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Curro Díaz: “En estos momentos estoy como volviendo a empezar, como cuando dibujaba siendo un niño”

CONVERSACIONES DE AGOSTO. Desde su atalaya, ese espacio hogareño que ha ido amoldando con los años para convertirlo en su lugar de creación y de pensamiento, el artista nazareno Curro Díaz va construyendo cada día su universo particular. Allí, rodeado de bocetos, pruebas, caballetes, recuerdos y mucho material de trabajo, se encierra cada día para seguir enfrentándose a su gran reto: investigar y aprender.


El resultado de ese reto es un artista plástico prolífico pero inconformista, autor de numerosas exposiciones individuales y colectivas, no sólo en Dos Hermanas, que ha dejado en cada una de ellas una huella nueva. Y desde no hace mucho, tras un período exultante con el óleo o la acuarela, Curro Díaz, a sus 71 años, se ha enfrascado últimamente en el pastel, una técnica que, según confiesa, le ha hecho volver a empezar, y que ha centrado de forma especial en el retrato y en la búsqueda de la humanidad de cada rostro al que se enfrenta.

- ¿Es verdad eso que se dice de que jubilado se trabaja más que cuando se está en activo profesionalmente?

- En mi caso, sí, pero no considero que sea un trabajo lo que hago. Pintar es mi oficio, el que siempre he querido y el que siempre me ha mantenido vivo. Y yo no quiero perder mi oficio. Entonces, no sólo no paro, sino que además ahora hago más cosas porque tengo más tiempo.

- ¿No tenías miedo cuando te jubilaste a qué podía ser de tu vida?

- No. Ninguno. De hecho, lo tenía clarísimo. Yo me jubilé un 17 de diciembre, y desde el día siguiente no me he vuelto a acordar más del trabajo para nada, salvo si me encuentro con algún compañero o si recuerdo ratos muy agradables que hemos pasado trabajando. Yo le he puesto siempre mucho entusiasmo a mi trabajo y la verdad es que durante esa época puedo presumir de que he tenido un equipo muy bueno y, al margen de compañeros, éramos también amigos.

- Desde que te jubilas hasta hoy, ¿ha evolucionado mucho tu trayectoria como artista?

- No mucho. Es que, por decirlo de alguna manera, estoy como volviendo a empezar, como cuando dibujaba siendo un niño, que ya se sabe que se empieza por el dibujo artístico. Es decir, que he vuelto a retomar el academicismo tras una época en la que he querido expresar algo pero sin describir nada. Yo hacía ya mucho tiempo que no describía un paisaje ni nada parecido. Creaba una atmósfera y ya está. Pero empecé a estudiar dos disciplinas, primero la acuarela y luego el pastel, con las que ya llevo unos ocho años, de forma que desde entonces no me apetece hacer abstracción, sino, de manera disciplinada y con firme propósito, empezar de nuevo como si nunca hubiera estudiado. Y cuando ya llegó el tema del retrato, que siempre había sido mi asignatura pendiente, pues estoy aún más disciplinado si cabe.

- ¿Y por qué te viene eso de querer volver al principio?

- No lo sé exactamente, pero es cierto que cuando llevo una temporada haciendo algo, ya sea con acrílico, con acuarela, con óleo…, llega un momento en el que me da la sensación de que me estoy autoplagiando. Yo no me siento cómodo en la zona de confort, como dicen algunos. No, no. Soy inquieto. Investigo permanentemente. No me conformo con algo que he aprendido y punto. No me gusta. Entonces, cuando empiezo a notar esa sensación, corto y empiezo desde cero otra vez.

- ¿Y por qué ahora el pastel?

- Porque era como una asignatura pendiente para mí. Nunca lo había tocado, no sé si por miedo o por desconocimiento. Y como a mí me daba envidia de ver a los pastelistas y a los retratistas, con el carboncillo o con la tiza en la mano, pues yo quería probar y quería aprender. Y en ello estoy.

- ¿Y has necesitado la enseñanza de algún pastelista?

- Técnicamente, sí. Mi primera profesora fue María José Barrera, con quien estuve primero en acuarela y luego en el pastel. Y, después, las clases magistrales que impartió Rubén Belloso en Dos Hermanas. Entonces, como soy muy disciplinado, o muy cabezón, cuando se me pone una cosa por delante, yo no tengo horas, sino que me pongo y me pongo y eso es lo que hay. Por supuesto, tengo que seguir aprendiendo. No creo que nunca me sienta satisfecho del todo con lo que hago, y sé que tengo que seguir practicando, trabajando e investigando.

- Pero en cualquier caso ves que tienes recorrido en esta nueva etapa con el pastel. ¿no?

- Sí. Pero es que yo siempre me he considerado así, que estoy empezando, hasta que me dé la sensación de que ya no sienta nada con lo que estoy haciendo y que ya no aporto nada, momento en el que vuelvo al principio otra vez. Y en este caso, pues igual. Yo tenía ya hechas recientemente tres exposiciones individuales con mi obra, que han gustado mucho, en las que he vendido mucho y de las que me han publicado hasta ocho obras en un libro de Parramón, que no es cualquier cosa, pero, lo mismo que me podía haber quedado ahí, he emprendido de pronto otro camino distinto, porque lo que más me ilusiona es seguir trabajando y seguir aprendiendo.

- En cualquier caso, parece que te encuentras en una etapa muy motivadora para ti.

- Ahora sí, porque, además, tengo más tiempo. Más tiempo para equivocarme, para corregir, y lógicamente los resultados no sé si serán mejores, pero desde luego trabajo mucho más que antes.

- ¿Qué es lo más difícil de un retrato?

- De un retrato, lo que hay que buscar es el parecido, evidentemente. Nunca se habla de estas cosas, pero hay que pensar lo siguiente: el artista plástico, dibujante o pintor, cuenta con muchas dificultades, más que en otras disciplinas artísticas, como el escultor, el imaginero o el tallista, ya que éstos tienen una ventaja que no tenemos nosotros: la tercera dimensión. Entonces, nuestra profundidad es el folio o el lienzo y a partir de ahí tienes que ir solucionando el problema de que, por ejemplo, una nariz tiene que estar más cerca de quien la observa que las orejas. En otras palabras, que nosotros es como si hiciéramos magia, porque sin existir profundidad, la conseguimos.

- Pero el retrato no sólo tiene que parecerse, sino que tiene que tener vida.

- Eso es un poquito más complicado aún. Y es lo que yo persigo. Lógicamente, un retrato tiene un proceso. Cuando yo escucho decir a muchos pintores que vienen de vuelta, me pongo malo. Primero hay que llegar, y cuando se llegue, entonces ya se verá si sigue o viene de vuelta. Yo no puedo pretender sacar el alma de la persona que estoy retratando si no sé ni dibujar ni pintar. Mi propósito ahora es intentar llegar al retrato, conocer la técnica y seguir investigando y, con la técnica aprendida, tratar de mostrar algo más que el parecido a una persona, que el personaje sea un poco más él. Se trata de no sólo reflejar lo que veo, sino también lo que yo siento.

- Y dentro de la dificultad del retrato, ¿es tal vez la mirada, lo que expresan unos ojos, lo más difícil de lograr?

- Yo creo que sí. Los ojos son muy expresivos. La boca y los ojos, o son o no son. Y si para colmo quieres decir algo más, entonces es que es ya dificilísimo. La mirada es imprescindible para conseguir un buen retrato, pero tampoco quiere decir que sea lo más difícil, sino lo más importante. A mí me ocurre además de que los ojos son lo último que pinto en un retrato. Bueno, los sitúo, los perfilo, pero lo que es terminarlo, lo dejo para lo último porque si no, no me deja hacer otra cosa.

- ¿Qué tiene el pastel de especial?

- Es una técnica muy especial, pero quizás la mayor dificultad para mí es que el color se mezcla directamente sobre el soporte y no en una paleta, como le ocurre al pintor. En el pastel, después de tenerlo muy observado, se eligen unos colores para darles las distintas tonalidades que se requiere.

- A pesar de que estás empezando con el pastel, ¿estás satisfecho con lo que estás haciendo hasta ahora?

- Sí, porque yo lo veía con muchísima dificultad y me daba hasta miedo de empezar, pero, bueno, con la experiencia de tantos años pintando, no me está resultando tan complicado como yo creía. La verdad es que en este proceso de aprendizaje voy yendo más rápido de lo que pensaba, pero también es verdad que le dedico muchas horas y que antes ya había dibujado mucho.

- Y todo este trabajo, ¿hacia qué camino lo quieres dirigir? ¿Tienes un horizonte?

- Yo quiero llegar, pero ahora mismo lo que me ilusiona es el proceso. Yo quiero llegar al alma de las cosas, como he llegado con otras técnicas, pero ahora mismo no quiero saltarme ni un peldaño porque eso, al final, sería retroceder. De hecho, cada vez que termino un retrato, por muy satisfecho que esté, siempre vuelvo. Como únicamente puedo llegar a lo que busco es trabajando y olvidándome de lo demás.

- Dentro de todas las etapas que has tenido como pintor, ¿esta es la que más ilusión te hace?

- No, es una de ellas, porque cuando estaba con la acuarela me lo pasaba de muerte. Y en el óleo, cuando yo he llegado a lo que pretendía, con esa síntesis que he buscado durante años y, cuando la conseguí, lo he disfrutado mucho. Lo peor es el proceso. El tiempo que hay que echarle para llegar a eso.

- ¿Piensa que este trabajo podrá llegar algún día a contemplarse en una exposición?

- A mí me gustaría. Ahora mismo estoy mostrando las cosas que voy haciendo, pero yo quiero llegar a cosas importantes con esta técnica y tener la misma satisfacción que he tenido con otras anteriores.

- ¿Te sientes ahora mismo un artista más completo?

- Yo diría que con menos limitaciones. En todo esto, yo no puedo estar pensando en lo que piensen los demás, sino en lo que pienso yo, porque si no, es que no me muevo ni progreso. En definitiva, que no quiero quedarme en el oficio, sino en algo más.

FRANCISCO GIL / ANDALUCÍA DIGITAL
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