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‘Casa Amable’: tradición viva de Dos Hermanas y 60 años de fidelidad a sus sabrosos guisos de siempre

Poco nos equivocaremos si se afirma que Julián Ballesteros de Dios y su bar ‘Casa Amable’ son un símbolo vivo de una Dos Hermanas que se ha mantenido fiel a su esencia y a su propia vida. Ubicada en el número 35 de la calle Santa María Magdalena, entrar en ‘Casa Amable’ es volver al ambiente y al sabor de siempre, ese que ha sabido mantener durante sesenta años para mayor gloria de todos los nazarenos que se acercan a él para seguir disfrutando de su ‘amable’ atención y de sus famosos guisos.


“Yo nací en la Casa Socorro en Dos Hermanas. Al principio viví con mis padres en la calle San Alberto, pero luego, cuando tenía 6 años, nos vinimos a Melliza. Mis padres se llamaban Amable Ballesteros Delgado y Antonia de Dios Martín. Mi padre cogió este negocio en el año 1966. Él era de Zamora, pero llegó a Dos Hermanas con sus padres cuando tenía 13 años, que fue cuando se vino a trabajar a la Torre Doña María, donde labraba y donde además era casero. Allí estuvo hasta los 30 años de edad. Éramos dos hermanos, Juan Luis, que por desgracia murió el 7 de enero de 2004 de un infarto, y yo. Los dos hemos estado trabajando juntos en nuestro bar. Yo entré aquí con tres años y medio, y aquí hemos ido estando todos juntos hasta que la muerte nos ha ido separando”.

“Nosotros salíamos del colegio y nos veníamos al bar, porque en aquella época no había guarderías. Yo estudié hasta el nivel de primero de BUP. De 4 a 6 años estuve en La Compasión con mi hermano. Luego se fue mi hermano a Doña Lola, que era un colegio que había en la calle Lope de Vega, y yo entré en la Academia Rollerston, que estaba aquí en la esquina de Melliza, donde estudié toda la Básica y luego Inglés. Hice también Secretariado, pero cuando acababa, m iba siempre para el bar, donde echaba una mano”.

“El local donde está el bar fue primero de la viuda de Terrero. Este sitio fue en 1880 una fonda, que se llamaba Jesús del Gran Poder. Después lo cogió Manuel Terrero, que ya lo convirtió en un bar, que tenía fama por entonces por las almendras fritas y la chacina, y que era el padre de Juan José Terrero. A éste le siguió luego al frente del bar Luis Alcántara, pero se fue a Barcelona y se lo alquilaron a Mariano Moreno. De éste pasó Manolo Félix, y el anterior a que nosotros lo cogiéramos fue Juan Avecilla”.

“Mi padre lo cogió el 7 de junio de 1966, un día del Corpus Christi. Mi padre antes estuvo trabajando de pescadero en la Plaza, con los Pérez, y por la tarde iba a descargar la mercancía que traía Joaquín, de Coria, que se dedicaba a la patata. Y por la noche también estuvo un tiempo friendo pescado en la calle Reposo. De allí se fue primero al trabajar al bar Estrella, y luego, con su paisano Ballesteros, al bar Esperanza, donde estuvo trece años, hasta que cogió este negocio, que le puso ya su nombre. Amable es un nombre de la parte de Castilla y León. Mi madre se llamaba Antonia de Dios, de la familia de los Caque”.

“El bar que abrió mi padre era de cafelitos y de copitas por la mañana: anís, aguardiente, ginebra, porque antiguamente no solía la gente desayunar fuera de casa, y luego a mediodía sí daba las tapitas, que cocinaba mi padre, con la ayuda de mi madre a la hora de hacer los fritos y cortar cosas. Pero el que siempre guisó fue él. Y todos los guisos que él hacía desde que empezó, se siguen manteniendo hoy. En Amable tienen fama el lomo con tomate, el hígado en salsa, la lengua, los calamares a la riojana, la tortilla de jamón y la paella de los domingos, que se sigue haciendo”.

“Mis primeros recuerdos de este bar son los de muchos de sus clientes asiduos, el trato de la gente y cómo en ocasiones se metían conmigo para provocarme. Ya mi hermano con 11 años y yo con 7, llevábamos la barra del bar, y todo compaginándolo con los estudios. Y me gustaba, porque esto, aparte de mi trabajo, es mi vida. Piense que yo me he criado aquí. Por entonces, el bar era un poquito más pequeño que ahora. La cocina estaba a un lado, muy pequeñita. En la parte de arriba colgábamos los jamones. La parte que tenemos atrás era el comedor de un vecino, y otra parte que añadimos luego la cogimos de una habitación que había al lado. Pero, por lo demás, era prácticamente igual. Es más, las puertas son las primitivas, que como verás tienen todavía hasta las llaves de hierro, de las antiguas. Las casas de al lado pertenecían en un principio a la fonda. Fue en el año 1992 cuando compró mi padre la finca a la familia de Terrero y pudo ampliar algo el local. Cuando se jubiló mi padre, mi hermano y yo nos quedamos ya con el negocio. Y siempre estuvimos juntos, él de jefe, hasta que falleció en el año 2004, que ya fue cuando me quedé solo”.


“Yo estoy casado con Mari Carmen Rivero Gallego. Ella es de Guadalcanal, pero llegó con su familia a Dos Hermanas cuando tenía 3 años. Recuerdo que la conocí en la ‘Discoteca 2001’, como casi todas las parejas de entonces. Nos casamos el 8 de diciembre de 1986 y tenemos un hijo, Julián, y una niña que se nos murió con tres meses. Y es que tuve la desgracia de que en el mismo año falleció mi hermano, en el mes de enero, mi hija se nos fue en agosto y a los seis meses murió mi padre. En once meses se fueron los tres”.

“Mi hijo está estudiando la carrera de Ciencias del Deporte. Él la verdad es que con los estudios, no ha tocado el bar, porque esto es muy sacrificado. Y eso que ahora por lo menos se cierra uno o dos días a la semana, y hasta se pueden coger algunas vacaciones, pero antiguamente eso no existía. Mi padre, por ejemplo, nunca cerró el bar, ni en Nochebuena, ni Valme…., nunca, a no ser que cayera malo. Eso de cerrar era casi como un pecado”.

“Cuando estaba con mi hermano, yo era el que cocinaba y él el que se quedaba en la barra. A mí me gustaba estar más con mi padre en la cocina. Todos los guisos que yo hago ahora, los aprendí de él. Y nunca hemos cambiado las tapas en Amable. Yo para eso soy muy tradicional. Es más, todavía tengo la tiza para apuntar las cosas en el mostrador. Aquí, como verá cualquiera, no hay ningún ordenador. Si acaso, el móvil, pero porque ya con los proveedores hay que hablar por el móvil y por wassap”.

“Yo estoy enamorado de mi profesión y de este bar, porque es lo que he hecho toda mi vida. Yo ahora tengo 60 años. Y esto para mí es algo más que un trabajo. Mi mujer me ayuda mucho. Me echa una mano con los desayunos, con los fritos, y siempre que me hace falta. En tiempos tuve una empleada conmigo, Blanca, que estuvo trece años, pero se marchó cuando la pandemia y, aunque yo trabaje más, prefiero seguir solo. Pero insisto en que esta es mi vida. Y quizás ahora, con los mismos dueños y en el mismo sitio, seguramente sea el bar más antiguo de Dos Hermanas. Nosotros llevamos ya para 57 años aquí. Y aquí seguiré mientras nos dé fuerza el Señor”.

FRANCISCO GIL / ANDALUCÍA DIGITAL
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