el guía principal de la sociedad moderna.

Ya no son las religiones ni las ideologías las que orientan el comportamiento de la mayoría. La publicidad y la seducción de la moda están sustituyendo a la Iglesia, a la familia y a la escuela. Es la moda la que nos enseña a vivir para satisfacer las necesidades artificiales del momento.

Otra cosa que marca el estilo de vida moderna es la seducción de los sentidos y el hecho de mirar por nuestro cuerpo, la línea, el peso, el gimnasio y las revisiones. Se tienen que aprender terapias y remedios nuevos; se han de seguir de cerca los consejos de los médicos y los consejos culinarios; tenemos que aprender a sentirnos bien con nosotros mismos y también con los demás; hemos de aprender a movernos de manera hábil en el campo del sexo, conocer todas las maneras de pasarlo bien y de acumular experiencias nuevas.

Sería un error satanizar esta sociedad que ofrece tantas posibilidades para cuidar las diversas dimensiones del ser humano y para desenvolverse en una vida integral e integradora, pero no sería menos equivocado dejarnos arrastrar frívolamente por cualquier moda o reclamo, reduciendo la existencia a un puro bienestar material.

La parábola evangélica nos invita a descubrir la insensatez que puede esconder este planteamiento de la vida. Para acertar en la vida no es suficiente con pasárselo bien, porque el ser humano es más que un animal afanado en el placer y el bienestar: ha estado también trabajando el espíritu; conociendo la amistad; experimentando el misterio transcendente; agradeciendo la vida; viviendo la solidaridad...

Es inútil quejarnos de la sociedad actual. Lo que es importante es actuar de manera inteligente. El hombre no podrá jamás perfeccionarse, ni lograr el éxito del mundo, si no encuentra a Jesucristo.

JUAN NAVARRO COMINO

25 nov 2016

  • 25.11.16
La mayoría de las personas a las que nos gusta el futbol sabemos cuántos entresijos y cuánto negocio mueve este deporte. Incluso ahora, en la actualidad, en el fútbol base se les cobra a los padres 35 o 40 euros cada mes por la formación de los pequeños. Después entra el tema de la equipación, pues los niños tiene que ir con el uniforme oficial de la entidad en la que estén, y esto les supone a los padres un desembolso de, por lo menos, 250 euros al año, además del reconocimiento médico que se montan para sacar otro buen pellizco. Un negocio en toda regla.



Para llevar a los críos, a los más pequeñitos, tienen a jóvenes que lo mismo les hacen el entrenamiento que juegan en el equipo juvenil. Esos sí que tratan a los niños con mimo y educación, pero con el conocimiento mínimo de fútbol. Pero con cuatro chavos les pagan.

Yo, cuando era más joven, estuve nueve años en el fútbol base del Centro de Deportes Manresa. Por aquel tiempo, los equipos iban a los colegios y al niño que destacaba lo fichaban; o bien ojeadores que tenían, llevaban a los críos al Manresa.

Era otra política: a los padres no se les cobraba y la equipación la ponía el club; eso sí, las botas hasta la edad juvenil las compraban los padres y en los desplazamientos del equipo los críos no pagaban, pero los padres tenían que colaborar un poco. Eran otros tiempos.

La otra tarde me fui un rato a observar el entrenamiento que le hacen a los críos. Observe un grupo de críos numeroso. En un momento dado, el chico que los entrenaba, sin venir a cuento, paró el entrenamiento y separó a tres chavales del grupo:

—Vosotros, a partir de ahora, ya estáis fuera del equipo. La semana que viene entrenareis con el equipo C.

Los chavales se separaron del grupo y dos de ellos dijeron:

—¿No nos quieren? Pues que se joroben. ¡Nos vamos!

Y se marcharon, mientras que el más pequeño se sentó y empezó a llorar preguntándose por qué a él.

Y seguía llorando. A mí me dio tanta lástima el crío que me acerqué a él:

—No llores, también jugarás en el equipo C.

—Sí, ¡pero yo ya llevaba tres años con mis amigos! –exclamó mientras seguía llorando–. Y ahora se ríen de mí y se mofan.

—¡Es igual, tú no les hagas caso! Ya harás amigos en el equipo C, lo importante es jugar y hacer deporte. Que en el mundo del fútbol hay muchos cambios, te lo digo yo, que he sido entrenador muchos años. No te desanimes. ¿Cómo te llamas, niño?

—Me llamo Adrià.

—Te voy a contar un caso: en un equipo hubo un niño que le ocurrió igual que a ti, que le dejaron en el equipo C. Entonces, este niño comenzó a tomárselo bien, en serio y, debido a esto, destacó en este equipo tanto que se convirtió en el máximo goleador. Cada partido marcaba uno o dos goles, a pesar de que perdían muchos partidos. Pero él, con ahínco y ganas, llegó a lo máximo. Y fíjate lo que te digo, Adrià, a ese niño le llegó un día la posibilidad de jugar en el Real Madrid.

—¿De verdad, señor?

—De verdad, Adrià. Tú no te desanimes y lucha. Entrena fuerte que lo vas a conseguir, campeón. Porque, escúchame bien: tú vas a ser un campeón.

JUAN NAVARRO COMINO
FOTOGRAFÍA: JOSÉ ANTONIO AGUILAR

28 oct 2016

  • 28.10.16
Comienzo como en un cuento. Nos imaginamos en el cielo, con Nuestro Señor acompañado del arcángel San Rafael. Dios le dice: "Acércate Rafael, contempla ahí abajo. Observa: en aquella casa hay un matrimonio que está discutiendo. Él amenaza a ella e intenta pegarle. Y, fíjate, acaba pegándole. Rafael, esto no lo podemos permitir. Cuando yo creé a la mujer pensé que debía ser muy especial: la hice con espaldas suficientemente fuertes para soportar el peso del mundo pero, a la vez, firmes y confortables.



Le concedí el poder de dar vida y aceptar el rechazo de sus hijos. Le di el poder que le permite seguir luchando cuando todos abandonan, y el de cuidar de su familia a pesar del cansancio o de la enfermedad; le di sensibilidad para amar a sus hijos con un amor incondicional, aunque estos le hayan herido duramente. Y, finalmente, le di lágrimas para que llorara cuando ella sintiera necesidad.

En cambio, lo que no le dije al hombre es que no le gritara, que tampoco la oprimiera y, menos, que le pegara. A esto, Rafael, le tenemos que dar una solución, porque creo que debe haber muchas mujeres que sufren.

—Señor, contemplad aquella otra casa. El hombre le grita a su esposa. Ella está atemorizada en un rincón porque ve venir que le va a pegar. Señor, le está pegando incluso patadas en el vientre.

—¿Sabes qué vas hacer, Rafael? Vas a bajar a poner al menos un poco de solución.

Rafael baja a La Tierra y llama a la puerta de la última casa que vio desde el Cielo. Tardan en abrirle y se oyen unas voces.

—¡Inútil! ¿No estás oyendo que llaman a la puerta? ¡Ve y abre, que no sirves para nada!

La mujer, llorando, va y abre la puerta. Rafael, al verle, le pregunta:

—¿Qué le ocurre señora? ¿Por qué llora?

Ella llora más aun y no le da explicación. El marido, al ver que tardaba, decide salir a la puerta y le dice gritando:

—¡Mira que llegas a ser inútil! ¡No sirves ni para abrir la puerta!

De un empujón, la saca de la puerta.

—¿Si yo fuese una persona gigante y más fuerte que usted, me gritaría? –le pregunta Rafael.

—¡Vamos, hombre! ¡No me diga tonterías: si es un renacuajo!

De golpe, Rafael se convierte en un hombre fuerte, atlético y de metro noventa. El hombre se queda estático y sin reaccionar. No creía la transformación de Rafael. Éste se le acerca y le dice:

—¿Puedo pasar, señor?

—Pase, no se quede en la puerta –le contesta el hombre, asustado.

Rafael toma asiento y le dice:

—¿Le seguirá gritando y pegando a su esposa? Ella es débil y usted abusa de su debilidad. Yo ahora lo cogería a usted y lo destrozaría.

—¡No, por Dios! ¡No lo haga!

—Pues sepa que le voy a estar vigilando. No le vuelva a pegar a su esposa o volveré y no será en son de paz. Será para destrozarle la cara. Vamos, lo mismo que hace usted con su esposa...

El hombre, ante esta situación, tenía tanto miedo que se orinó en los pantalones.

—Bien, yo ahora me marcho pero prométame que no le va a volver a pegar nunca más a su esposa.

—Señor, se lo juro...

—No jure.

—Bueno, pues se lo prometo.

—Bien, pues respétela y quiérala.

—De acuerdo señor, así lo haré.

Y, en un instante, Rafael desapareció de la casa.

Esto, por desgracia para las mujeres, no suele ocurrir en la vida real, que es más cruel por culpa de estos individuos maltratadores de los que, por desgracia, hay demasiados. Individuos que no llegan ni a ser personas, que no tiene piedad hacia sus esposas o compañeras.

Cuando la mujer ha sido nuestra madre, además de ser la madre de nuestros hijos, es el mejor ser que ha creado Dios, con sus defectos, sus virtudes y con su bondad, que la tiene y mucha. Pero, por desgracia, esto no tiene arreglo y el arcángel San Rafael no baja a poner paz, pese a que a más de uno de estos energúmenos no le iría mal un buen escarmiento. Mujeres, no os quedéis quietas: denunciad a estos maltratadores. Esperemos que este mal se arregle algún día y que las mujeres no sufran como pasa ahora.

JUAN NAVARRO COMINO

13 sept 2016

  • 13.9.16
¿Cuántos de nosotros tenemos algún abuelo en casa? ¿Lo queremos de verdad? ¿Le damos todo el cariño que merece? ¿Nos acordamos de que cuando éramos niños, ellos velaban constantemente por nuestra seguridad, por nuestro bienestar y felicidad? ¿Que se desvivían cuando pasábamos alguna enfermedad y no se movían de nuestra vera? ¿Que una vez, ya de adultos, nuestros problemas eran también los suyos? ¿Que se preocupaban en buscar soluciones para ayudarnos de alguna manera y así poder salir del trance? Todo esto no lo debemos olvidar nunca.



Debemos entender que conforme pasan los años sus reflejos se irán perdiendo y se volverán un poco más torpes. Pero mientras ellos vivan, debemos ser su apoyo constante, colmarlos de atenciones, escuchar sus consejos siempre sabios y con mucha experiencia, como así ellos hicieron por nosotros en su día. A veces, por el descuido o la monotonía del día a día, nos olvidamos del cariño y del respeto que les debemos.

Sé un cuento sobre una familia bien acomodada que nos puede hacer meditar. El padre, con un buen empleo bien remunerado, pasaba la mitad del día fuera de casa; la madre, mujer de fuerte carácter, cuidaba del hijo, de ocho años. Un buen día, el niño llegó a casa tras el colegio. Le dio un beso a su madre y se dirigió al comedor para dar otro beso a su abuelo, al cual encontró llorando y muy triste.

—¿Qué te pasa abuelito?

El abuelo seguía llorando amargamente y no hacía caso a su nieto. Éste volvió a insistirle.

—¿Qué te pasa abuelito? ¿Por qué lloras?

—Pedrito, tu madre me ha regañado y me ha gritado. Ya no me quiere en esta casa.

—¿Y por qué ha sido?

—He roto el plato de la sopa –contestó el abuelo muy triste.

—Bueno, ¿y qué? ¿Te has hecho daño, abuelito?

—No, pero ya he tenido bastante con la bronca que me ha echado tu madre.

—Ya ha pasado todo, abuelito. No llores más. Ahora yo estoy contigo y nadie te va a reñir, ya lo verás –le dijo con cariño el niño mientras le abrazaba.

Al cabo del rato entró el padre en casa y fue a la cocina para saludar a su esposa.

—Buenas noches, Mercedes. ¡Qué semblante más malo tienes!

—¿Cómo quieres que lo tenga si tu padre ha vuelto a romper otro plato y, a este paso, ya me puedes comprar otra vajilla? Hoy, al mediodía, ha sido de loza de la buena. Cuando come sopa, al terminar, levanta el plato y no sé cómo se las arregla que, con el temblor de manos que tiene, lo levanta y plato roto. Esto a mí esto me tiene de los nervios.

—Tu llámale la atención o dile algo, mujer. No creo que sea para tanto. Esto es la edad y es lo que hay.

—Haz lo que te parezca pero, a la larga, vajilla nueva.

—Vamos, mujer. Sé compresiva que algún día también nosotros seremos mayores y nos volveremos torpes como él. Me voy a cambiar y cenamos. Pedrito, ¿vamos a cenar?

—Vamos abuelito, que te acompaño –contestó el niño.

El abuelo se apoyó en su bastón y acompañó a su nieto.

—¡Hola padre! ¿Cómo se encuentra?

—Bien hijo, bien.

Mientras, Mercedes se dispuso a servir la cena y, dirigiéndose a su suegro, le dijo:

—Abuelo, ¡no me vuelva a romper otro plato!

—Iré con cuidado –contestó el abuelo, con voz muy triste.

—Eso me contesta siempre y, al final, lo acaba rompiendo todo.

—¡Déjale en paz mujer! No le pongas nervioso –intervino el marido.

Terminaron de cenar y cuando el abuelo fue a darle su plato a Mercedes, se le cayó al suelo y se le rompió.

—¡Te lo dije José, te lo dije! Hoy ya vamos por el segundo. ¡Esto se tiene que terminar¡ ¡Hay que darle una solución de inmediato!

—Mamá, no le grites al abuelito, ¿no ves que el pobre es muy mayor?

—¡Tu cállate, mocoso, que sólo haces enredar! Y tú, José, ¿no le piensas decir nada?

—Mercedes, creo que no hay para tanto. Tenemos que tener paciencia con él.

—¿Paciencia dices? ¡Vamos hombre, vamos! Si seguimos así yo acabaré de los nervios.

Pedrito ayudó a su abuelo a levantarse y se lo llevó lejos de la bronca de sus padres, pero cuando marchaba escuchó cómo su padre le comentaba a su madre:

—Creo que tengo la solución al problema de los platos.

—¡Menos mal que el señor se da cuenta de la situación!

—Creo, Mercedes, que si le pones de comer en un plato de madera, ya no pasará más. Mañana me iré a un carpintero para que le haga uno y asunto zanjado.

Pedrito quedó estupefacto al oír aquello por la boca de su padre. Al día siguiente, ni en la comida ni en la cena el abuelo rompió plato alguno. Pero aquella noche, cuando Mercedes desenvolvió el paquete con el plato de madera que traía José y lo colocó en la mesa para cenar, el abuelo lloró todo el rato. Pedrito lo observaba, pero no hizo comentario alguno hasta que llevó al abuelo a su habitación.

—¿Qué te pasa, abuelito? ¿Por qué lloras?

—Pedrito, me tratan como al gato, con un plato de madera para comer.

El niño se abrazó a su abuelo, le consoló y no hizo ningún comentario. Al día siguiente, a la hora de cenar, cuando todos ya estaban sentados alrededor de la mesa, Pedrito sacó dos trozos de madera y con el cuchillo comenzó a cortar trozos, intentando hacer un plato.

—Pero ¿qué haces con esas maderas encima de la mesa? –le preguntó su madre.

—Estoy intentando hacer dos platos de madera para que cuando seáis mayores no me rompáis los que yo tenga en mi casa.

José se ruborizo y Mercedes no supo qué contestar. José se levantó de la mesa, se dirigió a su padre y, abrazado a él, le pidió perdón por la actitud que habían tenido, prometiéndole que destruiría el plato de madera.

No creo que ninguno de nosotros lleguemos con nuestros padres al extremo lastimoso de este cuento y sepamos sacar una buena conclusión: demos todo el cariño y más a nuestros mayores que, por mucho, nunca será suficiente. Ellos lo dieron todo por nosotros: ama más quien más da y has de estar presto a dar tu vida entera si fuese necesario por los que, en su día, lo dieron todo por ti.

JUAN NAVARRO COMINO

6 may 2014

  • 6.5.14
Qué vamos a comentar de nuestra madre que no sean cosas inolvidables por cariñosas y buenas… Cuántos de nosotros, a los que nos falta, nos acordamos de sus buenos consejos, del saber estar siempre, de los ánimos en momentos delicados y difíciles… De la acaricias y el cariño constantes, del mimo de madre… En fin, de todas esas cosas que la vida cotidiana conlleva y que ahora, cada día, echamos de menos.

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Yo tuve una madre ejemplar y el día que me faltó me quedó un vacío tan grande que mi esposa, mis hijos y mis nietos no lo han podido llenar de la misma manera. Y es que una madre es algo irremplazable aunque, naturalmente, la vida sigue con sus idas y venidas.

Prácticamente, cada día hay momentos en los que pienso qué consejo me daría mi madre para dar solución a algún problema. Reconozco que, de joven, era muy impulsivo: no me paraba ni un momento a meditar una decisión y la gran mayoría de las veces me equivocaba. Pero después de tener una conversación con ella, me hacía recapacitar con sus buenos consejos.

Recuerdo qué broncas más grandes me echaba, y con razón, por no asistir a clases de Maestría. En aquellos momentos pensaba que era mejor para mí acompañar a las chavalas y faltar a clase en el colegio.

Cuando alcancé la pubertad fue mi madre quien me dio toda clase de explicaciones, pese a que en aquellos años el tema de la sexualidad era tabú. De hecho, eso de dar explicaciones en el colegio –como ahora ocurre con mi nieta de 8 años- era impensable. Pero mi madre tal vez iba adelantada en ese aspecto tres o cuatro décadas y lo cierto es que todas las explicaciones y detalles que me dio me sirvieron de mucho.

Recuerdo al cumplir los dieciocho años que celebraba que había terminado ya el aprendizaje y me hicieron oficial de tercera en el trabajo. Como es lógico, nos fuimos con unos compañeros a celebrarlo y como no estaba acostumbrado a beber, cogí una borrachera de órdago.

Cuando llegué a casa, mi madre, con mucha diplomacia, supo disimular mi estado y ni mi padre ni mis hermanos mayores se dieron cuenta, por lo que me libré de pasar vergüenza. Después, muy hábilmente, me curó la resaca.

En los albores de la democracia yo tenía un amigo –vamos, yo pensaba que lo era, aunque más tarde me desengañé- que estaba metido en política, concretamente en el partido PSUC. A veces iba con él a reuniones y, en una de ellas, nos sacó la policía del local y un poco más y me detienen. Pero él fue más avispado y salió por otra puerta.

Más adelante llegó a ser diputado en las Cortes catalanas y, a partir de aquí, ya no se codeaba con los amigos de la juventud. Recuerdo que cuando venía a mi casa y escuchábamos a Juan Manuel Serrat tomándonos una copita de Machaquito con hielo, mi madre me decía: "Ese chico no te conviene; él tiene amistad contigo porque le interesa y tanta política no es bueno… Tú dedícate a tu trabajo y a estudiar". Y acabó teniendo razón, como siempre.

Cuando me casé, al tener nuestro primer hijo, mi madre se transformó en un espécimen aún más vigoroso, o sea, en una abuela, que es esa madre en dosis dobles que siempre fue apoyo para todo.

Y sin más ni menos, sin pedir permiso, sin hora marcada y sin tiempo para la despedida, mi madre se fue, dejando la lección de que las madres son para siempre.

Yo no sé si la vida es corta o demasiado larga para nosotros. Sólo sé que debemos demostrar nuestro amor a las personas, mientras ellas están por aquí. Hay que comprender la importancia de decir a tiempo "te amo" y darle a ese ser tan querido el espacio que se merece. Nada en la vida será más importante que Dios nuestro Señor y tu familia y, dentro de ella, la madre.

Es por eso que tenemos que amarlas siempre, pues nunca sabemos cuándo van a partir y el vacío que nos va a quedar nunca conseguiremos llenarlo. Por eso, para los que aún la tienen a su lado, los invito a amarla, a quererla y a abrazarla siempre. Y para los que no la tenemos, guardemos sus recuerdos en lo más profundo de nuestro corazón.

Ahora, donde quiera que ella esté, siempre estará; va a llorar si tú lloras y va a sonreír si tú sonríes. También velará por tus sueños, como cuando eras un niño pequeño e indefenso. Como cuando cogías anginas y se pasaba la noche entera a tu lado; si tenias fiebre alta, te daba el Piramidom y no se movía de tu lado hasta que tú te rehacías.

O bien cuando volvías de la calle con las rodillas ensangrentadas y ella, con mucho cariño, te las curaba lo mejor que podía; o te contaba infinidad de cuentos infantiles, pues en aquellos años no teníamos televisión que nos distrajera: sólo teníamos la calle para jugar aquellos partidos de futbol interminables.

Recuerdo que, con un lenguaje sencillo y llano, te apercibía para hacer el bien; para ser educado y cortés. Por esto y por tantas cosas, no esperéis a que vuestra madre se vaya para darle amor, pues algún día no muy lejano descubrirás que ella fue la persona que más te amó en la vida.

Hay veces que no nos atrevemos a decir lo que sentimos, más bien por timidez o bien porque los sentimientos nos abruman. En esos casos se puede contar con el idioma de los abrazos. Y un abrazo con ternura y cariño es mucho.

Si tu madre está aún a tu lado, dale un beso y un abrazo y dile con mucho cariño y ternura lo que ella siempre quiso oír: "Madre, yo te amo. Gracias por existir". Y si ella ya no está contigo porque Dios se la llevó, cierra los ojos, cruza los brazos sobre tu pecho y dedícale una ferviente oración.

JUAN NAVARRO COMINO

22 mar 2013

  • 22.3.13
Hace unos días fui a comprar a un supermercado y, mientras estaba en la cola, esperando mi turno para pagar en la caja, presencié una escena estremecedora. Delante de mí había una señora joven con una criatura de unos cuatro años y, al ir a pagar, se dio cuenta de que no le llegaba el dinero para algunas cosas, entre ellas, aceite, leche y galletas.

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La chica, abrumada, le comentó a la cajera que iba a dejar algunas cosas, pero el pequeño empezó a gemir: "¡Mamá, las galletas y el Cola-cao no!". La señora trató de hacerle entender que no tenía suficiente dinero pero el niño parecía no tener consuelo.

Entonces, otra cliente que estaba cerca le pidió a la cajera que le cobrase a ella la leche y las galletas, para no dejar al chiquillo sin ellas. Un gesto que nos llevó al resto de personas que estábamos en la cola a pagar toda la compra, algo a lo que la muchacha no se negó y no sabía ni cómo agradecer.

Desgraciadamente, casos así se dan a miles: personas que van a comprar y no tienen para lo más indispensable. Y mientras, este país nuestro está lleno de chorizos de guante blanco, que roban y roban sin pudor alguno y, lo peor, sin que les pase nada.

Me indigna que el Gobierno sólo se limite a poner excusas y a negar la verdad ante los casos de corrupción y ante las muchas penalidades por las que pasan los parados de nuestro país.

Ojalá algún día esta crisis tenga solución, al menos para esta juventud llena de ilusión por trabajar y por tirar para adelante. Los jóvenes quieren vivir su vida, quieren ver hechos realidad sus sueños, pero no pueden y se sienten impotentes ante la situación que nos ha tocado vivir. Pasan muchas fatigas y necesidades y tienen que seguir viviendo con los padres o con los abuelos.

De igual manera, las familias que tienen a todos sus miembros en paro lo pasan de manera horrible y sólo de pensar en el futuro que les espera, se sienten muy mal y frustrados e impotentes.

¿Pero quién tiene ganas de cambiar esto? Los políticos, de momento, bien poco, pues sólo piensan en sus intereses. Sabemos ya que en el mundo, dos de cada tres personas sufren desnutrición y que a muchas personas aquí, en nuestro país, las echan a la calle con los desahucios, empujando a muchos al suicidio.

Si no ponemos todo nuestro esfuerzo en ayudar a quienes más lo necesitan, la miseria nos condenará a todos. Esta espantosa situación de España es alarmante. Pese a ello, la inconsciencia de los pudientes –que no ponen todo su esfuerzo en ayudar a todos los que sufren- se ensancha cada día más.

En consecuencia, estas personas sabrán que continuarán sufriendo sin nadie lo remedia. No se trata de que todos seamos iguales en todo sino que se combata la excesiva desigualdad, empezando por quienes atesoran tanto a costa de los demás.

Porque algunas personas estén menos dotadas que otras y tengan menos posibilidades materiales o intelectuales no debemos consentir que sufran un presente angustiado. En contra de lo que algunos sostienen, la gran mayoría no se lo ha buscado sino que la maldita crisis los ha abocado a esta penosa situación.

Por el contrario, a los corruptos, a los mangantes y a los ladrones que nos han llevado a esta situación –y que son todos como las aves de rapiña- les ha importado bien poco la naturaleza humana y las necesidades de la sociedad: ellos han ido a lo suyo, los muy sinvergüenzas; han pensado sólo en llenarse los bolsillos, cuanto más, mejor.

Muchos de ellos eran simples currantes antes de la crisis y no tenían dónde caerse muertos. Por eso, tendrían que reflexionar, escuchar a su conciencia si es que les queda y ayudar y esforzarse por los que no tienen nada. De este modo, ayudarían directa o indirectamente a paliar la futura miseria que se nos avecina a la gran mayoría. Pero, sinceramente, lo veo tan imposible como pasar un camello por el ojo de una aguja.

JUAN NAVARRO COMINO
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