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Mostrando entradas con la etiqueta Desde el Llanete de la Cruz [Pepe Cantillo]. Mostrar todas las entradas
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12 mar 2020

  • 12.3.20
El suicidio siempre ha sido un tema tabú entre nosotros. Era considerado como algo malo, denigrante e inconfesable. Si se suicidaba un familiar, dicha información era ocultada. La familia se avergonzaba sufriendo en silencio el incidente. El comadreo comentaba los pros y contras, el por qué, las causas que habían impulsado a dar dicho paso. Indudablemente quedan profundas raíces arraigadas en nuestra sociedad, sobre todo entre el personal mayor. Aun, hoy en día, sigue siendo “la muerte que no queremos ver”. ¿Razones? Muchas y ninguna…



En nuestro país se suicidan unas diez personas al día, hasta tal punto que sobrepasan las muertes por accidente de tráfico, así como los homicidios, y rebasan en buen número el total de mujeres muertas por violencia machista. A la referencia anterior hay que añadir una amplia cantidad de intentos de suicidio.

Las causas de este tipo de muerte en muchos casos están relacionadas con determinadas enfermedades mentales. En otros casos, sobre todo entre el personal más joven, parece que no hay clara razón de dichas muertes.

A lo ya dicho hay que añadir el hecho de que hay suicidios motivados por una pérdida de sentido a la vida o causados por no soportar continuadas crisis emocionales a las que no se les ve el final. Y el suicidio está ahí como un convidado de piedra y que parece que no queremos ver.

Desde los organismos oficiales tampoco se le viene dando importancia a este tipo de muertes, siendo el número de víctimas muchas más frente a otras de las citadas. Desde la religión el tema chirría más, dado que, de entrada, deja claro que la vida no nos pertenece. Hasta 1983, al suicida no se le enterraba en sagrado según el Código de Derecho Canónico.

¿Qué razones se pueden aducir para entender este tipo de muertes? Pueden ser muchas y por supuesto variadas. Cada cual se supone que tiene una explicación que solo conoce la persona que está en ese trance. En el fondo de la cuestión, el sujeto ha entrado en una etapa de crisis y el final del camino podría ser buscar la muerte, dado que no encuentra sentido a la vida o  es incapaz de enfrentarse a ella.

La cuestión provoca ganas de adentrarse y saber un poco más de un tema que es viejo entre los humanos pero que, insisto, pasamos de puntillas sobre las razones que lo provocan y las consecuencias que puede arrastrar para el resto de familiares.

La soledad podría ser una de las tantas causas. Hago una aclaración con este asunto. Es cierto que entre nosotros hay bastantes personas solitarias, que se repliegan, no por ánimo depresivo, sino por una necesidad inherente a su personalidad. Disfrutan estando solas y jamás sufren por ello. Este tipo solitario no cuenta para matarse.

Frente a esas personas amantes de la soledad, hay muchas más a las que la situación de aislamiento les angustia porque no soportan el silencio obligado. La referencia alude a una amplia cantidad de personas mayores que viven abandonadas, solitarias por obligación.

Las razones o causas que pueden provocar que una persona acabe con su vida son muchas y variadas. Es cierto que el envejecimiento tiene un alto número de posibles clientes. La tasa más alta de suicidios está entre las personas mayores de 80 años.

Algunas causas de suicidio pueden ser la pérdida de un ser querido (esposa, marido, hijos, padres…); sentido de culpa ante un hecho determinado que era de su competencia; la pérdida de todo aquello que impulsaba el sentido de una vida; soportar día tras día los efectos de una enfermedad crónica que afectan tanto al posible suicida como a quien sufre dicha enfermedad crónica...

Es cierto que el dolor atora sentimientos:la sensación de impotencia ante circunstancias concretas amarga y predispone a salir de la vida. La esperanza se diluye y en su lugar brota la amargura, la impotencia. Todo ello presiona al suicida, que no ve otra salida que la muerte. Poco a poco van cuajando en el sujeto los pensamientos y deseos de morir

Quitarse la vida supone realizar un acto en el que la persona busca activamente su propia destrucción, búsqueda por lo general derivada de un profundo sufrimiento ya sea psíquico, o físico. E, insisto, si la situación va cargada de dolor, el final puede llegar antes.

Los pensamientos suicidas crecen en la mente del sujeto y, poco a poco, controlan todos sus deseos hasta ponerlo al borde del precipicio. El dolor remata el sufrimiento ante la impotencia (real o imaginada) de no poder dominar la situación ni el abatimiento. La posible salida del atolladero no aparece por ningún sitio, mientras que la frustración cargada de desesperanza va en aumento.

Refiero algunos de los bulos que rodean al suicidio: es falso que quien quiere terminar con su vida no lo dice. De una forma u otra, suelen dar pistas de sus intenciones. El problema es que los que les rodean no prestan atención a los posibles avisos.

Quien lo dice no lo hace. La realidad es que quienes acabaron con su vida ya lo habían anunciado sin hacerles caso. Se dice que el suicidio se madura sobre la marcha porque es impulsivo. Aun así, suelen avisarlo de una u otra manera.

La suerte está echada: quieren morir. La comunicación sigue abierta al menos con una persona de confianza o con un teléfono o, incluso, con el médico. Lo anterior demuestra que el sujeto no tiene claro el tema y lanza cuerdas de salvamento. Por cada suicidio llevado a término hay veinte tentativas.

La mayoría de intentos de suicidio no terminan en muerte. Muchos de estas tentativas se llevan a cabo en una forma en la que el rescate sea posible. Estos intentos a menudo representan una llamada de auxilio.

Otro bulo. De un hombre se espera que sea fuerte, independiente y decidido. No puede dejarse llevar por las emociones, ha de rechazar actitudes que lo señalan como débil y por eso es remiso a pedir ayuda. Si para colmo el suicidio es un tema relegado al silencio, poco se puede hacer por resolver la situación. Tampoco vale.

Una notas curiosas. Parece ser que los hombres son más propensos que las mujeres a suicidarse; por contra, las mujeres parecen más predispuestas a intentarlo sin que lleguen a consumarlo. Otra razón que se debe tener en cuenta es que la mayoría de intentos de suicidio, tanto de hombres como de mujeres, no llegan a realizarse. En estos casos, el suicida quiere acabar con su vida pero siempre suele dejar una rendija por la que sea posible rescatarlo. Digamos que su deseo de terminar no está claramente definido.

Tengamos en cuenta que “según datos de 2019, es una de las principales causas de muerte en nuestro país con 3.600 fallecidos cada año”. ¿Solo se suicidan los hombres? Ya hemos dicho que es otro tongo.

Cito tres posibles ejemplos de suicida. De la persona que llega a suicidarse se viene diciendo que es incapaz de enfrentarse a los obstáculos que le salen en el camino. Un hombre de nacionalidad india se suicida creyendo que estaba contagiado por el coronavirus. ¿Motivos? Miedo a contagiar a sus hijos.

Autorretrato de un suicidio frustrado. Me sentía débil ante la vida y, marcado por un complejo de culpa, intenté suicidarme tres veces. Divorciado, sin trabajo, sufría por mis hijos, no veía futuro, tenía vergüenza ante la familia. ¿A quién recurrir? El suicida está marcado como alguien que no es capaz de enfrentarse a la vida.

Tercer caso. El tema, para bien o para mal, y como era de esperar, deja de ser tabú en Internet. Como ejemplo adjunto una noticia relacionada con ello publicada en El Confidencial: “24 horas para evitar un suicidio: así se salvó la vida de un joven gracias a un foro de informática”, cuyos miembros informaron a la Policía de Valladolid de un posible suicidio en Málaga. Entre los usuarios del foro, “la mayoría lo tomó a broma, pero él lo estaba escribiendo en serio”.

PEPE CANTILLO

27 feb 2020

  • 27.2.20
En una entrega anterior decidí abordar el tema del suicidio con cierta prudencia y la intención de tocarlo desde distintos ángulos para ofrecer la mejor explicación posible. Seguiré escarbando por el mismo terreno pero se hace necesario e importante un desvío.



Me refiero al acoso escolar que, por desgracia, de cuando en cuando nos enseña las garras para recordarnos que existe, que está ahí, que desde el patio del colegio o desde Internet se pueden dar situaciones graves entre escolares. Al grano.

A mediados de febrero fue ingresado un alumno de 14 años víctima de bullying al intentar suicidarse. La información al respecto aparece en algunos periódicos, pero me da la impresión de que no en muchos de ellos. Hagamos un breve repaso de los hechos.

El tipo de noticia es de las que te ponen mal cuerpo para todo el día. El tema es grave y se hace necesario sacar consecuencias para buscar remedio. Este tipo de suceso no es la primera vez que se da y no será, para desgracia de todos, la última. El parte dice que “en principio no peligra la vida de este estudiante…”. La amargura no hay quien se la quite.

Estamos ante un caso concreto de acoso escolar en segundo de la ESO. Sobre el tal acosador, que ya fue denunciado por los padres, había una “orden de alejamiento de 50 metros”. El patio del colegio no da para más en cuanto a distancia. Para completar el panorama parece ser que el centro “había instado a los padres del presunto acosador a abandonar el centro, pero rehusaron”.

A la vista de los últimos acontecimientos el padre interpondrá una denuncia al instituto porque “no se está atajando una situación de acoso que viene de lejos”. Con anterioridad el denunciado había “amenazado a la víctima con darle una paliza donde le pillara, que le iba a matar". Hasta aquí un breve extracto de la noticia en el diario Información de Alicante.

Este tipo de temas ya es viejo y cada vez toman más cuerpo los casos de acoso escolar que aumentan día a día. ¿Alarmismo? Desgraciadamente, no. Según datos oficiales a finales de 2019, la cifra de afectados ascendía a 5.557 escolares que sufren alguna de las variantes de acoso en la etapa estudiantil. Esos son solo los casos conocidos.

900 018 018 es el Teléfono contra el Acoso que está a cargo de la Fundación Anar, es confidencial, gratuito y disponible las 24 horas. Pueden llamar tanto agredidos como la familia o personas con información concreta sobre acoso. Las llamadas al teléfono así lo confirman.

Es cierto que dicen (nos dicen) que ha descendido el número de llamadas totales en los dos últimos años. Es fácil manipular una noticia y tergiversar la realidad. El descenso, según entiendo, se debe a que algunas Comunidades Autónomas han puesto en marcha su propio teléfono. ¿Alegría por ello?

Si sumamos datos, de 25.000 llamadas se desciende a 12.000, la mitad. Pero repito que a estos números habrá que añadir las llamadas de las comunidades implicadas en el tema. “Madrid y Andalucía se sitúan como las comunidades con más casos de acoso”.

¿Quién debe denunciar la situación y ante quien? En el mejor de los casos y dada la posibilidad de disponer de varias líneas telefónicas integradas por personas preparadas en este terreno, lo ideal sería que denunciara el sujeto agredido contando con que dicha línea es confidencial, está abierta las 24 horas del día… Pero el sujeto acosado tiene miedo y vergüenza de contar a un extraño lo que le ocurre, con lo cual se está haciendo más daño del que ya recibe y cada día que pasa será más imposible salir del atolladero.

La edad de los acosados se sitúa entre 10 y 13 años y están aumentando las víctimas de edad comprendida entre 8 y 9 años. ¡Alerta! El nivel de acoso ha entrado en Primaria. Este último dato es más preocupante de lo que parece.

En cuanto al acosador, la edad media situada entre 11 y 13 años ha descendido también hasta los 8 años incluyendo Primaria. Los menores de Primaria parece que tienen prisa por ser mayores. En ambos casos parece ser que son más los niños que acosan, aunque bien es verdad que las diferencias con las niñas no son significativas.

¿A qué tipo de acoso nos enfrentamos? Como acoso se clasifica toda forma de maltrato físico, psicológico, verbal, sexual, social o aquel que se produce mediante la utilización de medios tecnológicos.

Los tipos de acoso a los que nos enfrentamos son muchos y variados. La lista que doy a continuación marca algunas parcelas del problema. Bullying, cyberbullying, stalking, sexting, sextorsión, grooming, oversharing... Este último tipo monta un trío peligroso al juntar adolescentes y redes sociales.

¿Quién debe denunciar la situación y ante quién? En el mejor de los casos y dada la posibilidad de disponer de varias líneas telefónica integradas por personas preparadas en este terreno, lo ideal sería que denunciara el sujeto agredido contando con que dicha línea es confidencial, está abierta las 24 horas del día.

Por lo general las personas agredidas, física o psíquicamente no suelen denunciar la situación por vergüenza, intimidación y amenazas que puede llevar el asunto a mayores cotas de daño. Las consecuencias pueden ser muy variadas. Intimidación, ansiedad, tristeza, miedo, bajo rendimiento, aislamiento social entre otros efectos. Podríamos citar como manifestación de lo anterior, y por desgracia, los intentos de suicidio como el ya referido. Pero ¿por qué?

Si consideran a la víctima como un empollón por sacar buenas notas será diana segura para atacarle. Si suspende mucho y el profesorado lo advierte en público, es un zoquete, un burro que no vale para nada y estará en la diana de los acosadores.

En el campo físico pueden aparecer alteración de sueño, problemas digestivos, falta de apetito…Las personas víctimas de acoso tendrán malas relaciones sociales y como secuela de ello poco a poco caen en un rechazo del colegio dado que ir a clase todos los días es un verdadero martirio. Hay que prestar más atención a la marcha de la clase y a los cambios de comportamiento del alumnado tanto en el aula como en el patio.

Pregunta del millón: ¿Y la familia donde está? En la mayoría de casos, es la última en enterarse de la situación y cuando se da cuenta de que algo va mal, puede ser tarde y el mal es ya irreparable. Negro pongo el panorama pero es así.

El procedimiento que se debe seguir, en el caso de tener sospechas y/o información, establece que primero se hace necesario sonsacar toda la información posible del hijo. Segundo, obtenida dicha información, hay que denunciar en la escuela lo que está ocurriendo para que tomen las medidas oportunas y necesarias. Si la escuela no responde hay que saltar a la Inspección Educativa y, por último, el caso se debe denunciar ante la Policía.

Los personajes de este drama convivencial son el acosador, la víctima y el público. Doy breves referencias de cada actor de esta tragedia^, según su importancia. El acosador (él o ella) suele ser prepotente, un respondón que se salta las normas; es un gallito de pelea que busca prestigio en el coro de amigotes que le ríen las gracias. Actúa por diversión sin importarle las consecuencias; le falta empatía y su autoestima es baja, cuestión que compensa haciendo daño y faroleando ante su camarilla de aduladores.

Hay marcada diferencia entre acosador y víctima pues, el primero, necesita protagonismo y el segundo, no. Elige víctimas débiles que no saben qué hacer ante el problema o no pueden hacer nada y ahí reside su éxito. En caso contrario, todo terminaría en una pelea de gallos de corral.

La víctima sufre insultos, burlas y desprecio, empujones, zancadillas, ridiculización, difamación, groserías, motes, se le hace el vacío –ni le hablan ni le dejan que hable–, se le excluye en los juegos, soporta amenazas físicas que suelen cumplirse (el acosador es listo y no dejará huellas físicas que lo delaten).

El público asiste como mirón, silencioso o, en el peor de los casos, jaleando los hechos que se desarrollan en este drama, tal vez por sadismo, por empatía o miedo al acosador, pero en cualquier caso, también juega un papel importante con su no denuncia. Del colegio saltamos a las redes y el problema se hace letal.

La vida no es un juego. Padres y escuela tienen que aunar aun más los esfuerzos para evitar males mayores.

PEPE CANTILLO

13 feb 2020

  • 13.2.20
El Día de los Enamorados se remonta a antes de la aparición del cristianismo. Su origen coincide con las Lupercales, fiesta dedicada al Dios de la Fertilidad y de la Sexualidad. Ofrecían ritos de purificación y pedían al Dios que les favoreciera con un buen cambio de estación para obtener fertilidad tanto humana como agrícola. Luperco deriva de lobo (lupus) y hace referencia al Fauno Luperco, romanización de Pan, el Dios griego de la Agricultura.



Como curiosidad, los miembros lupercales se reunían en una cueva sagrada donde sacrificaban una cabra. A continuación, los niños salían a la calle para azotar a las mujeres con la piel de los animales, para que aumentaran la fertilidad. Las Lupercales se celebran el 15 de febrero en el entorno del monte Palatino. Son el origen del Carnaval y de la fiesta de los enamorados o san Valentín.

¿Por qué el 14 de febrero se celebra el Día de los Enamorados o san Valentín? Los antecedentes quedan claros en la fiesta romana. Llamarle san Valentín o enamorados depende del matiz cristiano o no cristiano que se le quiera dar a dicho evento.

La excusa o la razón de tal celebración nos la plantean como una forma de sorprender a nuestra pareja con regalos variados y festejar el amor compartido. Dicha festividad se conmemora en bastantes países, cada cual según sus tradiciones. Pero ¿dónde se celebra dicha festividad y cómo? Hago un breve recorrido por algunos países de la mano de Canal de Historia, que ofrece bastante información. Veamos algunos ejemplos.

Parece ser que esta festividad, como se le conoce en la actualidad, tiene su origen sobre el siglo XIV en el Reino Unido, donde comenzó como la fiesta de la amistad. También en Inglaterra, Jack Valentine, personaje misterioso, la noche antes de san Valentín llama a las puertas y deja regalitos para grandes y pequeños. Debe desaparecer sin ser visto.

En Francia hay costumbre de reunirse hombres y mujeres por separado en dos casas. Por la ventana van asomándose para decidir a quién le atraen la mujer asomada. Las no seleccionadas queman las fotos de los hombres que las rechazaron. Dicha fiesta está prohibida en la actualidad. ¿Por parecer una ofensa o un desprecio? No, simplemente por el descontrol bullanguero que se monta.

Brasil celebra el Día de los Enamorados el 12 de junio, festividad de san Antonio de Padua, patrón del amor y del matrimonio, día en que se exalta el amor romántico y la amistad. A modo de juego, cada mujer soltera escribirá en un papel el nombre de su “amor” y hay que adivinar de quién es dicho mensaje. Otra referencia más.

China celebra en agosto “la leyenda de los amantes” (la Noche de los Siete Qi xi). Se refiere a la historia de un hada y un mortal que se casan desobedeciendo a los dioses. Al enfadarlos, estos crean la Vía Láctea para separarlos y solo les dejan verse una vez al año coincidiendo con la celebración del “Qi xi”. Dicha fiesta también es la excusa para que las mujeres pidan al dios Zhinu encontrar al amor de su vida.

En la República Checa, las parejas de enamorados deben besarse bajo un cerezo en flor para obtener felicidad y salud en su relación. La fiesta se celebra a primeros de mayo, siguiendo sus costumbres, que vienen de lejos.

En Dinamarca y Noruega no está muy arraigada dicha fiesta. Aun así, en san Valentín los hombres mandan cartas con poemas anónimos, dejando pistas de su identidad y las chicas, si lo adivinan, ganan un huevo para Semana Santa; si no lo descubren, se lo deben.

En El Salvador se celebra el Amigo Invisible por san Valentín a través del juego del Angelito en el que participan pequeños y mayores haciéndose regalos. El fin del juego es adivinar quién te hizo tal regalo. Previamente se envían cartas o notas dando pistas. En Colombia y Paraguay es muy popular celebrar el Día de la Amistad.

En Guatemala se celebra el Día del Amor Platónico o Romántico. La nota simpática la pone el llamado “Amor Viejo”, consistente en un desfile de mayores vestidos con trajes originales y adornados con corazones o flores. Las flores son indicio de amor.

En Japón y Corea ese día se regala chocolate a los hombres. Operación que se repite a la inversa en marzo en el llamado “Día Blanco”. En Corea se celebra el “Día Negro”, que sirve de consolación para los solteros no elegidos y que quedan desparejados.

En Perú es típico intercambiar orquídeas como muestra de amor. Esta clase de flor es muy abundante y de variados colores y parece que bastante caras de precio. Recordemos que, en este caso, las orquídeas simbolizan un amor profundo. Y por amor… lo que sea.

En Filipinas, el Día de los Enamorados se celebran, a lo grande, muchas bodas que duran más de lo normal y, si es posible, las oficia un personaje socialmente conocido. En Polonia existe la costumbre de viajar a la “Ciudad de los Amantes”, Chelmo, donde aseguran que reposan las reliquias de san Valentín. La pareja le pide al santo un matrimonio feliz.

Rumanía celebra san Valentín el 24 de febrero. Tradicionalmente le llaman el día de “Dragobete”, personaje mitológico joven y bello parecido a Cupido que protege contra las enfermedades, el resto de año. Simboliza el fin del frío invernal y la llegada de la primavera. Durante la fiesta el pueblo se reúne en la plaza para cantar y jugar.

Hay más historietas en relación a otros países. Esto solo es un botón de muestra, una curiosidad. Completo el recorrido citando la presencia de san Valentín y explicando quién fue o quiénes fueron dichos “valentines”. Han existido más de tres candidatos llamados Valentín para el día 14 de febrero.

San Valentín es un médico y luego sacerdote que vive en Roma donde gobierna Claudio II quien decide prohibir los matrimonios jóvenes. ¿Motivos? Los solteros son mejores soldados porque no tienen nada que perder. El cura se opone e insta a que se casen. El emperador manda matarlo el 14 de febrero. Este Valentín es más popular y al que está dedicada la festividad.

Otro candidato fue el obispo Valentín de Terni (Italia) que era famoso y muy querido. Fue decapitado por orden del emperador Marco Aurelio. Del tercer Valentín solo se sabe que fue martirizado en África junto a otros cristianos.

Valentín Raetian, es otro obispo que vive en el siglo V y cuya festividad se celebra sobre todo en Alemania. Suelen representarlo con un niño epiléptico tumbado a sus pies. Fin de la historia valentiniana.

En el siglo XX (1969), después del Concilio Vaticano II, se elimina la fiesta de san Valentín pero el festejo de los enamorados ya era imparable. El negocio es el negocio y el gasto, primero en tarjetones y después regalando flores, bombones, regalos varios…, la fiesta no para. El comercio y los regalos se diversifican y amplían cada vez más.

Baste recordar los actuales días del Padre, de la Madre, de los Abuelos; el santo de cada cual u onomástica, que cada vez se celebra menos y su lugar lo ocupa el cumpleaños, el aniversario de…, Navidades, etcétera. El comercio tiene que comer.

Una anécdota curiosa sacada del periódico 'Las Provincias' de Valencia: “el san Valentin más comercial llega gracias a Galerías Preciados”. ¿Se acuerdan de Galerías? “En 1948, un periodista propone importar la fiesta de san Valentín para celebrar el Día de los Enamorados. Cuenta con Pepín Fernández, dueño de tal comercio. ¿Objetivo? Hacer regalos. La idea se extiende y la publicidad prende fuego…”. Éxito total porque las ventas fueron en aumento.

PEPE CANTILLO

30 ene 2020

  • 30.1.20
En estos tiempos que corren, con tantas urgencias, presiones y exigencias, la soledad puede llegar a ser un paréntesis deseado. Se convierte en el espacio para estar con uno mismo, con los pensamientos propios, las emociones, el disfrute o, simplemente, para tener la mente vagando por paisajes inventados.



En la entrega anterior tocaba muy por encima el tema de la soledad voluntaria o impuesta. Ciertamente sopla un airecillo que nos deja algo perplejos. Dicha soledad aparece en algunos momentos como un castigo que sufren en mayor grado bastantes personas mayores.

La prensa alardea de cuando en cuando sobre el tema. Incluso se habla de que dichas circunstancias son pista propensa para el suicidio. ¿Es posible? Sin embargo, el suicidio está también muy arrinconado por la prensa, según se puede comprobar en la lectura de los periódicos.

La curiosidad me ha llevado a escudriñar por distintos frentes. El tema es bastante amplio y con cierta complejidad. La misma prensa se autoacusa de pasar de puntillas por encima de estas noticias. Reconocen que el suicidio y la eutanasia están en el mismo rasero, solo que a la eutanasia le estamos encontrando algunos agujeros por donde poder colarnos legalmente, mientras que al suicidio no hay por dónde cogerlo hasta ahora. Es un tema al que siempre se le ha dado de lado y que se rehuye, ignorando tanto sus consecuencias como el daño que puede ocasionar.

Es como si hablar de dicho tipo de muerte diera mal fario. El suicidio no es de ahora: siempre ha estado presente entre los humanos por razones muy variadas. En Roma era el pan nuestro de cada día y no digamos nada del mundo griego,  amén de otros tantos pueblos que marcaron historia.

Modernamente, el suicidio ha prevalecido más en unos países que en otros pero, jugando con las palabras, digamos que en muchos países se le trata como un tipo más de muerte y sin que esté tan estigmatizado como en el sur de Europa. Parémonos un momento a pensar. Suicidios ha habido siempre, unas veces furibundos, otras solapados. Una breve pincelada sobre dos suicidios (condenas a muerte) que son algo conocidos en la historia de nuestra cultura.



Sócrates será condenado a muerte por el tribunal del gobierno de la ciudad (399 a. C.). La causa de dicha condena será que está corrompiendo a los jóvenes y que no cree en los dioses. El trasfondo de dicho asunto parece ser su oposición a la tiranía que ejerce Critias sobre Atenas.

Le dan a escoger cómo morir y beberá un vaso de cicuta que, según cómo se utilice, es un veneno o un fármaco aplicable a heridas y en intervenciones quirúrgicas. Tal pócima era de corriente uso en Egipto para liquidar a los presos y en Etiopía se usará en contra de algún rey.

Estudios posteriores dicen que la cicuta es un veneno horrendo, máxime si el jugo se obtiene de las raíces. El caso es que su uso era frecuente. La muerte de Sócrates fue representada en un cuadro, creación del pintor de estilo neoclásico Jacques-Luis David.

Lucio Anneo Séneca nace en el 4 d. C. en Córdoba y muere en Roma 61 años después. ¿Ha caído en desgracia o se ha pasado de rosca? La cuestión no está clara y es condenado a muerte. Famoso filósofo y orador, se dedica a la abogacía. Será nombrado pretor por el emperador Claudio. Lo destierran y, al volver, fue preceptor de Nerón.

Según la historia, el tal Nerón era una joyita… En la Puerta de Almodóvar se le recuerda a Séneca con una bonita estatua, obra del escultor Amadeo Ruiz Olmos. También existe una representación pictórica, obra de Manuel Domínguez Sánchez reflejando su muerte.



Se le supone implicado en una conjura contra el emperador Nerón y éste lo condena a muerte en el 65. Posteriormente le ofrece la posibilidad de suicidarse, que acepta para evitar represalias menos dignas. Se corta las venas y bebe la cicuta con toda tranquilidad (estoicismo senequista) en un banquete con algunos amigos. Su mujer también se corta las venas pero el “misericordioso” Nerón impide que muera.

Según los estoicos, la sabiduría y la virtud son la meta de la vida moral. Obedecer a la naturaleza será la forma de ser feliz, además de permitir superar deseos y temores. El sabio debe aprender a soportar la adversidad. Propugna el suicidio como una liberación.

Algún estudioso de Séneca apunta que está muy cerca del naciente cristianismo. Recordemos que el cristianismo no está de acuerdo con el suicidio. Séneca es un convencido defensor de la igualdad humana. De sus obras, los “diálogos morales”, “las cartas”, las “tragedias” y “los epigramas” son jugosas de leer.

Hago un paréntesis para explicar qué es la cicuta y como actúa. “Es planta de la familia de las umbelíferas, de unos dos metros de altura, con tallo rollizo, estriado, hueco, manchado de color purpúreo en la base y muy ramoso en lo alto, hojas blandas, fétidas, verdinegras, triangulares y divididas en gajos elípticos, puntiagudos y dentados, flores blancas, y semilla negruzca menuda. Su zumo es venenoso y se usaba también como medicina”.

Dicho “veneno preparado con el jugo de la cicuta” (sic) fue lo que mató a Sócrates. Tomarlo era una alternativa a cumplir con la condena a muerte. Conclusión: tanto griegos como romanos se atreven a ello, frente a otro tipo de muerte que consideraban podía llevar represalias menos dignas para el condenado.

Sigamos con el tema pero trasvasado a los tiempos actuales. El suicidio siempre ha sido un tema tabú entre nosotros. Era considerado como algo malvado, malo, denigrante e inconfesable. Si se suicidaba un familiar dicha información era ocultada. La familia se avergonzaba, sufriendo en silencio dicho incidente.

El comadreo comentaba los pros y contras, el por qué, el trato mejor o peor que había impulsado al suicida a dar dicho paso. Indudablemente quedan amplia raíces arraigadas en nuestra sociedad, sobre todo entre el personal más mayor. Aun hoy en día sigue siendo “la muerte que no queremos ver”.¿Razones? Pueden ser muchas y procedentes de variados frentes.

Hablaré más despacio en otro momento. Dado que al meterme por este caminito me he encontrado con distintas e interesantes informaciones sobre el tema. En nuestro país se suicidan unas diez personas al día, hasta tal punto que duplican las muertes por accidente de tráfico así como los homicidios y rebasan en buen número las mujeres muertas por violencia machista. Personalmente ya he escrito y atacado este tema en distintos momentos. Matar por matar ya lo hacen los animales.

Este comentario no es una flecha disparada al corazón de nadie. Quien sufre muerte por la causa que sea ya tiene bastante problema. Si acaso lo tomaría como un intento tímido de poner las cosas en su sitio, sin cargar tintas acomodadas a tejemanejes varios.

A la referencia anterior hay que añadir una amplia cantidad de intentos de suicidio. Las causas de este tipo de muerte en muchos casos están relacionadas con determinados contratiempos personales (enfermedades mentales, dependencias…); otros casos, sobre todo entre el personal más joven, parece que no cuentan con una clara razón.

Si de la vida no obtengo lo que esperaba puede que ello me acogote y tire la toalla sin dar más explicaciones. ¿Droga? ¿Supuestos fracasos? ¿Desengaños amorosos? Recordemos que vivimos en una sociedad donde pasarlo bien es lo más importante. Sí que es cierto que el suicidio por acoso escolar entra en dicha lista, aunque hay que matizar que, según la información que he manejado, el dato de muertes por esta razón no es muy elevado. De momento…

En contra de dicha razón hay que añadir el hecho de que hay suicidios motivados por una pérdida de sentido a la vida o causados por no soportar continuadas crisis de fuerte dolor emocional al que no se le ve fin. Y el suicidio está ahí como un convidado de piedra al que parece que no queremos ver. Desde luego no se le viene dando mucha importancia desde los organismos oficiales.

Últimamente aparecen voces referidas a dicho problema. Pero no son muy atendidas. Tenemos otros problemas que son de más prioridad y piden cancha a toda velocidad. La situación sociopolítica y sus enredos –aceptados unos; rechazados otros– piden paso. ¿Hay salida digna? En el caso del suicidio grecorromano, la magnanimidad del poder jugaba, después de condenar, a ofrecer salidas aparentemente dignas.

¿Nosotros? ¿Qué razones se pueden aducir para entender este tipo de muertes? Las razones pueden ser muchas y por supuesto variadas. Cada cual se supone que tiene una explicación que solo la entiende dicha persona. Un fracaso social, amoroso, profesional… En el fondo de la cuestión,  el sujeto ha entrado en crisis y digamos que está haciendo aguas.

Cierro estas líneas y este trabajo a medio recomponer porque lo que podría escribir hasta completar lo más y mejor posible da para editar un libro y no estoy ni en el momento ni en el sitio oportuno.Hay una frase del psiquiatra Saul Levine que es elocuente por sí sola: “En momentos difíciles, los seres humanos necesitamos personas cercanas que ayuden a aliviar nuestro dolor; y, en momentos felices, que validen y compartan nuestra alegría”. Añado yo: “pero no siempre tenemos la suerte de encontrar a esas personas”.

PEPE CANTILLO

16 ene 2020

  • 16.1.20
Enero lo tenemos casi vencido hasta tal punto que no nos acordamos ya de la Navidad. Quizás nos la evoquen los juguetes que los pequeños dejan esparcidos por la casa. Siendo algo quisquilloso, quizás nos la recuerde lo flaca que pudo quedar la cartera. Un año más hemos intentado reunirnos con la familia.



Hasta no hace mucho, era una fiesta familiar y digo "era" porque, entre otras razones, los distintos miembros de una familia no vivían muy lejos unos de otros. Pero eso cambió con la modernidad. Por diversos avatares nos hicimos –nos obligaron a hacernos– ciudadanos del mundo. Ahora es más difícil celebrar fiestas en familia, dado que muchos miembros viven en lugares a veces lejanos.

Durante las fiestas en general y sobre todo en Navidades, sale al escenario el tema y la preocupación por la soledad de las personas mayores y llamamos la atención sobre su vida solitaria. Gente de buen corazón organizan una cena para estas personas, pero ¿y el resto de días y meses? Nos enfrentamos a un problema de cierta gravedad.

Paradójicamente vivimos en un mundo interconectado por un clic del móvil desde donde mandamos bromas, chistes, fotos de familiares, consignas políticas, falsedades... Añadan los calificativos que quieran y puedan parecer más importantes.

¿La soledad, en el sentido más pernicioso, es una cuestión sólo de Navidad? Sabemos que no. Para quien o quienes vivan inmersos en la soledad no es un problema puntual, es una lacra de larga duración. Estamos ante un conflicto que, según los entendidos, es una epidemia, “un mal o daño que se expande de forma intensa e indiscriminada” (sic) y afecta cada día más a parte de la población de mayores.

Es posible que dicha soledad sea –o ya ha llegado a ser– la “epidemia que poco a poco se extiende y va afectando a parte de la población occidental”. Matizo el tema y para ello parto y me apoyo en el diccionario.

La soledad se entiende como “carencia voluntaria o involuntaria de compañía” (sic). Esta definición ofrece dos caras contrapuestas. Vamos con la primera cara. “Carencia voluntaria de compañía” que aunque, desde fuera, la clasifiquemos “como privación de algo o alguien” (sic) queda claro que la persona inserta en dicha fase actúa por absoluta libertad, lo que no quita que esté a solas consigo misma y con sus pasatiempos (hobby).

El hobby se entiende como “actividad que, como afición o pasatiempo favorito, se practica habitualmente en los ratos de ocio” (sic). Como pasatiempos podemos citar la lectura o la escritura, amén de pintar, esculpir, determinado deporte, montañismo… y un largo etcétera que puede llenar dicho impasse voluntario.

Este tipo de soledad preferida permite conectarse con uno mismo para indagar en lo más interior del yo personal; permite conocerse mejor, permite crear y mejorar con lo que se pueda estar haciendo. Permite retomar el rumbo de nuestra vida.

Por ejemplo, la lectura llama a la soledad así como la escritura requiere pensar aislado. Ambas labores necesitan el vivir solitario “retirado, que ama la soledad o vive de ella”. ¿Razón? En ese tiempo, el sujeto busca la riqueza personal en cuanto a conocimientos que le interesa indagar para poseerlos.

Si se busca el bienestar físico, psicológico y personal, la soledad puede ayudar a conseguirlo. Esta actitud parece un absoluto acto de egoísmo, pero solo se trata de un tiempo para organizarse, descansar, perfilar por dónde continuar el camino. Habría que añadir que “más vale solo que mal acompañado”, es decir, es preferible la soledad a una molesta compañía.

Indudablemente ello requiere cierta independencia o facilidad económica para no tener que depender del trabajo diario. Disfrutar de soledad a veces no es fácil por estar atados, enganchados en mil quehaceres y ser dependientes. La soledad puede resultar positiva en la vida de las personas siempre y cuando sea escogida por el sujeto por ejemplo para reorganizarse.

El psiquiatra Carl Jung nos deja claro que “la soledad es peligrosa. Es adictiva. Una vez que te das cuenta de cuanta paz hay en ella, no quieres lidiar con la gente”. La otra cara que pinta la definición se refiere a “la carencia involuntaria de compañía”.

Ciertamente, en este frente, el sujeto está solo o, mejor, lo han dejado solo. Aquí la soledad es una pesada carga que acompaña al humano en la mayoría de casos. Sin lugar a dudas, la soledad puede traernos tristeza y sufrimiento. Quizás éste sea el lado más amargo de dicho encierro.

Siguiendo el camino marcado por el diccionario, en la tercera definición explicita mejor el término "soledad", que supone “pesar y melancolía que se siente por la ausencia, muerte o pérdida de alguien o de algo” (sic). En estas circunstancias, el sujeto sufre, añora, echa de menos la pérdida irreparable de un ser querido. Incidente que, se supone, lo aliviará el paso del tiempo.

En el caso de las personas mayores, la soledad es un mal que se debe tener muy presente y tratar de contrarrestarlo. La soledad aumenta el riesgo de muerte prematura en los mayores. Parece que las personas mayores que viven acompañadas o que tienen vínculos sociales satisfactorios, ya sea con familiares o amistades, desarrollan una mejor capacidad de recuperación para sobrellevar las adversidades y gestionar las tensiones del día a día. Aunque suene mal, “no basta con preocuparnos de los viejos solitarios solo en Navidad”.

Los humanos somos sociales por naturaleza, lo cual hace que busquemos necesariamente la compañía de otros humanos. Con la vejez se incrementa la soledad. Se deja el trabajo (la jubilación es necesaria y buena pero no siempre beneficia), los familiares tienen sus propias obligaciones, están lejos, aumenta la incapacidad ante determinados asuntos. Todo ello incrementa la tristeza de sentirse solo.

El cuerpo funciona con más dificultad, con lo cual, estamos más propensos a dolencias, dada las deficiencias inmunitarias. Es frecuente la aparición de enfermedades varias (cáncer, dolores musculares, problemas respiratorios…) a lo que habría que añadir una gama de malos hábitos alimenticios. El estrés se apodera del vivir.

En resumen, el avance de la edad supone en muchos casos un aumento de la soledad y la mala salud. En la actualidad llegar a mayor supone incluso un abandono familiar, dato que contribuye a empeorar la situación tanto en salud como en soledad.

Nuestra sociedad vive muy de prisa y la vejez anda muy despacio. ¿Un dilema? No, en esta frase quiero resumir con la mayor brevedad lo grave del tema. Con el paso de la edad andamos cada día más torpes. Elemental…

A lo largo de la vida de una persona los tipos y/o momentos de soledad pueden ser variados y dependen de múltiples circunstancias. Soledad puntual por cambio de trabajo y lugar de vivienda; soledad transitoria por estar pasando un mal momento que impide comunicarnos con los demás; soledad crónica porque nos hemos cerrado en nuestro rincón. La soledad puede ser autoimpuesta pero también nos la pueden imponer por determinadas circunstancias personales o familiares.

A la vista de lo dicho podemos confirmar que la soledad es una moneda de dos caras: ante todo somos seres sociales y ello hace que busquemos compañía; también somos huraños o, mejor, lobos solitarios. Por ello, sí que podemos hablar de la soledad como epidemia que afecta temporal o definitivamente a gran parte de los humanos y no deja de ser un problema que puede resultar grave. De hecho, se sabe que va de la mano con otros conflictos.

La soledad como tal no es mala. Es algo necesario para reponernos y energizarnos. Lo que daña a la persona es sentirse sola (vendría a ser algo así como dejados de lado con toda la intención). Verdadero o falso, es otro cantar. A veces el propio sujeto se aleja sin quererlo de los demás y cuando siente el escozor ya es tarde para reventar el grano.

Ojo a la soledad interior. Este sentimiento surge cuando centramos la atención en el propio ego: nadie me acompaña, nadie me escucha, nadie me quiere, nadie me ayuda, nadie me sonríe. Este amargo sinsabor genera frustración y solo desaparece cuando trasladamos el centro de nuestro yo al nosotros. Nos sentimos solos cuando nos empeñamos en separarnos de todos y de todo.

Voy a cerrar estas líneas con un pensamiento cargado de negatividad. A pesar de las posibilidades de comunicación que nos ofrecen los medios, parece que la soledad aumenta a gran velocidad. Según los entendidos, es una epidemia que se expande silenciosa afectando a buena parte de la población.

Dato importantísimo. La soledad lleva a muchos de los afectados al suicidio, dato del cual se habla poco o nada. Las noticias hablan por sí solas. “Unas 4.000 personas se suicidan en nuestro país cada año”. “El suicidio duplica las muertes por accidente de tráfico y es la principal causa de muerte de españoles entre 15 y 29 años de edad”. El número es considerable y tan importante como para no echarlo en el olvido.

Como dijo Gustavo Adolfo Bécquer, “la soledad es muy hermosa… cuando se tiene alguien a quien decírselo”.

PEPE CANTILLO

2 ene 2020

  • 2.1.20
De Navidad a Reyes corrían una serie de fiestas cuyo origen era ajeno a nosotros. Era la adaptación lenta que, con el paso del tiempo, hace cada cultura de eventos ajenos en un acomodo reposado y en principio sin traumas ni tropezones. Bien es verdad que los tiempos que nos han tocado vivir ya hacen viejas muchas corrientes casi antes de nacer. Vivimos muy acelerados y con ansias de novedades.



Parece que hay serios intentos de provocar la desaparición de la Navidad tal como se le viene conociendo. ¿Se ha quedado vieja y ya no vale? Es posible. Recordemos que las tradiciones cambian con el transcurrir del tiempo. Ahora bien, una cuestión es cambiar y otra bien distinta darle un giro de 180 grados o más en algunos casos.

Los “Herodes” cargados de fobias barnizadas de fanatismo sociopolítico no tienen pega en destruir por odio lo que les desagrada. La intención es hacerlas desaparecer. Los más viejos podrán recordar que poco a poco dichas fiestas navideñas han ido relegando unos elementos e introduciendo otros.

Un breve repaso. Hasta hace poco, la Navidad transcurría entre el 24 de diciembre y el 6 de enero. Había aguinaldo (aguilando), estrenoas, canto de villancicos por la calle, Misa del Gallo para fieles católicos, belenes y cabalgata de Reyes Magos, entre otros eventos.

A fecha de hoy, los belenes están en decadencia, más bien amenazados de muerte. Hay quienes buscan su desaparición para lo cual se destrozan o se mean sobre las figuras, o se roban. ¡Viva Herodes! Hasta los Reyes Magos cambian de sexo y se convierten en magas… Eran unas fiestas como muy infantiles y no quiero pensar que haya adultos que por odio, rencor o fanatismo anti, las intentan cambiar.

El empezar de dichas fiestas, lo que se dice empezar, ya lo hemos adelantado al 31 de octubre porque han sido comercializadas al máximo. El cambio por tanto no es religioso sino mercantil. Pero volvamos a los orígenes.

Con respecto al origen de las fiestas navideñas hay que dejar claro que muy pocas son originarias de cada país donde se celebran. Y su origen no es absolutamente religioso. Pero son… Intento explicar algunos eventos que transcurren entre nosotros desde final de octubre, pasando por 24/25 de diciembre y saltan al 5 de enero del año recién nacido, para languidecer en la Cuesta de Enero.

El 6 de enero se reduce a contemplar el bullicio juguetero de los pequeños y a recoger embalajes. Mañana al cole y los mayores a escalar la escarpada Cuesta de Enero. Y la fiesta se apaga poco a poco. Los “reyes” (regalos) dejarán de tener sentido porque los hemos adelantado al día de Navidad. Desgloso parte de tan largo recorrido festero.

Primer paso dilatador. Halloween se celebra el 31 de octubre y es una fiesta de origen celta que venía a confirmar el final del verano. Curiosamente “all Hallow´s Eve” se traduce como “víspera de todos los Santos”. El origen es el festival celta “samhain” que celebraba el final de la cosecha y daba paso al solsticio de otoño. Los celtas creían que durante noche los muertos caminaban entre los vivos y por ello lo celebraban con fiestas y ritos sagrados.

Dicha fiesta es propia de países anglosajones como Irlanda, Inglaterra, Canadá, Estados Unidos y Australia aunque ésta última pocas ganas ha debido tener este año dado que arde por los cuatro costados. Como podemos apreciar, la fiesta está perfectamente encajada en el cristianismo.

El Viernes Negro (Black Friday). Los orígenes de esta tradición son americanos y se remonta al viernes 24 de septiembre de 1869. Modernamente se formaliza en la década de 1950 en Filadelfia. Un paso más. Digamos que a partir de dicha fecha, el pistoletazo de salida para las compras inicia el espacio navideño.

Al siguiente lunes el frenesí salta al comercio online con el llamado “ciberlunes” (Cyber Monday) con gangas supuestamente apetitosas. En España se han sumado muchas webs a este maratón con ofertas de viajes, moda y sobre todo, componentes electrónicos. Aquí al menos no hay peleas ni empujones al ser una compra por Internet. Otro cantar será el sobrecoste o el posible engaño metiéndonos gato por liebre.

Para curiosidad e información, la mayoría de fiestas de nuestro mundo europeo tienen su origen y base en la cultura romana. Los poderes cristianos bautizaron y cristianizaron muchas de dichas fiestas. Por ejemplo las Saturnales, dedicadas a Saturno dios del sol, digamos que son la base de nuestras fiestas navideñas. Eran días de alegría, regalos y libertad, en los que se reunían sin distinción de clases y en franca camaradería.

Ultima “puntá”. Seguíamos en prenavidad y aun quedaban en el carro de la compra “papás noeles”, “noche buena”, “noche vieja”, “reyes”, “amigos invisibles” tirando de nuestra cartera... Papá Noel, Santa Claus, Viejito Pascuero o San Nicolás son algunos nombres con los cuales se conoce universalmente al personaje legendario que según la cultura occidental trae regalos a los niños por Navidad (la noche del 24 al 25 de diciembre).

Curiosidad. El “Viejito Pascuero” nace en Chile en el siglo pasado. El origen se le debe a una tienda de juguetes que incluye en su publicidad a un anciano de blanca barba que reparte juguetes por el mundo durante la Nochebuena. Nada nuevo bajo el sol…

El origen de Nochevieja se remonta al tiempo de los romanos en honor del dios Janus. Dicha divinidad se representaba con dos caras, una de viejo con barba que miraba hacia el pasado –el año que muere–, la otra cara era joven y escudriña el nuevo año. Hacían una fiesta con familiares y amigos y comían higos, dátiles, miel deseando un inicio de año lo más dulce posible.

En las distintas fiestas precristianas similares a las posteriores Navidades, los niños eran parte importante en el desarrollo de dichas fiestas, bien para darles regalos, por ejemplo entre los romanos mientras que en otros casos eran sacrificados por devoradores de niños. Por ejemplo los druidas sacrificaban niños y Nimrod dios asiático, también llamado Santa no podía ser menos. Ahora también reparte regalos.

Entre nosotros en Nochevieja se celebra una cena familiar o con amigos y llegado el momento se toman las uvas de la suerte, costumbre que se popularizó durante el siglo pasado (1909). Los viejos se van quedando solos dicha noche. ¿Cansancio? ¿Estorbo?

La causa de tomar las uvas se debe, según dicen, el excedente de una cosecha de uva en Alicante. Aunque la costumbre de comerlas y brindar con champán por el año nuevo ya se tenía desde el siglo XIX, pero sólo disfrutaba de ella la clase burguesa.

Estas líneas nacen entre los últimos latidos del año que desaparece poco a poco y los tímidos susurros del nuevo año. 2019 ha sido para muchos de nosotros el año de la inestabilidad y la esperanza chafada por diversas circunstancias. Desazón, inquietud bien podrían ser las palabras que resumen la mayor parte del año ya pasado.

El Año Nuevo, si lo miramos con ojos legañosos, que aun no han tenido tiempo para clarear el horizonte, bien podría ser una prolongación del anterior o apuntar a un horizonte donde se perfilen nuevos tiempos por aquello de “año nuevo, vida nueva”. Conforme transcurra el tiempo podremos sentirnos algo mejor o padecer las mismas dolencias. El tiempo lo dirá…

Entre los deseos de felicidad se hace patente un deseo de salud como antídoto a una suerte lotera que pintó la imaginación como cada final de año. Me encuentro con una carta que me permite entrelazar algunas ideas. “Quiero un padre bueno” es la petición que hace a Papá Noel un niño víctima de malos tratos. Horror. Pobre chiquillo…

Ya solo nos queda terminar las fiestas, recoger los restos del revuelo de estos días y volver a la dura realidad. Que la Befana nos depare lo mejor para 2020.

PEPE CANTILLO

20 dic 2019

  • 20.12.19
Vienen a mi memoria recuerdos de otros tiempos cuando por el pueblo corría la noticia (¿bulo?) que aseguraba que en el casino alguien se había jugado la casa o una alta cantidad de dinero. Jugar era de ricos y estaba prohibido. Con estas líneas cierro el tema del juego que llevo abordado desde hace semanas.



Cuando hablamos de juego estamos haciendo referencia a un actividad en la que se participa apostando dinero y, por supuesto, con intención de ganar. Otro cantar será que la persona jugadora apueste, gane y “si te vi no me acuerdo”. Lo normal es que quien gana una vez repita suerte y será entonces cuando salten los plomos y se abra la puerta a la fase de dependencia.

La popularización de los juegos de azar entre nosotros parece ser que tiene su origen con la aparición de las máquinas tragaperras. Dichas máquinas de juego suelen estar en muchos de los bares repartidos por todo el territorio, aunque no ha sido siempre así.

Durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) se prohíbe el juego y ello obliga a cerrar los casinos. Con la Segunda República (1931-1939) también se cierran casinos y, durante el franquismo, el juego estará totalmente prohibido. A partir de 1977 se legalizan tanto los casinos como los juegos de azar. Las máquinas tragaperras se permitirán en 1981, previa licencia oficial, y se instalan en cafeterías y bares. En poco tiempo se popularizan, despertando un gran interés entre el personal.

La ceremonia de iniciación es muy simple: consumo algo en el bar y, de paso, meto unas monedas en la maquinita. Bien es verdad que hubo un boom y, después de un tiempo, se calmó algo el tema. Nadie duda de su popularidad ni de su atractivo en nuestro día a día. El hecho es que se popularizan en un corto espacio de tiempo y siguen presentes en los locales públicos.

En sentido amplio, la adicción se define como “afición extrema a alguien o algo”; de una manera más concreta se define como “dependencia de sustancias o actividades nocivas para la salud o el equilibrio psíquico” (sic). Como podemos apreciar, la segunda versión matiza la dependencia de algo nocivo para el sujeto.

La causa de dicha adicción la marca el poco tiempo que transcurre entre la apuesta y el posible premio conseguido o por conseguir. Ejemplo muy a la vista son las máquinas tragaperras, cuyo historial es de órdago. ¿Razón de todo lo anteriormente dicho? El dinero es apetitoso y la voluntad suele hacerse la loca. Ya nos asomamos al precipicio.

Estamos ante la ludopatía: “adicción patológica a los juegos electrónicos o de azar” (sic). Se suele definir como “alteración progresiva del comportamiento por la que el individuo experimenta una necesidad incontrolable de jugar, por encima de cualquier consecuencia negativa”. La seducción depende de lo rápido que llegue la gratificación.

El sujeto, de jugador ocasional pasa a convertirse en habitual y terminará siendo un jugador compulsivo, momento en que ya será dependiente total. Una vez atrapado, la adicción irá aumentando y la inversión también, con la esperanza y el fuerte deseo de recuperar lo perdido. Como no lo consigue, termina por perder el control y, si gana, lo invertirá de inmediato porque impera el deseo de jugar más y más, variable ésta que no suele fallar. El binomio “jugar para ganar” será el fuerte acicate que le mantiene esclavo.

La ludopatía es una adicción similar al alcoholismo o el tabaquismo, y sus efectos son catastróficos para el jugador. Sus consecuencias afectan a la salud hasta el punto de producir un serio desequilibrio mental y ser ruinosa para la economía familiar. Se caracteriza por el “deseo irresistible de experimentar emociones relacionadas con el juego y el dinero”.

La ludopatía altera a corto y medio plazo el comportamiento del individuo que sufre una necesidad incontrolable de intervenir en juegos de azar, cuyo premio es siempre dinero. Este tipo de juegos con capacidad adictiva se desarrollan en casinos y a través de Internet, y son aquellos en los que jugar y ganar o perder transcurre en muy corto espacio de tiempo.

En definitiva, la ludopatía es similar a la drogodependencia puesto que la necesidad de jugar domina al sujeto. El ludópata presenta los mismos rasgos que un drogadicto. El juego es patológico y deja de lado o en segundo escalón otros objetivos y necesidades. La ludopatía es un trastorno reconocido por la Organización Mundial de la Salud.



El tipo de jugador suele ser un hombre de entre 18 y 43 años, por lo general con estudios básicos e ingresos económicos bajos. En la actualidad se observa un creciente aumento de mujeres en los bingos.

Otro problema grave aparece con la gente joven. “En los últimos años, el aumento de la ludopatía entre los más jóvenes, incluidos menores de edad, se ha disparado de forma considerable. En nuestro país uno de cada cinco jóvenes es ludópata”.

La adicción se agrava por el fácil acceso a los juegos online, donde la percepción del ludópata con el dinero físico desaparece, pero no por ello se bloquea el deseo de jugar. “En España, la situación todavía es más grave y se ha situado como el país de Europa con un mayor porcentaje de ludópatas menores de 20 años”.

Los tipos de ludopatía vienen determinados en función de la forma de juego a la que se enganche el individuo. Cada juego tiene su propia estructura y componente adictivo que suavemente y casi sin percatarse de ello va enganchando al jugador. Los más adictivos son las máquinas tragaperras, el bingo, los casinos y las timbas de cartas.

Desde no hace mucho, el posible enganche tiene un aliado importante en las tarjetas bancarias. Cierto es que ver y tocar el dinero del premio da placer, pero tirar de tarjeta bancaria da posibilidad de jugar sin llevar dinero. Como advertencia probable, el día que en las tragaperras aparezca una ranura para introducir una tarjeta bancaria, dichas máquinas serán “la monda”.

El jugador recibe una fuerte descarga de adrenalina cuando juega, sobre todo si sus deseos son premiados. Indudablemente él no se hace jugador de la noche a la mañana. La curiosidad sería la puerta de entrada.

La ludopatía, también llamada “juego patológico”, es un problema que afecta ante todo al sujeto que está enganchado al juego. En principio suele negar su dependencia, a la par que es incapaz de cortarla, es decir, está tan enganchado que le es imposible abandonar el juego.

De entrada, negará todas las señales que marcan su malestar aunque estén muy claras para los que le rodean. Si quiere dejarlo lo intentará tantas veces cuantas pueda pero el esfuerzo será baldío, amén de que la dependencia le viene bien para escapar de los problemas que pueda tener.

Dejar el juego es algo imposible, salvo que el propio sujeto, en un acto de lucidez, pida ayuda a los profesionales y aun así la salida no es fácil. Puede pedir estar en la lista de “vetados”, lo que le impedirá traspasar la puerta del salón de juego.

Estamos ante una dependencia que los expertos no acaban de catalogar. Enfermedad psicológica, trastorno del control de impulsos, problemas de falta de voluntad... Un buen número de investigaciones han concluido que la ludopatía constituye un trastorno adictivo y que, por tanto, puede clasificarse como enfermedad mental.

Estos son solo algunos ejemplos de los problemas que probablemente haya ocasionado el juego en un ludópata: cambios fundamentales en su comportamiento que van desde irritabilidad, malhumor, desmedida intolerancia, ansiedad o insomnio hasta aislamiento social, tristeza, absentismo laboral, disminución del rendimiento.

Derrochará el dinero, tendrá problemas económicos, cometerá hurtos entre la familia o compañeros de trabajo, conflictos de pareja, problemáticas familiares, abandono de amistades, pérdida de salud, hasta llegar al suicidio. El ludópata se hace violento.

Según Jugadores Anónimos de España, “no existe un tratamiento estandarizado para este tipo de dependencia, mucha gente participa en Jugadores Anónimos. Los programas de recuperación son personalizados y van de la mano de un equipo de psiquiatras, psicólogos y expertos varios”.

Interesa echarle un vistazo al artículo siguiente: “¿Por qué España está viviendo una pandemia de ludopatía? El juego 'online' ha experimentado durante los últimos años un crecimiento que parece no tener límites”. En el aire queda el tema de los juegos online.

PEPE CANTILLO

5 dic 2019

  • 5.12.19
Las palabras “juego” y “jugar” proporcionan una amplia gama de definiciones según la actividad a la que hagan referencia. La RAE ofrece una veintena en cada uno de dichos conceptos. El término “juego” hace referencia desde “entretenimiento o diversión” a “habilidad o astucia para conseguir algo”. Por su parte, “jugar” alude a “tomar parte en uno de los juegos sometidos a reglas por diversión, por vicio o con el fin de ganar dinero” (sic).



En la antigua Grecia, la locución “juego” apuntaba a las acciones propias de los niños y expresaba lo que entre nosotros se denomina hoy “hacer chiquilladas”. Para los hebreos, la palabra “juego” aludía al concepto de “broma y risa”. Entre los romanos, “ludo” significaba “alegría”, “jolgorio”.

El juego suele ir, en la mayoría de casos, enredado con motivaciones y actitudes muy diversas. Los niños juegan por el placer de jugar, para divertirse; es lo que podríamos llamar “juego puro” puesto que carece de segundas intenciones; mientras que en los adultos entran en el lote diversas motivaciones a veces más importantes que el juego.

Una de estas motivaciones es la de ganar dinero. Ésta es la que nos conduce a una dependencia, a un caer prisionero de la propia actividad. Me refiero al juego como vicio, como enfermedad, como patología. Bien es verdad que, en ocasiones, el mero hecho de jugar para ganar se convierte en una dependencia en sí misma. Todos los juegos de azar llevan implícito el saber jugar y el placer de ganar.

Los tipos más frecuentes dentro de los llamados juegos de azar son: las cartas con baraja francesa o española que, en teoría, son repartidas al azar, aunque dicen que pueden ir marcadas, ayudando así a la suerte. Juego de dados que se lanzan y… ¡suerte!

En los juegos de casino entran las máquinas tragaperras cuya suerte depende de unos bombos que previamente hay que elegir y los rulos darán o no la suerte. En Cara o cruz, la fortuna depende de cómo caigan unas monedas lanzadas previamente al aire. En las apuestas deportivas se arriesga dinero por uno de los equipos que participan.

Hay otros juegos de azar como las carreras de caballos, el bingo, las quinielas que también entran en el paquete y la conocida lotería que, entre nosotros, se juega cada semana y cuyo desmadre acaece por Navidad. Digo “desmadre” porque somos muchos los que compramos uno o varios décimos y a esperar la suerte con el “Gordo” de Navidad o con la del “Niño”. Dentro de la lotería hay otras muchas modalidades.

Curiosidad. La lotería como juego no nació ayer. Se jugaba por entretenimiento en la Roma imperial o entre la nobleza de la Edad Media. En España aparece en el reinado de Carlos III y su finalidad era aumentar los ingresos de la Corona. Parece ser que fue una copia de la francesa, aunque para muchos la original procedía de Italia: era la llamada “Lotta” que significa “lucha entre el jugador y la suerte”. En España será definitivamente oficial en 1811 como Lotería Nacional.

Los juegos de apuestas implican arriesgar una determinada cantidad de dinero o bienes materiales con la esperanza de que algo, como un juego, un evento deportivo tendrá un resultado favorable para quien juega, cuestión que depende del puro azar. La cantidad apostada, en caso de acierto se rescata a expensas de las pérdidas de los demás.

La invasión de información sobre cuestiones alrededor de los juegos es irritante sobre todo cuando va sobrecargada de bulos. En el caso del juego con dinero de cargante ha pasado a ser agobiante para el jugador.

Para escribir estas líneas he consultado distintas fuentes y como la palabra mágica es “juego” ahora, cuando entro en cualquier página, los anuncios de juego brotan como setas después de una buena lluvia.

Otro ejemplo que debemos tener en cuenta: los periódicos digitales bombardean con infinidad de ofertas, regalo de dinero para quienes deseen jugar online o de “cuerpo presente”. Esto suena mal pero no solo se está muerto porque se acabó la vida, también se puede estar muerto por las dependencias. He hecho una transferencia verbal con toda la intención.

En referencia a la prensa digital señalo y remarco una serie de noticias relacionadas con el juego. Las ofrecen con apariencia de curiosidad pero están manchadas de miserable incitación. La prensa sabe despertar la curiosidad del lector para que lea tal informe.

Cito ejemplos sacados de algunos digitales. “Tarda 4 días en comprar lotería porque no le gustaba el número y gana 50.000 dólares”. “Se equivoca al rellenar la lotería y gana dos veces el primer premio, sin querer”. Pregunta tonta: si no quería, ¿por qué juega?

Sigo. “Una familia gana la lotería y se pasa la noche sin dormir porque no se lo creen”. “Gana 4,1 millones de euros en la lotería tras cambiar un número que le recordaba a su ex marido”. “Ganan un millón en la lotería gracias a su gato hambriento”. “Les toca la lotería (otra vez) 12 años después de ganar el premio gordo”.

“Ganó la lotería con 4 compañeros de trabajo y huyó del país para no darles su parte”. “Un acertante de segunda categoría en el Euromillones gana 572.000 euros y ya hay un bote de 47 millones”. ¿Curiosidad? No, es el punto de apoyo de la prensa para incitar a los lectores.

Cierro este rosario con el “European Póker Tour, la gran bacanal del póker en la que participan deportistas famosos”. Ídolos populares a los que es fácil imitar en diversas cuestiones (vestimenta, cortes de pelo,… y cómo no, en juegos de azar).

Una referencia a una noticia que no tiene desperdicio. Según información extraída de El Confidencial “La Liga de las apuestas: 19 de los 20 equipos se rinden al dinero del juego online”. “El único club de Primera División que se resiste a asociar su nombre con una casa de apuestas es la Real Sociedad”. Detalles. El anuncio que sale con la noticia es de un casino que “te regala 20 euros y juega ahora”. Eso sí, en la pegatina donde aparece la bandera estatal indican “18+” y se entiende que es para mayores de edad.

“LaLiga presume de estar en la vanguardia en la lucha contra ese fraude” y de paso se beneficia de dicho patrocinio. Según el citado texto,“en 2017 se jugaron 5.500 millones. Y en el primer trimestre de este año ya iban 1.600 millones”. Pregunta inocente ¿queda alguien que pueda presumir de honradez, o de no estar “untado”?

Estas noticias de prensa saben despertar la curiosidad del lector y de ésta se puede saltar a la acción que es jugar. Si los locales de juego han aumentado mucho, la curiosidad ha “picado” aun más. De entrada te regalan una pequeña cantidad para que juegues…

Parece ser que el juego en general y la dependencia de él en particular, están creciendo a pasos de gigante. El perfil de una persona adicta al juego, por norma general, “suele ser hombres entre 40 y 50 años de media”. Según otras fuentes “el tipo de jugador suele tener entre 18 y 43 años”. El dato cierto es que en los últimos años “ha habido un aumento notable entre los más jóvenes, incluidos los menores de edad”.

Estamos ante una dependencia que los expertos no acaban de catalogar. Enfermedad psicológica, trastorno del control de impulsos, problemas de falta de voluntad. Lo único claro es que esta dependencia se le llama “ludopatía”. Un buen número de investigaciones han concluido en que la ludopatía constituye un trastorno adictivo y que, por tanto, puede clasificarse como enfermedad mental.

PEPE CANTILLO

21 nov 2019

  • 21.11.19
El juego, los juegos, son una manera de entretenimiento que los humanos tenemos para pasar el tiempo, para divertirnos, amén de ser válidos para la socialización sobre todo de los más pequeños. Jugar es divertido: hay tipos de juegos buenos, bonitos, baratos (no estoy hablando de juguetes); otros son o pueden ser peligrosos; otros pueden resultarnos muy caros económica y personalmente.



Parto de una definición simple que apunta alguna de las caras de dicha actividad. La RAE, entre las muchas definiciones que ofrece sobre el juego, lo enmarca de la siguiente manera: “ejercicio recreativo o de competición sometido a unas reglas, y en el cual se gana o se pierde” (sic). Simple y claro, solo que el matiz "ganar" suele ir a la baja.

El origen etimológico de la palabra "juego" procede del latín “iocus”, cuyo significado apunta a “broma”. Desde este punto de vista, el juego podría ser cualquier actividad humana recreativa llevada a cabo entre uno o más participantes y en la que entra el concepto “broma”, palabra que apunta tanto a burla como a diversión.

Al hablar de tipos de juegos tampoco resulta fácil hacer una clasificación. Existen los llamados "juegos populares", que vienen de lejos y ofrecen posibilidad de divertimento tanto a pequeños como a mayores. Dichos juegos infantiles y de entretenimiento no son excesivamente complicados en el caso de los más pequeños (trompo, pilla pilla, bolas, salto de comba…). En cada zona geográfica hay sus distintas variedades.

En referencia a los mayores, esta parcela lúdica requiere tanto de inteligencia como de capacidad de planificación (ajedrez, damas, cartas… podrían ser definitorios). En el caso infantil se trataría de ir reforzando la sociabilidad, el compartir, es decir, crecer físicamente a la par que social y afectivamente. En la referencia que hago a los mayores estaríamos ante una actividad (en principio) para pasar (matar) el tiempo con amigos.

En un sentido amplio, el juego ofrece entretenimiento y estimulación tanto mental como psicológica por lo que también cumple una función educativa. No podemos olvidar, sin embargo, que el juego puede –y de hecho tiene– una cara negativa.

El “juego” tiene en sus interioridades lo que me atrevo a llamar "veneno", es decir, crea una dependencia maligna porque envicia hasta cotas insospechadas. De ello intentaré hablar más adelante. Claro, estamos hablando de los llamados juegos de azar.

En este sentido, el juego llamado de “azar” y en principio para adultos, puede costar muy caro por la adicción entendida como “dependencia de sustancias o actividades nocivas para la salud o el equilibrio psíquico” (sic); también se define como “afición extrema a alguien o algo” (sic). La clave en ambas definiciones está en la dependencia que se crea en el sujeto.

El origen de los juegos de azar es casi tan viejo como la Humanidad. El objetivo era divertirse a la par que tentar a la suerte con las apuestas. Entre los años 3000 y 2000 a.C. ya se conocían los juegos de azar en China y posteriormente llegan a Europa. Parece ser que los chinos apostaban en los diversos juegos de mesa conocidos, en las carreras y en las peleas de animales.

Los egipcios conocían los dados de seis caras que aparecen en los jeroglíficos, dados que servían de entretenimiento incluso a los dioses. Será en la India donde encontremos reglas de juego escritas. Dicha actividad tiene momentos fuertes y decadencias por diversos intereses.

En la Edad Media los juegos de azar cobran importancia en Europa aunque jugar, lo que se dice jugar y apostar, quedaban reservados a la nobleza, que eran quienes tenían dinero para apostar en dichos juegos. En contrapartida, el juego de dados se popularizará entre la clase baja. Dados que salen de tallar un hueso de animal.

Con la llegada de la imprenta surge el juego de cartas; se editan reglas que poco a poco se popularizan y se extienden a mayor cantidad de gente (rica y pobre). El Renacimiento será la etapa definitiva de afirmación de los juegos de azar: surge el póquer y los casinos. El casino de Venecia (1638) es el más antiguo conocido y aun hoy está activo. Algún tiempo después (siglo XX-XXI) surgirá el juego online (¿!?).

Una curiosidad sobre el póquer. Si entran en Internet buscando dicha modalidad aparecen cantidad de direcciones donde poder jugar online. Algunas regalan bonos de bienvenida de 500 euros. ¿Alguien da más? Sí, hay rincones que ofrecen hasta 1.000 euros.

El tema del juego tiene gran cantidad de variables, positivas –y a veces de rentabilidad para los jugadores– y otras negativas por adictivas y no tan beneficiosas. Hablamos de juego donde se mueve dinero. Digamos que el juego reporta una serie de beneficios y produce o puede producir resultados no agradables ni positivos, dependiendo del tipo de juego y de lo amarrado que se esté a dicha actividad.

El juego en general –y la dependencia de él en particular– está creciendo a pasos de gigante. A dicha dependencia se le llama "ludopatía". Como noticia de no hace mucho las casas de apuestas cuadruplican los ludópatas. Doy unas breves notas.

La ludopatía se caracteriza por el hecho de que la persona desarrolla una fuerte adicción (dependencia) al juego. Estamos ante una esclavitud que los expertos no acaban de catalogar. ¿Enfermedad psicológica? ¿Trastorno del control de impulsos? ¿Problemas de falta de voluntad…? Volveremos sobre el tema.

En primer lugar, sufren situaciones de ansiedad, irritabilidad que les puede llevar a una depresión como consecuencia de las pérdidas que puedan estar teniendo. La relación y el trato familiar se verá seriamente dañado puesto que aparece un claro abandono del núcleo familiar.

A todo lo dicho hay que añadir un bajo rendimiento laboral que puede terminar en el despido. El grupo de amistades será relegado a un segundo lugar e, incluso, puede ser abandonada la relación. Otro elemento a tener en cuenta puede ser el aumento y/o abuso de determinadas sustancias (tabaco, droga…). Si el sujeto está muy cogido por el juego, no tardará en tener problemas con la justicia porque terminará enganchado a actividades delictivas (robo, estafas, impagos…).

Y el gran problema, desde mi punto de vista, es que el ludópata sabe cómo entrar en el mundo del juego pero no sabe salir de la jaula, ni quiere porque, en muchos de los casos, no se siente atrapado. Una vez prisionero, las cadenas que le atan son cada vez más potentes. El deseo de ganar prima sobre todo lo demás, aunque ganar nunca signifique dejar el juego. Insisto: quien juega y está enganchado mañana vuelve a jugar.

Bien es verdad que muchos de estos jugadores, llegado un determinado momento, piden ayuda o es la familia quien se percata de la situación y buscan cómo sacarlo. Por lo general, empiezan por engrosar la lista de “fichados” a los que no dejarán entrar a jugar a ninguna sala o bingo.

Los tipos de juegos son muchos y variados de tal manera que cada uno de ellos tiene sus tentáculos para enredar al posible jugador, despertando en él un mayor o menor grado de dependencia que suele terminar, por desgracia, convirtiendo al jugador en un ludópata. Podríamos comparar a algunos tipos de juegos con un pulpo que muy suavemente va enredando al jugador hasta hacerlo prisionero.

Desde las Administraciones se está levantando la voz con la intención de ponerle cotas al juego. Una de las más importantes es impedir el acceso a menores y a los ludópatas declarados. Ya han levantado la voz Valencia, Madrid, Valladolid. “El Consell aprueba el proyecto de ley del Juego en la Comunidad Valenciana…en Octubre de 2019”, “Los salones de juego, deberán impedir el acceso a menores y ludópatas”. Algo es algo.

El pretexto para entrar en este lodazal me lo sugirió la siguiente noticia. Cito: “la doble tragedia de Jorge, un mozalbete adicto a las casas de apuestas a los 13 años. Contrajo una deuda de 5.000 euros y tuvo que huir”. Ocurre en Madrid en el llamado “Triángulo de las Bermudas del juego”.

La deuda la contrae con un “pelas”, prestamista al estilo de lo que ocurre en el terreno de las drogas. Alguien “generoso” te presta lo que necesites para seguir jugando y ya me lo “pagarás” con creces. O pagas por las buenas o por las malas. La amenaza no es broma. Es la ley no escrita de los prestamistas, que están a la que cae.

PEPE CANTILLO

7 nov 2019

  • 7.11.19
Inicio estas líneas con una referencia de prensa sobre la Cumbre del Clima que se va a celebrar el próximo mes de diciembre. La ONU confirma que tendrá lugar en Madrid tras la renuncia de Chile. La cita está calentita aunque reconozco que no entra en el grupo de los pequeños gestos. El encuentro, en el que se prevé una asistencia de 25.000 personas, se celebrará entre el 2 y el 13 de diciembre próximos y, sin duda, es de interés mundial por su importancia.



España, ante la renuncia de Chile, se ha ofrecido para acoger esta Cumbre del Clima. La oferta la hace un presidente en funciones con la esperanza de que será la voz del pueblo en dichas fechas. ¿Pequeño gesto? ¿Gran farol? ¿Fe total en “los hados” como “fuerza desconocida que obra irresistiblemente sobre dioses, hombres y sucesos”?

Diez claves para entender un poco mejor este pequeño universo climático. Por su interés cito: ¿Por qué es importante la COP25? En síntesis, “la próxima Cumbre es la última reunión para activar el Acuerdo de París, cuya vigencia debe comenzar en enero de 2020. Dicho Acuerdo es vinculante de cara a limitar el calentamiento global”.

Mis líneas de esta semana se quedan apocadas ante tal evento. La polución, la escasez de agua potable, la deforestación por la quema de bosques, la desertización, el deshielo, el calentamiento global... piden soluciones globales y una legislación ambiental con compromisos de todos los Estados. El talón de Aquiles está en dichos compromisos.

Una curiosidad. Aquiles es un famoso héroe de la mitología griega. Todo su cuerpo era invulnerable, menos en el talón. Cuenta la leyenda que una flecha envenenada fue la causa de su muerte al clavársele en su punto vulnerable: el talón derecho.

El dicho permanece entre nosotros y alude a posibles puntos débiles de las personas e instituciones. Soberbia, orgullo, avaricia, envidia, ira, fastuosidad, vanidad, mentira, endiosamiento... pueden ser algunos elementos decorativos de personas y gobiernos. Puntos débiles del ser humano que lo caracterizan y por donde le puede entrar la flecha.

Vivimos en un mundo que nos convierte en interdependientes unos de otros; los problemas de unos afectan a los otros: emigración, deterioro del medio ambiente… son problemas que tienen una dimensión global, por eso las soluciones deben ser a escala global, porque sin acuerdos internacionales no encontraremos soluciones para ellos.

Este nuevo orden mundial debe estar basado en la justicia, la solidaridad, la cooperación y el interés común. En definitiva, en valores que garanticen los derechos de todos los seres humanos. A problemas globales, soluciones globales.

Habrá que hacer esfuerzos enormes dado el fracaso de algunas reuniones celebradas ya como la Cumbre de Río (Brasil, 1992) o el Protocolo de Kioto (Japón, 1997) donde no se llegaron a acuerdos y algunos países se descolgaron abiertamente.

En diciembre de 2015, la Cumbre Internacional sobre el calentamiento del Planeta y cómo evitar que dicho calentamiento fuera a más volvió a crear esperanzas. Los asistentes aceptaban la propuesta de la anfitriona (Francia) porque les parecía justa y equilibrada. El objetivo, al que se adhieren los firmantes, estaba en evitar que la temperatura global llegase a superar dos grados más. ¿Objetivo conseguido?

Según la prensa estaríamos ante un pacto universal tendente a reducir las emisiones de CO2. En dichas fechas dijeron que la Cumbre había sido todo un éxito (¿!?). Cuatro años después hay serias dudas sobre tal logro. ¿Intereses y dudas van juntos?

¿Declaración de buenas intenciones al ser rubricado el tratado por los países asistentes? ¿Gestos magníficos aunque lleguen con algún retraso? Pero como dice el refrán, “nunca es tarde si la dicha es buena”. Todo lo que podamos conseguir por la vía de compromiso político sea bienvenido. Algunas preguntas saltan solas: ¿Hay voluntad real de afrontar los problemas? ¿Todos los firmantes cumplirán?

Contrapartida. El cálculo de contaminación que ocasionó el desplazamiento de miles de personas para asistir a dicha Cumbre (2015) fue de infarto. La cita que adjunto habla por sí sola: “Una cumbre que ha consumido 300.000 toneladas de CO2 en aviones privados, delegaciones y consumo energético debería ser un evento histórico”.

Pero no queda claro. ¿Cuánto costará la Cumbre de Madrid? ¿Quién paga dicha factura incluidos los invitados especiales? El lugar elegido para celebrar la próxima cumbre del clima (COP25), podría acoger hasta 25.000 personas.

Cierto que el mayor daño medioambiental proviene de grandes empresas que producen diversos artilugios para los ciudadanos. Si hacemos referencia al mar, grandes barcos van dejando mierda a lo largo y ancho de los océanos. Economía pura y dura manda. Los océanos están plastificados a más no poder. Ejemplo reciente de daño ecológico son la gran cantidad de peces muertos en el Mar Menor. Hablan de algunas toneladas.

Los grandes gestos son necesarios. Implicar al máximo de países en esta debacle es un deber de todos. Los pequeños gestos de los ciudadanos ¿qué lugar ocupan? Una parcela muy importante y nada despreciable es lo que podemos hacer cada ciudadano para que el globo terráqueo no se caliente aun más.

Todos nosotros tenemos derechos y deberes y, en el ámbito ecológico, todo ladrillo hace pared. Consumir racionalmente agua, combustible, está en nuestras manos. ¿Cuántas veces cogemos el coche sin necesidad? El grifo del agua es fácil de abrir pero somos lentos en cerrarlo. Podríamos seguir con la letanía de este rosario nefasto.

Indudablemente, hablar y tomar conciencia de la macroecología es importante, pero esa misión atañe a la supraestructura planetaria; hablar y sobre todo actuar en el día a día y en cuestiones muy concretas, cercanas, caseras, es cosa de todos. A eso le llamamos reciclar. Cuando devolver botellas de vidrio se pagaba tirábamos menos envases.

La gente joven es la más concienciada en eso del reciclaje, tengo que reconocerlo. Les preocupa esa mezcla de latas, botellas, envases varios, plásticos… que hacemos junto a la basura orgánica. Y nos recuerdan que hay que separar tan diversos elementos. ¿Sí? Ciertamente, pero... ¿consejos vendo y para mí no tengo?

Da pena ver la ingente cantidad de porquería que queda esparcida por cualquier lugar dedicado un fin de semana tras otro, o con motivo de una fiesta inventada, para celebrar un botellón más. El campo de batalla de una noche “botellonera” de orgía y desenfreno es dantesco. Leo: “Un centenar de denuncias por beber en la calle y fiestas en pisos en la noche de Halloween”. La nueva moda, consistente en tirarle huevos al tráfico y a la gente, se llama “egging”. Dicha broma es el reto viral en Halloween. Leo: “Tres menores identificados por herir a un conductor al lanzarle huevos en ‘Halloween’”.

Detalles curiosos. Cuando la vejiga aprieta hay que mear. ¿Dónde? En cualquier sitio porque la calle es amplia y grande y, total, meada de más o meada de menos... Si, además, concurre un apretón de vientre, hay que cagar. ¿Dónde? Al amparo de un coche está bien. No estoy tocando de oídas en este tema.

Las calles de algunas ciudades apestan a orina, sobre todo en algunos rincones, hasta el punto que se tendrán que plantear si baldean añadiendo al agua zotal “desinfectante o insecticida que se usa generalmente en establos o para el ganado” (sic).

Nada que decir del abuso eléctrico manteniendo enchufados múltiples “aparatejos” que podrían reducir dicho consumo y, de paso, abaratar la factura. Claro que si dicho personal vive bajo techo familiar y no tiene ni remota idea del coste de la factura eléctrica…

¿Qué puedo hacer yo por el mundo? La respuesta es simple, realista, relativamente fácil de cumplir y sobre todo eficaz en el más amplio sentido. En definitiva, es una opción no desdeñable y a nuestro alcance. “Compartir, reciclar, reutilizar, comprar productos locales y apoyar iniciativas innovadoras está en nuestra mano. Son gestos que cuidan la naturaleza”.

PEPE CANTILLO

24 oct 2019

  • 24.10.19
El tema de hoy es controvertido y, a veces, poco conocido, porque preferimos ignorarlo aunque la realidad sea más tozuda que nuestro olvido. Daré un salto desde la llamada “generación sándwich” a la de los “abuelos sándwich”. Usaré la palabra “emparedado” que se define como “porción pequeña de jamón u otra vianda, entre dos rebanadas de pan de molde” (sic).



Posiblemente con estas etiquetas de clasificación hayamos oído mucho o puede que nada sobre este tema, pero todos nosotros, tanto los que ya somos viejos como los que vienen detrás, debiéramos estar al tanto de gran parte de los recovecos que enmarañan el asunto.

El tema de la vejez lo he abordado desde distintos ángulos. Viejos en general; abuelos y sus correspondientes cargas; viejos y soledad. Animé a los lectores a pensar que la vejez puede ser activa, intenté hacer una radiografía de la misma y me pregunté qué podemos hacer con los viejos. Incluso me hice eco de lo que sugería una organización sobre adoptar a un abuelo.

Después de haber invitado al abuelo de mis relatos a leer sobre todo lo relacionado con la vejez, quería sugerirle que la última etapa de las personas es una fase vital a la que tenemos que exprimir y sacarle todo el jugo posible. En aquellas líneas invitaba a otra actividad con un "¿Leemos, abuelo?" salido de la boca del nieto.

Pero de un sector progre y progresista surgieron voces gritando con rencor y clamando ¡a ver cuándo se mueren los putos viejos! Ante dicho rebuzne solo cabría preguntarse si tales voceros no tenían padres o abuelos. Intuyo que la razón era rabia contenida por cuestión de votos. Qué fácil es perder el horizonte y la dignidad.

Hecha esta introducción, que creo es de justicia, entro en materia. Una aclaración simple pero necesaria. La palabra "viejo" la hemos ido arrinconando porque nos parece que es malsonante. No quiero ni pensar cómo nos sonará "ochentón", "senil", "vejestorio", "carcamal", "carroza", "matusalén", "antiguo", "viejo chocho"... Más aceptable puede sonar "anciano", "persona mayor", "patriarca" (¿!?), "nonagenario", "entrado en años"... Y, sobre todo, "abuelo".

Aclarémonos un poco. "Vieja" es la persona que, llegada a una edad determinada, entra en el grupo de los mortales oficialmente jubilados del trabajo habitual, si es que lo tenían. Usar el término "mayor" para referirnos a dichos viejos me parece una patraña lingüística, dado que cualquier humano, conforme cumple años de vida, se va haciendo mayor. El término "mayor" lo utilizamos por aquello del lenguaje políticamente correcto. Mayores serán tanto los abuelos como el padre de la nueva criatura que entra a engrosar un clan familiar.

Por último, la palabra "abuelo", siendo de la misma categoría de las antedichas, no se puede aplicar a todo el mundo porque no toda persona llega a serlo y, sin embargo, la hemos popularizado algo más que las anteriores, quizás porque está cargada de cariño hacia unos retoños que suavemente entran en nuestras vidas: los nietos.

El planteamiento que voy a hacer por una cara rebosa sonrisas y por la otra derrama en más de un momento cansancio, cierta angustia y el dolor propio de unos desgastados cuerpos por el paso de los años.

Hagamos algo de historia. La llamada “generación sándwich” surge en 1981 de la mano de un psicólogo americano y abarca a los nacidos entre 1950 y 1970, los cuales ahora tendrán una edad plena, madura, entre 50 y 70 años. Dicha generación da unos pasos adelante de cara a un futuro mejor y más placentero que el de sus padres. Al menos lo intentan. Las circunstancias sociales y económicas en esos momentos les permitieron parte del llamado Estado del Bienestar.

Luego vendrá la crisis económica a jugarnos una mala pasada. La "generación emparedado" agrupa a personas (hombres o mujeres) obligadas a atender a padres y/o familiares adultos con achaques que van desde poca importancia a una dependencia total o casi total, además de nietos. Los que en la actualidad tienen más de 50 años son los próximos en entrar en dicha clasificación.

Recordemos que el siglo XX empieza revuelto, aguanta dos guerras mundiales y, en nuestro caso una guerra civil que me atrevo a llamar "particular" y que no hemos sido capaces de superar. Prueba de ello es el esparcimiento existente de odio, rencor y desprecio que se extiende cual mancha de aceite.

Dicha expresión da pie a Dorothy Miller, trabajadora social, a trasvasar la clasificación al mundo de los viejos-abuelos que también los llamará "sándwich" y, de paso, reivindica la importante y no fácil labor que estos están llevando a cabo en el ámbito de la familia.

Por necesidades varias, dicho "abuelario" se han convertido en pieza clave a nivel social y económico dentro del clan familiar –y sobre todo afectivo, añado yo–. Según otras fuentes podemos estar hablando de "abuelos esclavos". Los abuelos esclavos son figuras sociales que están en activo como tales desde hace bastante tiempo.

En definitiva, podemos estar hablando de abuelos tiranizados que, con el caramelo de disfrutar de los nietos, son prisioneros de la obligación de ocuparse más ampliamente de ellos. En la actualidad, tanto participa el abuelo como la abuela de dicha faena. El problema se agrava cuando el “abuelario” (él o ella) tiene que atender y/o cuidar el uno del otro o también tiene a su cargo a un familiar dependiente. El tema es complicado.

Los abuelos, en las circunstancias actuales, han pasado de ser un estorbo a convertirse en empleados, explotados, manipulados o exprimidos en algunos casos. No dudo que también son queridos. Simplemente, es indispensable su ayuda física y económica. Son necesarios sus servicios. La inactividad propia de la edad se transforma en un ajetreo entre idas y venidas, que a veces los supera.

Y esos abuelos incapaces de negarle nada a sus hijos vuelven a ser criadores de infantes con un problema añadido: “ya no son lo que eran”, ni física ni psíquicamente, y apencan cuidando nietos hiperactivos y traviesos que rebasan todas sus posibilidades. Digamos que son verdaderas niñeras, solo que acorralados por los achaques propios de la edad, que van creciendo de día en día.

El papel de los abuelos ha cambiado en la sociedad actual de manera estrepitosa, hasta el punto de pasar de abuelos pasivos a activos e imprescindibles en el cuidado de nietos. Remarco “cuidado” y no “educación” adrede. Son aprovechados como sustitutos de la guardería o de la niñera, como consecuencia de unas circunstancias socioeconómicas agobiantes. Pero también como manifestación “del egoísmo de una sociedad que les exige demasiado”. En muchos casos se les está “explotando descaradamente”.

Los "abuelos emparedado" a veces no dan para más y sufren o soportan –como queramos llamarlo– los efectos negativos del cuidador o cuidadora, amén del cansancio personal que, poco a poco, va dejando serias secuelas.

Hipoteca de la propia vida, abandono de las relaciones, frustración por no poder viajar, ante todo porque son necesarios; con problemas de sueño, nervios desbordados y una soledad de fondo profunda. La vida se les escurre entre los dedos de la mano cada vez más rugosos y, por ende, menos sensibles.

Memoria con goteras –incluso con saltos de agua–, huesos protestantes, apetito débil y, como la vida sigue, se echan el saco de los problemas a la espalda y a caminar. Para ello hay que ser emocionalmente fuertes, no tirar la manta porque hay un compromiso con la otra persona (él o ella).

Ocuparse de los demás también tiene su recompensa, sobre todo de los nietos cuando, mimosos, te halagan con un cariñoso "¡abu!". Igualmente de los hijos, a los que están ofreciendo el esfuerzo de la última etapa de su vida y, sobre todo, del compañero o compañera que estén cuidando.

Remato el tema con una pregunta sin respuesta en muchos de los casos. ¿Quién atiende al cuidador o cuidadora? El síndrome del cuidador queda abierto para otro momento.

PEPE CANTILLO

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