En este curso, que hace el número 49 desde que soy profesor en la Universidad de Córdoba, he comenzado por presentar en clase el libro El dibujo de la familia. Radiografía de las emociones en el seno familiar, que nos servirá para abordar la parte teórica de la asignatura.
Por otro lado, puesto que en estos tiempos en los que están muy presentes los móviles, me interesa mucho que los alumnos reflexionen y escriban lo mejor posible, ya que van a ser docentes, por lo que deben dominar tanto el lenguaje hablado como la escritura. Esta es la razón por lo que hemos comenzado con el capítulo que lleva por título “Abuelos en la familia”, de modo que les he pedido que realicen un comentario del mismo.
En gran parte de sus comentarios comenzaron por exponer libremente sus experiencias personales, lo que da lugar a que se conozca qué recuerdos conservan de sus abuelos. La mayoría los evocan con un enorme cariño, al tiempo que manifiestan los valores aprendidos cuando estuvieron con ellos.
Para que veamos qué significan los abuelos en el mundo de la gente joven, me ha parecido oportuno seleccionar algunos párrafos de los escritos que me presentaron. Así pues, muestro tres fragmentos extraídos de sus relatos.
1. De parte materna solo llegué a conocer a mi abuelo, ya que mi abuela falleció muchos años antes de que yo naciera. Aun así, él siempre hizo el papel de ambos: fue abuelo, abuela e incluso una figura de padre para mí. Era un pilar fundamental en mi vida y una de las personas que más he querido.
Mi abuelo siempre estaba presente cuando lo necesitábamos, tanto para mí como para mi hermano. Aunque vivía en otro pueblo, venía cada semana a vernos cuando éramos pequeños. Nos llevaba al parque, jugaba con nosotros y se preocupaba de que nunca nos faltara nada. Si estábamos enfermos o ingresados en el hospital, él era el primero en aparecer, siempre con su sonrisa y su manera tranquila de darnos ánimo.
Pasar tiempo con él era algo que realmente me hacía feliz. Me encantaba escucharlo contar historias de su juventud, sus anécdotas divertidas y sus consejos llenos de sabiduría. Tenía una forma única de hacer que todo pareciera más sencillo y de enseñarme cosas sin necesidad de dar sermones. Con él aprendí valores como el esfuerzo, la humildad y la importancia de la familia.
Aunque hoy ya no está físicamente conmigo, siento que sigue muy presente en mi vida. Estoy seguro de que, desde donde esté, me acompaña y me guía en cada paso que doy. Muchas veces pienso en lo orgulloso que estaría al verme cumplir poco a poco los sueños de los que tanto le hablaba (C. D.).
Hay que ser conscientes de que algunos estudiantes proceden de familias trabajadoras e, incluso, muy humildes, por lo que leer lo que dicen de sus abuelos, los sacrificios que llevaron adelante para poder ver que algún día sus nietos o nietas llegaran a la Universidad, supone reconocer el enorme esfuerzo desplegado para alcanzar una meta que para ellos era inalcanzable.
2. Mi abuelo era carnavalero por naturaleza. Disfruto mucho recordando que no había un carnaval del pueblo donde no estuviera él y saber que siempre puedo contar con un hombre que me apoya en todos los sentidos. Recuerdo una pregunta que me hacía, con un poco de pena, tal como pude notar:
“¿Cuándo te gradúas en la Universidad?” A lo que yo le respondía: “Dentro de tres años, abuelo”. Vi, abuelo, cómo te emocionaste porque tu primera nieta iba a graduarse en la Universidad. Inmediatamente, me dijiste: “Me gustaría verte graduada, y por supuesto que lo harás, de ello estoy seguro”.
Abuelo, quisiera decirte que no tengo palabras para definir el cariño que siento hacia ti, al igual que a la abuela. Vosotros no tuvisteis las oportunidades de las que yo ahora dispongo. Recuerdo que me dijiste que aprendisteis a leer y escribir de manera autónoma, preguntando con curiosidad sobre cómo se escribían algunas palabras. Y esto a mí no se me olvida (L. R.).
Debo apuntar que tanto los alumnos como las alumnas tienen recuerdos similares de sus abuelos: estos no hacen diferencias de género a la hora de tratar con el mismo cariño a quienes sienten que son la continuidad de sus vidas, que ya se acortan en el tiempo, pero que ven en sus nietos también como una continuidad de sus proyectos.
3. Por la parte materna, tuve la suerte de conocer a mi abuelo. Su pérdida, a causa de un cáncer, marcó profundamente mi infancia. Recuerdo que lo pasé muy mal cuando falleció, porque lo echaba muchísimo de menos. Una de las anécdotas que siempre me cuenta mi madre es que, cuando en el colegio organizaban fiestas en las que se invitaban a los abuelos y abuelas, yo esperaba con ilusión y nerviosismo que mi abuelo apareciera por la puerta, al igual que los de mis compañeros y compañeras de clase.
Siempre me hacía muchísima ilusión verlo. También guardo en mi memoria esas tardes en las que lo encontrábamos sentado en la terraza de un bar; al vernos llegar, se le iluminaba la cara de felicidad. Nos invitaba a mi hermana y a mí a un plato de jamón y gambas, porque sabía que nos encantaba, o nos compraba chucherías en el kiosco de al lado.
Aquellos pequeños momentos compartidos se convirtieron en recuerdos imborrables que aún conservo con cariño. La vida se lo llevó demasiado pronto, y su ausencia dejó un vacío muy grande en mí. En su honor llevo tatuada una mariposa, porque cada vez que tengo un golpe de suerte o un momento especial, siempre aparece una mariposa blanca, y yo siento que es él, acompañándome y haciéndome saber que sigue presente de alguna manera (N. S.).
En esta ocasión, he hablado de los abuelos; en una próxima entrega comentaré qué significan las abuelas tanto para mis alumnos como para mis alumnas.
Por otro lado, puesto que en estos tiempos en los que están muy presentes los móviles, me interesa mucho que los alumnos reflexionen y escriban lo mejor posible, ya que van a ser docentes, por lo que deben dominar tanto el lenguaje hablado como la escritura. Esta es la razón por lo que hemos comenzado con el capítulo que lleva por título “Abuelos en la familia”, de modo que les he pedido que realicen un comentario del mismo.
En gran parte de sus comentarios comenzaron por exponer libremente sus experiencias personales, lo que da lugar a que se conozca qué recuerdos conservan de sus abuelos. La mayoría los evocan con un enorme cariño, al tiempo que manifiestan los valores aprendidos cuando estuvieron con ellos.
Para que veamos qué significan los abuelos en el mundo de la gente joven, me ha parecido oportuno seleccionar algunos párrafos de los escritos que me presentaron. Así pues, muestro tres fragmentos extraídos de sus relatos.
1. De parte materna solo llegué a conocer a mi abuelo, ya que mi abuela falleció muchos años antes de que yo naciera. Aun así, él siempre hizo el papel de ambos: fue abuelo, abuela e incluso una figura de padre para mí. Era un pilar fundamental en mi vida y una de las personas que más he querido.
Mi abuelo siempre estaba presente cuando lo necesitábamos, tanto para mí como para mi hermano. Aunque vivía en otro pueblo, venía cada semana a vernos cuando éramos pequeños. Nos llevaba al parque, jugaba con nosotros y se preocupaba de que nunca nos faltara nada. Si estábamos enfermos o ingresados en el hospital, él era el primero en aparecer, siempre con su sonrisa y su manera tranquila de darnos ánimo.
Pasar tiempo con él era algo que realmente me hacía feliz. Me encantaba escucharlo contar historias de su juventud, sus anécdotas divertidas y sus consejos llenos de sabiduría. Tenía una forma única de hacer que todo pareciera más sencillo y de enseñarme cosas sin necesidad de dar sermones. Con él aprendí valores como el esfuerzo, la humildad y la importancia de la familia.
Aunque hoy ya no está físicamente conmigo, siento que sigue muy presente en mi vida. Estoy seguro de que, desde donde esté, me acompaña y me guía en cada paso que doy. Muchas veces pienso en lo orgulloso que estaría al verme cumplir poco a poco los sueños de los que tanto le hablaba (C. D.).
Hay que ser conscientes de que algunos estudiantes proceden de familias trabajadoras e, incluso, muy humildes, por lo que leer lo que dicen de sus abuelos, los sacrificios que llevaron adelante para poder ver que algún día sus nietos o nietas llegaran a la Universidad, supone reconocer el enorme esfuerzo desplegado para alcanzar una meta que para ellos era inalcanzable.
2. Mi abuelo era carnavalero por naturaleza. Disfruto mucho recordando que no había un carnaval del pueblo donde no estuviera él y saber que siempre puedo contar con un hombre que me apoya en todos los sentidos. Recuerdo una pregunta que me hacía, con un poco de pena, tal como pude notar:
“¿Cuándo te gradúas en la Universidad?” A lo que yo le respondía: “Dentro de tres años, abuelo”. Vi, abuelo, cómo te emocionaste porque tu primera nieta iba a graduarse en la Universidad. Inmediatamente, me dijiste: “Me gustaría verte graduada, y por supuesto que lo harás, de ello estoy seguro”.
Abuelo, quisiera decirte que no tengo palabras para definir el cariño que siento hacia ti, al igual que a la abuela. Vosotros no tuvisteis las oportunidades de las que yo ahora dispongo. Recuerdo que me dijiste que aprendisteis a leer y escribir de manera autónoma, preguntando con curiosidad sobre cómo se escribían algunas palabras. Y esto a mí no se me olvida (L. R.).
Debo apuntar que tanto los alumnos como las alumnas tienen recuerdos similares de sus abuelos: estos no hacen diferencias de género a la hora de tratar con el mismo cariño a quienes sienten que son la continuidad de sus vidas, que ya se acortan en el tiempo, pero que ven en sus nietos también como una continuidad de sus proyectos.
3. Por la parte materna, tuve la suerte de conocer a mi abuelo. Su pérdida, a causa de un cáncer, marcó profundamente mi infancia. Recuerdo que lo pasé muy mal cuando falleció, porque lo echaba muchísimo de menos. Una de las anécdotas que siempre me cuenta mi madre es que, cuando en el colegio organizaban fiestas en las que se invitaban a los abuelos y abuelas, yo esperaba con ilusión y nerviosismo que mi abuelo apareciera por la puerta, al igual que los de mis compañeros y compañeras de clase.
Siempre me hacía muchísima ilusión verlo. También guardo en mi memoria esas tardes en las que lo encontrábamos sentado en la terraza de un bar; al vernos llegar, se le iluminaba la cara de felicidad. Nos invitaba a mi hermana y a mí a un plato de jamón y gambas, porque sabía que nos encantaba, o nos compraba chucherías en el kiosco de al lado.
Aquellos pequeños momentos compartidos se convirtieron en recuerdos imborrables que aún conservo con cariño. La vida se lo llevó demasiado pronto, y su ausencia dejó un vacío muy grande en mí. En su honor llevo tatuada una mariposa, porque cada vez que tengo un golpe de suerte o un momento especial, siempre aparece una mariposa blanca, y yo siento que es él, acompañándome y haciéndome saber que sigue presente de alguna manera (N. S.).
En esta ocasión, he hablado de los abuelos; en una próxima entrega comentaré qué significan las abuelas tanto para mis alumnos como para mis alumnas.
AURELIANO SÁINZ
FOTOGRAFÍA: DEPOSITPHOTOS.COM
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