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HLA

FENACO



10 feb 2020

  • 10.2.20
En el momento de escribir estas líneas, transcurrida apenas una semana del segundo mes del año, ya han sido asesinadas ocho mujeres en nuestro país a manos de una violencia machista que algunas personas se niegan a reconocer, ocultando la realidad con el relato ficticio sobre una supuesta violencia “intrafamiliar” o “doméstica”. Sin embargo, el cómputo de hombres muertos por sus esposas o exparejas es tan insignificante que compararlo con el de mujeres muertas por un machismo asesino resulta insultante y ofensivo.



Los que niegan esta evidencia insisten tanto en la mentira –como aconsejó Goebbels– que, incluso, algunas mujeres dan su confianza y su voto a partidos que desprecian la realidad y no admiten que la mujer sea víctima de la peor de las desigualdades, la que no reconoce su dignidad como persona y la considera un ser inferior.

Una cultura patriarcal y machista ha consentido durante siglos que la mujer sea tratada como simple objeto a disposición y disfrute del hombre. Y que, por lo tanto, pueda desprenderse y ser eliminarlo, incluso con el asesinato, cuando no sirve o se revela. Es la actitud –asesina– que adopta el engreído de su superioridad machista.

Para estos obtusos a la razón, el feminismo –la lucha por la igualdad en derechos de la mujer– es una peligrosa ideología porque combate la discriminación que la mujer sufre por el mero hecho de ser mujer, algo que los conservadores de las tradiciones –como el machismo en nuestra sociedad– no son capaces de soportar ni tolerar, negando la realidad.

Por tal razón, los reaccionarios que intentan desacreditar o suprimir las políticas feministas que persiguen la igualdad efectiva de la mujer (listas paritarias, colegios mixtos, igual salario a igual trabajo, acceso a trabajos acordes con su formación...) y las de protección contra la violencia machista (amparo judicial y policial, teléfonos de ayuda, casas de acogida...) se ven en la necesidad de recurrir a la falsedad, al bulo y a la abierta mentira para justificar sus prejuicios y “vender” sus mensajes a la ciudadanía.

No quieren aceptar que la mujer sigue siendo víctima de una violencia machista reacia a desaparecer. Y que se expresa, no como violencia intrafamiliar, sino como lo que es: machismo asesino. Si no fueran tan obtusos, les bastaría lo que llevamos de año para comprender que la realidad ha vuelto a ponerse tristemente de manifiesto, contradiciendo sus falsedades negacionistas sobre la discriminación criminal que soporta la mujer, por razón de sexo.

Del mismo modo, es también falso y tergiversado que los inmigrantes sean los culpables de todos los males que padecemos como colectividad. Ni la delincuencia ni el desempleo ni el deterioro de los servicios públicos son debidos a ellos, como proclaman los que exigen vallas, muros y ejércitos en las fronteras para “impermeabilizar” nuestro país de quienes huyen del hambre, la miseria o las guerras.

Mientras los que se dedican extender bulos que criminalizan hasta a los menores sin familia confinados en centros de acogida, propalando el odio al migrante, el jefe del Estado, a la sazón Rey de España, durante los actos celebrados en Jerusalén por el 75.º aniversario de la liberación del campo nazi de Auschwitz (Polonia), donde fueron exterminadas 1.300.000 personas, pedía al mundo entero, lo que incluye a nuestros “puristas” raciales, que había que “poner coto al odio, la xenofobia y el racismo”.

Entre lo expresado por el rey Felipe VI y lo sostenido por esos negacionistas de la diversidad, existe la misma distancia que entre la realidad y la mentira. Sin embargo, se empeñan los xenófobos en manipular los hechos para intentar convencer a los ingenuos de que limitando libertades y recortando derechos ganamos seguridad, necesaria para “resolver” un problema que en realidad no existe: el de la migración.

Al contrario, los inmigrantes representan una oportunidad. Es lo que declara el flamante ministro de Seguridad Social y Migraciones al asegurar que, sin una media de 270.000 migrantes anuales, de aquí al 2050, no se podrá garantizar el sistema público de pensiones, debido al envejecimiento de la población.

La realidad vuelve a desmentir a los populistas xenófobos, quienes, no obstante, no dejan de irradiar el miedo y el odio para ganar adeptos a sus mentiras, bulos y falsedades. Y conseguir votos, a costa de pisotear los Derechos Humanos. ¡Ni la mujer ni el inmigrante merecen respeto como personas!

La última falacia demagógica que circula con profusión es la censura escolar, denominada eufemísticamente “pin parental”, que promueven los mismos que despotrican del feminismo y practican el racismo. No quieren que en las escuelas se eduque a sus hijos en el respeto a la igualdad de las personas, la diversidad de la identidad sexual y la pluralidad social en cuanto a ideas, creencias y costumbres, derechos todos ellos reconocidos y protegidos por la Constitución.

Esgrimen los censores la defensa de la “libertad” de los padres a elegir la educación de sus hijos, pero se guardan en señalar que a lo que aspiran es someter la escuela al sectarismo de una ideología que es contraria a los valores constitucionales de igualdad, tolerancia, respeto y libertad.

Denuncian alarmados un supuesto adoctrinamiento quienes, precisamente, persiguen adoctrinar en las escuelas con ideas religiosas (respetables a título individual) y valores sectarios (válidos como opción política) que hacen prevalecer la desigualdad de la mujer, la tutela moral de la sociedad, la discriminación racial y la injusticia económica que condena los pobres a la pobreza eterna, por condiciones de nacimiento.

Se trata, pues, de otro enfrentamiento que los propagandistas de bulos, falsedades y mentiras mantienen contra las conquistas logradas en democracia y que posibilitan que la educación sirva de “ascensor” social y ayude a emancipar a las futuras generaciones de las ligaduras que nos mantienen atados a convencionalismos trasnochados y a formas de pensar reaccionarias, excluyentes o discriminatorias.

La verdadera intención del “pin parental” no es dar “libertad” a los padres para escoger una educación “a la carta” (podrían pagársela en colegios de élite), sino atacar a la enseñanza pública. Pretenden que el Estado financie centros privados de educación que –¡oh, casualidad!– imparten esas asignaturas que “eligen” los padres para adoctrinar a sus hijos, sin respetar el derecho de los niños a recibir una educación acorde con los derechos y valores que consagra la Constitución. O que los colegios públicos se conviertan en centros religiosos.

La realidad, no obstante, vuelve otra vez a contradecir estas mendacidades, porque el verdadero adoctrinamiento es presentar una creencia como si fuera una verdad científica, impedir que los profesores ejerzan su cometido y arrebatar al Estado su obligación de garantizar modelos educativos basados en valores constitucionales que buscan conformar sociedades más libes, plurales, diversas, abiertas, tolerantes, pacíficas y respetuosas. Solo los sectarios que están en contra de estos objetivos son partidarios del “pin parental”.

Rechazan la pluralidad y la diversidad existente en la sociedad como reniegan del cambio climático. Va en contra de sus intereses y del capitalismo mal entendido. Que no se pueda explotar todo un bosque y ganar dinero por respetar los árboles que contribuyen a fijar el dióxido de carbono de la atmósfera, evitando ese calentamiento atmosférico que hace cambiar el clima, no entra en sus molleras. No creen en la ecología, la sostenibilidad y la salvaguarda del medioambiente. Chorradas.

Para ellos, la contaminación es progreso, las calles atascadas de coches es signo de vitalidad económica, el agotamiento de recursos es capacidad productiva, el destrozo de formas y medios de vidas (para animales y humanos) es libre comercio y poder empresarial, el empobrecimiento de muchos es inevitable para la riqueza de pocos.

Arrasar el planeta es incondicional al emprendimiento… lucrativo de unos cuantos. Y esos cuantos, siempre los mismos, son los que reniegan del ecologismo, la solidaridad, el feminismo, la educación en igualdad y tolerancia, y del bienestar de todos, porque les perjudica.

Todos son explotadores que están en contra de cuantos movimientos de liberación emerjan en el mundo para la emancipación de los oprimidos y la defensa de este barco en el que navegamos por el Universo. Y para engañar a todos, recurren a los bulos, las falsedades y las mentiras.

Se llamen como se llamen (aquí, en Italia, Brasil o Estados Unidos, por citar algunos sitios donde logran convencer), ya los vamos conociendo, aunque crean que con sus populismos ultranacionalistas puedan seguir manipulando nuestra percepción de la realidad. Esta acaba imponiéndose, no solo por terca, sino por responder a la verdad.

DANIEL GUERRERO

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