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Mostrando entradas con la etiqueta La vida empieza hoy [José Antonio Hernández]. Mostrar todas las entradas
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26 may 2023

  • 26.5.23
El hecho de engañar (o intentar engañar) a los demás se ha generalizado de tal manera y hasta tales extremos que, sin temor a exagerar, podemos afirmar que la mentira es ya un componente normal de esta cultura política que, entre todos, estamos construyendo.


Algunos de nuestros políticos olvidan que la credibilidad es el fundamento de su autoridad, y, como consecuencia, nos ofrecen la esperpéntica y grandiosa ceremonia de la confusión, una solemne liturgia de los embusteros. Fíjense la facilidad con la que estamos aceptando que el embuste es una forma natural de hacer propaganda, y ya no nos sorprende que, mediante exageraciones y omisiones, nos engañen con el fin de extraer provechos electorales.

Tengo la impresión de que los líderes y los ciudadanos estamos convencidos de que “Es conveniente engañar al pueblo por su propio bien”. Aplican el mismo criterio que, quizás con excesiva frecuencia, empleamos con los niños: piensan que los ciudadanos no poseemos capacidad para comprender la complejidad de los asuntos políticos, económicos y sociales.

Aceptamos con excesiva facilidad que una de las tareas que cumplen los gabinetes de asesores es elaborar “falsedades saludables”. Tengamos en cuenta, además, que en la actualidad la gravedad de las mentiras es mucho mayor debido a las dimensiones globales y a la rapidez instantánea de su propagación mediante internet.

En mi opinión este es un asunto grave que no podemos tratar con frívola ironía ni con pasiva resignación, sino que deberíamos denunciarlo con fuerza y con rigor. Los ciudadanos estamos obligados a exigir transparencia y a censurar la persistencia de la mentira en los usos políticos.

No estoy de acuerdo con Maquiavelo cuando aceptaba que en la política se permiten unos comportamientos diferentes a los que prescribe la ética. Pienso que deberíamos concebir y practicar la política con una referencia explícita a los comportamientos morales.

Estoy de acuerdo con la profesora Adela Cortina cuando afirma que “realmente resulta descorazonador que gran parte de la ciudadanía, de unos colores o de otros, continúe votando a políticos mendaces, incompetentes, agresivos y violentos”. En mi opinión, la difusión de bulos lo único que merece es el castigo en las urnas. Por favor, no sigamos votando a los embusteros, sean del color que sean.

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO

19 may 2023

  • 19.5.23
“La vida ya no es lo que era”. Esta afirmación, válida para las diferentes etapas de nuestra existencia humana, posee especial trascendencia durante la ancianidad, una época que, por haberse alargado de manera constante, posee unas condiciones que eran insospechadas hace escasas fechas.


Debido a los progresos de la medicina y a los cambios en las condiciones laborales, ya hablamos de la cuarta y hasta de la quinta edad. En mi opinión, sin embargo, aún permanecen vigentes algunas –muchas– de las consideraciones y de los prejuicios de tiempos pasados.

Estoy convencido, por lo tanto, de que es imprescindible y urgente que analicemos esta nueva situación con el fin de que se vayan abriendo nuevos cauces para adaptar nuestros comportamientos personales, familiares, sociales, políticos y humanos a esta nueva interpretación y valoración de la vida humana, de la nuestra y de las personas con las que convivimos, porque, efectivamente, “la vejez es un tema vital, un asunto que nos concierne a todos y a todas, cualquiera que sea nuestra edad”.

Adelanto mi sorpresa por esta manera diferente con la que Laure Adler aborda esta cuestión en La viajera de noche (Barcelona, Ariel, 2022) sin recurrir a las consideraciones tópicas repetidas en la mayoría de las obras que últimamente se están publicando.

Expreso mi agradecimiento por su exhaustiva selección de los análisis que han efectuado pensadores como Epicuro, Séneca, Inmanuel Kant, Michel de Montaigne, Roland Barthes o Paul Ricoeur, y por sus acertadas citas de escritores como Simone de Beauvoir, Marcel Proust, Giuseppe Tomasi de Lampedusa, Hermann Hesse o Virginia Woolf.

Pero, sobre todo, valoro su originalidad al relatar y explicar su personal manera de vivir con sorpresa, con intensidad y con “arte” una época que es –que puede ser– notablemente fecunda, grata y, en ocasiones, apasionante. Ya comprobarán cómo la lectura de estas cadencias personales, de estos recuerdos y sentimientos les proporcionan experiencias intelectuales y literarias inéditas.

Importante, a mi juicio, es su habilidad para hacernos pensar en que, por ejemplo, es urgente aprovechar todas las oportunidades para vivir, para paladear cada uno de los instantes y para exprimir todas las ocasiones de crecer, de fructificar y de disfrutar respetando, amando y colaborando con las demás personas con las que convivimos.

Preparar y vivir la ancianidad, efectivamente, nos puede servir para recrearnos en el doble sentido de esta palabra: para inventar una nueva manera de vivir, para aprovecharla y para disfrutarla más y mejor. Creo que este libro es una invitación amable, lúcida y estimulante para que pensemos y para repensemos nuestras actuales formas de vivir la ancianidad.

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO

12 may 2023

  • 12.5.23
Al menos los que aceptamos que el Estado nación no es una realidad eterna creada al comienzo de los tiempos ni tampoco un hecho que podemos cambiar arbitrariamente, deberíamos aceptar que es imprescindible su estudio histórico de una manera especial en los momentos en los que surgen problemas inesperados.


Es cierto que algunos procesos son inéditos, pero también es verdad que muchas de las aspiraciones y de los temores poseen profundas raíces personales y sociológicas. Es conveniente –pienso que imprescindible– que prestemos atención a las soluciones (¿ocurrencias?) que otros han dado en situaciones parecidas.

Cuando España echó a andar (Barcelona, Ariel, 2023), de Pedro Insua, parte de una serie de preguntas que, quizás algunos de nosotros nos hemos formulado más de una vez: ¿Es España una nación o un conjunto de naciones? ¿Cuándo y cómo nació la nación española? ¿Qué proceso histórico se ha seguido para configurar esa entidad que recibe el nombre de España?

Pedro Insua, profesor de Filosofía, nos responde y nos explica con claridad el resultado de sus análisis interpretativos y valorativos apoyados en unos datos que él extrae tras minuciosas investigaciones históricas. Llega a la conclusión de que la formación de España como nación política no aparece por generación espontánea, sino que es la consecuencia de un largo proceso histórico que surge en la Baja Edad Media y que, como afirma Gustavo Bueno, “el pistoletazo de salida de la nación española son las Cortes de Cádiz”, una de las primeras en constituirse como tal en el sentido contemporáneo.

A los que afirman simplemente que la nación española nace en Cádiz, él muestra y demuestra cómo esta opinión es –puede ser– una reducción unívoca del concepto “nación política” cuyo contenido esté determinado por el desconocimiento y mal uso del concepto “nación histórica”.

Es, a su juicio, la razón de una interpretación que se presta a afirmar ingenuamente que, por ejemplo, en Cádiz se encendió un “interruptor constitucional” que, aglutinando pueblos de ambos hemisferios, echó a andar de repente a la nación española.

También analiza el modo en el que se fijó el origen de la nación española a partir de los Reyes Católicos, con el pistoletazo de salida en el matrimonio de Isabel y Fernando en Valladolid en 1469 y explica cómo que, incurriendo en un claro anacronismo, se identifica nación con soberanía.

Frente al “provincialismo” de la España eterna, frente al negacionismo de su existencia o frente a esa concepción telúrica del “suelo español” defiende que España como nación posee un origen y que ese origen tiene lugar ya en el contexto de lo que la historiografía ha recogido bajo el nombre de la “reconquista”.

Recuerda cómo, durante buena parte de la Transición, se pretendió borrar o desdibujar el concepto de España en la Edad Media para tratar de justificar la realidad presuntamente preespañola de las distintas autonomías, y defiende que la nación española echó a andar precisamente cuando el castellano se propaga por el resto de los reinos hispanos como elemento de cohesión social.

El factor –afirma– que hoy otorga unidad nacional a España es el castellano, una lengua común que permite –el convivium, la convivencia, y el connubium– el establecimiento de lazos de sangre porque “la generación es el mecanismo que permite la persistencia de la nación, pues sin nacidos, sin crecimiento natural, no existe la nación en sentido antropológico o sociológico”.

La lectura detenida de estos datos históricos y la valoración desapasionada de sus razonamientos pueden orientar una discusión seria sobre unos asuntos que, en amplios sectores aún siguen estando movidos por prejuicios sentimentales.

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO

5 may 2023

  • 5.5.23
Todos tenemos experiencias del influjo que ejercen los sentimientos en nuestras ideas y en nuestras conductas, y todos advertimos cómo, cuando estamos entusiasmados o deprimidos, vemos, interpretamos y contamos la realidad de formas diferentes.


Efectivamente, tendemos a acomodar la realidad a las medidas de nuestros deseos y de nuestros temores. ¿Cómo funcionan nuestras mentes cuando están estimuladas por las diferentes emociones? ¿Cómo podemos orientarlas y controlarlas de la manera más efectiva? “Aplicando pautas científicas y, también, utilizando habilidades artísticas”.

Esta es la conclusión a la que llegó el doctor en física Leonard Mlodinow tras escribir Emocional. Cómo los sentimientos moldean nuestro pensamiento (Planeta, 2023), obra en la que valora la importancia decisiva de los sentimientos en las decisiones que adoptamos en las cuestiones importantes de nuestras vidas porque, efectivamente, “el manejo de los sentimientos es una ciencia y un arte”.

Por eso, a mi juicio, la lectura de esta obra que explica nuestras reacciones aparentemente disparatadas nos ayuda a comprender las conexiones que se establecen entre los pensamientos, los sentimientos y las decisiones. Por supuesto que resultará útil a los psicólogos, a los pedagogos, a los analistas de los comportamientos personales y colectivos, y orientadora a los publicistas y a los comunicadores.

Apoyándose en las últimas conclusiones de la Neurociencia afectiva, Mlodinow nos explica de manera clara, amena y, a veces apasionante, cómo la información biológica no puede disociarse de la emoción porque “la emoción no está en guerra con el pensamiento racional, sino que es una de sus herramientas”.

Tras minuciosos análisis de episodios ocurridos en estados de miedo y de ansiedad, Mlodinow llega a la conclusión de que no siempre son nefastos, sino que, la mayoría de las veces, son necesarios para lograr unos éxitos que difícilmente podríamos lograr “si estuviéramos libres de unas emociones que afectan al pensamiento e influyen en nuestros cálculos mentales”.

La constatación de los estudios realizados por científicos sobre la toma de decisiones de las abejas coincide con las conclusiones a las que él llega en los comportamientos de los seres humanos cuando están bajo el estado de ansiedad tras haber comprobado cómo la información biológica no puede disociarse de la emoción, una de las herramientas del pensamiento racional.

Su conclusión es clara y práctica: nuestros comportamientos son los resultados de un cálculo mental basado en hechos, en metas y en razones, pero también están impulsados por las emociones que, aunque es cierto que se manifiestan de manera automática, no son incontrolables.

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO

28 abr 2023

  • 28.4.23
A los lectores que piensen que los espacios adecuados para tratar los asuntos del amor son las páginas de las revistas del corazón, los suplementos literarios o los púlpitos religiosos, les recuerdo que, desde los mitos y desde la Antigüedad Clásica, el amor ha sido uno de los temas fundamentales de la Filosofía.


Fueron objeto de los análisis de Platón o de Aristóteles, y la Historia de la Filosofía nos muestra que, como afirma Freud en su obra El malestar de la cultura, el amor constituye uno de los fundamentos de la vida civilizada. Él llega a la conclusión de que, si nos adentramos en la hondura de nuestras conciencias, descubrimos que las experiencias más gratificantes han sido las que, realizadas de manera gratuita, han nacido por un generoso impulso de amor.

En El amor (Madrid, Hermida Editores 2023, con edición y prólogo de Mónica Mesa Fernández y traducción de José Luis Piquero), una selección de pensamientos de Simone Weil, filósofa definida por Albert Camus como “el único gran espíritu de nuestro tiempo”, encontramos los agudos, claros y estimulantes análisis que la escritora francesa hace partiendo de sus propias experiencias y de las lecturas críticas de autores clásicos y contemporáneos, de su interpretación personal de los textos evangélicos y, sobre todo, de su compromiso con el mundo y con la vida: “Amad como brilla el sol. Hay que llevar el amor a uno mismo para esparcirlo sobre todas las cosas”.

Para ella el amor constituye la fuerza liberadora de los inevitables problemas personales porque “el que ama se muestra indiferente a sus miserias, a su sufrimiento, a su indignidad, en tanto sepa que aquello que ama es feliz”. Su personal interpretación del mensaje cristiano del “amor al prójimo”, por ejemplo, está apoyada en su convicción de que “amar al prójimo como a uno mismo no es otra cosa que contemplar la miseria humana en uno mismo y en los demás”.

El mensaje fundamental de esta honda reflexión es, a mi juicio, la conclusión de que mediante el amor alcanzamos la dimensión de seres humanos en la medida en que nos despojamos de la coraza de los instintos “naturales”, nos libramos de las trabas biológicas impuestas por nuestra condición de “animales” y nos constituimos en unos seres superiores.

Ésta es la razón por la que el amor es capaz de desafiar a todos los instintos que están determinados por la naturaleza e, incluso, ésta es la explicación de cómo su fuerza llega a superar, a veces, nuestra natural inclinación a la supervivencia temporal.

Por amor, efectivamente, podemos poner en peligro nuestros bienes materiales e, incluso, perder nuestras vidas. Como indica agudamente en el imprescindible y luminoso prólogo la profesora Mónica Mesa Fernández, “el valor del libro reside en que ofrece una visión singular del ser humano dotada de una sutil moralidad y pergeñada con fina sensibilidad, hondura, ingenio y, por supuesto, riqueza expresiva”.

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO

22 abr 2023

  • 22.4.23
La abundancia de novelas sobre la Guerra Civil Española pone de manifiesto que estos relatos siguen interesando a lectores, deseosos de descubrir visiones inéditas desde diferentes perspectivas ideológicas. En mi opinión, la particularidad de Hijos de Pandora (Madrid, Europa Ediciones, 2023) reside en el empleo de un recurso literario que, en la actualidad, goza de una especial fuerza narrativa. Me refiero al trenzado de varias “tramas” narradas desde diversas ópticas visuales, económicas, sociales y, por supuesto, ideológicas.


Mediante este procedimiento, Manuel Bellido –gracias a su habilidad de análisis psicológicos y sociológicos– logra que la ficción sea una variedad de espejos en los que los diferentes lectores nos sentimos reflejados y descubrimos nuestras peculiares maneras de pensar, de sentir y, por lo tanto, de vivir. Como decía Flaubert, nunca experimentamos en nuestra limitada realidad los sentimientos tan puros y tan absolutos como en la ficción.

En Hijos de Pandora encontramos esas emociones buenas o malas, generosas o egoístas, luminosas u oscuras que laten en ciudadanos que, situados en bandos opuestos, ponen de manifiesto el trapicheo mercantil, político y hasta religioso de unos personajes poliédricos porque, como le ocurre a Manuel –a mi juicio el personaje clave– “la bondad como la maldad, gusta de camuflarse en el parapeto de las ideas”.

Esta narración de sus conductas confirma la vigencia actual de un género que, como a lo largo de toda nuestra tradición literaria, en la actualidad sigue gozando de un notable vigor y de una aceptación generalizada. Con un lenguaje directo y claro, dotado de un singular poder expresivo gracias al uso de imágenes originales, Manuel Bellido nos pinta las desgarradoras batallas que se libraron dentro y fuera de España, en el seno de algunas familias y en el interior de algunas conciencias. Es la explicación de ese rescoldo que, en actualidad, sigue alimentando y envenenando ideas, sensaciones y emociones encontradas.

En mi opinión, este relato fruto de la imaginación de Manuel Bellido, aunque efectivamente dibuja aquel ambiente tenso y oscuro rodeado de intrigas, se refiere a unos hechos protagonizados por algunas personas reales que él ha sabido recrear en una serie de personajes poliédricos que muestran diferentes rostros representados en sus distintas situaciones personales, sociales y económicas.

En contra de los juicios más generalizados entre los teóricos y críticos de Literatura, me permito opinar que la “ficción” –el relato novelado– no se opone a la realidad, sino que la amplía y la completa, de la misma manera que la teoría no es lo contrario de la práctica, sino un procedimiento de análisis que muestra y explica las entrañas, las médulas y las semillas de los comportamientos humanos.

Esta obra pone de manifiesto la atenta sensibilidad de Manuel Bellido que, concentrada sobre todo en su mirada, analiza la realidad con atención, con interés y con respeto. Advertimos cómo su escritura está impulsada y orientada por su permanente voluntad de descubrir la sustancia de los objetos y por su capacidad de traspasar los límites sensibles de los sucesos, desnudar de disfraces y de caretas a las personas y trascender las apariencias engañosas de los gestos.

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO

14 abr 2023

  • 14.4.23
Los marineros saben que, tras la tempestad, llega la calma; los labradores conocen que al invierno le sigue la primavera y el verano; los psicólogos nos explican que la esperanza es la receta imprescindible para evitar la depresión; los fieles de las diferentes creencias se consuelan con la vida futura; y los cristianos fundamentan sus vidas en su fe en la resurrección de Jesús de Nazaret.


"Resucitar" significa reconstruir los sueños rotos y recuperar la utopía universal. Aspirar o creer en la resurrección no es una evasión ni una alienación sino un compromiso liberador en un aquí y en un ahora que haga posible una nueva humanidad de justicia y de equidad, un mundo en el que los hombres y las mujeres de todos los pueblos de la tierra puedan sentarse a compartir la mesa de la fraternidad.

Por eso, la resurrección del ser humano en el futuro deber ser acompañada en el presente de signos liberadores tanto en el orden personal como en el orden socio-económico y político. Para los creyentes cristianos, la resurrección de Jesús significa que los que mueren víctimas de la injusticia y de la violencia desean y aspiran a que se haga justicia. Ese es el mensaje aún inédito: que, en vez de competir, nos decidamos a compartir.

Creer en la resurrección es desear otro mundo mejor en el que se superen las desigualdades, la discriminación, marginación y los abusos de poder. Es aspirar y trabajar para nadie en este mundo pase hambre. Que los pueblos se abran a la fraternidad universal con la voluntad de unirnos para cuidar este hermoso planeta, de sus suelos, bosques, aguas, aires y, sobre todo, para proteger a todos los seres vivos especialmente a los más frágiles, a los enfermos, a los niños y los ancianos. Esos son los propósitos de los que profesan la fe, la esperanza y el amor.

La resurrección es la liberación de esclavitudes de los rencores, xenofobias, odios, miedos, pensamientos tóxicos, obsesiones por acumular dinero, prestigio y placeres. Es asumir un estilo de vida nuevo, ético, dialogante, crítico y respetuoso con todos, acogedor y servicial, compasivo y solidario con la gente que sufre; es defender los derechos humanos, forjar la paz que nace de la justicia, el perdón y la reconciliación. Resurrección es un nuevo nacimiento como hombres nuevos y como mujeres nuevas.

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO

7 abr 2023

  • 7.4.23
Nuestra Semana Santa –una manifestación de religiosidad popular en la que participan activamente ciudadanos de diferentes edades, de distintos niveles culturales e, incluso, de diversas convicciones ideológicas– posee unos valores importantes que contribuyen a nuestro bienestar individual, familiar y social como, por ejemplo, la paciencia, la humildad, el perdón, la misericordia, la paz, el amor, la compasión, la esperanza, el silencio, la palabra o el amor.


Los ritos de las ceremonias del culto son lenguajes que poseen significados y claves para interpretar y para mejorar nuestra realidad cotidiana. Los símbolos religiosos –como los científicos, estéticos y literarios– nos sirven para interpretar el mundo real y para crear unos mundos posibles y más habitables.

Son procedimientos que estimulan la imaginación, iluminan la inteligencia, conmueven los sentimientos, espolean la voluntad para realizar acciones nobles humanas y humanitarias. Son muestras de belleza, productos de la inspiración y de las habilidades de artistas y de artesanos como, por ejemplo, la imaginería, los bordados, los ornamentos, la orfebrería, las marchas fúnebres, las saetas, el toque de clarines y el sonido de los tambores. Las luces, los colores, los sonidos, las melodías, los ritmos y los silencios transmiten sensaciones que se asocian a los sentimientos y conectan con los pensamientos que orientan y estimulan nuestras conductas.

Todos nos envían mensajes cargados de esperanzas de una vida mejor. Sus contenidos valen mientras están vigentes en nuestros sentimientos, mientras que los evocamos siempre que sean más que vocalizaciones vacías. Las imágenes de la escritura, la pintura, la literatura o la música son figuras reconocibles en nuestro mundo real que siguen vivas y que, por eso, despiertan nuestro respeto, admiración, deseos, esperanzas y amor: son formas bellas de introducir unas gotas de felicidad en nuestro mundo preocupado, triste y desesperanzado.

Sería erróneo y peligroso, sin embargo, que las interpretáramos literalmente sin descubrir sus hondos significados. Por eso es necesario que los mensajes simbólicos de los ritos y de las ceremonias nos los expliquen con claridad y en un lenguaje actual para que, además de comprender sus significados, podamos vivirlos de manera coherente. La lectura literal de los ritos y de los símbolos, a veces, es un síntoma claro de ignorancia, de torpeza o de voluntad sectaria.

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO

31 mar 2023

  • 31.3.23
La importancia de esta nueva edición de La educación sentimental, de Gustave Flaubert, reside, a mi juicio, en la nueva oportunidad que nos proporciona para leer o para releer una creación literaria del siglo XIX que sigue “viva y fecunda” en la actualidad.


Es una novela que, por sus episodios y por sus formas de narrarlos o, en resumen, por su calidad literaria, constituye una invitación para que sigamos profundizando en las misteriosas sendas por las que discurren nuestras emociones, ese mundo interior que explica nuestros más diversos y, a veces, contradictorios comportamientos.

Esta duodécima edición (Madrid, Cátedra, 2022) posee, además, el valor que le confiere una cuidada traducción de Germán Palacios que mantiene con habilidad los matices estilísticos del francés, pero que, además, logra que la leamos como si hubiera sido escrita originalmente en español.

Esta obra, en la que Flaubert nos cuenta diferentes experiencias de su vida y nos narra diversos episodios centrados en la pasión que sintió por Elisa Foucault –un asunto también narrado por otros autores como el simbolista Baudelaire o el realista Balzac– sigue siendo objeto de novelas publicadas durante los siglos XX y XXI, y seguirá estimulando, sin duda alguna, a los escritores actuales. Es sabido que los relatos de experiencias sentimentales siguen vivos en nuestros días y pueden ser, incluso, invitaciones para que se exploren nuevas sendas literarias.

En la introducción, Germán Palacios explica y justifica el interés que despierta Flaubert como referencia estimulante para elevar el nivel literario de los relatos igual que ocurre con Proust, Joyce o Kafka. El dibujo de los datos biográficos que determinaron su creación literaria es útil y suficiente para hacernos ver cómo su alejamiento de actividades de la vida pública y su intensa vida interior lo califican como “el primer ejemplo del novelista moderno”.

Esta selección de datos es orientadora para explicar a los alumnos –de los diferentes niveles de la enseñanza– las peculiaridades de las novelas realistas y sus habilidades para “fundir la realidad viva con la ficción novelesca”.

Es una herramienta práctica para orientar los ejercicios imprescindibles de Literatura Comparada sobre todo si los relacionamos con otras obras como, por ejemplo, con las de Flaubert, Valera, Pereda, Unamuno, Azorín, Castelao o Vargas Llosa. Y, por supuesto, una estimulante ayuda para los escritores y novelistas actuales.

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO

24 mar 2023

  • 24.3.23
Desde que el humanista italiano Graziadio Isaia Ascoli (1829-1907), uno de los fundadores de la lingüística moderna, impulsó el aprendizaje de las lenguas vivas y la creación de los diccionarios de las lenguas habladas, frente a aquel espíritu elitista de quienes se apropiaban de la primacía cultural, ha seguido aumentando el interés por el conocimiento de las hablas populares y por el estudio de sus diversidades geográficas.


El estudio de las hablas del pueblo prescindiendo de la preocupación por la corrección y por los procedimientos retóricos ha propiciado el conocimiento y el reconocimiento del habla de cada día, de esas maneras de comunicarnos en las diferentes actividades humanas que están sometidas a una modelación activa de cada uno de nosotros, los hablantes.

Manuel Alvar (1923–2001) filólogo, dialectólogo, catedrático y director de la Real Academia de Lengua, en su obra La lengua como libertad (1982) nos explica cómo la lengua “es la experiencia repetida por millones de hombres que en la lengua han ido depositando su saber, su emoción o su visión de las cosas” y, además de reconocer que es el molde que nos limita, es también “el cofre donde generaciones y generaciones guardaron sus experiencias para que nosotros pudiéramos disponer de ellas en cualquier momento”.

Ya avanzado el siglo XIX, la Dialectología propició que el estudio del lenguaje hablado se antepusiera a los análisis de los textos escritos. Entonces se resucitó el interés por conocer las etimologías –recordemos que está palabra de origen griego éthimos significa “verdad”– y facilitó el acercamiento a las hablas del pueblo, con el fin de encontrar una “pureza” más amplia que el de las hablas científicas, técnicas y literarias. La difusión la cultura entre todas las clases sociales facilitó la creación de instituciones que favorecieron la participación de todos los ciudadanos en la vida social y cultural de los países.

Esta es una de las razones, a mi juico importante, por las que el Flamenco y el Carnaval, manifestaciones antropológicas que resultan de un conglomerado secular de herencias de productos procedentes de diversas épocas y de variados lugares, se conjugan en el crisol de la encrucijada de esta tierra, de este mar y de este cielo, de este rincón occidental de nuestra Baja Andalucía.

Ésta es la razón por la que K. Vossler, en su obra Filosofía del lenguaje (1943), afirma que “la más pequeña gota idiomática es, en resumidas cuentas, tan buena como el agua de Hipocreme –el manantial mitológico consagrado a las Musas- es inmenso océano de un Goethe o de un Shakespeare.

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO

17 mar 2023

  • 17.3.23
Las estadísticas nos muestran cómo, en la actualidad, está aumentando hasta límites insospechados la adopción de mascotas y de animales de compañía, que ya no se reducen al gato o al perro, sino también a otras especies como las tortugas, los loros o los cerdos.


Muchos de nosotros hemos escuchado explicaciones de amigos, que sin ser propiamente animalistas, se refieren a sus caracteres afables, divertidos, sociables, y hacen comentarios sobre su fina sagacidad, su aguda inteligencia, su rápida comprensión y, en resumen, sobre sus maneras de “pensar”.

¿Piensan los animales? A esta pregunta, que ya se hicieron los filósofos de nuestra tradición occidental desde Aristóteles hasta Descartes, Gassendi, Locke, Hume, Darwin o Wittgenstein, nos responde de manera detallada, rigurosa y clara El pensamiento de los animales. Un modelo expresivo (Madrid, Cátedra, 2023), obra de Ángel García Rodríguez que, tras definir los significados de la palabra “pensamiento”, explica las diferencias entre los pensamientos de las mascotas y los de los seres humanos.

El profesor García Rodríguez constata el creciente interés teórico y práctico de la sociedad sobre los estudios de los comportamientos animales y alimenta la esperanza de que la reflexión sobre la mente animal sirva también para comprender mejor el desarrollo de nuestra mente humana.

Para ello sería necesario –afirma– que, previamente, se superara el prejuicio de que la mente es únicamente la mente humana. Tras explicar la naturaleza y el funcionamiento de la mente animal, él defiende que una de las funciones de la mente es la expresiva y explica cómo ese modelo del “pensamiento” animal no necesita el uso previo del lenguaje verbal ni siquiera del corporal.

A través de diferentes análisis apoyados en criterios filosóficos y en pruebas aportadas por los experimentos actuales, el profesor García Rodríguez caracteriza ese modelo expresivo y defiende, por ejemplo, que sirve a los animales para conocer y reconocer el mundo en el que están situados, explorar los objetos que los rodean, para relacionarse con otros animales con los que conviven e, incluso, los seres humanos con los que establecen diferentes tipos de lazos. Llega a la conclusión de que esta concepción posee profundas raíces históricas.

Si los destinatarios principales de este estudio son sus colegas, los profesores de los diferentes niveles de esta enseñanza, en mi opinión, estos análisis pueden resultar esclarecedores a los veterinarios y a quienes adoptan algún animal como ayuda, a los acompañantes o amigos y, en resumen, a los que se sienten unidos a los animales por algún vínculo profesional, terapéutico o afectivo. ¿No es cierto que la presencia, la mirada y la ayuda de un animal ayuda a muchos a mejorar la calidad de la vida humana?

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO

10 mar 2023

  • 10.3.23
La continua especialización de las Ciencias, de las Técnicas y de las Humanidades exige un acercamiento progresivo que haga posible la colaboración mutua. Cada vez vamos descubriendo más cómo, por ejemplo, la Psicología, la Sociología, la Antropología e, incluso, la Historia y la Economía, explican y profundizan los comportamientos humanos gracias a las investigaciones de los físicos, de los químicos, de los biólogos, de médicos o de los veterinarios.


Tras esta constatación he llegado a la conclusión de que Vuelo de estorninos. Las maravillas de los sistemas complejos (Barcelona, Paidós, 2023), obra escrita por Giorgio Parisi, Premio Nobel de Física de 2021, además de sorprenderles, resultará orientadora y práctica a los profesores, a los investigadores de las Ciencias Humanas, a los creadores artísticos, a los escritores y, por supuesto, a los lectores interesados en los asuntos de actualidad y en el progreso realmente humano.

Este estudio expone con claridad, con rigor y con sencillez la fascinación que experimentó Giorgio Parisi –que ya había observado el comportamiento colectivo de aves, de bancos de peces o de manadas de mamíferos– cuando miró desde el suelo la enorme rapidez con la que cambiaban de forma las bandadas de estorninos.

Tras análisis en los que aplicó criterios científicos, comprendió cómo, a partir de ciertas reglas sencillas de interacción de los individuos, surgen nuevos comportamientos colectivos y se producen unos cambios que tienen que ver con las reglas que la Física moderna ha formulado.

Comprobó, por ejemplo, cómo los bordes de la bandada son muy definidos y que su densidad es casi el 30 por ciento menor que la del centro, y concluyó que “con toda probabilidad, este comportamiento tiene un origen biológico como defensa frente a los ataques de los halcones peregrinos”.

Se fijó, además, en que cada pájaro tiende a mantener mayor distancia con el compañero de delante o de detrás que con el que tiene al lado, algo parecido –advierte– a lo que ocurre con los vehículos que circulan por una autopista.

Llegó a la conclusión de que los resultados de estos análisis serían de notable utilidad para el estudio de la Etiología y de la Biología y, sobre todo, para las Ciencias Humanas como la Sociología, la Antropología, la Historia, la Economía y la Política.

En mi opinión, esta consideración de la influencia recíproca que experimentamos en nuestras percepciones, sensaciones, emociones e ideas y, como consecuencia, en nuestros comportamientos cuando nos integramos en los diferentes grupos sociales, culturales, religiosos o económicos, nos ayuda a profundizar en la naturaleza y en la influencia de los vínculos que existen entre las conductas individuales y los comportamientos colectivos.

El autor, aplicando mediciones científicas, llega a la conclusión de que los comportamientos individuales, no solo los de los seres inanimados sino también los de los animales y de las personas, cambian, a veces de manera visible, cuando están integrados en un grupo.

Esta obra, al hacer convergentes los análisis científicos y las consideraciones humanas, nos proporciona una nueva manera de estudiar el universo en el que los seres inanimados, animados y humanos estamos integrados.

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO

3 mar 2023

  • 3.3.23
Reconozco que el contenido y el lenguaje de Una mente sintética (Barcelona, Paidós, 2023), obra de Howard Gardner, han desbordado las expectativas que me movieron a leerla porque he llegado a la conclusión de que, además de científica, es amena e interesante.


Me decidí a adquirirla impulsado por las importantes conclusiones prácticas que extraje del libro Teoría de las inteligencias múltiples (1983), en el que Howard Gardner nos demostraba que la inteligencia no es un conjunto unitario de diversas capacidades aisladas, sino una red de facultades autónomas e interrelacionadas.

Allí nos explicaba cómo el desarrollo de las diferentes inteligencias depende de la biología, de la vida personal y de los factores culturales e históricos. Como bien reconocen los psicólogos, pedagogos, sociólogos, comunicadores y profesores de las diferentes disciplinas humanistas, esta nueva concepción de la mente humana ha cambiado nuestras forma de evaluarla y, como consecuencia, ha reorientado nuestros métodos de educación.

Confieso que Una mente sintética, además de proporcionarme una manera diferente de explicar las operaciones de “síntesis” y de reconocer lo poco que sabemos sobre nuestras maneras de sintetizar las informaciones y de adaptarlas para que sean útiles a nuestros destinatarios –lectores, alumnos o clientes–, nos proporciona criterios, pautas, procedimientos y ejemplos para orientarnos en la elaboración de unas síntesis útiles.

En mi opinión puede resultar esclarecedora y práctica a los profesores para ayudarles a seleccionar los datos fundamentales; a los jueces para dictar sentencias sobre casos complejos; a los médicos para decidir los tipos de pruebas con el fin de llegar diagnósticos acertados; a los comisarios de exposiciones para seleccionar las obras más relevantes e, incluso, a los empresarios que pretendan crear nuevos negocios.

Howard Gardner nos advierte que vivimos en una época en la que se recompensa a quienes son capaces de sintetizar “versátilmente”, a los que han desarrollado las destrezas para resumir ideas complejas, emitir notas claras en los medios de comunicación e, incluso, para tuitear mensajes estimulantes. Reconoce, sin embargo, que la habilidad estriba en lograr, al mismo tiempo, brevedad y eficacia comunicativa sin caer en la superficialidad y en la simpleza.

Permítanme, sin embargo, que también exprese mi valoración positiva por el acertado empleo del género narrativo y, más concretamente, del estilo autobiográfico con el que, de forma amena e interesante, Howard Gardner nos cuenta su personal desarrollo intelectual y nos dibuja las vías por las que llegó a sus “revolucionarias” aportaciones sobre la mente humana en general y sobre las mentes de los creadores y de los líderes. Estoy de acuerdo en que el cultivo de la “mente sintética” es una labor imprescindible en estos tiempos complejos y difíciles.

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO

24 feb 2023

  • 24.2.23
Si siempre me sorprendió la habilidad para armonizar asuntos, lenguajes, procedimientos, estilos y ritmos en la amplia y diversa obra literaria de Carlos Murciano, en esta ocasión me llama la atención su audacia inventiva para mantener su fidelidad a su vocación original clasicista y, al mismo tiempo, su innegociable libertad para crear unos versos que, de manera transparente, nos explican el misterio de la permanente contradicción de la vida humana y, en consecuencia, la esencial función de la paradoja como recurso fundamental de la producción poética.


En este poemario, hace compatible su devoción por la métrica perfecta y su habilidad para componer versos libres dotados de una singular intensidad rítmica gracias a la armonización de los sonidos y de los significados simbólicos de las palabras.

A mi juicio, esta obra, ya desde su título, Tres, con su exquisita sobriedad, constituye la explicación de la inevitable compatibilidad de los números y de las letras o, todavía más claro, de la natural unidad de la materia y el espíritu, de la ciencia y la poesía.

En estos versos, además de sus siempre originales intuiciones, pone de manifiesto que es un rastreador de la sensibilidad a través de las obras clásicas, y nos proporciona unos dibujos que, con trazos firmes, marcan el trayecto que, con su pensamiento sutil, con su imaginación depurada y con su emoción contenida, logra proporcionarnos las esencias de sus experiencias cotidianas.

Carlos Murciano concibe y vive la poesía como una vía para descubrir la realidad íntima subyacente en los objetos y en los episodios a través de unos símbolos originales y de un lenguaje metafórico siempre nuevo.

En Tres nos da cuenta de ese viaje interior –reflexivo y silencioso– en el que toma conciencia de las raíces que alimentan sus experiencias más lúcidas, esas vivencias, simples o complejas, de las que él extrae las más íntimas esencias.

Sus versos son espacios vividos y momentos de eternidad que ponen de manifiesto, además de su tenaz tendencia al ensimismamiento, su necesidad de ser fiel a sí mismo pensando, imaginando y creando: cumple su obligación de seguir dotando de sentido a su vida con la destreza de siempre y con su capacidad inextinguible para inventar nuevos mundos poseedores de una sobria belleza.

Su talento sensorial creativo, como el de los autores clásicos, nace de una curiosidad que jamás se sacia descubriendo los misterios de la vida humana, y de unas expresiones sorprendentes por su original transparencia. Por eso el paisaje, el cielo, los planetas, la luna, el viento, la nube, el mar, el río, la nieve, la playa, o los animales, los pájaros, el gato, la tórtola, el jaguar, el lobo, el perro, o los árboles, el sauce, o las frutas como la granada, son juegos de imágenes cuya concisión constituyen, a mi juicio, los mayores logros de estos poemas. Su austeridad, pureza y precisión innovadoras son logros de su perene inspiración.

Como afirma María del Carmen García Tejera, “a estas alturas no puede extrañarnos que su sabiduría y su oficio poéticos consigan el milagro de la belleza en y con sus creaciones que durante toda su trayectoria ha florecido en metros y estrofas muy diversos, aunque debemos reconocer que nos tuvo siempre muy bien acostumbrados a sus sonetos, cuidadosamente estructurados y pulidos, aunque de vez en cuando, pirueteara con ellos…”.

En este poemario nos vuelve a mostrar sus diferentes habilidades para “con-jugar” la variedad de recursos artísticos que almacena de-mostrando sus habilidades para hacernos pensar, sentir y divertirnos, sabedor, como es él, de que la “di-versión” es una forma humana del bienestar posible.

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO

17 feb 2023

  • 17.2.23
Para vivir, todos los seres vivos –las plantas, los animales y las personas– necesitamos convivir porque la supervivencia no es posible sin la colaboración. Los seres humanos sabemos que ninguno de nosotros es autosuficiente porque todos somos frágiles, débiles, vulnerables y, por lo tanto, interdependientes como personas, como familias, como empresas, como pueblos y como naciones.


Y, además, todos hemos comprobado que el aislamiento nos debilita y puede ser mortal, y que la convivencia y la colaboración son indispensables para la supervivencia individual y colectiva: son uno medios y unos fines en sí mismos. Esta es una de las razones por las que nos asociamos en diferentes “comunidades” según nuestros intereses, nuestras ideas o nuestras aficiones.

El valor y la utilidad de Democracia de trinchera. ¿Por qué votamos a quienes votamos? (Barcelona, Península, 2023), que trata sobre las maneras de adherirnos a los grupos políticos y, más concretamente, sobre nuestros modos de votar, que radican en la concreción de sus orientaciones para resolver los problemas colectivos, en la profundidad de sus análisis psicológicos y sociológicos, y en la claridad de sus explicaciones concretas y prácticas.

El politólogo Lluis Orriols, profesor y vicedecano de la Facultad de Ciencias Políticas en la Universidad Carlos III de Madrid, con sus ideas, con sus preguntas y con sus respuestas nos orienta y nos estimula para que reflexionemos y autocritiquemos nuestras maneras de integrarnos o de votar a los partidos. ¿Lo hacemos –nos pregunta– por lealtad o por conveniencia?

Él parte del supuesto de que la identidad partidista –con sus males y con sus virtudes– posee un papel importante en el funcionamiento de la democracia. Explica cómo nuestro voto es un mecanismo de control a los gobernantes, es una manera de expresar nuestra confianza o nuestra desconfianza, es una forma de seleccionar a los que ofrecen soluciones adecuadas y de rechazar a los que no cumplen sus promesas.

Su pregunta inicial es el punto de partida para los análisis de nuestras opciones como votantes: ¿debemos votar a los partidos con cuyas ideologías estamos identificados o a los que responden a nuestros intereses? Tras reconocer que quienes se identifican con los gobernantes tienden a ser más indulgentes y buscan excusas para no reconocer sus errores ni que “las cosas van mal”, también nos explica la conveniencia y la necesidad de establecer unos vínculos emocionales para configurar nuestra identidad social.

Este conjunto de análisis, de reflexiones, de criterios y de pautas orientadoras, en mi opinión, es un punto de partida válido para guiar nuestra participación en la política y, también, para valorar nuestras colaboraciones en los diversos grupos sociales y culturales. A mi juicio, puede ayudar a los políticos, a los profesores, a los educadores y a los críticos para orientar la reflexión y el manejo adecuado de los resortes emocionales, y para generar hábitos de convivencia, de diálogo y colaboración.

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO

10 feb 2023

  • 10.2.23
Con la lectura de Goethe y la experiencia de la naturaleza (Barcelona, Ariel 2023), un ensayo que, además de riguroso y serio, es ameno y, en ocasiones, sugestivo, podemos comprobar cómo los trabajos de Goethe, poeta, científico y psicólogo, marcan un hito decisivo en el trascurso de las diversas etapas que se han sucedido en el lento proceso de acercamiento mutuo entre el hombre y la naturaleza, y, a mi juicio, debería estimular la colaboración estrecha entre los científicos y los artistas actuales.


El filólogo, historiador y filósofo Stefan Bollmann nos demuestra con datos concluyentes y nos explica con un lenguaje atractivo cómo Goethe, el poeta alemán autor de Fausto, que ejerció su magisterio sobre toda Europa, fue también un profundo investigador de las Ciencias Naturales y un maestro por su manera de explorar y de concebir a la naturaleza no como un objeto extraño, oscuro e incognoscible, sino como una realidad próxima y cognoscible. Su vida, afirma categóricamente, “es la historia de una experiencia con la naturaleza” y, explica con claridad que Goethe denomina ciencia a la experiencia, e, incluso, la tiene “por la única ciencia verdadera”.

Llega a la conclusión de que cuando nos conformarnos con valorar sus ideas solo desde la perspectiva histórica, no llegamos a comprender la esencia de lo que Goethe pensó e hizo durante los cincuenta años dedicados a estudiar la naturaleza.

Nos recuerda que, en sus trabajos de investigación sobre Geología, Meteorología y Botánica, Meteorología y Física atmosférica, expuso cómo, gracias a la ciencia y a la técnica, podemos luchar para dominar los espacios hostiles y los episodios adversos.

Y es que Goethe, ya desde su juventud, estaba convencido de que el ser humano era parte de la Tierra y de que la naturaleza proporcionaba las fuerzas necesarias para dominar la vida porque, cuanto más aprendemos de la naturaleza, mejor aprendemos a conocernos a nosotros mismos: “el conocimiento de la naturaleza es una fuente para comprender nuestra humanidad”. No es extraño, por lo tanto, que Goethe “frecuente las arboledas y tome baños de bosque para para sanar las heridas de un amor desdichado en su alma”.

La lectura de esta obra nos demuestra que la complementariedad del proceso de “naturalización de la vida humana” y el de la “humanización de la naturaleza” comienzan cuando concebimos a la naturaleza, no como lo extraño y lo incognoscible, sino como lo próximo y cognoscible.

En consecuencia, la distancia entre la naturaleza y el hombre se acorta a medida en que aquélla nos abre sus secretos y se nos aparece como más nuestra, más próxima y más familiar. Esto ocurre cuando asumimos la naturalización de lo humano y, sobre todo, cuando consideramos lo natural y lo humano como un todo indisociable. En resumen, a mi juicio, esta obra demuestra cómo Goethe anuncia, muestra y demuestra una tesis actual: el reconocimiento empírico del hacer humano como variante del hacer universal.

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ

3 feb 2023

  • 3.2.23
Doy por supuesto que los profesores de Literatura, los críticos literarios, los escritores y los poetas actuales han leído La tierra baldía (Madrid, Cátedra) y que todos ellos saben que Thomas Stearns Eliot (1888-1965) es uno de los escritores pertenecientes al High Modernism (Alto Modernismo) anglosajón, ese movimiento que pretendía superar la propia modernidad.


Recuerdo que, en 1920, en su obra titulada El bosque sagrado, explica y justifica sus especulaciones teóricas sobre la tradición, la función de la crítica, la teoría impersonal del arte, y que allí reivindica una nueva filiación literaria para la poesía modernista y para sí mismo.

En mi opinión, a todos los profesionales y también a los que aún no han tenido la oportunidad de leer la obra, esta nueva edición les puede proporcionar una oportunidad para descubrir unas pistas y unas pautas creativas para cimentar y para alimentar la crítica y la escritura literarias actuales.

La cuidada edición bilingüe de Viorica Patea y la acertada traducción de Natalia Carbajosa, con la colaboración de María Teresa Gibert y Viorica Patea, constituyen unas aportaciones importantes para que nosotros elaboremos una lectura crítica y un análisis “comparado” de este texto que nos sirve para identificar las similitudes y las diferencias con las creaciones actuales o, en otras palabras, para descubrir la “intertextualidad”, esa forma antigua y actual de interpretar y de valorar las obras literarias y las creaciones artísticas.

El hallazgo de la fuente de su revitalización en la tradición de otra época y de otra lengua, como, por ejemplo, en la prosa de Flaubert y en la poesía de Baudelaire y de los simbolistas franceses del siglo XIX, la importancia decisiva de su lectura del crítico y poeta simbolista Laforgue, la relectura de Dante y de las especulaciones de Bergson sobre el tiempo, la memoria, la conciencia y la intuición constituyen el eje central de la obra de Eliot.

En mi opinión, es especialmente acertada la referencia a las clases sobre filosofía y filología indias a las que el escritor asistió durante su estancia en Harvard y que, en cierta medida, moldearía su pensamiento. Y, por supuesto, me ha resultado luminosa la alusión a la concepción de Eliot sobre la tradición: “no como una colección de obras escritas por distintos individuos, sino como totalidades orgánicas” porque, efectivamente, en este orden “unificado”, cada elemento individual obtiene su significado de un sistema de interrelaciones y de posicionamientos ante otras obras de arte.

Me permito expresar mi convicción de que la publicación de esta obra –densa, detallada y oportuna– es valiosa por las pautas que ofrece para el ejercicio de los análisis comparativos y, de manera especial, para los escritores que pretendan seguir continuando las líneas trazadas por sus antecesores.

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO

27 ene 2023

  • 27.1.23
Es frecuente que, con independencia de los conocimientos que poseamos y sean cuales sean nuestras capacidades mentales, en muchas ocasiones seamos categóricos, dogmáticos y tajantes. A pesar de que nuestras visiones de las realidades son parciales y subjetivas, a veces tendemos a absolutizar nuestras afirmaciones que, en la mayoría de los casos, están apoyadas en experiencias, en ideologías, en convenciones o en hábitos culturales heredados.


Si prestamos atención, es probable que advirtamos que solemos resistirnos a ver con claridad un hecho cuando creemos que nos impedirá alcanzar nuestros objetivos y, entonces, preferimos contemplar el mundo con una lente distorsionada. Algunos incluso creen que el autoengaño es beneficioso para la salud mental porque, según ellos, la visión realista conduce a la depresión mientras que el pensamiento positivo u optimista tiene efectos beneficiosos.

En La mentalidad del explorador (Barcelona, Paidós, 2023), su autora, Julia Galef, especialista en la toma de decisiones, nos explica de manera clara y detallada las conclusiones a las que ella ha llegado tras serios análisis psicológicos, sociológicos y antropológicos, y nos advierte, en primer lugar, que saber razonar no es la panacea y que, de hecho, “lo que más limita el buen criterio no es el conocimiento, sino nuestra actitud ante la vida”.

Distingue, opone y explica mediante metáforas las dos maneras opuestas de enfrentarnos a los problemas: la del “soldado” y la del “explorador”. El primero aplica un “razonamiento motivado”, se apoya en motivaciones inconscientes que influyen en sus comportamientos, racionaliza los errores, evita pensar en los problemas y no digiere bien las críticas.

El segundo, por el contrario, desea ver las cosas como son y no como le gustaría que fueran, reconoce que se equivoca, duda de sus afirmaciones y cambia de ideas. Es “explorador”, efectivamente, quien está dispuesto a cambiar de opinión cuando recibe una nueva información.

Me han resultado especialmente prácticas las abundantes herramientas que nos proporciona para reforzar la mentalidad de explorador como, por ejemplo, las técnicas de introspección que identifican nuestras maneras de razonar de forma tendenciosa.

Estoy de acuerdo en que somos fáciles para engañarnos a nosotros mismos porque racionalizamos nuestros errores, aunque, en ocasiones, los reconozcamos y, a veces, no queramos ver la verdad. La mentalidad de explorador, sin embargo, nos impide engañarnos a nosotros mismos, cuestiona nuestras suposiciones y nos orienta para que revisemos nuestros planes.

Efectivamente, todos somos unas mezclas de exploradores y de soldados y, por eso, todos podemos aprender a mejorar nuestros juicios calibrando nuestros prejuicios. Confieso que esta obra me ha resultado, además de oportuna, sugerente, clarificadora y notablemente práctica.

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO

20 ene 2023

  • 20.1.23
Théophile Gautier (1811–1872), en el prólogo de su novela Mademoiselle de Maupin (1834), defiende la concepción del “arte por el arte” e insiste en la importancia de las flores para hacer más fácil y más grato el camino de la vida humana, a la vez que lamenta que los objetos más bellos no se consideren valiosos ni necesarios.


“Nada de lo que resulta hermoso es necesario para la vida. Si se suprimiesen las flores, el mundo no sufriría materialmente. ¿Quién desearía, no obstante, que ya no hubiese flores? Yo renunciaría antes a las patatas que a las rosas, y creo que en el mundo sólo un utilitarista sería capaz de arrancar un parterre de tulipanes para plantar coles”, sostiene.

Estas afirmaciones tienen mucho que ver con el hecho constatado de que, desde la segunda mitad del siglo pasado, se ha seguido devaluando “progresivamente” la estima de las Humanidades. A mi juicio, en el fondo de los razonamientos que los críticos hacen de este declive late un hecho doloroso y real solo en apariencias: las Humanidades no aumentan el Producto Interior Bruto de las sociedades y, por lo tanto, solo proporcionan unos saberes inútiles.

El profesor, filósofo y escritor italiano Nuccio Ondine, en un libro publicado en 2013 y titulado La utilidad de lo inútil, distingue dos tipos de utilidad: la que produce beneficios económicos y la que nos hace mejores como seres humanos.

Útiles son aquellas actividades que nos sirven para algo, pero valiosas son las que nos importan por sí mismas, las que nos gratifican porque nos hacen crecer como seres humanos, las que son importantes –yo creo que imprescindibles– por su bondad, por su belleza o por su verdad. Las ciencias humanas son valiosas y necesarias porque nos sirven para que seamos y nos sentamos mejores, más “amables”, sí, más merecedores de ser amados y, al fin y al cabo, más felices.

La filosofía, la sociología, la psicología, la ética, la antropología, la estética, la arqueología, la geografía, la literatura, la historia y las artes, nos nos estimulan para que seamos más lúcidos, compasivos, benévolos, sencillos, más comprensivos, serviciales y solidarios, nos orientan en las tareas del cultivo humano personal y colectivo para mejorar nuestra capacidad de juicio y el buen gusto, y nos ayudan a alcanzar esa autocomprensión de la humanidad. Está claro que debemos cultivar las patatas, pero a condición de que también reservemos un espacio y un tiempo para sembrar flores.

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO

13 ene 2023

  • 13.1.23
Me permito aventurar un pronóstico: los afortunados que tengan la oportunidad de leer La alcoba del viento, un pequeño y sustancioso libro de Ignacio Santos Carrasco, experimentarán, desde el principio, esas reconfortantes sensaciones que advertimos cuando degustamos unos alimentos sabrosos y nutritivos, o esas saludables emociones cuando nos sometemos a los cuidados terapéuticos de un acreditado médico.


Porque, efectivamente, estos enjundiosos poemas, elaborados con los jugos extraídos de las experiencias cotidianas y procesados con extractos alambicados a través de una serena meditación, contienen una notable energía nutritiva y un singular poder curativo.

En La alcoba del viento, Ignacio Santos nos proporciona una muestra de bella y de vivida literatura y, sin caer en la frecuente tentación de jugar frívola y artificiosamente con las palabras, nos estimula para que penetremos en los sentidos hondos de unas voces íntimas que solo las escuchan y las disfrutan quienes poseen una singular sensibilidad estética.

Estas páginas, además de con palabras, están construidas con trozos de experiencias vividas y, por lo tanto, con los reflejos de unas imágenes elaboradas a partir de las sensaciones y de las emociones que el autor ha sentido.

Pero es que, además, como todos sabemos, la vida real se orienta, de manera consciente o inconsciente, por las fantasías, de la misma manera que las aventuras imaginarias beben en las sensaciones, en las emociones y en las ideas que tienen su origen en los episodios de nuestros quehaceres cotidianos. Gracias a estos poemas llegamos a la conclusión de que, mediante la imaginación, no solo profundizamos en los significados de los hechos reales, sino que, además, podemos cambiarlos y recrearlos.

A mi juicio, las claves de la calidad literaria de esta obra son su capacidad para explicar el misterio de la vida humana mediante el uso acertado de la paradoja, de la metáfora y de la sinestesia. Nos muestra, por ejemplo, que vivir la vida consiste es ir muriendo poco a poco, que la palabra es la flor y el fruto del silencio, que la esperanza nace del miedo, que para ganar hay que perder, para amar hay que sufrir, y que, por eso, a veces lloramos de alegría.

Estos versos nos muestran cómo la vida humana, efectivamente, es una paradoja, una pura contradicción –un “tacto intacto”, “viajamos estando quietos”–, nos explican cómo una cosa, un episodio, un ser humano es otra cosa, otro episodio, otra persona.

Gracias a su habilidad sinestésica, Ignacio Santos escucha los colores, ve los sonidos y toca la textura de los sabores. Su mirada original, profunda y extensa nos invita a nosotros –a ti y a mí– para que vivamos fuera de los estrechos márgenes del tiempo presente y lejos de las fronteras de los reducidos espacios locales.

Gracias a su mirada aguda, los espacios y los objetos se transforman en tiempo, y el tiempo –medido, sentido y vivido– se convierte en música y en poesía. La alcoba del viento, un recorrido por una geografía vital y poética, unos trozos de tiempo vivido y, anteriormente, soñado también a nosotros, los lectores, nos hace latir, recordar e imaginar.

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ

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