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HLA

FENACO



2 ene 2021

  • 2.1.21
Desde pequeña me llaman la atención los diferentes, los que han decidido tener su propia vida y no están dispuestos a formar parte de un rebaño. Es gente interesante que te aporta nuevas perspectivas de vida y te hace reflexionar sobre la tuya.


Eran las siete y media de la mañana y hacía frío. Un chico delante de mí arrastraba sus pies por la helada acera, con el abrigo resbalando por sus hombros y la cabeza gacha. Visto por detrás, parecía un chaval con problemas, por la forma de caminar. Hasta la parada del autobús no logré alcanzarlo y entonces fue cuando descubrí que era un ser extraño, raro, de esos que me encantan.

Tendría unos 14 años y llevaba en la mano un libro. Y ese libro era el que le hacía caminar lento y con la cabeza metida entre sus hojas. En un mundo digital, ver a un adolescente con un libro de papel, con sus pastas encuadernadas, atrapado en su trama, me llamó la atención poderosamente.

Y no solo estaba leyendo una novela. Había otra cosa aún más rara: el libro era de una biblioteca, como lo atestiguaba el papel pegado en su canto, ese que nos ayuda a los bibliotecarios a saber dónde hay que colocarlo, en qué sección, con qué autores. Unos códigos que solo nosotros conocemos, como si fuéramos poseedores de un saber oculto que nos ha enseñado el abecedario.

Eché de menos mi trabajo de bibliotecaria, mis fallidas oposiciones a la Biblioteca Nacional. Pero solo me permití este sentimiento durante un segundo. Tengo una vida como traductora que me sigue permitiendo estar cerca de lo que más adoro: los libros. Un trabajo que me permite comer y tener un techo.

Una no puede dejarse arrastrar por esa voz que siempre exige más y que nunca tiene suficiente. Menos mal que está esa tierna voz que me recuerda que para ser feliz lo único que tengo que hacer es disfrutar de lo que ya tengo. Mi propósito para el nuevo año es seguir dándole tribuna a esa linda voz que me permite saborear la vida, que no aspira a nada más que a regodearse con los sentidos. Para que entre lo bueno, habrá que echar lo malo.

MARÍA JESÚS SÁNCHEZ

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