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Jueves Santo para el recuerdo, con la imagen de Jesús Humillado en procesión y una Vera-Cruz eterna

El Jueves Santo nazareno de este 2018 pasará a la historia por ser, de nuevo, el año en el que procesionó con la Hermandad de la Sagrada Cena la imagen de Jesús Humillado, justo dieciséis años después de que lo hiciera por última vez. Y, además, en una jornada y noche bastante fría, destacó de nuevo la figura sobria, eterna, del Cristo de la Vera-Cruz.



La barriada del Amparo se levantó de fiesta en la mañana del Jueves Santo, porque todos sabían de la buena nueva, de esa en la que su hermandad iba a salir a la calle, después de tanto años, con tres pasos. Por eso el aspecto que mostraba poco antes de las cinco de la tarde el entorno de la casa-hermandad de la Cena y de la Parroquia del Amparo era mucho más alegre que en los últimos años.

Abrió la comitiva el gran paso en el que se representa el pasaje de la Sagrada Cena, con un misterio que poco a poco ya va avanzando en su finalización, pendiente ya sólo del dorado que lo presidirá en próximas Semanas Santas, que fue recibido por la Agrupación Musical Nuestra Señora de Valme con la marcha 'Ave María' de Caccini.

Majestuoso, repleto de detalles y de los rostros de los apóstoles y, claro, del Señor que bendice la mesa, realizó su salida entre los aplausos de los allí presentes, dejando para instantes después, ya que esta cofradía cuenta con pocos nazarenos, la del regreso de un Jesús Humillado que ya gozó de la admiración pública cuando presidió, el pasado mes de febrero, el Vía-Crucis del Consejo de Hermandades y Cofradías.

Sobre un paso propio, bastante más pequeño, tallado pero sin adornos, destacó desde el primer instante esta figura excelsa de la Semana Santa nazarena, que se movía de forma pausada a los sones de la música de capilla que puso el trío Laudate Dominum y precedida por un grupo de mujeres vestidas de mantilla. Al igual que el misterio que le precedió, el paso fue vuelto hacia la entrada principal del templo parroquial, desde donde es sacado cada año para su particular viacrucis por el barrio.

Y, tras estos dos, el Palio con la Virgen del Amparo y Esperanza, que, como es tradicional, fue recibido en medio de una lluvia de pétalos y que cerró una comitiva que fue dejando su particular impronta, primero por las calles de su barrio y luego por el centro de la ciudad, donde fue seguido por el mucho público que salió ayer a la calle.

La eterna figura del Cristo de la Vera-Cruz



Unas tres horas después inició su salida desde la Capilla de San Sebastián, en la barriada del mismo nombre, la cofradía de la Vera-Cruz, en una tarde ya caída que llevó el frío a todos cuantos se congregaron ante este templo y en la Plaza de Hidalgo Carret, pero que no consiguió congelar los corazones de cuantos profesan devoción a una imagen que se sigue mostrando sobrecogedora sobre su paso imperial de caoba.

Allí destacó poderosa la delgadez de un cuerpo viejo, de tantos años como han pasado ya por esta imagen desde que fuera tallada a mitad del siglo XV, pero que es capaz de llenar todo el espacio que le rodea. Y lo hizo en sus primeros pasos, esos que llevan los costaleros bajo el mando del capataz Antonio Sutil, con la misma sobriedad que todo su recorrido penitencial, siendo seguido, pese al frío reinante, por numeroso público durante su trayecto y hasta la entrada.

Le acompañó, como siempre, la Virgen del Mayor Dolor, resguardada por el color azul marino de su palio, que dirigió el mismo capataz, José Gómez Cabrera, que una vez la dejó de nuevo en su templo, debía, sin sucesión de continuidad, dirigirse hasta la Capilla del Gran Poder para sacar al Señor, en una transición que se fundió con la madrugada de Dos Hermanas.


Imágenes de la salida de la Sagrada Cena









































Imágenes de la salida de la Vera-Cruz




































F. G. / REDACCIÓN
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