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Jes Jiménez | Flora

Las imágenes de flores, plantas y vegetales vivientes en general han tenido una gran presencia en el mundo del arte y de la comunicación visual, en todo tipo de culturas. Magníficos ejemplares de este tipo de ilustraciones científicas se pueden ver en la biblioteca del Real Jardín Botánico de Madrid, como este ejemplo de la 'Flora de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reyno de Granada', de Celestino Mutis.


Un estilo diferente –podríamos decir que menos científico y más lírico– encontramos en las estampas delicadamente coloreadas que realizó el pintor japonés Hattori Sessai para un libro dedicado a las flores que, en inglés, se suelen denominar Morning Glory y, en español, Campanillas.

Se trata de un libro de imágenes, con apenas 50 páginas, que contiene 36 bellas ilustraciones de flores y hojas pertenecientes a la familia de las Convolvulaceae. En las imágenes se aprecia que la intención del artista no ha sido la precisión en hacer visible las características diferenciales botánicas, sino que se ha centrado en captar las singulares y delicadas formas de algunas variedades de estas plantas. El libro se publicó en 1854, seguramente como consecuencia del gran interés, casi obsesivo, que comenzó en 1847 entre los japoneses hacia este tipo de plantas.

Entre las más antiguas representaciones de plantas están las incluidas en las bellas imágenes que fueron pintadas en las paredes de la tumba del rico funcionario egipcio Nebamún. Datan del siglo XIV antes de nuestra era (XVIII Dinastía) y en la que se muestra a continuación se puede ver a Nebamún pescando y cazando aves en una zona pantanosa.


En la misma barca y detrás de él aparece su esposa (que también está enterrada en la misma tumba) y su hija está debajo, pintada a una escala de tamaño menor. A la izquierda se ven densos matorrales de plantas de papiro. Flores de loto se pueden ver a la derecha del bote, colgadas del hombro derecho de Nebamún, en la mano izquierda de la hija y en un ramo que lleva la esposa en su mano derecha.

Esta escena de la tumba de Nebamún se puede interpretar como una descripción realista de la vida del difunto con el fin de preservarla en una hipotética vida posterior. Por esto, para los artistas egipcios más importante que la belleza era la perfección en el registro de los detalles.

Como escribe E. H. Gombrich en su obra La historia del arte: “La misión del artista era representarlo todo tan clara y perpetuamente como fuera posible (…). Dibujaban de memoria, y de conformidad con reglas estrictas que aseguraban la perfecta claridad de todos los elementos de la obra. Su método se parecía, en efecto, más al del cartógrafo que al del pintor.”

También se ha interpretado esta pintura en función simbólica, considerando la marisma en la que se desarrolla la caza, como un lugar de renacimiento y de erotismo. La propia caza podría ser el símbolo del triunfo de Nebamún sobre la naturaleza en su renacer tras la muerte. El gato podría representar al dios Sol enfrentándose a los enemigos de la luz y el orden, mientras que su inusual ojo dorado podría indicar ese significado religioso.

Sobre el significado de la abundante presencia de flores de loto en esta imagen podemos encontrar alguna pista en un texto de Eugen Strohual en el que escribe sobre los varios usos que las flores de loto tenían en la sociedad egipcia. Por su fuerte perfume, en los banquetes de la nobleza se colocaban en las mesas en grandes ramos y las mujeres los llevaban en el pelo. Los capullos de loto también se ofrecían a los dioses en los templos y se depositaban sobre las tumbas.

En la religión egipcia, la flor de loto estaba asociada al dios Nefertum, el cual había emergido de las aguas primordiales en forma de loto azul. Por esta razón se solía representar con una gran flor de loto encima de su cabeza.

Este dios representaba tanto la primera luz del día como el fragante olor del loto azul y era considerado “Señor de los Perfumes”. En el libro de los muertos se dice: “Levántate como Nefertum desde el loto azul, hasta las fosas nasales de Ra y sal al horizonte cada día.” Y se dice que los dioses lo amaban como símbolo de la Creación.

Independientemente de estas hipotéticas interpretaciones, lo que es indudable es que estamos ante una de las obras maestras del arte egipcio en la que destaca, tal y como escribe Joaquín Yarza en su obra La pintura del antiguo Egipto: “la riqueza de matices cromáticos, la seguridad de los trazos y la elegancia de las líneas que perfilan a humanos, animales y plantas”.

Sobre cómo evolucionaron las imágenes botánicas en los siglos siguientes hablaremos en próximas entregas.

JES JIMÉNEZ SEGURA
FOTOGRAFÍA: LUNA JIMÉNEZ
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