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FENACO



7 dic 2022

  • 7.12.22
Uno de los lugares sagrados en los que se puede vivir el solsticio de invierno es el gran túmulo prehistórico de Newgrange (en la actual república de Irlanda). Cada año, unos pocos afortunados (unos sesenta) permanecen en la oscuridad expectantes para disfrutar de unos 17 minutos mágicos en los que la luz del sol penetra por una rendija que especialmente fue diseñada para ello hace más de 5.000 años.


Este monumento funerario fue construido 500 años antes que las pirámides de Gizeh y mil años antes que Stonehenge. Aunque menos conocido que estos famosos monumentos, es reconocido por la UNESCO como la mayor y más importante concentración de arte megalítico prehistórico.

Frente a su entrada se encuentra la gran piedra que podemos ver en este enlace. Grabadas en su superficie hay gran cantidad de líneas curvas y espirales. ¿Pero estas espirales tienen un carácter ornamental o son portadoras de significados sagrados?

Las espirales grabadas en piedra, en metal o pintadas aparecen en muchas sociedades alejadas entre sí en el espacio y en el tiempo. Por citar solo unos pocos ejemplos entre los muchísimos posibles, nos acordamos de la conocida como bola de Towie, que podemos ver aquí. Data, aproximadamente, de la misma época que el túmulo de Newgrange y se encontró en el noroeste de Escocia. Un similar uso de líneas curvas y espirales se encuentra en el sistema de tatuaje maorí (moko). La espiral también es frecuente en las diversas geografías del arte rupestre americano.

En tiempos mucho más recientes, la espiral destaca en la obra del gran artista Katsushika Hokusai (1760-1849), cuyo estilo de líneas curvas fue evolucionando gradualmente hacia un mayor uso de espirales que aportan armonía, elegancia y un movimiento más libre.

Estos ejemplos podrían indicar una cierta universalidad de su significado, o no, ya que su uso recurrente en distintos contextos culturales no tiene que materializar necesariamente una misma interpretación. Lo que sí parece claro es su poder simbolizador.


La imagen del Dragón de Hokusai nos lleva a la relación entre espirales, dragones y serpientes. Ya vimos en un artículo anterior cómo la Diosa Serpiente tuvo un papel predominante en las religiones de la “vieja Europa”, simbolizando el principio femenino y vinculada a las aguas celestes y terrestres. La arqueóloga Marija Gimbutas (1921-1994) acuñó el término “vieja Europa” para referirse a la cultura (o culturas) que se desarrollaron en la geografía europea entre 6500 y 3500 antes de nuestra era (a.n.e.).

En su libro Diosas y dioses de la vieja Europa, Gimbutas pone de manifiesto la relación ente la serpiente y la espiral que aparecen como los motivos claramente dominantes en sus expresiones artísticas. Marija Gimbutas describe esta remota forma de civilización como "agrícola, sedentaria, matrifocal, igualitaria y pacífica". Características que, ciertamente, contrastan fuertemente con las de los grupos indoeuropeos que penetraron a través de las estepas rusas entre 4500 y 2500 a.n.e. y que se pueden describir como pastoriles, ambulantes, estratificadas, patriarcales y orientadas a la guerra.

Como consecuencia de estas invasiones y de la imposición de su dominio, las diosas femeninas –y especialmente la gran Diosa Creadora– fueron reemplazadas por divinidades predominantemente masculinas. Y se desarrolló una mezcla de las dos mitologías: la de la vieja Europa y la indoeuropea.

En las expresiones visuales precolombinas también se da la analogía de significados entre serpientes, espirales y líneas onduladas. Se asocian a la presencia de agua y al viento. Aunque también se podrían apreciar otros significados de la espiral como, por ejemplo, el camino de ascenso a la cima de una montaña.

En los bakongo del África central encontramos una verdadera veneración por la espiral. Simbolizaban el diario viaje del sol alrededor de los mundos reflejados de los vivos y los muertos por medio de la figura en espiral de una concha a la que denominan kodya.

Esta misma idea la materializaban en la construcción del Recinto Real mediante espacios concéntricos. Cada nuevo rey elegido debía hacer un recorrido circular de sus dominios, pasando simbólicamente a través de los mundos de los vivos y de los muertos, adquiriendo de esa manera visiones místicas reservadas a un rey Kongo.

En 1960 para celebrar la independencia de la República Democrática del Congo, las mujeres bakongo arreglaron sus cabellos en esplendidos modelos concéntricos en espiral. De esta manera comunicaban su esperanza de que el presidente recién nombrado (Joseph Kasavubu) en su recorrido por el país obtuviera el mismo poder místico que los antiguos reyes.

En cuanto a la interpretación de la espiral como símbolo y desde la perspectiva de la Europa románica, Gérard de Champeaux y Sébastien Sterckx, en su Introducción a los símbolos, nos dicen: “Demasiado claro y demasiado misterioso para dejarse expresar en juegos conceptuales, exige que se le contemple y se le experimente en silencio, más allá de las palabras. Emanación, extensión, desarrollo, continuidad cíclica, pero progresiva, rotación creacional… la espiral sugiere o, mejor, es todo eso”. Suficiente densidad como para que dediquemos alguna entrega más a las espirales.

JES JIMÉNEZ

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