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Mostrando entradas con la etiqueta En compañía de un libro [Carmen García Tejera]. Mostrar todas las entradas
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27 may 2023

  • 27.5.23
He de confesar que, en el momento de su publicación, me resultó inquietante este título: me resistía a creer que el poeta Rafael Guillén quisiera poner punto final a su ya larga trayectoria creativa, reflejada en numerosas publicaciones y jalonada por tantos premios y distinciones.


Igualmente me desconcertó –por paradójico, tal vez– este paréntesis también integrado en el título, con el que el poeta cerraba el “Pórtico” que abre este poemario, que no es sino la expresión de un deseo –punto de partida pero también final y meta– de su quehacer amoroso-poético: “… no sé, quisiera, / tal vez, sólo decirte / lo que nunca sabré decirte”.

Ahora, cuando acabamos de conocer la noticia del fallecimiento del poeta (Granada, 1933-2023), uno de los máximos representantes de la Generación o Promoción del Mediosiglo, volvemos a este último poemario, comenzando por ese Pórtico para 32 poemas de amor.

Poemas en los que se han instalado las dudas y las incertidumbres; las preguntas sin respuestas. Un amor transmutado en poesía en la que se rompen todos los límites (de la corporeidad, del espacio, del tiempo…); una poesía que renuncia a cualquier evidencia sensible y que se convierte en búsqueda incesante de la esencia amorosa.

Porque el proceso constante de búsqueda es una de las claves que configura la poesía de Rafael Guillén, ya desde sus inicios. Y en esa búsqueda no duda en aventurarse por cualquier camino, en adentrarse en ámbitos tan en apariencia ajenos al mundo poético como es el campo científico.

Su ansia de conocimiento lo impulsa a concebir mundos en los que se superponen espacios y tiempos, algo que lo llevaría a “Vivir en varias dimensiones / y edades, pero simultáneamente, / integrado en el soplo / creador, múltiple y uno / que hizo girar el universo”.

¿Dónde situar, entonces, a la mujer amada? No en lugares concretos; no en momentos puntuales: la amada –que trasciende cualquier concepto de espacio y tiempo– es la única certeza en medio de tanto caos, de tanta confusión: “Tu amor es la constancia de que existo, / el desmantelamiento de cualquier teoría / que menoscabe el reino del instante; / es la certeza de que no me miente / un más allá que desconozco; / es una tabla salvadora que se mece / en la marea del absurdo”.

Es la de Rafael Guillén una poesía amorosa que evita los convencionalismos de gran parte de la poesía amorosa. Más allá de una dimensión exclusivamente temporal, material o espiritual, concibe el amor como “…Horno / de fundición, tamiz, crisol donde convergen / los dones todos, todas / las pesadumbres”.

Se nos ha ido el poeta. Pero ahí están sus poemas, su voz. Y repetimos, ahora, haciendo nuestros los últimos versos de la composición que cierra el libro: “Me llegará tu voz, tan cálida, / entre los algodones de una niebla fría, / como empapada en un silencio/ definitivo,…”.

Ficha técnica

Título: Últimos poemas (Lo que nunca sabré decirte.
Autor: Rafael Guillén.
Edita: Fundación José Manuel Lara (Vandalia, 90).
Ciudad: Sevilla.
Año: 2019.
ISBN: 9788417453336.

MARÍA DEL CARMEN GARCÍA TEJERA
FOTOGRAFÍA: RAFAEL GUILLÉN (WEB OFICIAL)

26 abr 2023

  • 26.4.23
En 2017, Héctor Abad Faciolince (Medellín –Colombia-, 1958) nos sorprendió con una apasionante novela, El olvido que seremos, cuyo éxito culminó con la versión cinematográfica de Fernando Trueba en 2020. El pasado año ha vuelto con esta otra novela, Salvo mi corazón, todo está bien, en la que nuevamente resalta la bondad y la rectitud moral del protagonista.


Lógicamente, se trata de una historia diferente aunque basada también en un caso real. En ella se nos narra la transformación que sufre un sacerdote, Luis Córdoba, durante los meses en que espera un trasplante de corazón. Es una persona buena, de rectos principios morales, amante de la vida y de la amistad, experto en música –especialmente ópera– y en cine.

Para evitar la fatiga que (dado su estado) le causa tener que subir las escaleras de la residencia sacerdotal en la que vive, se traslada a la casa de unos amigos en la que habitan la esposa (recién separada) con sus dos hijos, y la empleada doméstica, madre soltera de una niña.

La convivencia con ambas mujeres y con sus respectivos hijos le hace descubrir unas formas de vida que nunca antes se había planteado: la paternidad y el matrimonio; las posibilidades nuevas que aporta, en su conjunto, la vida familiar.

Hasta tal punto se metamorfosea su existencia durante este periodo que decide emprender una nueva vida tras someterse a una delicada operación quirúrgica (puesto que no hay posibilidad de encontrar un corazón compatible para hacerle un trasplante).

El título de la novela está tomado del último verso de un soneto del escritor colombiano Eduardo Carranza. El corazón, en efecto, es una clave esencial para la interpretación de esta novela. Nos referimos al corazón en el doble sentido del término: como motor que impulsa y garantiza la vida pero también como depositario de nuestros sentimiemtos (buenos y malos).

Todo ello presidido por la condición paradójica en que nos movemos los seres humanos, que se hace patente a lo largo de toda la obra. Luis Córdoba bromea a menudo con su problema cardiaco asegurando que, en su caso, le supone un contratiempo “tener un corazón grande” (puesto que padece una miocardiopatía idiopática), o cuando afirma que “ha perdido la FE” (acrónimo con el que en cardiología se denomnina la “fracción de eyección ventricular izquierdo”).

Más allá de estos ejemplos, podemos comprobar cómo, a lo largo de la lectura, nos encontramos con otras situaciones igualmente paradójicas: el esposo y padre que, teniendo una familia, ha decidido separarse de ella, frente al sacerdote amigo que, obligado a observar el celibato, descubre la felicidad que supone amar a una esposa y a unos hijos. Observamos igualmente que, con la bondad y la belleza, coexisten situaciones personales insostenibles y seres malvados dispuestos a arruinar la vida de otros.

En el portón de la granadina Casa de los Tiros campea el siguiente lema: “El corazón manda”. Un lema perfectamente aplicable a esta novela que supone en todo momento un canto a la vida por parte del protagonista, incluso cuando tiene conciencia de hallarse a las puertas de la muerte; una defensa de la necesidad de ser feliz (y de trabajar para conseguir este objetivo, aunque el camino se encuentre repleto de obstáculos) y, en definitiva, una reivindicación de la necesidad de amar.

Ficha técnica

Título: Salvo mi corazón, todo está bien.
Autor: Héctor Abad Faciolince.
Edita: Alfaguara.
Ciudad: Madrid.
Año: 2022.
ISBN: 9788420461854.

MARÍA DEL CARMEN GARCÍA TEJERA

28 mar 2023

  • 28.3.23
El 28 de febrero de 2020, en la sesión conmemorativa del Día de Andalucía, el Ayuntamiento de Arcos de la Frontera (Cádiz) entregaba a los familiares del pintor local Alfonso Guerra Calle la Medalla de la Ciudad que le había sido concedida meses antes en atención a su trayectoria artística en la que siempre estuvo presente su ciudad natal: sus gentes, sus paisajes, sus colores, su luz… Mientras, el pintor vivía sus últimos momentos en el cercano Hospital de Jerez de la Frontera, donde fallecería horas más tarde.


Con esta publicación –auspiciada por la Diputación gaditana y el Ayuntamiento de Arcos– se rinde un merecido homenaje a ese niño pastor que, desde su nacimiento (1950, en la Junta de los Ríos, barriada rural de Arcos) sintió muy pronto la necesidad de trasladar su visión del mundo que le rodeaba al papel o al lienzo… aunque por entonces hubiera de conformarse, a falta de otros instrumentos, con trazar unas líneas en la tierra que pisaba en su recorrido con el ganado o en las rocas que encontraba a su paso, con un simple palito o un trozo de tiza.

Tras diversos avatares y venciendo grandes obstáculos, con el paso del tiempo logró cursar estudios de Grabado y Pintura Mural en la Facultad de Bellas Artes de Madrid: más tarde ampliaría sus conocimientos de grabado cartográfico en la Escuela Nacional de Artes Gráficas de la capital.

A partir de entonces se suceden las exposiciones y comienza a ser muy valorado por distintos especialistas y críticos. Residente en Madrid durante más de cuarenta años, volvía con frecuencia por Arcos, donde siempre estuvo el epicentro de su inspiración, el punto de partida de su creatividad.

Olviden mis apresuradas notas biográficas y centren su atención en este libro que nos ofrece una visión más amplia y completa de Guerra Calle y su obra: tras unas breves notas introductorias del alcalde y de la delegada de Cultura del Ayuntamiento de Arcos, entramos en la conjunción de dos puntos de vista perfectamente ensamblados: la del poeta y escritor Pedro Sevilla y la del fotógrafo Juan Mariscal.

Ambos arcenses y conocedores de su paisano y de su obra; ambos artistas –uno de la palabra; otro de la imagen–. Los dos, además, comparten con el pintor un anhelo común: captar la luz en sus respectivas obras; derramar la luz, también, con sus diferentes creaciones.

Pedro Sevilla esboza la biografía del pintor. No es una biografía al uso, salpicada de datos, documentos que los verifiquen o apoyos en testimonios eruditos: el poeta arcense nos sumerge en un enclave rural de mediados del pasado siglo para que podamos conocer las condiciones de vida, el papel asignado a los diferentes miembros de la familia, el asombro del pequeño Alfonso cuando descubre ciertos secretos, su afán por reproducir –mediante procedimientos rudimentarios– todo lo que constituye su mundo…

De su mano conocemos al joven pintor, su marcha –contra viento y marea– a Madrid, su aprendizaje, sus primeros logros… sin olvidar nunca su procedencia campesina, sus gentes, sus paisajes… Según Pedro Sevilla, su pintura “no es otra cosa que una cosecha perenne, una salida al mundo de algo que ha germinado desde una oculta semilla”.

También Juan Mariscal traza la biografía de Guerra Calle a partir de sus magistrales fotografías en blanco y negro en las que luces y sombras conviven armónicamente ofreciéndonos –especialmente en sus retratos– la dimensión más humana del pintor: la profundidad de su mirada, la serenidad de su rostro, su aire entre tímido y abstraído, su amorosa relación con los pinceles y con sus lienzos...

En definitiva, la luz que irradia su persona y que inunda su entorno. Nada de poses estudiadas; nada de recursos originales que nos desvíen la atención de lo que verdaderamente importa: el pintor y su obra, punto de partida y elemento clave de la fotografía.

La publicación se completa con una amplia selección de la obra de Guerra Calle: dibujos, grabados y pinturas, precedidas por reflexiones del pintor sobre las diversas técnicas empleadas, sus inicios y su vocación pictórica, las etapas que han jalonado sus creaciones…

Encontramos en las reproducciones de sus obras sus temas favoritos, casi siempre ligados a su infancia en el sur del Sur: “Cuando pinto –confiesa– emergen recuerdos y vivencias que se reflejan en mis cuadros. Pintando campesinos en sus tareas y labores, me siento transportado a la época de mi juventud en los campos andaluces. Siempre me ha atraído la figura humana, hombres y mujeres en su vida cotidiana; el ambiente urbano, los interiores de cafés, mercadillos, etc. Me gustan los temas intimistas, figuras femeninas ensimismadas en sus pensamientos, en el tocador, leyendo un libro…”.

Todo ello aparece reflejado en esta cuidada y bien editada obra que, además de ofrecernos una amplia selección de las creaciones de Guerra Calle, se halla notablemente enriquecida –iluminada– por la mirada de otros dos artistas de la palabra y de la imagen: Pedro Sevilla y Juan Mariscal.

Ficha técnica

Título: La luz de Guerra Calle. Un lugar en el mundo.
Autores: Pedro Sevilla y Juan Mariscal.
Edita: Publicaciones de la Diputación – Ayuntamiento de Arcos de la Frontera.
Ciudad: Cádiz.
Año: 2022.
ISBN: -.

MARÍA DEL CARMEN GARCÍA TEJERA

25 feb 2023

  • 25.2.23
A lo largo de la historia de la humanidad, la muerte ha sido uno de los temas más tratados por pensadores y poetas. Ahora, el poeta Rafael Duarte (también pensador, articulista y ensayista) dedica 32 poemas (en la mayor parte de los casos, sonetos) a esta cuestión, enfocándola desde perspectivas muy diversas: tanto a partir del miedo y la incertidumbre que suscita al ser humano su propia desaparición, como del inevitable deseo de aferrarse a un posible más allá. Sin ánimo de simplificar, podríamos decir que este poemario está planteado como un tema con variaciones.


Ya en el prólogo, el poeta repasa las diversas interpretaciones que ha tenido la muerte a lo largo de la historia, en las distintas civilizaciones o creencias. Pero él –sin ignorar estas cuestiones– la presenta en este poemario desde la situación de quien conoce –o intuye– su destino, desde “las distintas percepciones de los mortales que nos acercamos a la disolución final del ser, tal como nos conocemos. Y un canto a la vida y a un Cristo muy subliminal”. Esta es su intención al escribir este libro; este es el fin que lo mueve.

La mayor parte del poemario constituye una reflexión personal sobre la profunda incertidumbre que supone para el ser humano la plena certeza de la fatal llegada de la muerte: la angustia, la agonía y el terror que le produce constatar que “solo la muerte es inmortal”.

Pero tal certeza se convierte en una fuente continua de dudas como, por ejemplo, cuando cuestiona la relación que hay entre el alma y el cuerpo, aunque llegue a la conclusión de que la muerte del cuerpo es también la muerte del alma: “El alma muere cuando yo me muero”. Asimismo se pregunta a menudo cómo se relacionan tiempo y muerte: “Es del tiempo la muerte y no la vida”, termina afirmando.

El poeta no elude tratar el papel que fe y ciencia desempeñan en nuestras vidas. ¿Tiene respuestas la ciencia para despejar nuestras incógnitas sobre la muerte? ¿Debemos, por el contrario, apoyarnos en la fe y creer en la existencia de un más allá?

El poemario va alternando oraciones, súplicas e interpelaciones a Dios en busca de una palabra que calme, más que la propia incertidumbre, el miedo al desconocimiento de lo que pueda ocurrir tras la muerte… pero casi inevitablemente se topa con el silencio divino, por lo que llega a una aterradora conclusión: “¿Es la muerte el final?”.

Pese a las dudas que lo atenazan, el poeta quiere creer en la inmortalidad, en la eternidad; en la existencia de alguna forma de vida más allá de la muerte: por eso, en una “Última oración” reconoce a Dios que “estoy rezando solo por tenerte, / para que no me acabes con la muerte…”. Porque, en caso de que no fuera así, la muerte resultaría ser el gran fracaso de Dios: “Si no hay vida sin ecos de esta vida / la muerte habrá ganado la partida. / En la disolución total del ser”.

Pero la visión pesimista sobre el más allá que planea en gran parte de la obra se reconduce en el poema que la cierra: “Canto coral del amor a mi mujer única unión con la vida terrenal”. En efecto, podemos aplicar aquí el tópico del non omnis moriar: su revisión de otro conocido tópico quevedesco, “amor más allá de la muerte”, lo induce a pensar que hay algo que sí garantiza la supervivencia humana: el amor. Por eso, concluye: “Aferrado al recuerdo de tu vida / que ni muere, ni miente ni me engaña”.

Una solución, sin duda, consoladora, pero que de ningún modo anula las consideraciones que hace el autor sobre la muerte -a las que nos hemos referido anteriormente- en este breve poemario, construido sobre la condición paradójica del ser humano –la paradoja y la contradicción están muy presentes en el grave discurrir de estos versos- que nos hace reflexionar sobre nosotros mismos, sobre el sentido de nuestra existencia mortal.

Ficha técnica

Título: Fin. Mística y Alma.
Autor: Rafael Duarte.
Edita: Del autor. Imprenta Jiménez Mena.
Ciudad: Cádiz.
Año: 2022.
ISBN: -.

MARÍA DEL CARMEN GARCÍA TEJERA
FOTOGRAFÍA: JOSÉ ANTONIO AGUILAR

25 ene 2023

  • 25.1.23
Cádiz ha sido en numerosas ocasiones referente para diversos poetas, novelistas, ensayistas. No voy a detallar a cuántos de ellos ha inspirado esta ciudad diferentes tipos de textos en los que se pone de manifiesto la belleza de su paisaje, el cambiante estado de su mar, los episodios que jalonan su pasado…


Me limito a un solo ejemplo: el del gaditano Eduardo Benot –del que en 2022 se cumplió el bicentenario de su nacimiento– en cuyo único y poco conocido poemario, España (Madrid, 1905), canta esas bellezas que su ciudad natal ofrece a la vista, así como la valentía y el arrojo de los gaditanos en determinados momentos de la historia.

Ahora, Juan Rafael Mena se suma a esta lista de escritores que ensalzan tanto la población como a sus gentes: en este libro va alternando la visión poética de una ciudad de tintes mágicos con la evocación (en prosa) de diversos escritores, “gaditanos de letras” (poetas, novelistas, nacidos o afincados en Cádiz), ya fallecidos, con los que compartió tertulias y amistad en algunos momentos de su vida.

La obra, pues, se convierte en un amplio y denso mosaico cuyas teselas, perfectamente ensambladas, configuran una visión plural de la antigua ciudad fenicia, en un singular paseo por sus lugares, por sus rincones más emblemáticos (sus playas, sus castillos, sus plazas y sus calles…), en muchos casos bañados por el mar o al menos salpicados por las olas que saltan al compás de los diversos vientos que unas veces la azotan y otras la acarician.

Un mar que no separa, sino que une tierras: desde la vecina San Fernando (la Isla de León, cuna del poeta) a la gemela Cuba (tan próxima, tan similar a Cádiz pese a la distancia). Un recorrido sentimental –sin renunciar a su geografía– pespunteado de olores, colores y sabores que, en su infinita variedad, evoca Juan Rafael Mena con nostalgia y admiración.

Paisajes admirables y también cambiantes, según los vientos, el estado de la mar… y el estado de ánimo de quien se adentra en la lectura de estos versos, en los que resuena la música de ese gaditano universal que fue –que es– Manuel de Falla, soñando la Atlántida perdida, todavía desde el rumor de las olas que mecen su reposo definitivo en la cripta de la Catedral gaditana. Y en los que el poeta rinde su particular homenaje (como ya indicábamos) a esos “gaditanos de letras que conocí”, hermanados en su momento por una común pasión: la creación literaria.

Paisajes cuya belleza no sería la misma si no hubiera sido cantada –cada uno a su modo– por tantas personas que a lo largo del pasado siglo sumaron sus voces en un coro que interpreta diversos sentires por la tierra que les vio nacer o les dio cobijo. Por eso afirma Juan Rafael Mena que esta obra suya solo pretende ser una “ofrenda literaria a una ciudad que, además de contar con tres mil años de historia, es también ya leyenda por su luz y por su hospitalidad”.

Y estas palabras cobran especial sentido en la última sección de este libro: una “Memoria apócrifa de Manuel José Quintana recreada en las playas gaditanas”. Mena especula sobre cuál pudo ser el origen del “Romance a Dafne, en sus días” del poeta neoclásico y político liberal y para ello transcribe un supuesto monólogo de Quintana quien, en un paseo al atardecer por las playas gaditanas, descubre a una joven que tararea un cantarcillo y huye de su presencia al sentirse descubierta:

“El atardecer había volcado ya su diligencia de penumbras en el mar. Ella se perdió en la lejanía como un signo de interrogación indescifrable, como un adiós sin labios escrito con un garabato de perplejidad. Aquella hermosa gaditana en las riberas de Cádiz…”.

Todos sabemos que hay poetas de Cádiz. Pero hay también un Cádiz de los poetas, cuyas miradas traspasan la superficie, la corteza de las cosas y nos ofrecen una visión más profunda, más rica, plural y bella, y la comparten con nosotros a través de sus versos. Como ha hecho recientemente Juan Rafael Mena.

Ficha técnica

Título: Cádiz: verso y agua.
Autor: Juan Rafael Mena.
Edita: Tertulia Río Arillo.
Ciudad: Cádiz.
Año: 2022.
ISBN: -.

MARÍA DEL CARMEN GARCÍA TEJERA
FOTOGRAFÍA: REAL ACADEMIA DE SAN ROMUALDO

29 dic 2022

  • 29.12.22
Uno no está para seguir a los trolls, las redes y las cadenas ultramontanas de la extrema derecha y sus variaciones cromáticas (verde flex, naranja o azul). Tengo prohibido, por prescripción médica –como también debiera hacerlo Noam Chomsky–, seguir los medios de referencia informativa a fin de evitar sufrir y rechinar los dientes con las lecturas de la actualidad que hace el periodismo empotrado cada jornada.


Ya bastante tiene uno en su vida con el ABC, el diario matutino de humor no deseado, que vitupera, embiste y censura a diestro y siniestro, nunca mejor dicho. Y eso que, hoy por hoy, es una cabecera que pierde fuelle y lectores y que, últimamente, ni miedo da, y menos aún respeto infunde.

Ha colocado incluso a su director, Álvaro Ybarra, en el cementerio de elefantes del Consejo Audiovisual de Andalucía, con un presidente de arte dramático y ex altos cargos de la Junta cuyo único mérito es ser obedientes a la disciplina de partido. De vergüenza, considerando las soflamas del interesado contra lo público y contra toda regulación del Derecho a la Comunicación.

Claro que, como en el mandato anterior, para qué vindicar la participación cualificada en este órgano del Parlamento andaluz, si el aporte de la academia da grima. De un presidente jubilado, Antonio Checa, cuyo aporte no es otro que medrar y no hacer, por verónicas, a lo Rajoy, hemos pasado a su sucesora en el cargo académico, que dice que ha sido decana de la Facultad de Comunicación, pero que de política audiovisual y de las competencias del Consejo anda como liebre sin papeles: indocumentada.

Mientras, Canal Sur y los medios de representación actúan como el ariete de la expropiación de lo común. La única esperanza que nos queda es saber que ni Telecinco, ni en general los medios del duopolio audiovisual son vistos por la nueva generación, inmersa en el universo Meta de otros medios más proyectivos, ni la propaganda de Telemoreno la sigue ya nadie.

Si se trata de engañar, mejor usar uno mismo los filtros de Instagram. El virus de la pandemia que nos sacude es el de la simulación y el engaño, la cultura del filibusterismo. El problema es que el discurso cínico termina mutando en autoritarismo. La historia así lo demuestra.

Por ello conviene afirmar la virtud republicana frente a la emergencia de los cipotones y tontopollas que proliferan a nuestro alrededor y en las instituciones, de las que no se salva, por cierto, la Universidad, menos aún los altos cargos del Estado y los líderes políticos.

El problema, como siempre, es qué hacer para emprender una misión regeneracionista. No es que esté uno apático, pero la deriva de la estulticia como normalidad social es desalentadora, y no cabe hablar de cambio generacional como mera explicación lógica.

La gravedad de lo que ocurre en nuestro país no es equiparable, en ningún rubro, a otros países de nuestro contexto europeo. Cierto es que la crisis sistémica es global. Como ilustra el informe World Protests, hablamos de más de 1.500 movilizaciones contra los desajustes del sistema político y su captura por la máquina ordoliberal. Si sumamos a ello las casi 2.000 protestas por justicia social, el panorama es claro y revelador de la tendencia en curso que da cuenta de la crisis de representación.

De todas estas luchas y frentes culturales, el paradigma ilustrativo de cuestionamiento de la estupidez neoliberal es Chile, inmerso en un proceso constituyente, lento, contradictorio, paradójico, expuesto a las dinámicas retardatarias de la clase media, tratando de reconstruir y tejer el dominio público, como el actual Gobierno de la nación en España, mientras lo común sigue en manos de los GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft), en particular de la plataforma Amazon, con cifras de más de 125.000 millones de dólares por trimestre.

En este contexto, toda política democrática pasa por impugnar las estructuras que hacen posible el reinado de cipotones como Elon Musk, una suerte de señores del aire que imponen la ficción neofeudalista de nuestro vasallaje.

Pero esto solo es posible, con ilustración e inteligencia colectiva; con voluntad de unión y emancipación social; con disciplina y autoorganización colectiva en un frente de todos, los nadie, contra los jeques que nos dan jaqueca y nos imponen una vida de jaque mate.

De otro modo es seguir jugando al Cluedo o al Estratego, en el salón de casa. Así que advertidos estamos. Mientras, a la espera de esta toma de conciencia y regeneración democrática, no perdamos la sonrisa de santos inocentes, aprovechando que se celebró ayer.

Ya ha dicho el Papa que no existe el infierno: que el infierno es ya el reino de los cipotones. Así que a gozar y reír, como hago yo cada semana con la lectura de El Jueves, el único medio impreso serio del país. Cosas del mundo al revés.

Una última cosa, y no les ocupo más tiempo, que es un bien escaso: no dejen de cultivar los mejores deseos para 2023. Va a ser necesario, porque serán posibles. Me lo ha confirmado mi tarotista de cabecera, la Fer. Así que no se achicopalen, que soñar es vivir.

FRANCISCO SIERRA CABALLERO

27 dic 2022

  • 27.12.22
María Jesús Ortega Rodríguez (La Línea de la Concepción, Cádiz, 1961) comenzó su andadura poética durante la década de los ochenta dentro del grupo Calima en Arcos de la Frontera, donde ejerció la docencia en Lengua y Literatura. Su entusiasta y encomiable dedicación a la enseñanza, unida a otras tareas de divulgación, no ahogaron su creatividad, aunque presumiblemente retrasaron la publicación de sus poesías: hasta 2006 no apareció su primer poemario, Toque de arrebato, al que ha seguido –catorce años más tarde– Hábitat.


No estoy de acuerdo con quienes piensan que los estudios filológicos pueden arruinar la actividad poética de una persona. Desde luego no es el caso de la autora que nos ocupa: en ella se cumple con creces esa condición de “amante de la palabra” en cuanto que es capaz de crear mágicas e imprevisibles asociaciones con ellas, de buscarles sentidos diferentes a los habituales, a repetir y combinar sonidos…

Debo advertir que uno de los elementos que primero llamó mi atención en este libro fue el juego fónico que se crea entre el nombre de cada una de las cuatro partes en que se divide, así como la oposición de contrarios (dentro / fuera) que se establece entre la primera y las dos siguientes: “Intramuros (In absentia)”, “Intemperie 1”, “Intemperie 2”, “Indulgencia”…

Como advierte certeramente Pedro Sevilla en su Prólogo a esta obra, “Constantes son en el libro las referencias al silencio”. En efecto, el silencio –presente ya en las citas de diversos autores que encabezan el poemario y cada uno de sus apartados– se convierte en el leit motiv del mismo: en gran medida le da sentido y cohesión.

Pero el silencio tiene un valor diferente, un significado distinto en cada ocasión. En los poemas integrados en el primer grupo, el silencio –vinculado inicialmente a la noche y a un espacio interior asfixiante– es desolador, amenazante: “El silencio es tan grande / que quema / como una mala lengua, / como una herida”.

La luz del atardecer, sin embargo, va a ejercer un efecto balsámico sobre el paisaje pero también sobre el corazón: el contacto con la naturaleza –con la vida que fluye afuera, a la “Intemperie”– hace aflorar otro silencio diferente: “Se abre el silencio en el poniente / destapando la luz rosa de los insectos, oreados ya los cielos de muchedumbre”. Llega así la nostalgia de la infancia, el momento en que reverdecen los recuerdos y el ayer se conjuga con verbos en presente: “Era verano / Soy tan pequeña y tú / sentado tú me acunas / en el escalón de la puerta”.

Y por fin ha llegado la hora del amor compartido; el que nos hace contemplar la vida con otros ojos y atrevernos a derribar obstáculos: “Debajo de las piedras / te buscaría, / entre las sombras que ya nadie ve”. Ese amor que nos anima a reflotar situaciones del pasado desde una perspectiva diferente para reconciliarnos con ellas: “Una por una, voy abriendo estancias como quien / oreara aleteos de antiguos paisajes, / dejándose caer en el solaz / de este silencio, / de esta nueva intemperie”.

En armonía con la naturaleza, en paz consigo misma, la poeta encuentra su anhelado espacio vital: el hábitat tanto tiempo deseado. Aunque me atrevería a afirmar que el verdadero hábitat para María Jesús Ortega se halla en el ámbito de la palabra; de esas palabras a las que ella se enfrenta con resolución, al tiempo que las acaricia, mima y moldea hasta darles forma de poema.

Ficha técnica

Título: Hábitat (Prólogo de Pedro Sevilla).
Autora: María Jesús Ortega Rodríguez.
Edita: Lastura Ediciones. Colección Alcalima de Poesía, 170.
Ciudad: Madrid.
Año: 2020.
ISBN: 978-84-12-19405-0.

MARÍA DEL CARMEN GARCÍA TEJERA

29 nov 2022

  • 29.11.22
Título inquietante, sin duda, el de esta novela, en cuanto nos retrotrae a épocas pasadas, de prohibiciones, purgas y censuras. Pero no nos dejemos llevar por esta primera y alarmante impresión. Un suceso tan dramático (incluso morboso) es el desencadenante de esta obra cuyo narrador autobiográfico comienza así: “Te incineraron con una novela mía entre las manos. Por eso escribo este libro”. Fin de una historia real que propicia el comienzo de una ficción.


Podríamos resumir esta novela diciendo que narra la relación de una pareja durante más de cuarenta años –incluso aparecen fechas concretas en su desarrollo–, en el Madrid de la década de los ochenta y los noventa, marcada por una serie de altibajos (amor y complicidad, posterior distanciamiento, separación y muerte de ella…).

Pero esa visión tan simplista mutilaría sin duda la complejidad de la obra y obviaría el polifacetismo de su autor, Fernando Marías (Bilbao, 1958 - Madrid, 2022): novelista, guionista de cine y autor de cortometrajes, adaptador de obras literarias –algunas suyas– al cine y al teatro… Importa subrayar todas estas facetas en cuanto que adquieren especial relevancia en la obra que nos ocupa, con innumerables referencias musicales, cinematográficas y literarias.

Arde este libroSe trata de una novela en la que la narración y la reflexión aparecen íntimamente ligadas. Narración de la trayectoria de esta pareja durante todo este tiempo entreverada de numerosas consideraciones sobre aspectos muy diferentes: la metaficción literaria, el papel de la memoria como creadora (recreadora) de la realidad, la duda, el peso de la culpa…

Y, como desencadenante de esa fallida relación de pareja, las consideraciones sobre el alcoholismo y los problemas que origina cuando uno de sus miembros ha caído en él mientras que el otro ha superado ya su adicción a la bebida.

Reconozco –y advierto– que no es una novela cómoda de leer; tampoco predispone a la evasión. Sin embargo, considero que posee un gran interés, sobre todo para sacarnos de esa burbuja de confort en que a todos nos gusta vivir instalados.

La introspección que la define –las dudas que plantea sobre las relaciones de pareja, sobre las diferencias entre la realidad y la memoria como recuperación del pasado vivido, sobre lo que se hizo o se debió hacer…– es trasladable a nuestras propias reflexiones personales: como es sabido, ficción y realidad a veces están increíblemente próximas.

Vuelvo al título de la novela y a su primera frase. No, no ha habido un proceso inquisitorial. La muerte –la incineración– de la mujer que, tiempo atrás, fue parte importante de la existencia del narrador autobiográfico, junto con el primer libro que publicó, hacen renacer en él una revisión –una visión más amable, y quizás más auténtica– de la amada, tras años de desencuentros. “Yo rememorando y tú muerta. Jamás podríamos habernos figurado el día del primer abrazo que desembocaríamos tanto después en este diálogo.”

La escritura de esta novela supone la resurrección –la recuperación– de una vida que se creía perdida gracias al poder vivificador de la memoria: “Un día yo mismo arderé como una novela arrojada al fuego. Pero mientras soy memoria, ante todo memoria y casi nada más que memoria, y sabido es que los muertos no mueren del todo hasta que quienes los recordamos también hayamos muerto”.

Ficha técnica

Título: Arde este libro.
Autor: Alrevés.
Edita: Alrevés.
Ciudad: Barcelona.
Año: 2021.
ISBN: 978-84-1858404-6.

MARÍA DEL CARMEN GARCÍA TEJERA

22 oct 2022

  • 22.10.22
Tras varios años alternando poesía y prosa en sus publicaciones, Pepa Caro Gamaza (Arcos de la Frontera –Cádiz–, 1961) ha decidido optar por una vía intermedia en su nuevo libro. ¿Prosa poética? ¿Poemas en prosa? Podemos prescindir de etiquetas cuando la cadencia, el ritmo, las imágenes y la fluidez expresiva transitan en total armonía por estos 37 textos breves que configuran El cuaderno del jardín, una suerte de diario personal que discurre entre junio de 2019 y septiembre de 2020 y que constituye tanto una propuesta para el deleite de los sentidos como una llamada a la reflexión, partiendo de la inmersión en una naturaleza viva y activa en el transcurso de sus ciclos. Como afirma acertadamente en su prólogo José María Velázquez-Gaztelu, “este libro es una invitación al sosiego, a la introspección en el recogimiento y la soledad; es también un canto a la naturaleza con el lenguaje de la naturaleza”.


No necesita Pepa Caro de manifestaciones estridentes ni de soflamas acaloradas para transmitirnos su amor por la naturaleza y para recordarnos la imperiosa necesidad que tenemos los seres humanos de cuidarla (y de paso, cuidarnos a nosotros mismos) y de respetar sus leyes (que es una manera de respetarnos y de respetar a nuestros semejantes): se limita a constatar, por ejemplo, que durante el confinamiento “nunca la primavera estuvo tan sola ni la Naturaleza tan exuberante sin depredadores humanos”.

Así, con unas sencillas consideraciones (que van desde las confidencias a su gata Miguela hasta sus observaciones sobre la evolución que experimenta la naturaleza a lo largo de las horas o en el paso de una estación a otra), la autora nos sumerge en un mundo en plenitud de vida, en un incesante cambio de colores, sonidos y olores que dan sentido al transcurso de los días.

El cuaderno del jardínPorque la naturaleza –como la vida– está en constante transformación y se nos manifiesta de manera diferente no solo según las estaciones sino también en los distintos lugares de nuestro planeta o en circunstancias imprevisibles. La naturaleza es, sin duda, un paisaje cambiante que actúa en nuestro ánimo produciendo una mezcla de sensaciones y sentimientos diversos que nos impulsan a contemplar la vida con ojos diferentes.

Aunque leyendo estos textos reviva en nosotros la mirada juanramoniana, o el recuerdo de esa “Oda a la vida retirada” del maestro salmantino, incluso el viejo tópico de menosprecio de corte y alabanza de aldea, pensamos que en realidad se trata de una invitación personal de la autora para que –huyendo de tantos ruidos como nos cercan o despojándonos de tantos envoltorios que nos asfixian– hagamos un ejercicio de inmersión en la naturaleza y sigamos la recomendación que hace a su gata Miguela: “que mire con amor a los árboles”, cuya belleza compite ventajosamente con esos otros árboles metálicos –las antenas de televisión– que pueblan los tejados de nuestras casas: “Nunca fue tan precisa la fealdad en este siglo en movimiento, en este siglo de confusos sonidos sin cuento, de miradas perdidas en las cajas de imágenes con su Babel de palabras y su insolencia”.

La búsqueda de la belleza –tan necesaria y, paradójicamente, tan cercana aunque no siempre sepamos verla– es el objetivo de la autora, quien nos asegura que “mi amor escribirá de nuevo palabras con las que alimentar los pensamientos, con los que describir el impagable regalo de la belleza”.

Unas palabras con las que pretende enseñar a su nieto Manuelito –verdadero destinatario de este Cuaderno- cuál es el verdadero camino (tanto en sentido real como metafórico) que deberá seguir en el transcurso de su vida: esa “perla oculta”, tan diferente a esas pistas asfaltadas que recorren tantos seres, ajenos a la llamada de la Naturaleza.

Ficha técnica

Título: El cuaderno del jardín (Prólogo de José Mª Velázquez-Gaztelu).
Autora: Pepa Caro Gamaza.
Edita: Ediciones En Huida. Colección Extravaganza.
Ciudad: Sevilla.
Año: 2022.
ISBN: 978-84-18305-63-4.

MARÍA DEL CARMEN GARCÍA TEJERA

24 sept 2022

  • 24.9.22
En 2016 apareció en la editorial Renacimiento la obra Oculto sendero, una novela inédita de Elena Fortún, con edición e introducción de las mismas investigadoras que la novela que reseñamos aquí. Aporto estos datos porque existen una serie de coincidencias entre ambas novelas que no debemos pasar por alto.


Así, tanto una como otra proceden de textos manuscritos que la autora mandó destruir pero que, por una serie de circunstancias, llegaron a manos de la profesora de la Universidad de Cádiz Marisol Dorao (autora de Los mil sueños de Elena Fortún, una completa e interesante biografía de esta autora, imprescindible para conocer su vida y su personalidad) y que años después recuperaron María Jesús Fraga y Nuria Capdevila-Argüelles.

En los dos manuscritos figura como autora Rosa María Castaños, un seudónimo tras el que se escondía Elena Fortún (a su vez seudónimo por el que fue conocida en los círculos literarios de su época, con el que firmó todos los cuentos de Celia), que ocultaba su nombre real: Encarnación Aragoneses Urquijo (1886-1952).

El uso del seudónimo añadido así como su interés por que se destruyeran ambas novelas tiene su explicación si tenemos en cuenta la temática lésbica de estas dos obras, la época en que se sitúan (entre la década de los veinte y treinta del pasado siglo) y cuándo fueron escritas (posiblemente durante los años cuarenta).

Estas coincidencias no pueden soslayar, sin embargo, los rasgos propios de cada una. El pensionado de Santa Casilda es una obra inacabada (con una serie de vacíos en el último capítulo), de final abierto. Como colaboradora de Elena Fortún firma Matilde Ras (1881-1969), conocida grafóloga y periodista, íntima amiga y confidente de Fortún, que casi con toda seguridad aportó algunos elementos y revisó el texto.

Se trata de una novela coral que protagoniza un grupo de chicas que conviven en un internado madrileño durante los años veinte del pasado siglo, regido por una congregación religiosa francesa. Estas adolescentes siguen diferentes caminos una vez abandonado el centro, aunque en algunos casos retoman la relación lésbica que habían iniciado en el pensionado.

Ya adultas, los obstáculos que derivan de su situación amorosa impulsan a algunas a huir a París, el paraíso de la modernidad, donde aspiran alcanzar tanto la autonomía personal como la independencia económica que el entorno social de su país les niega.

La obra consta de 40 capítulos distribuidos en tres partes –“Pubertad”, “Floración” y “Plenitud”–, en los que un narrador omnisciente recorre la vida de estas chicas, comenzando por su despertar sexual y la forma en que se va configurando su sexualidad hasta llegar a la edad adulta.

En su completa y pormenorizada introducción, Nuria Capdevila-Argüelles incluye esta obra en lo que denomina “escritura armarizada”: la que procede del “entendimiento y el temor a amor, deseo y género no ortodoxos”, como observamos en las adolescentes que conviven en este internado, que se manifiesta de manera diversa en cada una.

La lucha entre apariencia y realidad cobra un especial protagonismo en esta novela. Los blancos uniformes de las jóvenes, así como los negros hábitos que visten las religiosas en modo alguno las igualan: bajo unos y otros se esconden, además de diferentes procedencias socio-culturales, maneras muy diversas de vivir la sexualidad que en ciertos casos entran en conflicto con las normas establecidas.

A lo largo de estos capítulos comprobaremos que, cuando el impulso sexual desemboca en relaciones lésbicas, la mujer está transgrediendo los roles propios de su género, por lo que se hace acreedora al rechazo y a la censura.

Pero no es mejor la situación de las que optan por contraer un ventajoso matrimonio y convertirse en sumisas “ángeles del hogar” que a menudo ven tronchadas sus ilusiones juveniles, sometidas a esposos posesivos. El resultado es que, tanto unas como otras, se verán obligadas a llevar una doble vida en la que intentan mantener un imposible equilibrio entre lo que las normas exigen de ellas frente a la realización de sus legítimos deseos.

Como afirma Nuria Capdevila-Argüelles, “el tema cobra justificada importancia en una generación de mujeres que descubren a destiempo, cuando ya es tarde como fue el caso de Fortún, su identidad genérico-sexual y sus preferencias amatorias”.

Ficha técnica

Título: El pensionado de Santa Casilda (Edición de María Jesús Fraga. Introducción de Nuria Capdevilla–Argüelles).
Autora: Elena Fortún – Matilde Ras.
Edita: Renacimiento. Biblioteca Elena Fortún.
Ciudad: Sevilla.
Año: 2022.
ISBN: 978-84-1923115-4.

MARÍA DEL CARMEN GARCÍA TEJERA

24 ago 2022

  • 24.8.22
María Folguera (Madrid, 1984) es novelista, ensayista, autora y directora de obras teatrales; filóloga, licenciada en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada; gestora cultural y directora del Teatro Circo Price. No pretendo trazar un apresurado curriculum de quien, ya desde niña, vivió inmersa –como lectora y como creadora– en el mágico mundo de la literatura: solo me limito a señalar unas pistas que puedan guiarnos por su última publicación cuya urdimbre está configurada por hilos de diferente grosor, de colorido diverso.


Simplificando mucho, diríamos que en esta obra se entrecruzan dos historias. De un lado, la de la relación (entre 2010 y 2020) y posterior ruptura de dos amigas con personalidades muy diferentes (“rizoma” y “mariposa”); de otro, la del proyecto en que se halla inmersa la protagonista-narradora: la ejecución de una Enciclopedia de los Buenos Ratos de las Escritoras.

¿Autobiografía o autoficción? ¿Creación literaria o propuesta metaliteraria? No olvidemos que las fronteras entre realidad y ficción son, a veces, harto difusas y permeables. Sin embargo, todos los hilos que configuran la narración combinan hábilmente los diversos planos: la expresión sencilla pero muy cuidada, desinhibida y humorística, se pliega tanto al relato de anécdotas cotidianas como a las reflexiones sobre la maternidad, las relaciones de amistad, el sexo, el trabajo, las claves de la creación literaria o las de su propia creación… Pero también a una investigación literaria (¿real?, ¿ficticia?) sobre una serie de escritoras españolas (Elena Fortún, María Lejárraga, Rosa Chacel, Carmen Martín Gaite, Carmen Laforet, Ana María Matute…) que ella enfoca desde un punto de vista diferente a los conocidos ensayos –los califica de “martirologio”– que nos revelan el alto precio que tuvieron que pagar por su condición de mujeres escritoras.

#En su travesía por los textos de estas autoras intenta descubrir la existencia de algunos momentos de placer, de pequeños goces que, de algún modo, pudieran compensar el sufrimiento personal que les generó su actividad.

A partir de esa doble historia de amistad –de hermandad– en la que confluyen pasado y presente, la narradora-protagonista se plantea lo que –a mi juicio– constituye la clave en torno a la que gira esta obra: el problema de la comunicación interpersonal, “la dificultad de entender y de hacerse entender”, aunque finalmente declara que “me aferro a esa visión genealógica de la comunicación como prueba de que la interlocutora adecuada acaba apareciendo.”

Todo este complejo proceso vital se traduce en el no menos complejo proceso de la escritura. Escribir, ¿para quién?, ¿para qué? No se trata solo de los conocidos interrogantes sartreanos: la búsqueda de un interlocutor –del lector– está presente, de forma más o menos implícita, en cualquier escritor. Y María Folguera los plantea abiertamente en esta obra.

El confinamiento a que nos condujo la pandemia en marzo de 2020 provoca en la narradora-protagonista diversos tipos de reacciones: crisis personales, ruptura de una larga amistad… pero también reflexiones sobre la importancia de la lectura como medio de comunicación personal, más allá de la distancia espacial y temporal.

Los libros escritos en circunstancias tan adversas por esas autoras objeto de su investigación cobran hoy sentido “porque sabían que habría una lectora encerrada en un cuarto”; porque “los libros ofrecen un tipo de escucha”.

Creamos vínculos de amistad –de hermandad– entre coetáneos, pero también es posible –superando esas barreras espacio-temporales– establecer los mismos vínculos (como hace la narradora) con esas escritoras que son para ella, además de sus “referentes literarios”, sus “compañeras de ficción”. Doble motivo para identificarnos –para hermanarnos también nosotros– con los planteamientos que propone María Folguera en esta singular novela.

Ficha técnica

Título: Hermana. (Placer).
Autor: María Folguera.
Edita: Alianza Literaturas.
Ciudad: Madrid.
Año: 2021.
ISBN: 978-84-1362355-9.

MARÍA DEL CARMEN GARCÍA TEJERA
FOTOGRAFÍA: ALIANZA EDITORIAL

23 jul 2022

  • 23.7.22
La evocación de la infancia –de su infancia– es un elemento recurrente en la obra de Pedro Sevilla (Arcos de la Frontera, Cádiz, 1959): está presente en sus poemas, en sus novelas y, por supuesto, en sus libros de memorias. Y no es que el autor suscriba el manriqueño “cualquier tiempo pasado fue mejor”: ocurre que este poeta es capaz de abrirse paso entre las trampas que teje el tiempo en torno a su propia historia, romper sus cortezas, desbrozar la maleza que lo oculta y recuperar la almendra, la quintaesencia de ese tiempo ido –o eso dicen algunos– para transformar los recuerdos en savia que nutre y enriquece el presente; en mantener la conexión total entre su ayer y su hoy.


Creo que estas premisas pueden ser útiles para adentrarnos en la lectura de En un mundo anterior. Una vez más el poeta arcense recupera momentos de su infancia para trasladar a sus versos sensaciones y emociones que son de ayer pero que siguen hoy igualmente vivas, incluso más vivas: la sonrisa materna, el olor de la ramita de romero compartida con su madre, anécdotas, escenas y lugares que configuraron su niñez pero que aún se encuentran inevitablemente adheridas a sus más íntimos sentires y se trasladan a sus poemas en un verbo tan limpio como sugerente, porque Pedro Sevilla sabe poner en práctica lo que afirma en uno de sus versos: “un idioma es belleza, canto y cuento.”

“El tiempo, otra mentira”, sostiene. “O al menos es mentira su acordado transcurso, / la división en lejos, presente y porvenir / que imponen nuestras torpes maneras de sentirlo.” Por eso los árboles, las flores silvestres, las plantas, las aves y los insectos que han conformado su universo infantil continúan formando parte esencial de sus vivencias.

Una comunión con la naturaleza, con su propio entorno, que se traduce en un canto a sus manifestaciones más humildes (el jaramago, la flor de la jara, el gorrión…), al detalle aparentemente insignificante, porque todos ellos son lo que realmente dan sentido a la existencia: “Hay gestos que trascienden / porque a través de ellos aflora lo esencial.”

Inicia el poemario a partir del hallazgo de un papel que certifica su nacimiento: “…esta hoja / que da fe de que existo,”. Casi inevitablemente recordamos la famosa magdalena proustiana, en cuanto que este descubrimiento desencadena en el poeta una cascada de evocaciones que toman forma de poemas.

Su ayer y su hoy se dan la mano en su partida de nacimiento: “y a través de ella quiero, con estos versos míos, / recrear todo un tiempo que ya sé clausurado, / pero que resucita / en esta noche oscura / trayéndome de nuevo todo lo azul del mundo”.

De igual modo estos textos poéticos –breves meditaciones unos, microrrelatos en verso otros– iluminan nuestras noches, nuestros rincones oscuros con esa luz encerrada “en la humilde fogata de un poema”, de estos poemas que reverdecen también en nosotros esos mundos anteriores (e interiores) que han configurado nuestra propia infancia.

Ficha técnica

Título: En un mundo anterior.
Autor: Pedro Sevilla.
Edita: Renacimiento. Colección Calle del Aire, 220.
Ciudad: Sevilla.
Año: 2022.
ISBN: 978-84-1923139-0.

MARÍA DEL CARMEN GARCÍA TEJERA
FOTOGRAFÍA: ZENDA LIBROS

25 jun 2022

  • 25.6.22
Es bien conocido el caso de María de la O Lejárraga, la escritora que, al casarse con Gregorio Martínez Sierra, renunció a su propia identidad para que solo apareciera el nombre de su esposo como autor de las obras teatrales que habían creado entre ambos (aunque, en gran parte de los casos, ella era la única autora).


No es una más de las muchas mujeres silenciadas, invisibilizadas por sus maridos: su caso llama especialmente la atención por tratarse de una mujer muy culta, políglota, que ejerció como maestra hasta varios años después de su matrimonio. Además de ser la autora de muchas obras de teatro y libretos musicales, escribió cuentos, memorias, ensayos, tradujo obras y pronunció numerosas conferencias.

Fue una feminista muy activa, llegó a ser diputada por Granada –como miembro del Partido Socialista– durante la Segunda República. Tras la Guerra Civil se exilió: residió en Francia, México y Argentina, donde falleció casi centenaria.

Isabel Lizárraga, novelista y ensayista, es autora de diversos trabajos de investigación sobre María Lejárraga, además de editora de algunas obras suyas. Para intentar responder a los numerosos interrogantes que planean sobre la prolífica autora riojana, Lizárraga –apoyándose en numerosa documentación sobre María Lejárraga e incluso sobre sus textos– ha optado por elaborar una novela en la que, como indica en una nota al final de la misma, podemos encontrar “su propia voz, incluso a veces sus mismas palabras textuales”.

Se trata de una novela polifónica dividida en cuatro grandes apartados (cada uno de los cuales integra un número desigual de capítulos). La curiosidad de una joven filóloga, Ariadna Fresneda, que ha oído hablar a un profesor de Literatura de la figura de María Lejárraga y de los interrogantes que plantean su vida y su obra, la impulsa a desarrollar una investigación para aclarar esos misterios que esconde la autora, sobre todo los motivos que la llevan a ocultarse tras el nombre de su esposo.

En su recorrido por la biografía de María Lejárraga –que incluye unas supuestas entrevistas con dicha autora en su retiro de Buenos Aires– no solo se nos irán revelando el pensamiento y las actitudes de esta mujer singular sino que se nos traza un amplio contexto social, cultural, artístico y literario a través del cual tendremos ocasión de conocer las relaciones que estableció el matrimonio Martínez Sierra con los Modernistas (Rubén Darío, Juan Ramón, Marquina…), con músicos de la época (Falla, Turina…) y especialmente con el mundo del teatro.

De especial interés resulta la conexión de María Lejárraga con otras feministas (Condesa de Ter, María de Meztu…) con las que lucha por concienciar a otras mujeres de la necesidad de lograr una mayor autonomía personal. Paralelamente, la obra nos va mostrando las historias de algunas mujeres (como la de Anita) cuyas deplorables condiciones de vida –permanentemente sometidas a un hombre– muestran la imperiosa necesidad de luchar por cambiarlas.

Pero la novela va enlazando pasado con presente: la narración de la vida de Lejárraga se entremezcla con diversos tipos de dudas que plantean los asistentes a una serie de conferencias sobre esta autora y sobre los motivos que la impulsaron a ocultar su identidad tras la de su esposo.

También –en clave paraliteraria– asistimos a las dificultades que encuentra una especialista en María Lejárraga para editar la novela sobre ella, o a la aparición de un avispado “negro” dispuesto a prestar su colaboración para escribir esa novela…

¿Descubrirá finalmente la tenaz investigadora los enigmas que encierra la invisibilidad de María Lejárraga? ¿Su decisión de mantenerse en silencio obedece al amor que profesó a su marido o a una imposición de éste? Las dudas son numerosas; también las posibles respuestas.

¿Nos toca descubrirlas a cada uno de los lectores? Es, quizá, nuestra misión. Porque la complejidad que encierra su trayectoria –personal y literaria– no admitiría una única respuesta. Es lo que parece sugerirnos –como a la investigadora– esa “voz antigua y burlona” cuando pregunta “¿Es que, de verdad, existe una única historia?”.

Ficha técnica

Título: Luz ajena. El enigma de María Lejárraga.
Autora: Isabel Lizárraga.
Edita: Espuela de Plata.
Ciudad: Sevilla.
Año: 2020.
ISBN: 978-84-1815304-4.

MARÍA DEL CARMEN GARCÍA TEJERA

26 may 2022

  • 26.5.22
La figura de Teodora, esposa de Justiniano y Emperatriz de Bizancio durante el siglo VI d. J., ha sido objeto de versiones muy diferentes por parte de las fuentes históricas. “Varios ojos, varias versiones. Así es la historia”, asegura Nasica en la novela que nos ocupa. Pero la historia también puede quedar enriquecida por la mirada del artista: probablemente la imagen que mejor recordamos de Teodora es la representada –junto con sus servidores– en los mosaicos de San Vital de Rávena.


A ella sumamos ahora la que nos presenta Jesús Maeso de la Torre en su última novela: a la hija del domador de osos cuya infancia, dominada por la miseria, nada hacía presagiar su futuro como la poderosa Emperatriz que llegó a ser Teodora, “la crisálida de Bizancio”, libre y valiente, dotada de especiales cualidades para el ejercicio del gobierno –fue decisiva la influencia que ejerció sobre su esposo–, impulsó medidas en favor de los más humildes y, de manera especial, de las mujeres.

Rasgos y actitudes que hacen de ella una mujer adelantada a su tiempo en un mundo dominado por los hombres. Por todo ello fue tan admirada como envidiada; tan querida como odiada, sobre todo por quienes no podían admitir que una mujer decidiera por sí misma, ejerciera tanto poder y rechazara someterse a las imposiciones de un varón.

La novela de Jesús Maeso no se limita a biografiar la figura histórica de Teodora: la estructura circular de la obra nos plantea una intriga que habrá de resolverse –y de complicarse– a lo largo de la narración. Durante el multitudinario entierro de la Emperatriz, alguien entrega precipitadamente a un alto dignatario de la Corte una bolsa que contiene un libelo difamatorio contra la pareja imperial, donde queda en entredicho el recto proceder de Teodora. Para contrarrestar su pernicioso efecto, el receptor del libelo, Flavio Nasica, decide escribir “La crónica verdadera de la Crisálida”, al tiempo que desarrollará numerosas pesquisas para hallar al autor del libelo.

Del narrador omnisciente en el Proemio pasamos al narrador autobiográfico, Flavio Nasica, natural de Gades, robado y emasculado por unos piratas, vendido como esclavo y posteriormente manumitido, amigo y confidente de la difunta Emperatriz, a quien conoció desde niña y acompañó a lo largo de una azarosa existencia marcada por numerosos altibajos hasta convertirse en la Emperatriz consorte de Bizancio. Se trata de dos vidas paralelas, curtidas en el sufrimiento pero cuyo afán de superación y apoyo mutuo acaba encumbrándolos.

Novela histórica, sí, pero que incluye además otras modalidades del género: es también novela de personajes (reales y ficticios), novela de aventuras, libro de viajes, novela de espionaje (con elementos de verdadero thriller)…

Maeso de la Torre nos presenta un Imperio Romano de Oriente –y en concreto su capital, Constantinopla– como un complejo mundo de contrastes, habitado por gentes de diversa procedencia, en el que luchan los bandos Verde y Azul, en donde los ritos paganos y el culto a los dioses conviven con el cristianismo y, dentro de esta doctrina, se enfrentan las corrientes monofisita y ortodoxa.

Y en medio de este caos emerge la irresistible figura de Teodora (“don de Dios”) cuya vida se configura como una montaña rusa con caídas y ascensos que se encadenan sin cesar, que la hacen objeto de admiración profunda pero también de odios enconados.

Teodora es –ya lo hemos dicho– “la Crisálida de Bizancio”: así la llaman el fiel Nasica y sus más íntimos. Su trayectoria vital representa a la perfección la asombrosa metamorfosis que, en la naturaleza, sufre la larva hasta transformarse en una esplendorosa mariposa de alas doradas.

Jesús Maeso es escrupulosamente fiel a la Historia (no se olvide su condición de historiador), y como tal actúa en esta novela, pero se vale de las fuentes históricas como punto de partida para configurar una complicada pero muy atractiva trama en la que los personajes –históricos y ficticios– cobran vida propia a lo largo de una narración impecable, ágil e intensa, trazada con pulso firme, en la que también consigue que el lector tenga un papel muy activo que lo lleva a participar en la acción: puede tomar partido por unos personajes y rechazar a otros, recorrer con ellos los mismos caminos y adentrarse en los lugares en que transcurre la obra guiado por las minuciosas descripciones que nos transmiten todo tipo de sensaciones y sentimientos. Su mirada de creador –de novelista– se hace eco de esas otras miradas de la historia y a partir de ella configura una imagen enriquecida de Teodora, de su tiempo.

Ficción, no historia, pero que impulsa también a los lectores a contemplar la del Imperio Romano de Oriente y a Teodora –la enigmática “Crisálida de Bizancio”– desde esa perspectiva pluridimensional que nos ofrece en su última novela Jesús Maeso de la Torre.

Ficha técnica

Título: Teodora, la crisálida de Bizancio.
Autor: Jesús Maeso de la Torre.
Edita: Harper Collins Ibérica. Colección Narrativa histórica.
Ciudad: Madrid.
Año: 2021.
ISBN: 978-84-9139-706-9.

MARÍA DEL CARMEN GARCÍA TEJERA
FOTOGRAFÍA: JESÚS MAESO

23 abr 2022

  • 23.4.22
Elena Medel (Córdoba, 1985) irrumpió con fuerza en el mundo de la poesía desde muy joven, aunque también ha cultivado el ensayo. Recientemente se estrenó en el ámbito de la narrativa con Las maravillas, una novela que obtuvo en 2021 el X Premio Francisco Umbral.


Se trata de una obra tan compleja como sugerente que se desarrolla entre Córdoba y Madrid, desde 1969 a 2018, y se centra en la azarosa vida de dos mujeres, María y Alicia (abuela y nieta) quienes –sin relación entre ellas y en épocas diferentes– se desplazan desde su Córdoba natal hasta Madrid en busca de unas mejores condiciones de vida. Hay que sumar un tercer personaje femenino, el de Carmen (hija de María y madre de Alicia), con menor presencia en la historia, que sirve de nexo entre ambas, aunque siempre desde la lejanía de Córdoba.

¿Puede afirmarse –como se nos indica en la contraportada– que Las maravillas es “una novela sobre el dinero”? Sin duda: más concretamente sobre la carencia del dinero y sobre sus efectos en la vida de quienes la sufren. Pero solo como un punto de partida que se va ramificando en muy diversas situaciones, reflexiones, actitudes y comportamientos.

Tanto María (a finales de los sesenta) como Alicia (ya en el siglo XXI) dejan Córdoba y se trasladan a Madrid: la primera en busca de un medio de supervivencia; en pos de su propia independencia la segunda. Las duras condiciones de vida en Madrid convierten a María en una mujer fuerte, capaz de descubrir por sí misma que su libertad personal y su independencia son sus bienes más preciados.

Sin embargo, operan de forma diferente en Alicia que –con un carácter complicado y permanentemente atormentada por el suicidio de su padre, lo que la privó de disfrutar de una mejor posición económica– termina acomodándose a la tediosa rutina de quien solo aspira a sobrevivir.

La vida de María y Alicia se desarrolla en una compleja trama de estructura circular (comienza la mañana del 8 de marzo de 2018 y finaliza en la tarde del mismo día) que rompe la cronología de los acontecimientos mezclando el pasado con el presente: Córdoba con Madrid, una especie de puzle cuyas piezas –cada uno de sus once capítulos– hay que encajar debidamente en su lugar adecuado.

El desarrollo de la obra nos va mostrando algunos sucesos claves en este periodo de casi 50 años que a su vez se intercalan con otros momentos que marcan la vida personal de ambas protagonistas. Al mismo tiempo vamos conociendo sus propios comportamientos, sus reflexiones, sus aspiraciones y sus actitudes en torno a cuestiones como la maternidad (sobre todo la no deseada), la familia (a la que prácticamente han renunciado), el compañerismo, la solidaridad, la amistad, las relaciones de pareja y, en general, sus encuentros y desencuentros con los hombres…

Muy singularmente esta novela (con un marco socio-histórico muy bien trazado) refleja la posición de la mujer en la sociedad a lo largo de estos años, aunque más que los avances conseguidos en general nos interesa constatar qué repercusión han alcanzado tanto en María como en Alicia.

¿Comparten abuela y nieta algo más que un acento cordobés y un peculiar mentón? Un cruce fugaz entre ambas pudo haber propiciado un conocimiento que no se llega a producir. Aunque el punto de partida de María y de Alicia es similar, cada una marcha por un sendero diferente: la manifestación del Día de la Mujer no interesa a Alicia, que ese día “avanza sin saber muy bien a dónde”.

María, sin embargo, la esperaba con impaciencia. En contraste con la apatía de su nieta, se pregunta al regresar a su casa: “Todo lo que ha ocurrido, ¿mereció la pena?”. Y llega a la conclusión de que “todo, desde el principio, sin obviar nada”. Una misma sangre. Dos casos casi idénticos que, sin embargo toman caminos divergentes.

El folleto que anunciaba la manifestación tiene un lema: “¡Escuchemos la voz de las mujeres!”. Voces diferentes, en todo caso, que Elena Medel nos hace llegar con gran nitidez en su primera novela. Sí; ciertamente es necesario escuchar, prestar más atención a cada una de esas voces.

Ficha técnica

Título: Las maravillas.
Autor: Elena Medel.
Edita: Anagrama. Narrativas Hispánicas.
Ciudad: Barcelona.
Año: 2020.
ISBN: 978-84-339-9908-5.

MARÍA DEL CARMEN GARCÍA TEJERA
FOTOGRAFÍA: JOSÉ ANTONIO AGUILAR

22 mar 2022

  • 22.3.22
“Es un conjunto de textos que se acercan a la hora postrimera del ser humano buscando tanto el sentido de la vida temporal como la posibilidad de concebir una esperanza de supervivencia en otra dimensión”. Con estas palabras nos presenta Juan Rafael Mena sus Prosas crepusculares, que integran un total de ochenta y seis textos (de extensión desigual, aunque todos ellos breves), en forma de prosa poética.


Desde el presente, el autor vislumbra ya la llegada del ocaso: es el momento de volver la vista atrás para examinar su vida a través de la evocación, Pero es, también, la ocasión propicia para plantearse ciertos enigmas: qué se oculta en ese más allá, tras la línea del horizonte; qué esconden esos otros mundos –otras vidas– desconocidos.

Advertimos que cada texto es autónomo aunque, en su conjunto, percibimos una doble mirada: desde el presente –“Estoy frente al ocaso”, avisa desde el primero de ellos–, alternativamente regresa al pasado –“Soy un bosque de neblinas y también anfitrión de recuerdos”– y progresa hacia un futuro incierto que llaman eternidad: “un valle de preguntas”.

La introspección –“Cara a cara con la propia conciencia”– es el hilo conductor de estos textos: le da ocasión para desplegar un amplio abanico de reflexiones, interrogantes, meditaciones, recuerdos y algunos breves relatos (“Invocación silenciosa”, “El santo”, “Héroe a regañadientes”, “¡Al cielo con ella!”…) que, como hemos indicado, basculan entre la revisión de su pasado y el planteamiento de las incógnitas que nos depara esa “otra dimensión”.

La evocación de su vida –la contemplación desde el recuerdo– se halla fuertemente ligada a la naturaleza, a escenas de la vida cotidiana… Pero más allá de la mera anécdota, cobra fuerza la meditación (que, a veces, se nutre de textos filosóficos y religiosos): de ahí las frecuentes consideraciones sobre el paso del tiempo (representado a menudo con la imagen del río, o de los trenes) y los cambios que opera (“Responso secular”), junto con reflexiones en torno a qué es vivir: “… no es otra cosa que esperar en el andén de la vida la llegada del tren definitivo”.

Porque “Esta vida en la que te sientes instalado como un mueble en la casa es una vida de paso a otra vida,” (condición de tránsito que representa a menudo con la imagen mitológica de Caronte y su barca). Vida como peregrinaje, que implica un esfuerzo personal para conseguir el autoconocimiento que, a su juicio, requiere como condiciones indispensables la soledad y el silencio (“Aprendiz de la vida”).

Pero “Al llegar a la última estación” invoca y ruega a la Musa “que seas tú la que me lleve al Cielo de la Poesía por el puente más firme: la palabra.” Una palabra poética sabiamente manejada a lo largo de estos textos en prosa, salpicados de imágenes tan sugerentes como certeras que invitan a los lectores a participar de sus consideraciones y a compartir sus atinadas reflexiones.

El texto que cierra esta colección –“Primavera vestida de luto”– acaba con un lacónico apunte: “Marzo de 2020: Empiezan los trágicos días del coronavirus…”. Y comprendemos, cuando se acaban de cumplir dos años de ese duro confinamiento, que este último dato es realmente el punto de partida que da sentido a este libro.

Por encima de lo que otros hubieran convertido en mero ejercicio de palabrería superflua, se alza la voz de Juan Rafael Mena, serena y grave, para alertarnos sobre la condición transitoria de la vida humana y, al mismo tiempo, para enseñarnos a aceptar –y agradecer– el regalo que supone: “…antes de poner el pie en el pescante, quiero dejarle a la vida en sus manos de cactus y rosas un adiós agradecido donde lloran y ríen los años tan zurcidos de tantas y vivas ilusiones, algunas denegadas y otras afirmadas con la boca del júbilo”.

Ficha técnica

Título: Prosas crepusculares.
Autor: Juan Rafael Mena.
Edita: Tertulia Río Arillo.
Ciudad: Cádiz.
Año: 2020.
ISBN: 978-84-122481-5-9.

MARÍA DEL CARMEN GARCÍA TEJERA
FOTOGRAFÍA: REAL ACADEMIA DE SAN ROMUALDO

26 feb 2022

  • 26.2.22
La pandemia que venimos padeciendo desde hace ya dos años ha afectado a la salud mental de gran parte de la población y, de paso, ha puesto de manifiesto las graves carencias asistenciales de las que adolece la sanidad pública española: así lo han venido denunciando muchos profesionales de la medicina y también representantes políticos, asociaciones diversas o particulares afectados.


En efecto, tras soportar durante este largo periodo tantas incertidumbres, tanto dolor, podemos concluir que todos estamos algo trastornados. Y aunque el título de esta publicación concuerda totalmente con esta situación, debemos advertir que el libro (que se acaba de presentar en la Diputación de Cádiz el pasado día 17) se gestó antes de la aparición del covid-19: nace de una serie de conversaciones que José Antonio Hernández Guerrero (catedrático de la Universidad de Cádiz, experto en Teoría y Práctica de la Comunicación, y asiduo colaborador de Andalucía Digital) mantuvo con personas que sufren diversos tipos de trastornos mentales y con algunos de sus familiares: todos ellos se lamentan del “estigma social” que padecen, alimentado a menudo por desconocimiento, por falsas creencias o por prejuicios de diversa índole.

Se trata de un libro de lectura amena, muy bien editado, encabezado por una introducción a la que siguen cinco capítulos (divididos a su vez en diversos apartados), que finaliza con unas conclusiones seguidas de un apartado bibliográfico.

Cuenta con numerosas ilustraciones repartidas a lo largo del texto, obra también del autor quien, desde el comienzo, quiere dejar muy claro que esta publicación no tiene pretensiones científicas y, por lo tanto, no está destinado a los profesionales de la salud mental.

Surge a partir de una serie de reflexiones personales, apoyadas en lecturas previas y, de manera muy especial –como hemos indicado–, en esas charlas con personas (cuyos testimonios ha recogido en el libro) que, además de sufrir algún tipo de trastorno mental, a veces son objeto de rechazo e incomprensión por parte de la sociedad.

Sin ánimo de ofrecer fórmulas mágicas y dando por supuesto el necesario tratamiento de los profesionales de la salud mental, el autor sugiere la práctica de diversas actividades (pintura, música, teatro, cine, danza, lectura, escritura…) que pueden servir de eficaces terapias.

A modo de ejemplo, muestra el testimonio de la Asociación de Familiares de Enfermos Mentales (FAEM) de Cádiz, que trabaja en la integración social de estos enfermos. Entre las actividades que llevan a cabo, cita la Revista Semos, órgano de expresión de la Asociación, el cultivo de un huerto urbano (en terrenos facilitados por el Ayuntamiento y con el apoyo de la Diputación), o la participación de muchos de sus miembros en el grupo de teatro Telón Rojo.

Volvamos nuevamente al título de la obra: Todos estamos algo trastornados. En efecto, reconozcamos que, en algunos momentos de nuestras vidas, todos hemos padecido, con mayor o menor intensidad, algún tipo de trastorno: miedo, bloqueo, pérdida de memoria, respuestas incontroladas a ciertos estímulos…

Por eso, estas reflexiones de José Antonio Hernández Guerrero –tan lúcidas, agudas y sugerentes, expuestas con notable sencillez– constituyen una invitación para que también nosotros reflexionemos; es una llamada “a los ciudadanos que experimentan algún trastorno y a los familiares, a los amigos, a los compañeros, a los educadores, a los agentes sociales, a los líderes culturales y a los creadores de opinión y, sobre todo, a los lectores que están influidos por unas concepciones anacrónicas, infundadas e injustas que impiden o frenan su recuperación mental, su incorporación laboral y su participación social”.

Ficha técnica

Título: Todos estamos algo trastornados. Cómo luchar contra los estigmas sociales de los trastornos mentales.
Autor: José Antonio Hernández Guerrero.
Edita: Servicio de Publicaciones de la Diputación de Cádiz.
Ciudad: Cádiz.
Año: 2021.

MARÍA DEL CARMEN GARCÍA TEJERA

29 ene 2022

  • 29.1.22
Con la edición en 2017 de su poemario Desde otras soledades me llamaban, Carlos Murciano anunciaba su decisión de cerrar su obra poética. Un triste suceso (el fallecimiento de su esposa) lo impulsó a publicar al año siguiente Sonetos para ella. Y ahora –transcurridos más de cuatro años– comprobamos con gozo que no ha cumplido su palabra. Porque la que realmente nos interesa, su palabra poética, vuelve a hacerse carne en una nueva entrega, En la esquina más última.


Era inevitable que la fuerza de esta palabra poética rebosara y rebasara cualquier legítima intención de poner fin a una extensa y muy densa trayectoria creativa. A esta reciente publicación ha contribuido eficazmente el empeño de la también poeta María del Carmen Mestre, excelente conocedora de la obra de Carlos Murciano: en su prólogo –de indispensable lectura– traza con extraordinaria precisión las claves de este nuevo libro así como su especial dedicación al cultivo del soneto.

Un cultivo al que se ha mantenido fiel desde sus comienzos poéticos en la década de los cincuenta y que –ya nonagenario– sigue renovando y enriqueciendo. No en balde un amplio número de críticos lo ha considerado como el mejor sonetista de la segunda mitad del siglo XX (ampliable a estos más de veinte años del presente siglo).

Nuevo culto, pues, a su forma estrófica más genuina que en este libro se distribuye en dos partes: la primera abarca treinta y cuatro sonetos; la segunda está configurada por tres trípticos rematados por una coda.

Hago notar la cuidada estructura dispositiva del poemario (muy característica en Carlos Murciano) para indicar enseguida que en modo alguno se trata de una arquitectura rígida, fría e inerte: su maestría, su oficio en la construcción de cada soneto (y de la integración de todos en su libro) logra romper la aparente geometría rectilínea para transformarla en creaciones cargadas de vitalidad, moldeables y capaces de adaptarse a los más variados temas.

El amor sigue siendo el meollo de gran parte de sus composiciones, aunque desarrollado con matices diferentes (erotismo, pérdida, deseo…). También está muy presente en esta obra el tiempo, otro de sus temas recurrentes, sobre todo en cuanto a su discurrir inexorable (simbolizado con frecuencia con las imágenes del río o de los trenes) aunque contrarrestado por la fuerza del recuerdo, de la evocación, que le permiten recuperar de algún modo lo que se fue y evitar el olvido.

Más allá de los temas y de su peculiar forma de engarce en estos poemas, todo el libro aparece revestido de un tono intimista, de un carácter meditativo, que se traduce en continuos interrogantes e incluso en el planteamiento de grandes contradicciones, síntomas de una ardua lucha consigo mismo que a menudo se hace patente en la –¿engañosa?– duplicidad de imágenes que representa el espejo o en la realidad borrosa de los sueños.

La fuerte carga estética y emocional que observamos en estos sonetos nace, en gran medida, de su plural condición de artista: Carlos Murciano es, ante todo, poeta, pero también amante y buen conocedor tanto de la pintura como de la música, como advierte acertadamente Carmen Mestre. Y esa conjunción de pintura y música queda patente en sus composiciones, llenas de imágenes de gran plasticidad y colorido, en la caracterización de paisajes o en la armoniosa serenidad con que fluye su verso, sin que en ningún momento decaiga el ritmo que lo sostiene.

“Mientras más envejezco más me queda de vida”. Así concluye José Manuel Caballero Bonald –recientemente fallecido– su composición “Mestizaje” (Diario de Argónida, 1997). Cada vez más rico en años, en experiencia, en conocimiento y en oficio poético, Carlos Murciano nos ofrece esta poesía crepuscular que “en la esquina más última” paradójicamente se dispone a explorar nuevos caminos para la creación, para la belleza.

“El corazón se me ha quedado viejo”, afirma en su soneto inicial,… “Pero sigue latiendo a su manera”. Ciertamente. “Porque se impone el corazón y manda”. Una lección de vida y de poesía para comenzar este nuevo año.

Ficha técnica

Título: En la esquina más última.
Autor: Carlos Murciano (Prólogo de María del Carmen Mestre).
Edita: Ars Poetica. Colección Carpe Diem.
Ciudad: Oviedo.
Año: 2021.
ISBN: 978-84-18536-11-3.

MARÍA DEL CARMEN GARCÍA TEJERA
FOTOGRAFÍA: ARS POÉTICA

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