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Alejandro Jurado ofrece un pregón muy nazareno emanado de sus vivencias de hermano y creyente

Y, efectivamente, ése fue Alejandro Jesús Jurado Mejías cuando, mientras sonaba la marcha ‘Los niños hebreos’ que interpretaron miembros de la Agrupación Musical Virgen de La Estrella, no pronunció el tradicional ‘he dicho’, sino una frase que bien resume el que fue su pregón de la Semana Santa nazarena: “Dos Hermanas está de fiesta. Su Semana Santa va a comenzar”.


En una mañana esplendorosa, en la que en la calle Nuestra Señora de Valme se vivía la fiesta del arte al aire libre y su público se entremezclaba con cuantos, bien arreglados cual Domingo de Ramos, caminaban sin prisa en busca del Teatro Municipal, porque en la intimidad de su auditorio y de su escenario se iba a desarrollar uno de los momentos señalados en el calendario cofrade: el Pregón que abrirá las puertas a la celebración de la Semana Santa.

Y, como es habitual, cofrades, hermanos y hermanas mayores, autoridades, familiares y amigos del pregonero y todos cuanto, lo conocieran o no, tenían ganas de empezar a empaparse de pasión, se dieron cita en este espacio, mientras que sobre el escenario comenzaron a sentarse cuantos iban a presidir el acto litúrgico y cultural que se iba a desarrollar. Presidiendo, el párroco de Santa María Magdalena, don Manuel Sánchez de Heredia; a su izquierda, el presidente del Consejo Local de Hermandades y Cofradías, Francisco Alba, y, a su derecha, el alcalde de Dos Hermanas, Paco Rodríguez.


Y, tras ellos, la Banda de Música Santa Ana de Dos Hermanas, que, como es tradicional, abrió el acto con la interpretación de la marcha ‘Amargura’, de Manuel Font de Anta. Fue entonces el momento en el que el presentador de Alejandro Jesús Jurado Mejías, su amigo y compañero de despacho José María Rey Hermoso, tomó la palabra para iniciarla con una referencia a la amistad, que luego fue el guion de su discurso: tomó de una de las cartas apostólicas de San Juan Pablo II una frase para hacerla suya y de su amigo: “La amistad, basada en el amor desinteresado, es una de las experiencias más sublimes de la vida humana”.


Y es que, como dijo seguidamente, era “un honor” para él presentar “a alguien a quien considero mi amigo, en mayúscula”, y que extendió por igual a la figura de su hermano Antonio, al que de forma semejante consideraba “mi hermano”. José María Rey realizó una comparativa entre esa amistad y la que profesaron tanto su padre, José, como el del pregonero, Manuel ‘El Chole’, compañeros de trabajo que compartían horas interminables en la notaría en los años 80 y que, tras horas de trabajo, gustaban de hacer su parada en ‘La Resbalaera’, un bar que estaba en la calle Antonia Díaz, o en ‘La Botita’ del añorado Juan José. “Y ahora la historia se repite”, dijo, porque “Dios lo ha querido así”.

El presentador hizo también referencia a su pertenencia a la familia ‘Macareme’ tras el matrimonio de Alejandro con Carmen, y, cómo no, al fútbol, y más en concreto al Real Betis: “En el fútbol yo no conozco a nadie que sepa más de su Betis”, porque “si no hablo del Betis en su presentación, no me lo perdona nadie”.

Y concluyó que tanto él como el pregonero profesaban una relación “profunda y verdadera” y destacando la dedicación de su amigo hacia la Hermandad de La Estrella, “su vida”, de la que llegó a ser hermano mayor, para finalizar retomando su inicio: “Alejandro, amigo, hermano, necesito manifestarte públicamente lo que seguramente ya sabes: que te quiero, a ti y a tu familia, que me siento muy afortunado de estar hoy aquí. Nunca podré agradecerte este inmenso honor que me has brindado”.

Un pregón sentido desde dentro


Tras las palabras de su “hermano y amigo”, la Banda de Santa Ana se convirtió de nuevo en protagonista para interpretar la marcha ‘sorpresa’ que no eligió el propio pregonero, sino el director de dicha Banda, José Colomé, entre un ramillete de cinco propuestas, todas vinculadas a la Hermandad de La Borriquita, y que resultó ser ‘Virgen de la Estrella’, de Pedro Gámez Laserna.

Sea como fuere, el caso es que hasta que comenzó a hablar su presentador, el pregonero mostraba un semblante bastante serio y dejando ver reflejos propios de cierto nerviosismo, acordándose seguramente de la toga que se dejó en casa. Pero su ‘hermano’ José María la verdad es que le hizo sonreír, y levantar la mirada de vez en cuando para buscar entre el público asistente a sus seres queridos.

Y con esa entremezcla de nerviosismo y responsabilidad, se dirigió al atril de oradores para, así de pronto, dejar patente su amor a Cristo. En los saludos, lo hizo de forma correspondiente con respecto a cuantas autoridades eclesiásticas y civiles presidían el acto, pero tenía que detenerse en ese instante en su madre, María Mejías Ponce, quien, a sus 80 años, le seguía con emoción entre el público, y de la que su hijo dijo: “Mamá, ejemplo de vida, capaz de todo, incluso de renunciar a ser la más querida de la familia para que los tuyos diera todo el amor por el que nunca olvidaron, el que fue ejemplo desde que se levantaba un día hasta el siguiente en el que volvía a poner el pie en la tierra”.

A partir de ahí, y en un pregón que contó con tres partes bien diferenciadas –Dos Hermanas y la Semana Santa, la Hermandad de la Vera-Cruz y la Hermandad de La Estrella-, se introdujo en una caligráfica descripción de personas, espacios y, claro, bares de la Dos Hermanas de ayer, que englobó bajo el signo de la enseñanza que él recibió en relación “al verdadero sentido de la palabra hermandad”, teniendo una especial mención a la persona de Leoncio Alba, ex presidente del Consejo de Hermandades, “hombre entero, sincero y honesto que se desvivió por la Semana Santa de su pueblo”, y al Centro de Orientación Familiar (COF), del que el pregonero es gran defensor y colaborador directo.


Y fue a partir de ahí cuando Alejandro Jurado se introdujo en uno de los principales mensajes de su pregón: la Semana Santa está muy bien, pero tras ella hay 365 días en los que también hay que hacer hermandad. “La Semana Santa son días intensos, pero efímeros, porque nada se vive con la intensidad de todo un año”, dijo, para añadir: “Cuando me propusieron estar aquí con todos ustedes hablando de Semana Santa, mi primera reacción fue la de que conmigo no se encontraba a un verdadero cofrade, de esos de capirote, costal, revirá o de saberse el repertorio de marchas. Nunca me consideré hombre de cofradías, porque siempre fui hombre de hermandad”.

Y es que para el pregonero, la Semana Santa “no dura siete días, sino un año, y en él siempre está presente Cristo. Dispongámonos a esta Semana Santa que dura 365 días a buscar a Cristo en nuestras vidas. Si la Semana Santa fuera una afición, este que aquí os habla no podría haber sido hermano de La Estrella, sino la esperanza que luce como nadie este verde y blanco tras las trece barras de mis amores. Y no podemos olvidar que los cofrades somos cristianos, que somos Iglesia, y que a ella estamos obligados a defender, vivir y participar. Estéticamente o artísticamente lo hacemos con tanta perfección, que a veces parece que se nos olvida qué es lo verdaderamente importante”.

En esta tarea de diario de vida de las hermandades nazarenas, el pregonero reconoció la importante labor que realizan estas corporaciones a través de sus obras sociales y cáritas parroquiales, porque “no sólo de pan vive el hombre, sino que también dan alimentos desde la palabra, el acompañamiento, el consejo, el abrazo”, resaltando “el muchas veces incomprendido COF, donde se ofrece pan espiritual y sangre de vida a los hermanos que lo necesitan, institución a la que me honro pertenecer y que hace una labor encomiable hacia las familias”.

Por supuesto que Alejandro Jurado se acordó de todas las imágenes, Vírgenes y Cristos, de cada una de las hermandades nazarenas, cuya relación la inició con referencias a Santa Ana, la Patrona de Dos Hermanas, señalando que las hermandades tenían que adaptarse a los tiempos actuales “haciendo uso de lo que nos enseñaron en tiempos pasados”, y que pasa por “formar a buenos cristianos”, por “ser Iglesia con las puertas abiertas de par en par” y por transmitir “la verdad”, la única que hay, “que se llama Cristo y su bendita Madre, que en esta tierra la queremos pa rabiá”.


Uno de los momentos más entrañables de pregón, y que fue respondido por uno de los más cálidos aplausos, fue cuando Alejandro Jurado recreó una de las típicas escenas preparatorias de una salida procesional, detallando esos lugares y nombres propios que siempre le han acompañado: “No olvides tu cíngulo, que Mariquita Los Calientes desgraciadamente ya se ha acabado. Repasa cada uno de los botones que a Alvarito dejaste encargado. Ten lista tus alpargatas de un Macandro ya cerrado. Prepara también tu traje de Pedro Valle que el Domingo hay que ir estrenando. Tu corbata de ancá Alfonsi, los zapatos que te los arregle Valeriano, capirote de Felipe que te hizo entre pájaros cantando. Ponte tus mejores galas Dos Hermanas que la solapa la palma que te vendió Fernando, o aquel escudo que Alba con plata noble hicieron labrando. Recoge un ramo para los pies de tu madre de la Huerta de Palacios, y prepara también tu alma, que hay curas confesando. Ríe alegre y vive, porque tu Semana Santa está llegando. Tómate una cerveza fría en el ‘Jaula’ o ‘El Carrillo’, porque si una Dos Hermanas se fue, sin duda otra nueva está llegando. Y Dos Hermanas siempre estará, porque en la calle de Santa Ana, allá en la cueva de la Abuela, la campanita siempre nos está sonando. Porque de aquellos orígenes no debemos olvidarnos… porque Dos Hermanas nunca acaba, siempre empieza y siempre está empezando. Porque nuestra historia se transforma, pero no se está acabando… Dos Hermanas está viva, muy viva, y su futuro asegurado… Nuestro pueblo tiene solera y no le falta ningún encanto, que tenemos aquí de todo y debemos disfrutarlo, y como nuestra Semana Santa habrá otras, pero ninguna como la de nuestro pueblo… Vamos nazarenos a disfrutarla porque nuestro pueblo nos está esperando”.

A partir de ahí, el pregonero se centró en sus dos grandes pasiones vivenciales, tanto personal como espiritualmente: la Hermandad de la Vera-Cruz, la primera a la que perteneció a petición propia siendo niño, y la de La Borriquita, en la que la que fue escalando estaciones hasta llegar a la de hermano mayor.

“Cristo de la Vera-Cruz, devoción mía nunca perdida... No eres un Cristo muerto, eres un Cristo que nos trae la vida... El Cristo que como cofrade me dio la vida”, afirmó, con referencias igualmente a la significación del símbolo de la Cruz, esa que “nos enseña a saber vivir y cargar su peso”.


Y cuando habló de ‘La Burra’, como a él también le gusta referirse a su Hermandad, volvió a dibujar, cual periodista radiofónico narrando un partido del Real Betis, los instantes previos a su salida procesional de cada Domingo de Ramos, esos que él tanto ha vivido y que hizo coincidir con la interpretación, en sus últimas palabras, por parte de miembros de la Agrupación Musical de La Estrella –su última sorpresa-, de la marcha ‘Los niños hebreos’, esa que suena cuando se abren las puertas de Santa María Magdalena en un Domingo de Ramos.

Y con la “puerta abierta de par en par”, ya va saliendo el primer tramo porque “Dos Hermanas no puede esperar, quieren ver al Señor de los Niños”, y, con esos sones, pronunció un ‘he dicho! que no fue tal porque concluyó de la misma forma particular que se le oyó durante la hora y ocho minutos que duró su pregón: “Dos Hermanas está de fiesta. Su Semana Santa va a comenzar”. Dijo.

REDACCIÓN / ANDALUCÍA DIGITAL
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