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Ensayo de silencio

La vida es silencio. Existe el silencio del suicida antes de arrojarse al vacío. La muerte es silenciosa. También previo a una caricia, o un beso, hay silencio. El amor está invadido por silencios. Los segundos que callamos mientras abrimos una carta que llevábamos tiempo esperando. Demasiado tiempo. Aquellas noches de carmín, whisky y humo. Cuando caes a la cama abatido por las flechas del ejército de la ciudad y sus almenas: nadie en la calle, silencio. Las pausas previas a las malas noticias, la pausa que viene tras recibirlas.

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El mayor silencio contradictorio se encuentra en las oficinas, edificios de viviendas, grandes almacenes. Silencios de ascensor. Al entrar en aquel cubículo cortamos con todo lo que estábamos haciendo al abrirse las puertas. Callamos, dejamos la llamada telefónica en espera, da miedo la sincronización entre tantos desconocidos al realizar esta acción. Acciones de silencio. Incómodo silencio. Silencio que precede a la carcajada al salir, inclasificable silencio.

Sin monumentos, sin odas, sin recuerdo. Un fantasma que siempre nos acompaña pero con el que nunca podremos ponernos en contacto. Silencio a pesar de su inmenso trabajo, nunca cotiza. No tiene jubilación, DNI, derecho a huelga, recortes sanitarios o de educación, voto. Silencio es el ciudadano que sueñan todos los políticos. No puede defender sus derechos.

Nadie puede escribirle debido a que nadie sabe con seguridad su dirección. Nunca le hace asco a un buen vino. Es discreto en las sombras y protagonista al mismo tiempo. Silencio viaja continuamente, eterno polizón de los cinco continentes. Silencio no duerme. Ni él mismo sabe su función. Por eso no es triste ni alegre. Sólo existe. No toma nota de nada. No saca fotografías. Tiene memoria infinita. Si pudiera hablar sobre todo lo que ha visto, nadie le creería. Esa es su maldición.

No tiene en su currículo ninguna medalla al valor mostrado en el campo de batalla a pesar de que es el protagonista absoluto tras toda guerra. Conoce a todos y a nadie. Cada día es totalmente diferente al anterior. No sabe cuándo será requerido, cuánto tiempo permanecerá en un mismo sitio. No hace nunca equipaje alguno.

Le encantan los hospitales, bibliotecas y cementerios. Son algo así como su casa. Si pudiera permitirse tener una. Silencio no habla mucho, es reservado. Escucha como nadie. Es querido y odiado al mismo tiempo. Silencio se enamora de mujeres y de hombres. Los mira cuando duermen. Los protege dejándose violar por cualquiera de los muchos ruidos que apuñalan sus costillas por no ser bien recibido.

Silencio no dice nada, no suelta lágrima alguna. Cae al suelo y vaga por las calles hasta su próxima escena como el más grande de los actores sin texto. Eterno silencio.

CARLOS SERRANO
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