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En la muerte de un Héroe

Dos Hermanas Diario Digital se hace eco en su Buzón del Lector del artículo remitido por José  Armenta, en el que se hace eco del reciente fallecimiento del joven periodista nazareno Rafael Lugo. Si lo desea, puede escribir a doshermanasdiariodigital@gmail.com exponiendo su queja, comentario o sugerencia, e incluso acompañarla también de alguna fotografía.




 

Como muchos de vosotros ya sabéis, ha fallecido Rafa Lugo, el alumno más admirado y querido que ha pasado por las aulas del IES Vistazul. Una noticia que nos deja consternados a todos los que tuvimos la fortuna de conocerlo, pese a que sabíamos que la implacable progresión de su enfermedad terminaría por llevárselo después de someterlo a un proceso cada vez más cruel de parálisis e invalidez.

 

Rafa era para mí el modelo más elevado de héroe. A la altura de aquellos que pueblan los textos de los clásicos griegos y latinos, o quizás en una escala superior, ya que su lucha era contra un enemigo invencible al que sólo cabía mantener a raya de forma cada vez más precaria y agotadora, sabiendo que cada batalla era sólo una forma de frenar provisionalmente el cumplimiento de la derrota final. Si el héroe es aquel que se eleva por encima de sus limitaciones humanas para realizar proezas extraordinarias, Rafa lo fue en grado sumo. Porque su hazaña tuvo la doble dimensión de, por un lado, aferrarse a la vida cada minuto con un ánimo, un humor y una “joie de vivre” asombrosos, y, por otro lado, avanzar con voluntad férrea hacia el destino que él mismo se había propuesto, en una infatigable lucha contra reloj para alcanzarlo antes de que las puertas se le cerraran definitivamente.

 

El héroe es también alguien que sirve de modelo ideal a los demás, y en Rafa había un don especial que hacía que sus compañeros de clase tuvieran un sentido más vivo de camaradería y solidaridad. Todos se contagiaban del maravilloso ejemplo que nos daba a diario. Y todos los que compartimos las aulas con él podemos sentirnos de algún modo orgullosos por haber sido partícipes de su empeño en mayor o menor grado: los compañeros que le ayudaban a corregir la posición de la mano cuando esta se deslizaba más allá de su control, los miembros del Departamento de Integración que lo querían como a un hijo predilecto y que nos ayudaban a incorporarlo a la asignatura excluyendo cualquier tipo de trato de favor, los profesores que lo tuvimos como alumno o como participante en algunas actividades extraescolares en las que siempre se las arreglaba para estar con el grupo como uno más.

 

Y, aunque me resulta difícil hablar de ella, no puedo dejar de mencionar a esa madre absolutamente admirable en cuyo corazón inmenso tiene que haber ahora un agujero de unas dimensiones irreparables. No cabe la menor duda de que fue ella quien supo inculcarle a Rafa esa madera de héroe que distingue a los más nobles. Ojalá pueda encontrar en vida el descanso que le deseamos a su hijo.

 

En las gestas de muchos héroes hay un trasfondo trágico inevitable, pues teniendo muchos de ellos un linaje divino saben que son mortales y que, en bastantes casos, están destinados a morir jóvenes. Rafa cumplía este último rasgo, pero tenía una forma de estar en el mundo completamente alejada de las sombras de la tragedia. Cuántas veces nos sorprendía en clase con un comentario jocoso, cuán a menudo llenaba de luz el aire con su chispa y picardía. Sentir compasión por él nos habría resultado completamente fuera de lugar, pero era inevitable que nos despertara una inmensa simpatía. Por eso este homenaje trata de situarlo lejos de las tinieblas tristes de la beatería eclesiástica e imaginárselo bajo el sol radiante de los campos olímpicos, más próximos a esos estadios deportivos por los que sentía pasión. Porque si cabe pensar en alguien que de verdad merezca un lugar de honor en el Olimpo, ese es sin duda Rafa Lugo.

JOSÉ ARMENTA
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