Hay pocas investigaciones llevadas a cabo acerca de cómo son las vidas que se desarrollan entre los hermanos en la familia. Esto se debe, por un lado, a que no es fácil acceder al mundo familiar por razones lógicas de privacidad y, también, por la complejidad que presentan, puesto que son muy diversos los grupos fraternos, sea por el número, por las distintas edades, por el género o por los cambios que se producen con el paso del tiempo.
Las que yo he podido realizar se realizaban en los centros educativos, tomando como instrumento de investigación un medio neutral como es el dibujo de niños y adolescentes, junto con las entrevistas o posibles aclaraciones que podían realizarme sus autores. Todo esto lo expresé en El dibujo de la familia, libro en el que dediqué un par de capítulos al mundo de los hermanos, y que han sido recientemente objeto de estudio y debate con mis alumnos y alumnas de la Facultad.
Al igual que en otros temas familiares que he abordado recientemente, ellos, libremente, han podido expresar sus experiencias personales, puesto que no tenían ninguna obligación de incluirlas en sus comentarios de estos capítulos.
Así pues, me ha parecido de interés incorporar algunos fragmentos de sus comentarios, teniendo en cuenta que son reflexiones hechas ahora que están en la mayoría de edad, por lo que pueden expresar esas experiencias con la madurez que da el haber alcanzado más de dos décadas de vida. Veamos, de entrada, tres de estos comentarios.
Cuando tienes un hermano, te enfrentas a situaciones, conflictos, emociones, etc., que no has vivido en la relación con los padres. Los hermanos te enseñan a compartir, negociar, lidiar con la frustración y entender que no eres el protagonista. Pero también te enseñan a cuidar lo que es, para mí, el vínculo más importante que tengo en mi vida: el fraternal, ya que hay situaciones, pensamientos o ideas que los padres no alcanzan a comprender de la manera que lo hace un hermano. Tener un vínculo tan fuerte con personas de tu misma madurez te crea una especie de lugar seguro irrompible (L. A.).
Yo tengo dos hermanos: un hermano que tiene trece años más que yo y una hermana que es dos años más pequeña. Mi hermano siempre ha sido para mí un padre, de hecho, el mejor padre que podría haber tenido. Él siempre me ha cuidado, comprendido y enseñado desde el amor y el afecto. También ha sido y es mi amigo (A. D.).
Tengo dos hermanos. Con mi hermano mayor me llevo doce años y con el mediano seis. La diferencia de edad hace que las relaciones entre nosotros sean diferentes. Así, con el mayor la relación es muy buena, dado que con él tengo plena confianza, siempre me he llevado bien. Además, la diferencia tan grande de edad hace que lo vea como un segundo padre que siempre me ha cuidado.
En cambio, con mi hermano mediano todo es diferente, con él he vivido más años compartiendo espacio, por lo que las peleas eran mayores y él ha sentido celos por tener una hermana pequeña. De todos modos, lo largo de los años nuestra relación ha mejorado, pero nunca ha llegado a ser como la relación que tenemos el mayor y yo (L. M.).
Como puede apreciarse, la relación entre los hermanos no es igual en todos ellos. Hay una tendencia a que el menor sienta una admiración por quien tiene más edad que él o ella; mientras que cuando las edades son similares la complicidad se entremezcle con los pequeños o grandes conflictos, teniendo siempre en cuenta que las actitudes de los padres influyen poderosamente en la relación que se da entre ellos. Por otro lado, se tiene la tendencia a pensar que los hijos de unos mismos padres deben ser similares de carácter; error que es muy frecuente.
Veamos otros tres párrafos en los que podemos apreciar cómo cambian esas relaciones a medida que se crece.
Otra de las ideas que se han expresado en el libro y que comparto es que, aunque los hermanos se independicen pueden seguir compartiendo momentos importantes. Mi hermana ya no vive conmigo, pero nuestra relación se ha fortalecido porque hemos aprendido a apoyarnos tanto en los buenos momentos como en los difíciles, aunque ahora no estemos tan cerca la una de la otra (M. C.).
En mi caso, soy la segunda hija, con una diferencia de seis años con respecto a mi único hermano. Desde que éramos pequeños nos han caracterizado nuestras personalidades opuestas, gustos y experiencias personales. Él es una persona mucho más extrovertida y abierta; nunca le ha costado hacer nuevos amigos, es algo impulsivo, y su camino en la vida ha sido también muy distinto al mío.
Sin embargo, yo siempre he sido más reservada, tranquila y prudente a la hora de tomar según qué decisiones. Recuerdo escuchar en varias ocasiones a personas preguntarnos por qué somos tan distintos si hemos crecido en el mismo seno familiar y de los mismos progenitores... (C. G.).
En mi caso, soy la hermana mayor, de modo que entre mi hermana y yo hay cuatro años de diferencia. Aunque, a día de hoy, esa diferencia apenas se nota, durante la adolescencia sí era muy evidente, ya que cada una vivía una etapa completamente distinta. Para mí, mi hermana siempre ha estado “por delante” en muchos aspectos.
Desde pequeña me asignaron el papel de protegerla y cuidarla, lo que me hizo asumir muchas responsabilidades. En casa, cuando mi hermana no sabía hacer algo, en lugar de enseñarle o ayudarle a aprender, se le hacían las cosas directamente. Son actitudes que no me gustan, ya que considero que, tarde o temprano, tendrá que aprender a valerse por sí misma y no depender de mamá, papá o, en última instancia, de mí (C. J.).
Cierro indicando que han sido solo seis fragmentos de relatos más extensos, dentro de un amplio número de historias que he podido recoger de sus comentarios. Lo cierto es que daría para una interesante publicación acoger y agrupar por temas esas vivencias que me han relatado mis alumnos y alumnas que, libremente, han rememorado en sus escritos. De todos modos, lo expuesto ya nos expresa la complejidad del mundo de los hermanos.
Las que yo he podido realizar se realizaban en los centros educativos, tomando como instrumento de investigación un medio neutral como es el dibujo de niños y adolescentes, junto con las entrevistas o posibles aclaraciones que podían realizarme sus autores. Todo esto lo expresé en El dibujo de la familia, libro en el que dediqué un par de capítulos al mundo de los hermanos, y que han sido recientemente objeto de estudio y debate con mis alumnos y alumnas de la Facultad.
Al igual que en otros temas familiares que he abordado recientemente, ellos, libremente, han podido expresar sus experiencias personales, puesto que no tenían ninguna obligación de incluirlas en sus comentarios de estos capítulos.
Así pues, me ha parecido de interés incorporar algunos fragmentos de sus comentarios, teniendo en cuenta que son reflexiones hechas ahora que están en la mayoría de edad, por lo que pueden expresar esas experiencias con la madurez que da el haber alcanzado más de dos décadas de vida. Veamos, de entrada, tres de estos comentarios.
Cuando tienes un hermano, te enfrentas a situaciones, conflictos, emociones, etc., que no has vivido en la relación con los padres. Los hermanos te enseñan a compartir, negociar, lidiar con la frustración y entender que no eres el protagonista. Pero también te enseñan a cuidar lo que es, para mí, el vínculo más importante que tengo en mi vida: el fraternal, ya que hay situaciones, pensamientos o ideas que los padres no alcanzan a comprender de la manera que lo hace un hermano. Tener un vínculo tan fuerte con personas de tu misma madurez te crea una especie de lugar seguro irrompible (L. A.).
Yo tengo dos hermanos: un hermano que tiene trece años más que yo y una hermana que es dos años más pequeña. Mi hermano siempre ha sido para mí un padre, de hecho, el mejor padre que podría haber tenido. Él siempre me ha cuidado, comprendido y enseñado desde el amor y el afecto. También ha sido y es mi amigo (A. D.).
Tengo dos hermanos. Con mi hermano mayor me llevo doce años y con el mediano seis. La diferencia de edad hace que las relaciones entre nosotros sean diferentes. Así, con el mayor la relación es muy buena, dado que con él tengo plena confianza, siempre me he llevado bien. Además, la diferencia tan grande de edad hace que lo vea como un segundo padre que siempre me ha cuidado.
En cambio, con mi hermano mediano todo es diferente, con él he vivido más años compartiendo espacio, por lo que las peleas eran mayores y él ha sentido celos por tener una hermana pequeña. De todos modos, lo largo de los años nuestra relación ha mejorado, pero nunca ha llegado a ser como la relación que tenemos el mayor y yo (L. M.).
Como puede apreciarse, la relación entre los hermanos no es igual en todos ellos. Hay una tendencia a que el menor sienta una admiración por quien tiene más edad que él o ella; mientras que cuando las edades son similares la complicidad se entremezcle con los pequeños o grandes conflictos, teniendo siempre en cuenta que las actitudes de los padres influyen poderosamente en la relación que se da entre ellos. Por otro lado, se tiene la tendencia a pensar que los hijos de unos mismos padres deben ser similares de carácter; error que es muy frecuente.
Veamos otros tres párrafos en los que podemos apreciar cómo cambian esas relaciones a medida que se crece.
Otra de las ideas que se han expresado en el libro y que comparto es que, aunque los hermanos se independicen pueden seguir compartiendo momentos importantes. Mi hermana ya no vive conmigo, pero nuestra relación se ha fortalecido porque hemos aprendido a apoyarnos tanto en los buenos momentos como en los difíciles, aunque ahora no estemos tan cerca la una de la otra (M. C.).
En mi caso, soy la segunda hija, con una diferencia de seis años con respecto a mi único hermano. Desde que éramos pequeños nos han caracterizado nuestras personalidades opuestas, gustos y experiencias personales. Él es una persona mucho más extrovertida y abierta; nunca le ha costado hacer nuevos amigos, es algo impulsivo, y su camino en la vida ha sido también muy distinto al mío.
Sin embargo, yo siempre he sido más reservada, tranquila y prudente a la hora de tomar según qué decisiones. Recuerdo escuchar en varias ocasiones a personas preguntarnos por qué somos tan distintos si hemos crecido en el mismo seno familiar y de los mismos progenitores... (C. G.).
En mi caso, soy la hermana mayor, de modo que entre mi hermana y yo hay cuatro años de diferencia. Aunque, a día de hoy, esa diferencia apenas se nota, durante la adolescencia sí era muy evidente, ya que cada una vivía una etapa completamente distinta. Para mí, mi hermana siempre ha estado “por delante” en muchos aspectos.
Desde pequeña me asignaron el papel de protegerla y cuidarla, lo que me hizo asumir muchas responsabilidades. En casa, cuando mi hermana no sabía hacer algo, en lugar de enseñarle o ayudarle a aprender, se le hacían las cosas directamente. Son actitudes que no me gustan, ya que considero que, tarde o temprano, tendrá que aprender a valerse por sí misma y no depender de mamá, papá o, en última instancia, de mí (C. J.).
Cierro indicando que han sido solo seis fragmentos de relatos más extensos, dentro de un amplio número de historias que he podido recoger de sus comentarios. Lo cierto es que daría para una interesante publicación acoger y agrupar por temas esas vivencias que me han relatado mis alumnos y alumnas que, libremente, han rememorado en sus escritos. De todos modos, lo expuesto ya nos expresa la complejidad del mundo de los hermanos.
AURELIANO SÁINZ
ILUSTRACIÓN: ISABEL AGUILAR
ILUSTRACIÓN: ISABEL AGUILAR




























