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HLA

FENACO



13 feb 2013

  • 13.2.13
Ya lo decía D. Fracisco de Quevedo: “Poderoso caballero es don dinero”. Y ahora, casi cuatro siglos después, sigue siendo igual. Cuando leo lo de las cuentas de Suiza por no sé cuentos millones de euros, estafas de varios millones de euros, sociedades interpuestas para robar un número con muchos ceros de euros, me pregunto de una manera inocente: ¿esa gente ha dejado de ser humana? ¿No tiene conciencia moral ni social?

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¿Cómo puede uno dormir por las noches viendo la miseria que hay alrededor y tú tener cantidades desorbitadas de dinero que has conseguido robando a esa gente o engañándola? Si la esperanza de vida de un ser humano en los países ricos –es verdad que ya no se saben cuáles son- es de unos 80-90 años, ¿para qué se necesita tanto dinero?

La respuesta puede verse desde dos puntos de vista: uno, el de la condición humana; y otro, desde las necesidades creadas por el sistema económico. Desde la condición humana, encontramos individuos que tienen un ansia desmedida por ser superiores a los demás, cueste lo que cueste. Tener un yate más grande, un palacio, un avión privado y hasta en el caso de algunos señores, a la mujer más deseada.

Todo se compra. Y todo vale para conseguirlo, sin conectar con esa parte que nos ha ido haciendo mejores en la evolución –por ejemplo, ya no nos gusta ver cómo azotan a una persona en público-, y sentir el dolor del que va a pasar sus 80 años penando.

Haciendo de psicóloga barata, me atrevería a decir que es una cuestión de inferioridad. Si uno no se valora en menos que los demás, no necesita ser superior ni demostrarlo con riquezas. Desde el punto de vista del sistema económico, como el que tenemos es el capitalismo, el ansia de consumo nos posee. Decía un cuento oriental que las necesidades humanas son infinitas, y en nuestro caso más por toda esa publicidad que nos la alimenta continuamente. Tener un coche, luego tener otro más grande, comprarse una casa, después el apartamento en la playa, y así hasta el infinito. ¿Y somos más felices que esas personas que sólo tienen cubiertas sus necesidades básicas?

Está claro que para estar bien, hay que comer, vestirse y tener un techo que te abrigue. Una mujer africana con un hijo famélico en brazos no puede estar bien. Las necesidades básicas deben poder cubrirse.

La crisis a mí me ha hecho ver que se puede ser feliz sin comprar por comprar. Como desconozco el futuro, ahorro y no he entrado en la necesidad de tener un abrigo nuevo. Estoy disfrutando del que ya tengo.

Conocí a una señora hace unos años que me decía: “Lo peor que me ha pasado ha sido que me toque el premio”. Le tocó un premio de loterías y sus hijos se habían enemistado entre ellos y con ella, por el reparto del premio. Herederos que se matan o se odian, parejas que van a hacerse sangre en los divorcios... Y todo por don dinero. Relativicemos y ayudemos a los demás para que sus años en este planeta no sean un calvario.

Para despedirme quiero hacer apología o defensa de mi sexo, el femenino. Si de algo ha sabido una mujer siempre ha sido de economía doméstica, así que no me digan que las mujeres de determinados presuntos chorizos no se enteraban. El problema es que ellas también querían más dinero...

MARÍA JESÚS SÁNCHEZ A.

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