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FENACO



Mostrando entradas con la etiqueta Negro sobre blanco [Aureliano Sáinz]. Mostrar todas las entradas
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8 may 2022

  • 8.5.22
“A mí lo que me gusta es pasármelo bien”. Esta frase bien podría haber sido dicha por un adolescente al que en clase se le pregunta qué es lo que piensa hacer en el futuro o a una chica a la que se la entrevista acerca de cómo se siente tras más de dos años de mascarillas tapándole la cara y ahora cree que la vida le sonríe (o algo parecido), por lo que calcula que tendrá la posibilidad de duplicar su tiempo de jolgorio.


Pero, no. La frase me la dijo mi nieto Abel, con cuatro años recién cumplidos, en la última ida a Barcelona y en medio de los interminables juegos que manteníamos. Y no es nada anormal que lo diga con todo desparpajo un crío de su edad, pues, para los que tienen más o menos sus años, “vivir es jugar”, ya que todo lo demás –comer, dormir, asearse, estar en el cole, etcétera– son pausas o intermedios que se producen en medio de esa fiesta que es la vida.

Esto se lo comenté a sus padres, al tiempo que, con cierta ironía, les añadí: “Este niño, sin saberlo, es un claro discípulo de Epicuro, aquel filósofo griego que consideraba que la filosofía servía para encontrar el verdadero sentido de la vida: el gozo o disfrute de la existencia; nada de las vueltas y revueltas mentales que predicaban Platón o Aristóteles”.

Y en cierto sentido, lo que me dijo Abel (que no sé si fue una ocurrencia suya o se la había escuchado a alguien) estaba bastante cargado de razón: si a todos nos dieran a elegir, seguro que nos decantaríamos por eso de pasarlo bien el mayor tiempo posible. Pero, ay, sabemos que a la vuelta de la esquina, es decir, cuando se cumplen algunos lustros más, nos tropezaremos con la dura realidad, por lo que comenzamos a saber que hay que “ganarse el pan son el sudor de la frente”.

En apoyo de ese pensamiento tan sencillo (y tan contundente) de mi nieto acude también Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, cuando nos indica que el principio del placer es uno de los motores de la existencia humana. Nadie quiere sufrir, nadie quiere pasarlo mal, nadie desea ser maltratado, nadie quiere los dichosos virus…, a menos que uno fuera masoquista (que también los hay).

Es por ello que el propio Freud nos abría los ojos cuando nos aclaraba que esos paraísos de los que nos hablan las religiones monoteístas, a fin de cuentas, no dejan de ser narrativas fantaseadas del grato recuerdo que portamos en nuestras memorias de la infancia; paraísos que suelen clausurarse cuando se entra en la adolescencia y se comprueba que el mundo no es precisamente un “parque de atracciones”.

Pero está muy bien que padres y madres no agobien a sus hijos menores alertándoles constantemente con las duras tareas que les espera en el futuro y, en cambio, dediquen tiempo a estar con ellos participando en sus juegos o actividades lúdicas. Personalmente, estoy convencido que, en gran medida, la capacidad de disfrute, una vez que se entra en la adultez, proviene de aquellos años en los que nos divertíamos incluso con las cosas más nimias.

Esto lo han comprendido la mayor parte de los nuevos padres/madres. Entienden ellos que la vida no debe ser “valle de lágrimas” (tal como se nos decía en épocas pretéritas) al que se viene a sufrir, con la coartada de que cuanto más padecieras estarías en mejores condiciones de ganarte un buen puesto en ese paraíso imaginario que nos esperaba al final de nuestros días.

Y para que se entienda que disfrutar de lo bueno que nos ofrece la vida no es un vicio o un error, puedo aportar numerosas escenas de niños y niñas que han plasmado cuando les pedía que dibujasen a sus familias y lo hacían expresando esa alegría de vivir que preside sus existencias.


Unas de las representaciones más habituales de la alegría de vivir son aquellas escenas en las que los pequeños aparecen acompañando a sus padres en sus salidas al campo, tal como observamos en el dibujo anterior. En ella, la autora nos muestra una caminata en plena naturaleza conjuntamente con sus padres y su hermana pequeña. A los cuatro se les ve sonrientes y portando un bastón con el que se apoyan en sus recorridos.


He manifestado que en la memoria de los adultos se archivan y perviven aquellos días de la más remota infancia en los que se celebraban algunas fiestas tradicionales y se participaba del júbilo colectivo. Esto es lo que manifiesta en su dibujo un niño de cinco años. Así, en la escena que ha dibujado aparece disfrutando con sus padres y su hermano más pequeño, y en la que todos se encuentran tocando las campanillas de barro, siguiendo la tradición popular de su barrio.


Otra manifestación de alegría es la de disfrazarse de los míticos personajes de algunas tradiciones, de los protagonistas de cuentos o de afamadas películas. Desde edades tempranas, soñamos con ser aquellos personajes, especialmente de la ficción, que nos han llenado la mente de las más insólitas aventuras. No es de extrañar, pues, que la pequeña autora del dibujo precedente se haya dibujado de una especie de “Mamá Noel” durante las Navidades para repartir los numerosos regalos que ella imagina que llevará a las casas que tendrá que visitar.


Al igual que la alegría que se produce al entrar en lo que el gran psicólogo Jean Piaget llamaba como “juego simbólico”, se manifiesta cuando hay que vestirse con un traje especial característico de determinadas fiestas. Es lo que muestra la niña de ocho años que se ha dibujado toda contenta vestida con el traje de flamenca para acudir a la caseta con sus padres y disfrutar de los días de feria. Se trata de un vestido que lleva en contadas ocasiones, pero con las que sueña para verse engalanada de ese modo.


También, de mayor, se suelen recordar con especial intensidad las visitas que se realizaron a espacios singulares, como son, por ejemplo, los museos, los circos o los parques de atracciones. Un ejemplo podría ser el que nos muestra este chico de diez años, que se dibuja juntos a sus padres en las sillas de una montaña rusa. Tal como me comentó, aquella experiencia para él implicaba el reto de superar el temor previo que le producía el riesgo de enfrentarse a algo que no había llevado con anterioridad.


Todos crecemos; también los niños. Y llega el momento en el que se abre la idea de lo que uno podría ser en el futuro. Son muchas las imágenes que aparecen en sus mentes. De todos modos, hay casos en los que esa anticipación se une con algunas de las cualidades que empiezan a despertar en ellos. Es lo que acontece con el magnífico dibujo de la portada; o el que acabamos de ver, en el que la autora, una chica de once años, como si fuera una hábil pintora que, sentada y delante del caballete, se nos muestra toda dichosa dando rienda suelta a sus habilidades pictóricas. Es la alegría de imaginarse en un mundo en el que felizmente podrán desenvolverse con sus propias capacidades creativas.

Para cerrar, quisiera indicar que la próxima vez que me vea de manera directa con Abel le volveré a preguntar sobre qué es lo más importante para él. Posiblemente, dado que es un niño de corta edad, me lo vuelva a repetir con una explicación algo más amplia. Será una manifestación de que la alegría de vivir la experimenta de forma muy viva en el mundo que lo rodea (y menos mal para él que no se entera de lo que ahora tenemos encima).

AURELIANO SÁINZ

1 may 2022

  • 1.5.22
El pasado martes, 26 de abril, se cumplía el 85.º aniversario del bombardeo de la ciudad vasca de Guernica. Días anteriores, el 5 de abril, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, tuvo una intervención telemática en el Congreso de los Diputados de nuestro país, que pudo ser vista por aquellos que conectaron el televisor en el momento de la retransmisión. El inicial aplauso cerrado, con los parlamentarios y senadores de pie, fue la respuesta del apoyo que la mayoría de los españoles siente hacia el pueblo ucraniano que sufre los horrores de los brutales ataques a la indefensa población civil por parte del ejército ruso


Pero si algo quiero resaltar de la intervención de Zelenski fue la referencia al bombardeo que sufrió Guernica, llevado a cabo por cuarenta y tres bombarderos y cazas alemanes de la Legión Cóndor, junto a algunos italianos que estaban al servició del general golpista Francisco Franco. Fue el acontecimiento de la Guerra Civil española que mayor resonancia mundial despertó, ya que era la primera vez que la aviación arrasaba una ciudad abierta, sin objetivos militares de magnitud ni defensas antiaéreas en la ciudad.

Este hecho acabó convirtiéndose, por un lado, en símbolo universal de la cruel violencia que se desata en las guerras y, también, en referente de la barbarie nazi-fascista, la misma que hoy parece resucitar en distintas partes del mundo, aunque presente otros ropajes. A la configuración de este símbolo no cabe duda que ayudó el lienzo, de enormes dimensiones, que pintó Pablo Picasso. Recibió el nombre de la ciudad arrasada, pudiendo contemplarse en la actualidad en el Museo Reina Sofía de Madrid.

Una vez que El Guernica se convirtió en símbolo de la paz y en icono que denuncia la crueldad de la guerra, quisiera apuntar que como profesor he trabajado a lo largo de los años con los alumnos de mi Facultad la reinterpretación de esta obra, enfocada desde el punto de vista artístico, histórico y de la defensa de los Derechos Humanos.

Antes de comenzar a trabajar la reinterpretación de esta obra, era preciso darles una información histórica ajustada a los hechos acontecidos, por lo que en el aula proyecto documentales de aquella época que muestran el bombardeo de una ciudad indefensa y en los que se aprecia que la población era masacrada desde el aire.

Una vez que han recibido la documentación histórica necesaria para que entiendan su significado, realizamos un análisis de la obra desde el punto de vista artístico antes de invitarles a que elaboren una reinterpretación libre y personal, a color, puesto que la obra original está realizada en blanco y negro.

Inicialmente, tienen bastantes dudas, ya que la mayor parte de ellos ha interiorizado la frase muy extendida de “El dibujo no se me da”, expresión que ya conocieron en la adolescencia e, incluso, antes. Para darles confianza, les proyecto en la pantalla del aula trabajos de compañeros de cursos anteriores, con el fin de que entiendan que iremos paso a paso, sin descartar ninguna idea valiosa que se les ocurra.

Los resultados suelen ser bastante buenos, ya que en gran medida vuelcan sus capacidades creativas en este trabajo. Es lo que sucede con el de la portada, donde el autor nos muestra su interpretación por medio de un encuadre de vista subjetivo, ya que en la composición aparecen sus propias manos como si estuvieran realizando la tarea. Así podemos apreciar que su mano derecha sostiene el lápiz, no con los dedos, como es habitual, sino con puño cerrado, como si fuera un punzón, dejando gotas de tinta roja, a modo de sangre, para expresar el dolor ante lo que contempla.


Otra interpretación es la que acabamos de ver. En ella, el autor ha representado la escena girando el cuadro de El Guernica, como expresión del caos y de la violencia de un mundo en guerra, De este modo, sobre el nuevo lienzo se derrama pintura roja que, a modo de sangre, refleja el dolor y la desesperación de unos personajes que habitan en un planeta en el que han desaparecido los valores esenciales que deben guiar a los diferentes países.


¿Vivimos en una realidad o lo que no rodea en la actualidad es una pesadilla de la que deseamos pronto despertar? La autora del tercer trabajo que muestro se decanta por lo segundo: la actual sociedad es un sueño cargado de alucinaciones, donde la angustia, el dolor y la locura se han apoderado de unos personajes que huyen despavoridos sin saber hacia dónde caminar.


A veces, en el aula me encuentro con estudiantes que son grandes aficionados a los cómics, por lo que acuden a los recursos de este medio gráfico para realizar la reinterpretación de la obra de Picasso. Así, en este caso, el autor ha acudido a dar volumen a las figuras de El Guernica, de modo que en un escenario cerrado, flotan en el aire los personajes del cuadro original, mientras en el suelo aparecen un escorpión, un híbrido de perro y lobo y un personaje con botellas rotas dentro de un ambiente claustrofóbico.


Otra vez la realidad como pesadilla. La autora del trabajo anterior nos muestra a una joven yacente en una cama, asistida con un goteo, evocando a uno de los hospitales a los que llega la gente malherida. La chica sueña que camina por el pasillo del hospital arrastrando el gotero y contemplando la escena que se asoma tras la puerta: el caos, la violencia y la desolación. La guerra como horror y pesadilla de la que ni siquiera en los sueños desaparecen.


También el exilio y la huida de las zonas de conflictos son motivos para reflejarlos en el trabajo. En los actuales conflictos bélicos, como bien sabemos, los refugiados se multiplican buscando una salida a una posible muerte, porque la población civil no se encuentra de ningún modo protegida ante los habituales “crímenes de guerra”. Es lo que pretende expresar la autora de la anterior escena, en la que nos muestra una figura femenina cargada de maletas dispuesta a marchar a un país desconocido que pueda acogerla.


Con este último trabajo cierro la presentación de la experiencia que a lo largo del tiempo he ido llevando en el aula. En este caso, el autor se centra en los problemas sociales que son consecuencia de los recortes de derechos que actualmente sufren distintos sectores de la población. De este modo, traza diversas escenas en las que, de modo reiterativo, aparecen tijeras que, en algunos casos, se convierten en cuchillos con los cuales se ataca a los más débiles. No obstante, aboga por una solución pacífica de los conflictos colectivos, al mostrar la icónica paloma de Pablo Picasso en su composición gráfica.

AURELIANO SÁINZ

24 abr 2022

  • 24.4.22
Después de muchos años, ya empiezan a ser conocidas las inmatriculaciones llevadas a cabo por la Iglesia. En gran medida, se debe al esfuerzo de las asociaciones patrimonialistas que, agrupadas en la Plataforma Recuperando, han trabajado de modo incansable para que se conociera esta arbitrariedad que se ha cometido contra el patrimonio público de origen religioso.


De todos modos, los argumentos jurídicos que las sustentan son poco comprendidos, dado que una parte de los españoles tiene la creencia de que todo aquello que está relacionado con los aspectos religiosos forma parte de las pertenencias eclesiásticas.

Con el fin de arrojar algo de luz acerca de los aspectos legales de las inmatriculaciones, me ha parecido oportuno entrevistarme con el doctor en Derecho y portavoz de la Plataforma Recuperando, Antonio Manuel Rodríguez, escritor y profesor de Derecho Civil en la Universidad de Córdoba, incansable activista en una causa que, a pesar de tener en frente poderosas instituciones, las razones, como veremos, están de su parte.

—Me parece, Antonio Manuel, que lo más adecuado es que comencemos de modo que expliques el significado de la palabra "inmatriculación", ya que no aparece en el diccionario de la RAE (aunque sí, "inmatricular"), al tiempo que ahondaras en la importancia que tienen las inmatriculaciones eclesiásticas en nuestro país.

—Se denomina "inmatriculación" a la primera inscripción de una finca en el Registro de la Propiedad. Para que pueda llevarse a cabo es necesario que la persona física o jurídica que alegue ser su dueño, o tener algún derecho sobre ella, lo demuestre aportando un título válido y legal en el fondo y en la forma: una escritura de compraventa, de donación, testamento… Y si no lo tuviera, la ley arbitra otros procedimientos para demostrar que, en efecto, se tiene un derecho legítimo y no controvertido sobre el inmueble.

Y eso es justamente lo que no ha ocurrido con las inmatriculaciones de la Iglesia católica llevadas a cabo con certificación eclesiástica. Un privilegio franquista que les permitió arrogarse la propiedad de fincas sin tener que aportar más título que la palabra de un obispo.

—Puesto que indicas que fue un "privilegio franquista" concedido a la Iglesia católica, de inmediato surge la siguiente pregunta: ¿Cuándo se iniciaron las primeras inmatriculaciones eclesiásticas y por qué Franco decidió que algunos bienes públicos pudieran ser inmatriculados por los obispos españoles?

—Dejemos claro que la Iglesia católica en sus distintas denominaciones, al igual que cualquier otra persona jurídica, puede ser titular de bienes inmuebles e inscribirlos en el Registro de la Propiedad si lo demuestra aportando un título legal y válido. Pero esto solo es así respecto de los bienes que adquiriese desde 1861, no de los que pudiera poseer con anterioridad sobre los que pesaba la potestad de su desamortización por el Estado.

La razón es simple: Iglesia y Estado eran la misma cosa. Aunque existieron varias reformas legislativas y pronunciamientos judiciales que intentaron favorecer a la jerarquía católica, lo cierto es que únicamente pudo inscribir la posesión de estos bienes mediante su sola palabra, no la propiedad.

Pero en 1944 desaparece la simple posesión en el Registro y en 1946 se convierte en propiedad como si se tratara del milagro del pan y de los peces. Ahí radica la clave del escándalo. Sin embargo, para que quede claro, en ningún caso podía inscribir bienes públicos, ni tampoco los templos de culto que históricamente tenían esa misma consideración.

—Otro momento significativo aconteció en 1998, ya que siendo Aznar presidente del Gobierno se aprueba una reforma de la Ley Hipotecaría, de modo que también los templos dedicados al culto podrían ser inmatriculados.

—En verdad, fue a través de un simple reglamento. Y aunque sorprenda a primera vista, la reforma tenía su razón de ser porque no todos los templos de culto tienen la condición de dominio público. La prohibición era inconstitucional. El problema era otro: que también era inconstitucional el mecanismo de acceso al registro por certificación eclesiástica y nadie hizo nada al respecto.

Para entender bien lo ocurrido debemos tener claro que, a diferencia de la Segunda República, tras la restauración democrática no se reguló la naturaleza pública de los bienes de culto de extraordinario valor cultural e histórico. Hablamos del mayor escándalo inmobiliario de la historia no solo porque se hayan registrado 35.000 bienes de toda índole desde 1998, como si el culpable fuera Aznar, sino de la apropiación del 80 por ciento de nuestro patrimonio histórico desde 1946, siendo culpables todos los gobiernos democráticos que no hicieron y siguen sin hacer nada al respecto.

—Puesto que extiendes la responsabilidad más allá de un presidente determinado, te pregunto: ¿Qué postura tuvo la oposición en aquellos momentos ante este cambio tan importante?

—Ninguna. Con sinceridad, nadie tenía un conocimiento real de lo que estaba pasando. Hay que pensar que estas inmatriculaciones se practicaban con total opacidad, de espaldas a las administraciones y a la ciudadanía. Nadie podía imaginar que la jerarquía católica podía haber inmatriculado miles de bienes a su nombre, incluso templos de culto mientras existía la prohibición. A pesar de ello, la irresponsabilidad política fue imperdonable, porque, ¿tampoco a nadie se le pasó por la cabeza con qué normas inscribirían los templos de culto?

—¿Cómo es posible que a los obispos se les pueda considerar fedatarios, o funcionarios públicos, al mismo nivel que los notarios?

—Es que no es posible. Lo fue durante el franquismo porque hablamos de un Estado confesional donde Iglesia y Estado eran hermanas siamesas. Pero, tras la entrada en vigor de la Constitución de 1978, esa norma queda derogada por inconstitucionalidad sobrevenida, ya que la Iglesia no es Administración ni los obispos son funcionarios públicos. Choca frontalmente contra el principio de aconfesionalidad del Estado.

El Tribunal Constitucional se pronunció sobre un caso idéntico derogando un artículo de la antigua Ley de Arrendamientos Urbanos. Lo que resulta inconcebible es que el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos se eche las manos a la cabeza porque ningún Gobierno ni juez se hayan atrevido a pronunciarse todavía sobre la nulidad de todas las inmatriculaciones realizadas a su amparo.

—¿Cuándo se llega a conocer el tema de las inmatriculaciones que con tanto silencio y secretismo se llevó hacia adelante?

—Gracias a dos casualidades. Una en Navarra, en 2006, a raíz de una consulta sobre una ermita que reveló la inmatriculación de miles de bienes. Y otra en 2009, cuando hicimos algo parecido para conocer la situación registral de la Mezquita de Córdoba y nos sorprendió verla inscrita como un bien privado. Creo que ambos movimientos ciudadanos fueron determinantes para que se conociera el escándalo y, a partir de ahí, encontrar el respaldo de otros muchos a nivel estatal.

—Algo que llama la atención es que, por ejemplo, en nuestros países vecinos, Portugal y Francia, haya un criterio totalmente distinto al de España con respecto a los bienes públicos de carácter religioso.

—Cada uno obedece a principios distintos, aunque el resultado final sea prácticamente el mismo. La separación Iglesia-Estado es consecuencia de la Revolución Francesa y, desde entonces, podemos hablar del reconocimiento de estos bienes como de dominio público. No se trata de ninguna novedad porque continúa la tradición histórica del Derecho Romano y su recepción medieval, aunque es cierto que su constatación definitiva tiene lugar con la Ley Combes de 1905.

Este fue el criterio seguido en la Ley de Congregaciones Religiosas de la Segunda República, la primera que derogó el dictador. No ocurre lo mismo en Portugal donde este mismo reconocimiento se produce mediante un acuerdo entre el Estado y el Vaticano en 1940, curiosamente gobernando otro dictador, Salazar.

En ambos casos, sea unilateral o bilateralmente, los bienes de naturaleza religiosa de extraordinario valor histórico y cultural son considerados inalienables, inembargables e imprescriptibles, corriendo de cuenta del Estado su mantenimiento y rehabilitación, sin perjuicio del uso cultural que nadie cuestiona. Así pues, lo ocurrido en España es una anomalía democrática y europea. Solo aquí se ha producido esta privatización en masa de bienes públicos, de manera clandestina y desleal con la ciudadanía, empleando normas franquistas e inconstitucionales.


—Posiblemente, el caso más escandaloso y conocido de las inmatriculaciones haya sido el de la Mezquita de Córdoba. Creo que merece la pena que te extiendas en la explicación de esta inmatriculación.

—Así es. El escándalo de la inmatriculación de la Mezquita ha dado la vuelta al mundo, tanto por la trascendencia del monumento, como por la evidencia incontestable de que ya existía su bosque de arcos antes de su apropiación por la jerarquía católica.

Siempre recordaré las caras de asombro de los periodistas extranjeros porque no llegaban a entender cómo se había consentido la privatización de un bien que pertenece a la humanidad entera. Y es en la razón de sus caras de incomprensión donde encontramos la respuesta. Porque nos equivocamos al preguntar “de quién es” la Mezquita. La pregunta correcta sería “qué es” la Mezquita de Córdoba, ya que si se trata de un bien de dominio público, como lo demuestra el hecho admitido por la propia Iglesia de estar fuera del tráfico jurídico, no puede tener dueño porque no es de nadie.

La Mezquita de Córdoba no puede ser vendida, hipotecada, embargada o adquirida por la posesión en el tiempo. Y eso no quita que la jerarquía católica pueda tener derechos legítimos sobre el monumento, especialmente su uso religioso, pero en ningún caso su apropiación privada invocando su consagración (porque no es medio para adquirir el dominio), su usucapión (porque sería admitir que no era suya) o su presunta donación (porque no existe documento que lo acredite, ni lo invocó en el registro en su momento y, lo que es peor, implicaría reconocer que pertenecía a la Corona y que, por tanto, era público).

Y no olvidemos que se inscribió con normas inconstitucionales, luego su inmatriculación es nula por partida doble, como reconoció en su momento el informe del secretario del Ayuntamiento de Córdoba, y el emitido por la Comisión de Expertos presidida por Federico Mayor Zaragoza. Además, la cuestión de la Mezquita tiene otras aristas, tales como la gestión económica o monumental, lo que la convierte en la punta del iceberg y paradigma del escándalo.

—En principio, puede resultar extraño que en el año 2015, siendo ministro de Justicia Alberto Ruiz-Gallardón, se deroga la Ley que daba a los obispos la potestad de llevar a cabo inmatriculaciones. ¿Por qué se aprueba esta modificación y qué consecuencias tiene?

—Lo hicieron a regañadientes, incluso otorgando una moratoria de un año para que la jerarquía católica pudiera seguir apropiándose de bienes, pero fue tal el revuelo que dieron marcha atrás. Sin duda, fue consecuencia de la movilización ciudadana y del cumplimiento parcial de la sentencia del Tribunal Europeo de los Derechos Humanos.

Digo "parcial" porque se limitó a derogar el privilegio franquista, pero no a tomar las medidas oportunas para revisar la nulidad de las inmatriculaciones practicadas. Desde entonces, la jerarquía católica debe actuar igual que tú y que yo si quiere inscribir un inmueble por primera vez, es decir, debe demostrar que le pertenece. Pero sobre las inmatriculaciones pasadas sigue colgando la espada de Damocles de su nulidad por inconstitucionalidad sobrevenida o por la naturaleza del bien.

Ni una cosa ni la otra se han atrevido a llevar a cabo el Gobierno autocalificado “más progresista de la historia”, incumpliendo la palabra dada en sus programas electorales, en el pacto de gobierno y en el debate de investidura. Lejos de hacerlo, se han sentado con la Conferencia Episcopal para negociar lo innegociable en cualquier Estado de Derecho: la nulidad y el dominio público.

—Para cerrar, y dado que eres portavoz de la Coordinadora estatal Recuperando, que agrupa a distintas asociaciones que luchan contra las inmatriculaciones por parte de la Iglesia católica, me gustaría que, sucintamente, expusieras vuestra trayectoria.

—La Coordinadora Recuperando agrupa a más de treinta colectivos patrimonialistas de todo el Estado en defensa de la legalidad y el dominio público, desde Europa Laica a Redes Cristianas, pasando por colectivos de ámbito territorial como la Unió de Pagesus en Cataluña o Apudepa en Aragón. A todas nos une la conciencia de combatir una ilegalidad en masa que ha provocado el mayor expolio conocido de nuestro patrimonio histórico. Hemos conseguido mucho desde su nacimiento.

Quizá el hito más importante sea el listado parcial de los 35.000 bienes inmatriculados desde 1998, que podrían ser unos 100.000 desde 1946, más listados en Navarra, Cataluña, Baleares, País Vasco o ciudades como Córdoba. Hemos colaborado en la recuperación de bienes concretos de extraordinario valor simbólico como las Murallas de Artá en Mallorca, la devolución en Córdoba del Kiosco de San Hipólito o la Ermita de los Santos Mártires.

Pero nuestro gran triunfo, sin duda, sigue siendo la divulgación del escándalo para que sea comprendido por la ciudadanía. Nuestro interlocutor no es la Conferencia Episcopal, sino los poderes públicos sobre los que pesa la responsabilidad de velar por el cumplimiento de la Constitución y de preservar nuestro patrimonio público, justo lo que no hicieron y siguen sin hacer.

AURELIANO SÁINZ

17 abr 2022

  • 17.4.22
El título de este artículo bien pudiera parecer uno de esos consejos que se dan en los libros de autoayuda que tanta predicación tienen en alguna gente. Sin embargo, es una frase del poeta griego Solón que se la escuché al escritor y profesor Pedro Olalla, residente en Grecia, durante una conferencia que impartió recientemente en la sala de la Biblioteca Viva de al-Ándalus en Córdoba.


Tengo que apuntar que el contenido de la charla versaba sobre Grecia. Es la razón por la que lo presentó el catedrático de Filosofía Clásica Ramón Román como introductor del tema. También lo acompañó en el debate que se llevó a cabo con los asistentes durante la mayor parte del tiempo, pues, como bien expusieron ambos, lo más interesante sería la participación que podría generarse entre todos los presentes.

En gran medida, la pertinencia de este encuentro estaba motivada por el reciente libro de Pedro Olalla que lleva por título Palabras del Egeo. El mar, la lengua y los albores de la civilización. Esta última publicación se encontraba expuesta junto con otras del autor en la entrada de la sala. Por mi parte, me incliné por la compra del libro De senectute politica. Carta sin respuesta a Cicerón, dado que con bastante anterioridad yo había leído el breve, aunque profundo, tratado de Marco Tulio Cicerón sobre la vejez.

También quisiera apuntar que, finalizado el debate y todos los presentes nos levantábamos para iniciar la despedida, me vi con un joven profesor de la Facultad de Filosofía con el que en una ocasión formé parte de un tribunal de trabajo fin de grado. Nos saludamos e intercambiarnos informaciones sobre nuestras situaciones actuales. En un momento determinado, tras haberle dicho que me encontraba jubilado, me preguntó: “Aureliano, ¿tú cuántos años tienes?”.

Algunos esta pregunta la considerarían inoportuna, pues parece que solo cuando eres joven puedes decir la edad que tienes, ya que en nuestra actual sociedad de la publicidad y del consumo solamente es “vendible” la juventud, época “dorada y mitificada” en la que supuestamente todos fuimos felices y en la que habría que mantenerse a toda costa, aunque sea engañándose con los más rebuscados argumentos.

Bien es cierto que en la antigua Grecia el culto a la juventud y a la belleza corporal estaba al orden del día. Ambas eran ensalzadas por dramaturgos y poetas, y muy estimadas en los Juegos Olímpicos en los que los atletas exhibían sus cuerpos desnudos en las distintas competiciones.

“Yo ya tengo setenta y tres”, le apunté. “Como bien sabes, a los setenta, obligatoriamente nos tenemos que jubilar en la Universidad. De todos modos, permanezco en ella como profesor en funciones de colaboración en aquellas labores que para mí son muy gratas, como la docencia y la investigación”, añadí, al tiempo que le especificaba las tareas concretas que ahora realizo en mi Facultad.

A Manuel -que es el nombre de este compañero- le pareció muy buena la idea de ofrecer continuidad al trabajo que uno había desarrollado a lo largo de tantos años, ya que no tenía sentido dar un cierre total cuando en este tipo de labor la edad supone acumulación y sedimentación de los conocimientos que se han ido adquiriendo a lo largo del tiempo.

Pero no es solo ofrecer los saberes ganados en la vida, sino también aprender de los jóvenes que vienen con ideas renovadas, con nuevos comportamientos y, especialmente, con el entusiasmo consustancial a esas edades.

Por otro lado, si hablamos de labor, siempre me viene a la mente alguno de los cuadros que pintó Vincent van Gogh y que tenían el título de El sembrador, pues entiendo que la labor docente es como sembrar semillas de conocimiento que acabarán (o no) germinando con el paso del tiempo. Así, de esos cuadros he elegido uno para la portada de este escrito y que resulta ser el fragmento de una obra del artista holandés en la que homenajeaba a otra que sobre el campesino que previamente había firmado el pintor francés Jean-François Millet.


Volviendo a De senectute politica de Pedro Olalla, tengo que apuntar que es un pequeño libro de 24 cartas acerca de la vejez que, imaginariamente, remite a Cicerón, al que llama por su nombre, Marco, de modo que configuran una especie de respuestas tardías a lo que en su momento escribió el gran orador romano.

Puesto que cada párrafo del libro de Olalla supone una acertada reflexión sobre el último tramo de la vida, resulta muy difícil condensar lo que en esas cartas se dice. No obstante, tras invitar a la lectura de este breve pero intenso trabajo, quisiera destacar algunas ideas que el autor vierte en esas epístolas.

“Tú has dejado claro en tu obra, al hablarnos de que las dificultades de la vejez no provienen tanto de la edad como del carácter y de la actitud vital de las personas” (Carta I).

Comparto con ambos, Cicerón y Olalla, que afrontar los retos de la vejez, en gran medida, están marcados por la actitud de cada cual, pues la vida es un viaje o una aventura en la que uno es su propio protagonista; no es el implacable destino el que nos dirige el rumbo de los acontecimientos hacia un desconocido final.

“He de decirte, Marco, que, en nuestro mundo actual, quienes establecen para la vejez un umbral numérico atendiendo a la fisiología y a la salud siguen fijándolo, curiosamente, casi en el mismo punto en que lo puso la antigua tradición hipocrática (…) y que en torno a ese punto ponen también el límite quienes toman como criterio de la entrada en la vejez la edad en la que suele abandonarse formalmente el mundo del trabajo” (Carta II).

Cierto que lo que llamamos jubilación para algunos supone una pérdida del horizonte y de la brújula con los que había vivido hasta entonces. Este punto es uno de los retos al que nos enfrentamos y que, dependiendo de cómo se afronte, conllevará el que se viva con un sentido u otro muy distinto.

“A los que dicen que aparta de la acción, tú les recuerdas que las acciones más valiosas no se llevan a cabo con el ímpetu ni la agilidad de los cuerpos, sino con el conocimiento, la competencia y el juicio, pertrechos de los que la vejez no sólo no está huérfana, sino que suele incluso estar sobrada” (Carta IV).

Podemos entender que un brillante orador valorase el conocimiento como una de las grandes cualidades de los seres humanos y que los años ayudan a ir atesorándolo cada vez más, de modo que finalmente puede configurarse como una sabiduría aplicada a la vida.

“A los que culpan de tornar a los hombres irascibles, huraños, retrógrados y avaros, tú les replicas que esas lacras vienen con cada uno y no con la vejez, porque, si fuera ésta quien las trae, se las traería a todos” (Carta IV).

No me extiendo más en la selección de fragmentos. Desde estas líneas, recomiendo la lectura de ambos –Cicerón y Olalla– pues ayudan a entender que envejecer no es ninguna enfermedad y, menos aún, una desgracia; es un tramo de la vida que hay que saber encauzar con la mayor de las inteligencias posibles.

Quisiera cerrar esta breve reflexión para comentar que, sorprendentemente, Marco Tulio Cicerón que con tanta lucidez reflexionó sobre la vejez y la muerte como finales del individuo, de un modo tan sereno como correspondía al pensamiento de los estoicos, no previó su dramático fin: el ser asesinado en una conspiración planificaban por quienes le odiaban y deseaban acabar con su vida.

AURELIANO SÁINZ

10 abr 2022

  • 10.4.22
Vivimos en un mundo en el que todo tipo de noticias, también las del horror, se hacen presentes de modo habitual en nuestros hogares. Esto, por un lado, presenta la ventaja de ofrecernos lo que ocurre más allá de nuestras fronteras, por lo que, en gran medida, estamos informados de situaciones dramáticas que, si no fuera por la diversidad de los medios de comunicación, nuestro conocimiento estaría más sesgado y en manos de quienes detentan el control y la posibilidad de manipulación de los relatos sobre los conflictos bélicos.


Sin embargo, y en sentido contrario, nos encontramos como sujetos pasivos de actuaciones, caso de las guerras, que quedan fuera de nuestro alcance, dando lugar a que los sentimientos de angustia se apoderen de nosotros al vernos impotentes ante lo que se nos muestra como decisiones muy alejadas de nuestras posibilidades de intervención.

También, conviene apuntar que hay algo de dolor psicológico de las guerras, como acontece en la que ha iniciado la Rusia de Putin contra Ucrania, que no es posible conocer por las informaciones que nos llegan por distintos medios. Se trata del sufrimiento que alcanza a los más débiles de la sociedad, es decir, a los niños y niñas que son las víctimas más inocentes de algo que les es ajeno, pero que lo padecen sin llegar a entender las razones de hechos crueles que, quizás, los vieran en películas, pero que, de ningún modo, podían pensar que se verían afectados por este tipo de violencia.

Aunque lo imaginemos, desconocemos lo que pasa por sus mentes o los sentimientos que ellos albergan en los momentos que viven esas dramáticas situaciones; no obstante, una vez finalizadas las guerras, o alejados de los lugares en los que se desarrollan los conflictos bélicos, es posible averiguar aquello que les marcó de modo especial cuando se les invita a que dibujen lo que recuerdan de lo vivido.

En esta línea se enmarcan las investigaciones y publicaciones realizadas por distintos autores, lo que ha conducido a que hoy tengamos excelentes libros que recogen los dibujos realizados por niños y adolescentes que conocieron de primera mano el espanto de la guerra. Es lo que sucede con tres en los que me apoyaré para realizar este trabajo.

El primero de ellos pertenece al autor francés Didier Guyvarc’h. Lleva por título Moi Marie Rocher, écolière en guerre. Dessins d’enfants - 1914/1919. En él se muestran dibujos de escolares franceses que representaron escenas de la Primera Guerra Mundial.

Otro de enorme interés es El dibujo infantil de la evacuación durante la Guerra Civil española (1936-1939) de José Antonio Gallardo, profesor jubilado de la Universidad de Málaga.

Lamentablemente, el continente africano es un lugar en el que los conflictos interétnicos son frecuentes. Esta fue la razón por la investigadora de ACNUR Sybella Wilkes llevó a cabo un trabajo con adolescentes y jóvenes en los campos de refugiados de Kenia. Una vez finalizada la experiencia, los recopiló en el libro que lleva por título Un día tuvieron que huir.


Comenzando por el tercero de los libros, en la portada del artículo he mostrado el dibujo de un chico de Sudán del Sur que huía de las fuerzas sudanesas que perseguían a los miembros de su etnia disparándoles a matar. Finalmente, pudo llegar extenuado al campamento de Kakuma en Kenia. Tras la petición de Sybella Wilkes, realizó ese dibujo al tiempo que en su lengua nativa escribió lo siguiente:

“Fue terrible. La gente estaba gritando y chillando: ¡Corre, nada, huye, huye! ¿Dónde estaba mi amigo? El río se lo llevó. Nadie era amigo de nadie. ¿Cómo puedes ser amigo de alguien cuando hay gente que te está disparando? La corriente del río era rápida y tienes que meterte dentro de ella. El bang-bang y el fuerte ruido enloquecieron mi mente y no recuerdo quién estaba allí, quién murió y qué sucedió”.

Algo similar le aconteció a David, compatriota del anterior, que tuvo también que huir con su familia de las luchas interétnicas hasta alcanzar el campo de refugiados keniata de Kakuma. El hambre y la muerte le acompañaron en su terrible experiencia. David lo describe en el siguiente comentario:

“Queríamos correr porque nos perseguían, pero teníamos que andar ya que estábamos cansados. Hacía mucho calor y estábamos hambrientos. En mi dibujo la gente está vestida, pero, por supuesto, no teníamos nada de ropa. Veíamos a la gente morir y a los buitres que se acercaban. Eran siempre los jóvenes los que tenían hambre y también los más mayores”.


Del apasionante libro de Didier Guyvarc’h, he extraído tres dibujos de los numerosos que aparecen en sus páginas, entre los que se encuentran los dos que acabamos de ver. Son relatos visuales de los escolares franceses que conocieron la Primera Guerra Mundial y que han llegado hasta nosotros como manifestación de que el miedo y la angustia quedaron anclados en sus memorias. Son recuerdos plasmados en dibujos que, a pesar de la pérdida de calidad por el paso del tiempo, no han perdido su valor de auténticos documentos.

Los dos precedentes pertenecían a un alumno del colegio Bohéas de París. En el primer dibujo vemos a un niño que va a ser fusilado y, en el segundo, aparece ya muerto yaciendo en el suelo. Traduzco del francés lo que su autor escribió:

“Al comienzo de la guerra actual, una columna prusiana pasa por un arbolado y allí ven a un chico de unos doce años. El oficial le pregunta dónde se encuentran los franceses. Mutismo del chico que lo sabe. Un poco después, los prusianos son atacados con fusiles. Vuelven a encontrar al chico de nuevo y se le considera como culpable, por lo que es fusilado después de haber sido tratado como arrogante”.

Lógicamente, el pequeño autor de estos dos dibujos no conoció directamente estos acontecimientos; lo recibió como relato y modelo de una conducta ejemplar por parte de sus mayores, pues él no pudo presenciar los hechos.


Dos de los temas que aparecen con mayor frecuencia en los dibujos de los escolares franceses vienen referidos a las visitas a las tumbas de los familiares que habían fallecido en la guerra, así como escenas de los refugiados que tenían que encerrarse en diversos lugares, caso de los colegios, ya que estos también se destinaban a la protección de las familias.

El dibujo que acabamos de ver pertenecía a un niño de 12 años. En él nos muestra a dos personajes masculinos, con los gorros en sus manos, mirando a una simple tumba realizada en la tierra y en que el chico ha trazado una cruz con dos palos y un par de arbustos. Al fondo, un campesino sigue arando en el campo, pues el trabajo debe continuar, incluso en las situaciones más adversas. Era la experiencia que había vivido con su padre y su hermano mayor, aunque él mismo no se representa. En la parte inferior de la lámina había escrito “Visite à une tombe”.


No hace mucho publiqué en este mismo medio un artículo que llevaba por título Evacuaciones de guerra vistas por niños. Por aquellas fechas se estaban produciendo las huidas desesperadas de una parte de la población de Afganistán que sabía del terrible destino que le esperaba con el gobierno de los talibanes.

Bien es cierto, que los dibujos que comentaba en esa ocasión estaban referidos a las evacuaciones niños y niñas, junto a familias, que se produjeron durante la Guerra Civil española. De ese artículo, que puede consultarse, he seleccionado tres escenas como muestra de la tragedia que viven los más pequeños en las guerras que se desatan a lo largo del tiempo y en cualquier lugar del mundo.

Por entonces, no podíamos intuir lo que acontecería con la ocupación y agresión de Ucrania por parte de la Rusia de Putin. La huida masiva de población, por una acción abiertamente planificada por el gobierno que dirige Vladimir Putin, cae dentro de los ‘crímenes de lesa humanidad’ que un día deberían ser juzgados por la Corte Penal Internacional. También, como ya sabemos, de los horribles ‘crímenes de guerra’ que de ningún modo pueden ser olvidados.

El problema reside en que hay diez países (Estados Unidos, Rusia y China, también India, Israel, Cuba, Irak, Libia, Qatar y Yemen) que no reconocen a este organismo con sede en La Haya. Y si las tres grandes potencias quieren quedar impunes de posibles crímenes de guerras en las que han participado o puedan hacerlo en el futuro resulta muy difícil que se puedan juzgar a militares o políticos de esos países. Esta es una de las grandes hipocresías que se vive en el orden internacional.

AURELIANO SÁINZ

3 abr 2022

  • 3.4.22
A quienes les gustan las obras de José Saramago, ese gran escritor portugués que recibió en Premio Nobel de Literatura en 1998, pueden recordar que una de sus primeras obras llevaba por título Viaje a Portugal. En ella hacía un recorrido por gran parte de la geografía portuguesa y expresaba su enorme conocimiento y el amor por sus raíces.


Pero Saramago también amaba a España, de ahí que en ese largo periplo por las tierras y la historia de su país apareciera, en medio de tantos nombres portugueses, el extremeño de Alburquerque, pueblo en el que yo nací y que tiene unos estrechos vínculos con las gentes del país hermano por su proximidad con la frontera que ahora se atraviesa sin que uno sea consciente de ninguna línea, ni siquiera imaginada, de separación.

La razón de que el nombre de Alburquerque saliera en el libro de Saramago, que vio la luz en 1981, se debe a que algunos pueblos lusos próximos, como Marvão o Castelo de Vide, se sienten como formando parte de un territorio y de una historia común y en los que se vislumbran las magníficas fortalezas medievales que poseen y que hemos heredado de aquellos siglos en los que los conflictos entre los reinos de Castilla y Portugal eran habituales. Aunque, sin dejarme llevar por inclinaciones locales, no me cabe la menor duda que la de Alburquerque, que aquí muestro, es de una belleza excepcional.


Esos vínculos, para quienes pertenecemos a comunidades que colindan con las tierras portuguesas, son muy fuertes. Lo sorprendente es que, sabiendo que hay nueve provincias que parecieran pegadas al mapa de Portugal (desde Huelva, en el sur, hasta Pontevedra, en el norte), no existiera el mismo ánimo hacia las tradiciones y la cultura portuguesas en el resto de nuestro país.

Lo indicado da lugar a que los intercambios sean más fluidos entre territorios vecinos. Es por lo que, en esta ocasión, quisiera hablar de un reciente viaje a Portugal realizado por un numeroso grupo de amantes del patrimonio luso que partieron desde diferentes puntos (Alburquerque, Badajoz, Cáceres…), lo que dio lugar a que los desplazamientos tuvieran que realizarse en coches hasta el punto de encuentro: Castelo de Vide.

Esta nueva visita me hace recordar a las que con frecuencia programábamos en autobús desde la Asociación para la Defensa del Patrimonio (Adepa) para acercarnos a distintas localidades del país vecino con el fin de conocer su rico patrimonio arquitectónico. No obstante, la llegada de la pandemia supuso un paréntesis de las actividades de la asociación y, entre ellas, claro está, las que implicaban desplazamientos.

Una vez que la situación parece ser que adquiere ciertos visos de normalidad, dos miembros de Adepa, Esteban Santos y Pablo Bozas, acuerdan con Moisés Cayetano, profesor jubilado y gran conocedor de la historia de Portugal, programar un viaje que tendría su punto de encuentro en Castelo de Vide, lugar en el que nació Fernando José Salgueiro Maia, uno de los capitanes del 14 de Abril o de la Revolución de los Claveles, que marcó el fin de la dictadura salazarista y el comienzo de la democracia y las libertades en Portugal.


La cita de todos los participantes era precisamente en el cementerio de Castelo de Vide, ya que allí se encuentra la tumba y la lápida en la que se homenajea a este admirable soldado portugués, al que tanto quieren y admiran los vecinos de la localidad. Sería el propio Moisés Cayetano, autor de una muy trabajada biografía de este personaje castrense, quien a lo largo de la jornada ilustrara los recorridos que se realizarían.


Otro de los que colaboraron de modo activo en las explicaciones de la primera villa visitada fue Carolino Tapadejo, antiguo alcalde de la localidad. Y puesto que la revista Azagala fue también promotora de la visita a Portugal, recojo las palabras que su director, Francisco José Negrete, dedicó al experto guía de la villa portuguesa:

[Participó] el propio Carolino, que fue alcalde de Castelo de Vide, hombre muy reconocido en Portugal en el aspecto político, pero también en los del turismo y la historia. Con él inició la preciosa villa de Castelo su expansión turística. No en vano, estrechó lazos con los descendientes de la numerosa comunidad de judíos que vivieron en esa localidad. Logró que el presidente de la República Mario Soares la visitara junto con autoridades de Israel, en un acto en el que Soares pronunció una frase para la historia en la Fonte da Vila de Castelo, donde pidió perdón en nombre de Portugal a los judíos que fueron perseguidos en su país, palabras que aparecieron en la prensa nacional portuguesa y en la israelita. Desde entonces no ha dejado de crecer el número de judíos que visitan la hermosa villa rayana”.


La admiración que a Salgueiro Maia le profesa su pueblo queda plasmada no solo por la forma destacada con la que se le presenta en el cementerio, sino también con el busto que se encuentra en la localidad. A ello habría que añadir el Centro de Cultura, convertido en museo, ubicado en el interior del castillo y en el que se recogen y muestran muchos de los elementos que configuran su vida, tanto en su faceta civil como persona militar.


Allí, el amplio grupo que acudió a esta cita pudo contemplar un excelente documental sobre la vida, un tanto azarosa, de Fernando José Salgueiro Maia. Una vez que acabó la comida por todos compartida, quedaban pendientes por conocer los restos de la ciudad romana de Ammania, ubicada en São Salvador da Aramenha, así como volver a acercarse a Marvão, para recorrer esta pequeña villa enclavada en lo más alto de un empinado cerro.

Quisiera cerrar la presentación de este viaje a Portugal recordando de nuevo a uno de los escritores por el que mayor admiración siento, sea como persona o en su faceta literaria. Estoy seguro de que José Saramago, un gran defensor de una mayor unidad de España y Portugal, vería con agrado estas experiencias que, a fin de cuentas, son una forma de revivir aquellos viajes que con tanta pasión él realizó por su tierra en la primera parte de su vida.

AURELIANO SÁINZ
FOTOGRAFÍAS: AZAGALA / ESTEBAN SANTOS (CEDIDAS)

27 mar 2022

  • 27.3.22
El día 11 de marzo de 2004 nos despertamos con una terrible noticia que conmovió a toda España, dado que, pasados unos minutos de las siete y media de la mañana, se produjeron diez explosiones casi simultáneas en cuatro trenes de la red de Cercanías de Madrid.


La noticia muy pronto se extendió por todos los medios de comunicación que aparcaron los programas que estaban emitiendo para informar de esta noticia. De modo especial, los canales de televisión comenzaron a emitir imágenes de los vagones de trenes destrozados como si fueran de juguete, al tiempo que también podían verse en las pantallas escenas terribles de los numerosos heridos, repartidos por todos los sitios, junto con las ambulancias que comenzaban a desplazarse a los escenarios en los que se habían producido las explosiones.

Por mi parte, dado que una profesora amiga, antigua alumna de la Facultad, impartía docencia en uno de los colegios de la barriada El Pozo del Tío Raimundo, muy cercano al lugar en el que uno de los trenes había sufrido un atentado, me puse en contacto con ella para ver cómo se encontraba, al tiempo que le preguntaba por la situación de los niños de su clase.

Me explicó que los pequeños estaban muy nerviosos y alterados, dado que algunos de ellos iban caminando hacia el colegio cuando se produjeron las detonaciones. También me indicó que el colegio estaba cerrado y vigilado por la Policía para que nadie pudiese entrar ni salir del mismo. A las familias se les informaban puntualmente, tranquilizándolas, al tiempo que se les aconsejaba que no fueran al colegio a recogerlos, pues corrían peligro al no saber qué acontecía en el exterior.

Las dudas de si había sido un atentado terrorista de ETA o de grupos radicales islamistas pronto empezaron a aclararse, a pesar de que algunos medios insistían en la autoría de ETA. Finalmente, la Audiencia Nacional sentenció que fueron miembros de Al Qaeda y del Grupo Islámico Combatiente Marroquí; sentencia que, posteriormente, fue reiterada por el Tribunal Supremo.

Para seguir la línea de investigación que a lo largo del tiempo he llevado a cabo sobre la violencia y cómo es percibida por los escolares, pasados unos días, le pedí a esta profesora amiga que me hiciera el favor de indicarles a los niños y niñas de su centro que dibujaran en una hoja en blanco la escena que ellos quisieran de lo que sabían de estos atentados.

De igual modo, y puesto que las informaciones fueron muy abundantes, también hice esta petición a profesores que no eran de centros de Madrid, con el fin de comparar las interpretaciones que realizaban los escolares de colegios próximos a los lugares de los atentados con las de quienes, al vivir lejos de la gran ciudad, los habían visto por la televisión.

De entre los primeros, he seleccionado para la portada el dibujo de un niño de 7 años que tuvo conocimiento de los atentados por la proximidad de su colegio a los hechos acontecidos. La escena es verdaderamente dantesca, pues parece realizada por un pintor expresionista. En ella vemos uno de los vagones hecho un verdadero amasijo de hierros devorado por las llamas, al tiempo que los cuerpos de heridos y mutilados, tanto de hombres como mujeres o niños, se encuentran esparcidos por el suelo.


La escena del dibujo de la portada contrasta con la del que acabamos de ver, realizada por otro niño de un colegio de un pueblo de Badajoz, quien contempló las imágenes por la televisión, a pesar de que sus padres estuvieron al tanto de que no recibiera por la pantalla las escenas más dramáticas. Esto dio lugar a que trazara con bastante precisión una visión aérea de un tren de Renfe, con uno de los vagones roto por la explosión que tuvo. No traza personajes en el entorno y en las vías del ferrocarril, por lo que es un dibujo desdramatizado, dado que únicamente añade una ambulancia con el número 112.


Tal como indico, los escolares de los colegios de Madrid sí que plasmaron escenas cargadas de un enorme dramatismo. Así, en el dibujo precedente, volvemos a ver un vagón partido en dos que arde en llamas, rodeado de personas heridas o mutiladas por el suelo que intentan caminar aunque les falte una pierna ya que ha sido sesgada por la metralla que les ha alcanzado.


Un dato a tener en cuenta fue el alto número de heridos y fallecidos en estos atentados. Los datos finales confirmaron 192 muertes, de las cuales 142 correspondían a ciudadanos españoles y 50 a personas de otras nacionalidades. El hecho de que hubiera este número tan elevado de extranjeros se debe a que, a esa hora de la mañana, los trenes se encontraban llenos de viajeros que iban a sus lugares de trabajo. Quizás esta gran cantidad de heridos y fallecidos fuera motivo por el que la niña autora del dibujo anterior, tras haber trazado el vagón en la parte superior de la lámina, dejara un amplio espacio para plasmar las numerosas ambulancias que venían en auxilio de los afectados.


Al igual que en el artículo dedicado a los atentados del 11-S de las Torres Gemelas de Nueva York hubo escolares que en sus dibujos se centraron en los auxilios a las personas afectadas, también en este trabajo que llevé a cabo hubo niños y niñas que se fijaron en los auxilios de los enfermeros que acudían en ayuda de los heridos. Es lo que hace este niño de 8 años que muestra a dos enfermeros transportando en una camilla a un afectado. En este caso, sin el dramatismo que apreciamos en el dibujo siguiente.


Aunque las imágenes recibidas por televisión pudieran ser impactantes, lo cierto es que la proximidad a los lugares de conflictos bélicos o de atentados terroristas proporciona, lógicamente, una mayor tensión emocional en los escolares. Es lo que acontece con el dibujo de la niña de 7 años de la barriada del Pozo del Tío Raimundo de Madrid que acude a describir sus sentimientos añadiendo frases de dolor a los protagonistas de la escena que ha elaborado, al tiempo que comentarios personales a favor de la paz y en contra de la violencia.


Pasados los días de mayor dramatismo, la población se movilizó en apoyo a las víctimas y sus familias. Esto dio lugar a que en el Parque del Retiro se creara el Bosque de los Ausentes, pasando, posteriormente, a llamarse Bosque de los Recuerdos, como homenaje a los 192 fallecidos. De igual modo, al lado de la estación de Atocha se levantó un monumento de cristal cilíndrico con los nombres de todos los que habían perdido sus vidas. Otro de los modos que tiene la gente de expresar su dolor es llevando al lugar de los hechos ramos de flores, pequeños peluches o mensajes escritos de recuerdos, tal como lo muestra la autora del dibujo precedente.


Quisiera cerrar este breve recorrido acerca del mayor atentado terrorista que ha sufrido nuestro país con un dibujo altamente expresivo y que, alejándose de la descripción gráfica de los hechos, el pequeño autor acude al simbolismo al dibujar con ceras un cielo que descarga una gran cantidad de rayos rojos sobre los vagones del tren, o, quizás, sean llamaradas que desde el tren se alzan al cielo como expresión del horror de esta gran tragedia. Una tragedia que debe hacernos claramente solidarios con la población de Ucrania que sufre el terror de los atentados planificados desde el Kremlin.

AURELIANO SÁINZ

20 mar 2022

  • 20.3.22
Cuando se inicia una guerra, o se ataca a un Estado independiente, como sucede en la actualidad con Ucrania, el país agresor busca razones que apoyen y den sentido a su actuación militar. Es difícil pensar que se comienza un ataque de las dimensiones de las que acontecen en la actualidad, que nos sitúa en la incertidumbre de un posible conflicto bélico de dimensiones internacionales, si no se cuenta con apoyos, no solo políticos, militares o económicos, sino también ideológicos. Y, llegado el caso, también habría que incluir los de tipo religioso.


En la actualidad, por los distintos medios periodísticos, se nos informa de los oligarcas que, junto a la cúpula militar, forman el círculo más cercano de Vladimir Putin; aunque, bien es cierto que todas las miradas, como no puede ser de otro modo, se centran en el presidente ruso, debatiéndose, incluso, sobre las posibles patologías mentales que pudiera tener.

Complicada tarea esta última, dado que lo que Carlos Castilla del Pino llamaba el espacio de la propia intimidad psicológica es difícil de conocer. No sabemos qué piensa y qué siente. De todos modos, no es necesario ser un experto en psicología para entender que es un sujeto lleno de odio y que carece de sentimientos básicos como son el de la compasión o el de la empatía, o, lo que es lo mismo, saber ponerse en la situación de los demás. Esto es algo común en los seres cargados de megalomanía o delirios de grandeza.

No obstante, tal como apunto, estos personajes necesitan verse arropados por otros que en la población tienen gran predicamento por el rango que ostentan. Es lo que sucede con el apoyo que ha recibido por parte de Kirill (o Cirilo I), patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa en su ataque a Ucrania, justificándolo con algo que nos resulta insólito.

Pero antes de que veamos cómo el patriarca ruso ha defendido la guerra contra Ucrania, conviene que retomemos algunas declaraciones que tiempo atrás realizó a la agencia rusa de noticias RIA Novosti (recogidas por Europa Press) contra el feminismo y los avances sociales de la mujer.

Según Kirill (cuyo nombre original es también Vladimir), “el feminismo es muy peligroso, ya que proclama una falsa libertad para las mujeres para que sean puestas por encima del matrimonio y la familia”. Más adelante añade, “la ideología feminista no se centra en la familia o en traer hijos al mundo, sino en una función diferente de la mujer que se sitúa frecuentemente contra los valores familiares (…), por lo que no es casualidad que la mayoría de las líderes feministas sean mujeres solteras (…) Las mujeres han de ser ante todo el centro de la vida familiar, las guardianas del hogar”.

Más allá de las invectivas contra los avances de los derechos de las mujeres, en un sermón del domingo 6 de marzo, y según recoge el diario italiano Il Corriere della Sera, Kirill justificó el ataque contra Ucrania diciendo nada menos que “es correcto luchar en una guerra contra el lobby gay”.

No deja de ser insólito que culpe a los homosexuales y justifique que Putin haya dado la orden de atacar a un país soberano porque, en sus propias palabras, la prueba fehaciente de la decadencia moral de Occidente es “muy simple y a la vez terrible: es un desfile gay”.

Parece que al patriarca Kirill los desfiles gais, que anualmente se dan citas en ciertas ciudades de países occidentales (y que supongo se habrá realizado en alguna de Ucrania), resulta ser la palpable demostración de que, según sus propias palabras, “se trata de imponer por la fuerza un pecado condenado por la ley de Dios, y por lo tanto, obligar a las personas a negar a Dios y su verdad”.

Ante tanta majadería, resulta muy saludable acudir a los dos últimos libros del teólogo Juan José Tamayo, uno de los grandes referentes españoles de la Teología de la Liberación. Llevan por título La Internacional del odio y La compasión en un mundo injusto. Tras sus lecturas, no me queda más remedio que pensar que el patriarca ruso, y su amigo Vladimir Putin, están del lado de quienes odian la libertad de las mujeres y de los homosexuales, convirtiéndolos en el centro de los males que tiene la humanidad.

No quiero extenderme mucho, por lo que traería unas de citas extraídas de los libros este gran teólogo para que entendamos que esas soflamas no tienen nada que ver con la liberación de las personas, ni siquiera desde una perspectiva religiosa.

“Algunas manifestaciones de odio de los movimientos religiosos integristas”, apunta Juan José Tamayo, “están impulsadas con frecuencia por sus dirigentes, en alianza con los políticos y organizaciones de la derecha y de la extrema derecha”.

Sobre la mujer nos dice: “La responsabilizan de la autonomía, la libertad y el empoderamiento de las mujeres, a quienes no reconocen como sujetos religiosos ni morales ni teológicos, sino como inferiores, dependientes, subalternas (…). En este sentido puede hablarse de las religiones en sus manifestaciones patriarcales como ‘opio de las mujeres’”.

Sobre la homosexualidad, destaco algunas frases: “El discurso de odio se extiende a las personas gais, lesbianas, bisexuales, intersexuales. La homosexualidad se considera una práctica sexual pecaminosa, más aún perniciosa”. Y también, como ejemplo, “El odio a las personas homosexuales ha llevado al pastor evangélico peruano Rodolfo González Cruza a afirmar que ‘los homosexuales son gente podrida, corrompida e infeliz y están condenadas a muerte’”.

Para cerrar, resulta curioso que patriarcas y pastores de sitios tan alejados entre sí, como son Rusia y Perú, odien con tanta visceralidad a los homosexuales y los “condenen a muerte”, de modo que a ellos nos les importen las atrocidades de las guerras más despiadadas, pues, a fin de cuentas, serían para exterminar a la “gente podrida y corrompida”.

Como vemos, Putin no solo tiene el apoyo de esos oligarcas o magnates mafiosos que se hicieron supermillonarios a partir del hundimiento de la antigua Unión Soviética, sino que también cuenta con personajes tan poderosos como son algunos líderes religiosos a los que la gente escucha creyendo oír en ellos la voz divina. Y esto segundo no me cabe la menor duda que es un auténtico problema, pues el odio, el fanatismo y la ignorancia se unen a la misoginia y la homofobia como si fuera una antigua plaga bíblica que no toca en la actualidad padecer en pleno siglo XXI.

AURELIANO SÁINZ

13 mar 2022

  • 13.3.22
El ataque que ha sufrido Ucrania por la Rusia de Putin ya empieza a entenderse como una verdadera tragedia humana en muchos sentidos. Y uno de los que se nos informa por los medios de comunicación es el de la enorme cifra de ucranianos que huyen para ser acogidos como exiliados a los países colindantes huyendo del horror y de una más que posible muerte.


La cifra de refugiados que, en la actualidad, nos ofrece el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) es de 85 millones en todo el mundo. Cifra escalofriante, pues es casi el doble de toda la población española. Y ahora hay que sumar la de los que salen de Ucrania y que, por suerte, la Unión Europea les ofrece refugio sin condiciones de número.

También, en medio de este enorme desastre, podemos ver la cara de humanidad en los gestos de solidaridad que se han expresado a través de la incorporación de forma estable a familias ya formadas, como son las familias adoptivas, o las que lo hacen de manera temporal, es decir, las familias de acogida.

Por mi parte, quisiera indicar que sí he investigado con cierta profundidad en el desarrollo emocional de niños y niñas en familias adoptivas, como suelo hacer de modo habitual a través de sus dibujos y de las charlas que mantengo con ellos.

Sobre los casos de acogidas temporales, los estudios que tengo son los de niños y adolescentes saharauis que residen en los campos de refugiados de Tinduf, en el sur de Argelia, y que vienen a nuestro país durante el verano en programas ya organizados, lo que supone una tranquilidad para sus familias biológicas.

De todos modos, al conocer otros casos puntuales de familias de acogida, me ha parecido pertinente realizar un artículo de manera conjunta, ya que, de algún modo, hay algo común en ambas modalidades. Así, niños y niñas deben aprender a vivir en una familia que los recibe y acoge. También, por lo que tanto los padres y madres, como sus posibles hermanos de adopción o acogida temporal, tienen que asimilar lo que implica la integración, fija o temporal, de nuevos miembros, puesto que los adoptados pueden atravesar los mismos problemas familiares que los biológicos.

El dibujo de la portada nos puede servir de ejemplo de lo que acabo de comentar. Corresponde a una niña de 8 años, que había sido adoptada por unos padres que tenían previamente hijas biológicas mellizas. Transcurrido el tiempo, se produjo la separación de sus padres adoptivos.

Ese conflicto emocional lo expresa la niña al trazar la figura de la madre en el centro de la lámina. Posteriormente, trazó con lápiz negro la del padre, pero al momento la borró, como si ya no formara parte de la familia. Más tarde, y algo distanciadas de ella, las de sus hermanas mellizas. Pasó, finalmente, a dibujarse a sí misma con su mascota y la casa, a la que sorprendentemente llama “hotel”.


Si la acogida es temporal y el menor pequeño, hay que ser consciente de que entre los retos con los que se comienzan, si el menor procede de un país con idioma distinto, se encuentra el que tendrá que aprender la lengua y expresarse con el de la familia de acogida.

Es lo que sucede con la autora del dibujo anterior, una niña de 6 años, que se dibujó entre su padre y su madre de acogida, con la misma forma y el mismo trazado, lo que indica que la pequeña se sentía muy querida en ese nuevo hogar temporal, al tiempo que aprendía a escribir las primeras palabras del español.

Puesto que estamos hablando de adopción, conviene indicar que uno de los autores de referencia en este tema es Jesús Palacios, catedrático de Psicología Evolutiva en la Universidad de Sevilla. Este profesor y autor de numerosas publicaciones sobre esta cuestión nos dice que debemos considerar que las familias adoptivas son muy diversas: familias biparentales y monoparentales; parejas heterosexuales y homosexuales; con hijos biológicos previos o sin ellos; adoptantes de un solo niño o más de uno; que lo hacen de bebés o de niños algo mayores; con problemáticas especiales o sin ellas, etcétera.


Como ejemplo de lo que nos indica Jesús Palacios, muestro el dibujo de una niña de origen chino de 10 años. En este caso, se trata de una familia monoparental, puesto que su madre de adopción no estaba casada ni unida en pareja. La pequeña comenzó dibujando a su madre adoptiva, para pasar, en segundo lugar, a ella misma. Su concepción de la familia se ampliaba con las dos hermanas de su madre (sus “titas”) y las hijas de estas, que las había asumido como sus primas.

Llama la atención que todos los rostros los dibujara de modo similar: ovalados, con dos circulitos para los ojos, sin nariz y con bocas lineales sonrientes, como si la niña quisiera manifestar que todas las figuras femeninas se parecen a ella y entre sí, expresando, de este modo, que se siente querida y que vive en un ambiente dichoso.


Sobre la adopción suelen existir bastantes ideas erróneas, como la creencia de que hay muchos bebés huérfanos que esperan ser adoptados, cuando, según Jesús Palacios, “la realidad es que quienes esperan ser adoptados tienen cierta edad, y casi en ningún caso llegan a la adopción a través de la orfandad, sino por la vía del abandono o el maltrato”.

Lo que he indicado anteriormente nos conduce a erradicar la idea de que la vida de un niño o una niña adoptados parte de cero, ya que no es una página en blanco sobre la que se comienza a escribir la nueva historia de los padres y del hijo adoptado.

De todos modos, según Jesús Palacios, “la vida familiar adoptiva transcurre por senderos muy parecidos a los de cualquier otra familia, con sus muchas alegrías y sus inevitables tensiones, con sus satisfacciones y sus frustraciones…”.

¿Qué sienten, pues, los hermanos o hermanas de un nuevo miembro incorporado a la familia? Si se les ha preparado bien, lo más probable es que lo acojan con cariño y atenciones. De todos modos, es casi inevitable que en el proceso de desarrollo surjan celos, incluso, que haya casos que lo sientan como un “intruso” que se ha incorporado a la familia. Es lo que expresa la autora del anterior dibujo, una chica de 11 años, cuando en clase se les pidió que dibujaran la familia.

Como vemos, en el lado izquierdo de la lámina se encuentran su padre y su madre que tienen cogidos de la mano al niño que habían adoptado. La autora no se recata de poner claramente “hermano adoptado”, para que entendamos que, por un lado, están los hijos biológicos y, por otro, el que no lo es.

Posteriormente, dibuja a sus dos hermanos y, en el extremo derecho, se traza a sí misma con un hipotético novio, de manera que debajo de ambos escribe “yo en el futuro”. En este caso se siente desplazada de la atención y del cariño de sus padres, manifestándolo, también, por la lejanía en el dibujo con respecto a sus padres y por el hecho de haber sido la última en representarse.


Tal como se ha apuntado, la variedad de situaciones en las familias adoptivas y de acogidas en muy grande, por lo que dar respuestas generales se hace complicado. De todos modos, madres y padres que acogen en el hogar a un nuevo miembro, en la actualidad, suelen estar preparados para afrontar los retos que se les presentan y son capaces de llevar adelante su integración.

Es lo que nos manifiesta en su dibujo Marta, una chica de 12 años, que se dibuja entre su padre de acogida y su hermana mayor, como si fuera un miembro más de una familia que la expresa toda dichosa y sin que manifieste ningún elemento negativo en su hogar de adopción.

Para cerrar esta breve incursión en los hogares de adopción o de acogida, quisiera expresar que en medio del horror que ese siniestro personaje que es Vladimir Putin, y la cohorte de políticos y oligarcas que lo rodean, resulta posible ver rasgos de humanidad en quienes ofrecen su apoyo, de una manera u otra, a las familias o a los niños y adolescentes que sufren esta cruel guerra que han desatado contra su país.

AURELIANO SÁINZ

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