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Moi Palmero | Ecocidio en el Mar Menor

Llevamos años defendiendo que debemos reactivar el poder de la ciudadanía para cambiar el mundo. Y en Murcia nos han enseñado el camino. Aún es pronto para cantar victoria, porque queda lo más difícil: hacerle entender a nuestros representantes en el Congreso de los Diputados que en sus manos está hacer historia, ser recordados por cambiar el derecho ambiental en nuestro país y en Europa, y escuchar de una vez por todas el clamor popular, y no solo las voces de los que manejan la economía, de los que los manejan a ellos.


El ecocidio del Mar Menor nos avergonzó. El mundo entero vio los cadáveres de millones de peces flotando sobre las aguas, cubriendo las arenas de la playa. Muchos echaron balones fuera, intentando delimitar el problema, señalando a un puñado de agricultores incívicos. Pero sabían que el colapso de la laguna salada es lo que nos espera si no cambiamos de modelo, de forma de pensar, de relacionarlos con la naturaleza.

La sobrexplotación y la salinización de los acuíferos con los miles de pozos ilegales, el aporte excesivo de nutrientes, fosforo y nitrógeno provenientes de los fertilizantes utilizados en la agricultura intensiva que abastece de frutas y hortalizas a la Europa que regaña pero que mira para otro lado, así como los residuos y desigualdades sociales que provoca representan un problema generalizado a nivel nacional. La diferencia entre el Mar Menor y el Mediterráneo es su tamaño, pero las barbaridades son las mismas y las consecuencias, también.

Ante la tragedia se hizo lo de siempre: nada. Salvo poner cara de circunstancia y añadir el clásico “estamos trabajando en ello” que popularizó el señor Aznar. Trabajar en ello era llamar a los científicos, de los que solo se acuerdan durante las emergencias, para que les diesen soluciones rápidas. En esta ocasión, los científicos los remitieron a estudios de hace treinta años donde ya se concluía lo que iba a pasar y la manera de evitarlo.

Pero las soluciones no les gustaron porque para llevarle la contraria al capital hay que ser valientes y estar dispuestos a perder los votos y el poder por el bien común. Y ante la cobardía e incapacidad apareció la ciencia y la ciudadanía para proponer una solución novedosa.

Ocho profesores universitarios presentaron un estudio de la Clínica Jurídica de la Universidad de Murcia y, con el apoyo de la Cátedra de Derechos Humanos y Derechos de la Naturaleza, propusieron que la única solución posible para salvar el Mar Menor era dotarlo de Personalidad Jurídica Propia, o lo que es lo mismo, reconocerlo como objeto propio de derecho para que, por el solo hecho de existir, tenga su propia protección, independiente del interés político, como nosotros gozamos de los Derechos Humanos.

En Europa sería la primera figura de este tipo, pero no en el mundo, donde se la conoce como la ley de los “ríos persona” ya que en Colombia, en la India, en Canadá y en Nueva Zelanda salió adelante para proteger los ríos Atrato, Ganges, Magpie y Whanganui.

Para poder debatirlo en el Congreso tuvieron que impulsar una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) y conseguir, en once meses, la friolera de 615.641 firmas, un 23 por ciento más de lo que necesitaban, y ya están validadas por la Junta Electoral Central. Y las han conseguido gracias a la ciudadanía, que se ha volcado para organizarse, para dar fe de cada una de las firmas, para mover cielo y tierra y dar a conocer el problema en todo el mundo.

Gracias a esa presión popular han conseguido que ALDI –y pronto vendrán otras grandes marcas– se plantee poner a la venta frutas y verduras que generen un impacto ambiental y social para producirlas. Estoy de acuerdo que puede ser una muy buena campaña de imagen y que, primero, deberían hablar de comprar a un precio justo y digno a los agricultores y no centralizar sus compras evitando así el ir y venir de los productos por las carreteras. Pero es un primer paso.

Y debido a la repercusión de sus acciones, el Partido Popular, que gobierna en Murcia junto con los irresponsables e incendiarios de VOX, se ha decidido apoyar la ILP. Ahora, cuando han visto que es imparable. Vergüenza les debería dar.

Este es el único camino que puede haber para cambiarlo todo: la ciudadanía exigiendo y organizada, respaldada por la ciencia, buscando nuevos caminos, nuevas oportunidades, nuevas formas de entender el mundo. Si la ciudadanía se une, el capital y los políticos cederán. Si los dejamos decidir a ellos, seguiremos escuchando el eco de la caja registradora y el “estamos trabajando en ello”.

MOI PALMERO
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